Por Margarita Valdez, El Sol de Durango, 12 de octubre de 2022.

El glifosato es un plaguicida altamente tóxico que daña la salud y el medio ambiente. Esta sustancia por su toxicidad ha sido prohibida en más de 20 países. Desde 1974 hasta 2017, Bayer tuvo la patente de este producto.

Diversos estudios recientes indican que se trata de un plaguicida cuyo uso está relacionado con un factor cancerígeno. En Estados Unidos de Norteamérica hay diversos juicios interpuestos por agricultores, uno de ellos desarrolló linfoma no Hodking -un cáncer que daña los linfocitos-.

En diciembre de 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador, publicó un decreto en el cual establece se elimine el uso de esta sustancia.

Mientras en el Senado de la República, desde noviembre de ese mismo año, la senadora Ana Lilia Rivera, presentó una iniciativa para su eliminación, la cual se le turnó a la Comisión de Salud y a la de Estudios Legislativos Segunda.

Hace algunas semanas empezamos la discusión de esta, y mi posición como presidenta de la Comisión de Salud es, sin lugar a duda que, en nuestro campo, se deje de usar esta sustancia vinculada de acuerdo con diversos estudios con diversos cánceres, otras enfermedades congénitas y abortos espontáneos.

Además, daña el medio ambiente, porque entre otros efectos, está arrasando con la población de las abejas. Estos valiosos insectos, forman diferentes ecosistemas y son fundamentales en la seguridad alimentaria.

Es maniqueo afirmar que los campesinos sufrirán pérdidas millonarias por la prohibición de esta sustancia producida por Bayer Monsanto, cuando el sector social de los productores agrícolas no emplea este plaguicida.

La posición de diversas autoridades como Conacyt, SADER, Semarnat y la Secretaria de Salud, es en favor de la salud de las y los mexicanos, están de acuerdo en su regulación y en un cambio significativo en bioinsumos para garantizar la seguridad de nuestro país.

No debemos dañando conscientemente nuestro suelo, nuestra agua, nuestro aire, y la salud de la población de México.

Por ello, estoy convencida de que la prohibición de este plaguicida y su sustitución por bioinsumos que pueden ser producidos, a partir de otros componentes orgánicos no venenosos, que beneficien a muchos ecosistemas, y sobre todo incidir en disminuir el índice de cáncer, que padecen miles de mexicanos.

Imagen de Jan Amiss en Pixabay 
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