Por La Jornada, 20 de agosto del 2020.

Indicó que dicha reflexión “es oportuna en tiempos de pandemia y en medio de una discusión pública sobre el uso del agroquímico llamado glifosato, agente industrial de muerte que está cada vez más cerca de la vida de todo ser humano”.

En un texto publicado en el portal de la dependencia bajo el título Por qué decir no al glifosato, refirió que éste es el herbicida más utilizado en el mundo en agricultura, silvicultura, jardinería e incluso en actividades domésticas, y fue comercializado por primera vez en la década de 1970 por la compañía Monsanto, con el nombre de Round’Up.

Desde entonces y hasta 2014, añadió, “de este herbicida que penetra en el suelo, se filtra en el agua y sus residuos permanecen en los cultivos, se habían fumigado en el planeta más de 8 mil 600 millones de kilogramos. Así hemos comido y bebido el glifosato, de manera que llegó al organismo humano y ha causado cáncer, dolor y muerte”.

La Semarnat recordó que la empresa alemana Bayer firmó en junio de este año un acuerdo de entre 8 mil 800 y 9 mil 600 millones de dólares para resolver más de 125 mil reclamos en Estados Unidos contra el Round’Up, el pesticida a base de glifosato comercializado por su filial Monsanto, adquirida en 2018. Los demandantes acusan a este pesticida de ser cancerígeno, según el Circ, una rama de la Organización Mundial de la Salud (OMS), citado por dw.com

Señaló que durante casi medio siglo “una persuasiva y exitosa campaña ensalzó el uso del glifosato, y la ausencia de estudios científicos sobre los efectos en la salud y el medio ambiente favorecieron que el uso del agrotóxico se expandiera impunemente por el mundo”.

Expuso que el titular de la Semarnat, Víctor M. Toledo, ha señalado que ese panorama ha cambiado después de que “organizaciones civiles defensoras del ambiente, la salud y los derechos humanos impulsaron numerosas investigaciones críticas para documentar los efectos nocivos del plaguicida”, y citó la quinta edición de la Antología toxicológica del glifosato, de E. Martín Rossi, que refiere mil 108 artículos científicos “sobre esa amarga realidad”.

Agregó que con fundamento en esas evidencias, el glifosato ha sido prohibido o restringido en Austria, Alemania, Francia, Italia, Luxemburgo, Tailandia, Bermudas, Sri Lanka y algunas regiones de España, Argentina y Nueva Zelanda.

Señaló que Toledo Manzur ha referido que “lo que calla la agricultura industrial es que ‘los cultivos transgénicos tolerantes al glifosato generan encefalopatías, autismo, parkinsonismo, malformaciones y diversos tipos de cáncer, además de afectar los sistemas endocrino, reproductivo, inmunitario, digestivo, hepático, renal, nervioso y cardiovascular de las personas’”.

Añadió que se agrega la afectación a diferentes especies de crustáceos, moluscos, oligoquetos, algas, hongos, fitoplancton y zooplancton, anfibios, tortugas, arácnidos, aves, mamíferos y, lo más preocupante, a insectos benéficos y polinizadores como abejas y mariposas, además de los colibríes, afirma el etnobiólogo.

La secretaría expuso que luego de una extensiva revisión de la literatura científica la OMS decidió clasificar al glifosato como “probablemente cancerígeno para los humanos”, y más recientemente, el Instituto Ramazzini de Italia reveló, además, que debilita el sistema inmunológico humano por tres vías: cáncer NHL, destrucción de una enzima esencial y modificación de la flora intestinal, lo que deja desprotegidas a las personas contra infecciones como el Covid-19.

Reiteró que “dadas las evidencias científicas de la toxicidad del glifosato, que demuestran los impactos a la salud humana y al ambiente, se camina firmemente hacia la reducción gradual del uso de glifosato, hasta lograr su prohibición total en 2024, y se impulsa un sistema agroalimentario más seguro, más sano y respetuoso con el medio ambiente. En ese sentido se afina la ruta crítica para la disminución gradual del herbicida con métodos alternativos”.

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