Por Elva María Maya Marquez, El Valle, 14 de febrero de 2024.

Vayamos por partes, los alimentos transgénicos son aquellos que, mediante técnicas de ingeniería genética, son modificados al añadir genes de otra especie para conseguir un producto con las características deseadas. Este tipo de alimentos no son cultivados de manera natural (orgánica), son producidos a partir de una alteración en su ADN (que es donde se encuentra la información genética de la mayor parte de los seres vivos), para crear mutaciones que tienen características determinadas y que han sido pensadas desde un laboratorio.

Los alimentos transgénicos son conocidos como organismos genéticamente modificados (OGM). En el caso del maíz, son semillas con mayor resistencia a las plagas, a los herbicidas, a las temporadas de sequía y la humedad. La mazorca suele ser de mayor tamaño, pero a su vez, se diseña para que la planta no sea tan grande con la finalidad de que no se rompa en caso de viento. Lo que sucede con el maíz transgénico es, que en su ADN se incorporan las características y atributos del tipo de maíz que se desea obtener, a diferencia del maíz nativo que no tiene intervención de científicos.

En México se cuenta con 64 tipos de maíz y en promedio, se producen 27 millones de toneladas anuales, no obstante, el consumo anual oscila en 45 millones de toneladas. Principalmente se producen dos variedades de maíz: blanco y amarillo. El maíz blanco se produce exclusivamente para el consumo humano, en virtud de su alto contenido nutricional, por otra parte, el maíz amarillo se destina al procesamiento industrial y alimentación animal.

De acuerdo con Álvaro López Ríos, secretario general de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA), el 56% del maíz que se consume en México es importado. El 2023 cerró con un déficit agroalimentario muy importante, pues tan solo en este año, las cifras revelan que se importaron 19.7 millones de toneladas de maíz, un incremento de 13.9% más respecto al 2022 ¿De dónde proviene este maíz? En su mayoría —más del 90%— de nuestro vecino del norte. El problema no está propiamente en las toneladas de maíz que estamos importando, para Monserrat Téllez, integrante de la organización “Semillas de Vida” y defensora de la campaña nacional “Sin Maíz No Hay País”, el inconveniente radica en que el 90% de las superficies sembradas en Estados Unidos, estuvieron expuestas al glifosato.

El glifosato es el herbicida más utilizado a nivel mundial en agricultura. Este químico se comercializó por primera vez en la década de 1970 por la compañía Monsanto con el nombre de “Round’Up”. Durante mucho tiempo fue considerado un producto inofensivo para las personas, pues estaba diseñado para eliminar la “hierba mala” y favorecer el crecimiento de los cultivos controlados.

Pero, aquí viene el pero, décadas después del surgimiento del glifosato, algunas plantas y hierbas malas generaron resistencia a este herbicida, lo cual llevó a un uso excesivo del producto para eliminarlas. El resultado, el glifosato ha ampliado su impacto, contamina el agua, la tierra y lo más grave, hoy se sabe que es dañino para la salud del ser humano, los animales y las plantas, ya que la exposición a este herbicida o el consumo a través de los alimentos, se relaciona con diferentes tipos de cáncer como: cáncer de hígado, de páncreas, de riñón y principalmente linfático (OMS, 2015). También se relaciona con alergias, retrasos en el desarrollo y malformaciones del feto en el caso de las mujeres embarazadas y enfermedades intestinales.

En nuestro país, el glifosato es el herbicida más usado en la agricultura, se utiliza en el proceso de preparación del campo antes de la siembra y para la limpieza del terreno, algunos de sus nombres comerciales son: Faena, Cacique, Trinchera, Herbifox, Látigo, Mochilero, Bombazo, Secafín, Torbellino, Potro y Aquamáster.

De acuerdo con Alejandro Calvillo, director del poder del consumidor, gran parte del maíz transgénico es resistente al glifosato, es decir, esto provoca que se utilice en grandes cantidades durante todo el ciclo agrícola para acabar con las hierbas no deseadas. Este uso intensivo del glifosato ha provocado que este herbicida se encuentre incluso, en la leche materna.

El daño del glifosato parece silencioso y a continuación les explico por qué. El municipio de Hopelchén es el principal productor de miel y de soya en el Estado de Campeche. El 90% de este grano lo obtiene utilizando semillas genéticamente modificadas (GM) resistentes al glifosato, de modo que se realizó un estudio para detectar este herbicida en agua subterránea, agua embotellada y en orina de trabajadores del campo (estudio publicado en septiembre de 2017).

Con base en este artículo de Beatriz Torres, la detección de glifosato se hizo a través de la técnica ELISA (Ensayo por Inmunoabsorción Ligado a Enzimas), hallando el herbicida en el agua subterránea de las siete comunidades agrícolas donde se realizó el estudio, e incluso en la ciudad de Campeche, que se usaba como referencia.

Siguiendo con la misma investigación, la detección de glifosato en orina humana proporciona una medida de la exposición de la población a dicho herbicida. Para el estudio referido se tomaron 81 muestras de orina a campesinos de cinco comunidades, y como grupo control se usaron pescadores de la ciudad de Campeche. Resultado: se identificaron residuos de glifosato en todas las muestras de orina, pero los campesinos llegaron a tener el doble de concentración que los pescadores.

Como dato adicional, quiero comentar que en Alemania, donde reside la empresa Bayer que compró a Monsanto —la principal distribuidora de glifosato—, se ratificó la prohibición del uso del glifosato a finales del 2023 ¿Por qué será?

EL 31 de diciembre de 2020, el presidente de la república estableció un decreto a través del cual se buscaba sustituir gradualmente el uso, adquisición, distribución, promoción e importación de la sustancia química denominada glifosato y de los agroquímicos utilizados en nuestro país que lo contienen como ingrediente activo. Sin embargo, el 13 de febrero del año pasado, el presidente estableció un nuevo decreto por el que se establecen diversas acciones en materia de glifosato y maíz genéticamente modificado. Con esto, queda invalidado el decreto de diciembre de 2020. De manera particular, el nuevo decreto prohíbe el uso de maíz genéticamente modificado para la masa y la tortilla.

El maíz, es la base de la alimentación de los mexicanos y si la mayor parte de este grano es transgénico, esto lo liga indisolublemente con el glifosato, que por los daños que causa no es una substancia que se quisiera tener en el cuerpo de seres humanos y animales, pues recordemos que el maíz de importación, en gran parte es destinado para alimentar a los animales que de manera posterior comemos. De igual manera, todos consumimos productos derivados del maíz comenzando por los medicamentos, pasta dental, jabón, cosméticos, desodorantes, desinfectantes para manos, edulcorantes, entre otros.

El tema del campo históricamente ha representado una situación de abandono e indiferencia por parte de la sociedad, y poco se reflexiona acerca de la importancia de este como nuestra principal fuente de alimentación.

La falta de información, pero también de interés para sumarse a iniciativas en favor del campo a través de distintas organizaciones que por décadas han dado la lucha para eliminar de nuestras mesas alimentos genéticamente modificados y con altas dosis de glifosato, es lo que nos ha traído hasta aquí. Si queremos alimentarnos de manera más sana, es necesario reconocer la importancia del campo mexicano y de la gente que lo trabaja, pues solo así dejaremos de ser una sociedad transgénica.

Imagen de Nicole Pankalla en Pixabay

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