Por Ernesto Hernández-López, LA Times, 17 de noviembre de 2023.

En 2021, la Suprema Corte de México prohibió las semillas de maíz genéticamente modificadas, consagrando constitucionalmente el argumento de que los organismos genéticamente modificados (OGM) dañan permanentemente la biodiversidad, que la diversidad genética dentro de los cultivos es indispensable para responder al cambio climático, las plagas y las enfermedades, y que la diversidad del maíz en particular es vital para la seguridad alimentaria de México y del mundo. En febrero de este año, el país siguió la prohibición con un decreto que prohibía el maíz transgénico para consumo humano.

En respuesta, Estados Unidos ha argumentado que México está violando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte actualizado, o TLCAN, ahora llamado Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés). Los funcionarios de comercio, el Congreso y los grupos de presión de EE.UU. y Canadá, ansiosos ante la perspectiva de la pérdida de exportaciones, han pintado el decreto de México como proteccionista y emocional. Pero la insistencia de México en su derecho a regular los transgénicos no se refiere sólo al maíz. Es un paso importante para evitar la homogeneización de la agricultura, la alimentación y la cultura en todo el mundo.

Los alimentos transgénicos empezaron a comercializarse en 1994, año en que entró en vigor el TLCAN. En los cultivos transgénicos se inserta material genético de un organismo diferente en el ADN de una planta huésped. Las empresas de biotecnología utilizan esta tecnología para producir las características deseadas en los cultivos, como la resistencia a las plagas o a los herbicidas químicos.

La inmensa mayoría del maíz estadounidense está modificado genéticamente. Los métodos OGM suelen aumentar el rendimiento de las cosechas y han ayudado a Estados Unidos a convertirse en el principal productor y exportador mundial de este cereal. Simultáneamente, las políticas de libre comercio que favorecen los cultivos OMG han convertido a México -lugar de origen del maíz y centro de su diversidad genética- en uno de los mayores importadores mundiales del grano.

México cuenta con al menos 59 variedades de maíz, lo que constituye una reserva genética sin parangón en el mundo. Para los mexicanos, el maíz es el alimento más importante en términos de calorías y presupuesto familiar. El maíz es fundamental para los tamales, el pozole, los huaraches, etc., pero su importancia va más allá de las comidas. El maíz es una herencia cultural. Las comunidades indígenas lo ven presente en historias como el texto maya Popul Vuh y representado en dioses aztecas como Cintéotl, que surgió de debajo de la tierra para proteger el maíz.

En 1994, sin embargo, el TLCAN eliminó los aranceles que protegían a los productores de maíz mexicanos, con el argumento de que todos se beneficiarían del maíz estadounidense a menor precio.

La realidad fue otra. Tras la entrada en vigor del TLCAN, casi 5 millones de agricultores mexicanos -la mayoría de los cuales cultivaba al menos algo de maíz- perdieron sus medios de subsistencia rural. Al mismo tiempo, el acuerdo abrió la puerta a los productos procesados de maíz importado en la comida chatarra, provocando un aumento espectacular de la obesidad y la diabetes.

En 2006-2007, los precios del maíz se dispararon cuando los mercados energéticos impulsaron la demanda de etanol, la fuente de energía basada en el maíz, para compensar los altos precios del petróleo. Como México dependía del maíz importado, el país sufrió una “crisis de la tortilla” y los precios de este alimento básico se dispararon.

La prohibición de los transgénicos se puso en marcha en 2021, cuando el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador anunció la eliminación progresiva del maíz transgénico, que entraría en vigor en febrero de 2024. Cediendo a la presión de Estados Unidos, el decreto de este año limitó su prohibición al maíz para consumo humano, como el utilizado para tortillas o masa. México seguirá importando piensos a base de maíz, el principal producto de exportación estadounidense, y podrá seguir importando otros OMG, como algodón y canola.

En su constante y agresiva oposición al decreto, los funcionarios estadounidenses de comercio y agricultura han argumentado que no hay base científica para prohibir el maíz transgénico. Pero lo cierto es que no existe un consenso internacional sobre la seguridad de los OMG.

Durante años, los científicos mexicanos han expresado su preocupación por los múltiples tipos de peligros del maíz transgénico. Por ejemplo, en una investigación reciente se encontraron cantidades significativas de glifosato -un herbicida utilizado para cultivar OMG que un organismo de la Organización Mundial de la Salud ha determinado que probablemente causa cáncer- en la orina de los niños mexicanos, incluidos los recién nacidos. Se cree que esto se deba al consumo de maíz OMG, ya sea por consumo directo o por exposición a la dieta de la madre a través de la lactancia.

Los científicos también han demostrado que los OMG dañan a las propias plantas. Los OMG alteran los procesos naturales de crecimiento de las plantas y su secuenciación genética, que determinan su morfología y fisiología. Como el maíz se fecunda mediante polinización al aire libre, es especialmente vulnerable: basta una ligera brisa para que el polen de las plantas modificadas genéticamente entre en los campos de maíz no modificado genéticamente, o maíz nativo. Recientes investigaciones sobre genes y datos vegetales del maíz nativo han demostrado que los cultivos no transgénicos tienen ahora una capacidad reducida para responder a amenazas como la sequía y las especies invasoras.

Aunque México considera que tiene buenas razones para prohibir los transgénicos, Estados Unidos dice que no tiene derecho a hacerlo. Pero existen múltiples vías legales para que México argumente que su prohibición es permisible bajo el USMCA.

En primer lugar, el tratado de libre comercio no obliga a México a importar OMG. El capítulo 3 establece expresamente que el acuerdo no obliga a ninguna “autorización para que un producto de la biotecnología agrícola esté en el mercado”. En segundo lugar, México puede señalar que el tratado permite controles nacionales sobre la seguridad alimentaria. El Capítulo 9 permite a cada país adoptar medidas que “determine apropiadas” para “la protección de la vida o la salud humana, animal o vegetal”.

Por último, México puede señalar que el capítulo 24 especifica que las cuestiones medioambientales -incluidas “la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica”- son asuntos de soberanía nacional.

De hecho, los controles medioambientales fueron uno de los argumentos clave para que el tratado comercial fuera aprobado por el Congreso estadounidense. A los legisladores estadounidenses les preocupaba que si las empresas mexicanas no cumplían la normativa medioambiental, por ejemplo en materia de aire limpio o agua limpia, los exportadores estadounidenses se verían perjudicados.

Desgraciadamente, en la disputa actual, las cláusulas medioambientales del pacto comercial corren el riesgo de estar sujetas a un doble rasero, ya que se busca su aplicación cuando las protecciones medioambientales sirven a las exportaciones estadounidenses, pero se ignoran cuando pretenden salvaguardar el acceso a un alimento básico cotidiano y mantener la salud y la seguridad de los mexicanos.

Pero aunque los países traten estas cuestiones como asuntos de soberanía nacional y economía, la capacidad de regular los OMG también es motivo de preocupación mundial. El maíz es el producto más cultivado del mundo, y mantener su diversidad genética es crucial para la seguridad alimentaria en todo el mundo: Por ejemplo, si una bacteria o un hongo acaban con el maíz transgénico, es crucial que haya otras cepas disponibles para cultivar. Para preservar la biodiversidad del maíz -y de otros cultivos-, los acuerdos comerciales deben permitir a los gobiernos elaborar y aplicar políticas que promuevan una agricultura sostenible y alimentos seguros.

En este sentido, el decreto mexicano es un ejemplo para las autoridades comerciales de todo el mundo. Después de tres décadas de dar prioridad al comercio, es hora de dar prioridad a otros aspectos de la coexistencia y la convivencia transfronterizas, como la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la salud pública.

Esto fue escrito para Zócalo Public Square.

Ernesto Hernández López (@ProfeErnesto1) es profesor de Derecho en la Universidad de Chapman y escribe sobre Derecho internacional y agricultura. Su investigación sobre el maíz transgénico aparece en el Journal of International Economic Law y en el Vanderbilt Journal of Entertainment and Technology.

Imagen de Larisa Koshkina en Pixabay

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