Por Federico E. Cavada Kuhlmann, Alainet, 8 de agosto de 2018

Frente a ello creemos que es necesario que la Sociedad Civil -la comunidad, todos nosotros-, debe estar informada verídicamente de la forma más completa que sea posible y con la mayor precisión sobre los AGM, Alimentos Genéticamente Modificados, de manera de fomentar el debate sobre el tema conociendo y entendiendo las consecuencias que pueden tener para todos y cada uno las nuevas biotecnologías. Por ello comenzaremos por este artículo con el que buscamos producir el diálogo comunitario necesario para la sensibilización de todos frente a este tema. Pretendemos que se converse sobre ello en la Junta de Vecinos, en el Sindicato, en el Club Deportivo, en el Centro de Mujeres, en el Colegio, en la calle, los cafés y los medios de movilización. Esta posible reflexión sobre los alimentos transgénicos deberá producir conmoción en productores, desarrolladores de AGM, políticos, organizaciones empresariales, educadores, medios de comunicación y otros sectores de la sociedad.

Hace poco menos de cincuenta años atrás el conjunto folclórico chileno Los Quilapayún hacían famosa “La Batea” y con ella aquel verso que decía “… que culpa tiene el tomate que está tranquilo en la mata, que venga un gringo hijo de p… lo meta en una lata y lo mande pa…”

Así es, ¿Qué culpa tiene el tomate?

Nació andino cuando apareció hace miles de años en la cordillera Los Andes. Sí, es originario de la cordillera andina del Perú, lugar donde aún se encuentra en estado silvestre y tiene una larga historia. Trabajos arqueológicos han encontrado pruebas en tumbas peruanas de hace unos nueve mil años, lo que demuestra que ya era parte de la alimentación de los seres humanos.

Esto no significa que fuera cultivado, se consumía desde su estado silvestre. Después de la conquista de América y durante mucho tiempo -hasta no hace mucho- algunos lo consideraron venenoso. Por eso hace un par de siglos atrás -en 1820- hubo un gringo que se hizo famoso gracias al tomate. Robert Gibbson Jhonson como un intrépido se atrevió a comerse uno frente al Palacio de Justicia de Nueva Jersey.

Otro par de siglos antes, en algún momento alguien lo “metió en una lata” y lo mando para el Norte: Llegó a México donde fue domesticado, cultivado y “bautizado”.

Su nombre tomate es un vocablo náhuatl. En el Estado de Michoacán hay un pueblo -cercano al Golfo de México- que se llama Buenavista pero cuyo nombre original es Tomatlán Buenavista. Tomatlán es una palabra de origen náhuatl y quiere decir “lugar de tomates”. En el Escudo de esta ciudad, en el campo donde está representada la cultura náhuatl, se muestra una yácata, el tomate silvestre, y de fondo está el cerro Tomatán. Como ustedes ven el tomate es todo un personaje.

Las características del tomate que conocemos, son su tamaño, color y sabor que representa el cinco por ciento del fruto ya que el resto es solo agua. Se consume por lo sabroso y fresco. Usado en ensaladas, sopas, salsa, guisos, bebidas, es de fácil conservación convertido en puré, jugo, salsa ketchup, en polvo, enlatado o secado al sol. Eso ha permitido que desde los antiguos frascos conserveros de la abuela, haya recorrido un largo camino hasta convertirse en uno de los principales cultivos alimenticios del siglo XX y que deberá aumentar en este nuevo milenio.

Esta historia comienza con su llegada a México -en donde ya había un buen nivel de técnicas agrícolas- para ser domesticado y diferenciado claramente de sus parientes la belladona y la mandrágora que si son venenosos. Sometido de su expresión silvestre el tomate comenzó a ser habitual en los mercados y las cocinas, fue trasformado por los agricultores de una planta producida por cruzamiento a una plante autógama.

En 1930 los norteamericanos introdujeron una serie de mejoras para intensificar el cultivo, entre ellas la más significativa que fue la hibridación. Desde entonces el cultivo dejó de pertenecer a los agricultores y quedó en manos de las empresas productoras de semillas. Todo esto hace que el tomate que nosotros conocemos sea bastante homogéneo genéticamente. La especie es menos diversa al silvestre de los contrafuertes andinos del Perú. Está probado que gran parte de la diversidad del tomate ya se perdió definitivamente. Un estudio de la Fundación Internacional para el Progreso Rural dejó en claro que del 80% de las variedades comerciales -no estamos hablando de silvestres- que se producían en 1903 ya no se encuentra semillas en USA, lo que significa que están extinguidas. Pero hay redes guardadoras de semillas, de las cuales después les contare.

California -al finalizar el siglo pasado- alcanzaba casi el 90% de la producción de tomate industrial en los EE.UU. Los países del Hemisferio Sur son los mayores productores de tomates, pero el control lo ejercen los del Norte. Estos países tenían -hace unos años- una participación del 72% en un mercado de exportaciones que llegaba a muchos miles millones de dólares y además eran los importadores del 95% de la producción. A del siglo XX el mercado internacional había tenido un incremento de más del 12% solo en el primer quinquenio de la última década.

¿A qué viene esta historia del tomate?, …el Solanum lycopersicum o Lycopersicum esculentum.

Esta historia la traigo a colación porque vamos a dialogar sobre los alimentos transgénicos y el tomate es el primer transgénico introducido en el mercado mundial. En esta líneas trataré de examinar cuánto debemos preocuparnos del tema y cuál es el problema que debe preocuparnos respecto a ellos, para evitar no caer en discusiones y debates estériles que solo distraen la atención de la comunidad del problema de fondo que es la apropiación de la agricultura por las empresas comerciales.

Hambre en el mundo

“La Primera Conferencia de las Naciones Unidas congregó en Hot Springs, Virginia, entre el 18 de mayo y el 3 de Junio de 1943, a los delegados de cuarenta y cuatro naciones invitadas por el Presidente Roosevelt. Tenía la misión de analizar las posibilidades de la iniciativa internacional concertada, para la mejora de los regímenes alimentarios, la buena orientación de la producción agrícola y una mejor distribución de los productos de la tierra entre los pueblos y los hombres”.

Así iniciaba su artículo sobre la alimentación humana -escrito desde la clandestinidad cuando era militante de la Resistencia y publicado en Les Cahiers Politiques de noviembre de 1943-, el historiador francés Marc Bloch, asesinado por la Gestapo el 16 de junio de 1944.

Recurrimos a la historia porque es bueno refrescar la memoria y porque el problema que visualizaremos tiene una profunda raigambre en lo que sostiene Bloch, quien escribía: “… la conferencia ha constatado una vez más la existencia, en la humanidad actual, de grandes grupos en situación crónica de desnutrición. Se trata, por una parte, de pueblos enteros, en particular en Asia y, por otra, en el seno de las propias naciones de la civilización occidental, de grandes grupos sociales. Más numerosos son todavía, entre nosotros, los grupos “vulnerables”, víctimas con demasiada frecuencia de la “malnutrición”: los niños, los adolescentes, las mujeres embarazadas”. Instaba Bloch a crear políticas alimentarias nacionales y -pocas líneas más adelante-, sentenciaba “Estas políticas pueden concretarse en diferentes medidas, pero ante todo exigen una organización metódica de la producción y la distribución de alimentos y, por lo tanto, una adaptación de la agricultura a las necesidades reales de los consumidores, más que de su poder adquisitivo”.

Lo primero que constatamos en lo recordado del historiador francés es que al igual que en 1943 el problema alimentario mundial persiste a pesar de los años transcurridos. Lo segundo es lo que sentenciaba Bloch que tiene que ver profundamente con la problemática de la producción de alimentos transgénicos en el mundo de hoy.

Ingeniería Genética

Los alimentos transgénicos son producto de la Ingeniería Genética. Esta es la gran posibilidad que el siglo XX ha legado a este nuevo milenio. La Ingeniería Genética es la puerta de ingreso a la ruta que puede permitir a la humanidad mejorar -hasta límites insospechados- sus condiciones de vida. La enfermedad y el hambre podrán dejar de ser enemigos de la sociedad con la aplicación de los conocimientos y tecnologías desarrolladas por los biotecnólogos. Lo que ayer nos asesinaba, el hambre, el cáncer, el alcoholismo, la diabetes y muchos otros flagelos que por millones de años han acompañado al ser humano en su trayectoria por la vida, hoy podrán ser controlados y derrotados. Ese es el tema y es donde los miembros de la comunidad debemos poner nuestra atención. ¿La Ingeniería Genética está actuando en beneficio de la humanidad?

Los alimentos transgénicos hoy incluyen la soja -que es utilizada en el 60% de los alimentos procesados, como los alimentos infantiles- tomates, levadura, productos lácteos, aceite, maíz.

Hace algunos años atrás la empresa norteamericana Calgene Inc., una de las primeras en trabajar en este sector y hoy subsidiaria de Monsanto, -la más grande de estas multinacionales- comenzó a comercializar sus tomates Flavr Savr. Esto era el resultado de diez años de trabajo de investigación y desarrollo que le permitía entregar al consumo humano los primeros alimentos -en la historia- que habían sido genéticamente alterados por el hombre, por las nuevas biotecnologías de la ingeniería genética. Las primeras plantaciones se hicieron en México y en los estados de California y La Florida. Se les introdujo un primer gen que llamaron Flavr Savr que era como un antígeno un gen antisentido con relación al gen normal. No voy a entrar en detalles ahora, El otro gen agregado a ese primer transgénico fue uno que codifica la síntesis de una proteína dándole resistencia al antibiótico kanamicina que para el tomate es letal.

Todos los estudios realizados antes de su lanzamiento al mercado mostraron que el producto era coincidente, semejante, igual con el tomate “natural” en cuento a sus contenidos nutricionales y sus características complementarias. La diferencia que este tomate aportaba en el mercado era que el gen Flavr Savr le acentúo dureza y viscosidad con lo cual logro retrasar su ablandamiento durante la madurez. Eso no significa que no siga el proceso normal de maduración, lo que pasa que usted al comprarlo lo ve menos maduro de lo que en realidad esta.

Así se inició este camino que esta aun en pleno desarrollo y que es campo de discusión entre ecologistas y productores de transgénicos sobre los beneficios o los problemas que traerá para la humanidad su producción.

La mitología

Una de las más importantes es aquello que dice que los alimentos transgénicos son solo el fruto de la manipulación genética con el objeto de llegar a conseguir alimentos -vegetales y animales- aguantadores de sequías y plagas, mejorados nutritivamente, mejorados para la salud del consumidor quitando sustancias tóxicas o alérgicas en los agrícolas, en tanto en los animales una mejora en producción de carne para rebajar los cosos de producción, algo que también debe ocurrir con los transgénicos agrícolas. Otro de estos mitos es una tecnología altamente segura que ya está definitivamente en marcha y que no podrá ser detenida. Las aparentes ventajas que los AGM tienen son -fundamentalmente- cualidades nutricionales mejoradas -no se ha probado-, su mayor duración -muchas veces aparente- y el menor uso de pesticidas que exigen. Desde sus partidarios los OMG -Organismos Genéticamente Manipulados- están potenciados en términos reales para mejorar las condiciones de alimentación de la humanidad.

Las corporaciones multinacionales de agroquímicos -que son las que controlan y dirigen las innovaciones biotecnológicas- sostienen que esto irá en concreto beneficio de los agricultores en el mundo, especialmente en el desarrollado. Que será altamente beneficiosa y favorable para los pequeños agricultores del tercer mundo haciendo posible con ello la erradicación o al menos la superación del hambre.

También los partidarios de los transgénicos sostienen que no hay ninguna forma de agresión a la soberanía ecológica de ese tercer mundo y que la biotecnología servirá para la conservación de lo biodiversidad, que la tecnología no es ecológicamente dañina y que permite el desarrollo de una agricultura sostenible libre de químicos.

Muchos de sus partidarios sostienen que si no se inicia ya -de inmediato-, el proceso de producción de estos alimentos, el que no lo haga quedara fuera del futuro agropecuario de la tierra.

Hay quienes sostienen que los ecologistas y los tradicionalistas en materia alimentaria deberían dejar en manos de los biotecnólogos la solución porque ellos tienen las herramientas para solucionar el hambre de la humanidad.

En algún documento preparado por uno de ellos llegue a leer que decía “… pero no le quiten la comida a los necesitados, que para luchar contra su hambre estamos nosotros los científicos”.

Por los caminos de la realidad

Por parte de los detractores, de sus enemigos -que son muchos y muy diversos- estos alimentos son perjudiciales para el ser humano y para los animales. Alteran gravemente el medio ambiente, producen un profundo desequilibrio entre las especies, contribuyen al fin de los antibióticos y generan nuevas alergias.

Sostienen que la mayoría de las novedades en biotecnología agrícola está sustentada en criterios económicos y no en las necesidades del ser humano. El objetivo de las grandes empresas tras esto es la industrialización de la agricultura y profundizar la dependencia que los productores tienen de los insumos industriales que ellos proporcionan, amparados en las patentes al controlar el germoplasma desde la semilla hasta la venta.

Con relación a los pequeños productores, especialmente los de los países en desarrollo, se prevé que estos verán seriamente afectadas sus posibilidades de desarrollo porque las nuevas tecnologías -protegidas por patentes y dependientes de corporaciones multinacionales- son de muy alto costo para comunidades postergadas o pobres e indígenas. Los objetivos de quienes realizan las investigaciones y el desarrollo biotecnológico es económico no filantrópico por lo tanto los pequeños y los pobres de la agricultura no deben esperar nada de ellos, aseguran los opositores

Miguel Altieri, de la Universidad de California, dice que “Desde que el Norte se dio cuenta de los servicios ecológicos que proporciona la biodiversidad, de los cuales el sur es el mayor repositorio, el tercer mundo ha sido testigo de una “fiebre genética”, en la medida que las corporaciones multinacionales exploran los bosques, los campos de cultivos y costas en busca del oro genético del sur. Protegidas por el GATT, estas corporaciones practica libremente la “biopiratería”, la cual cuesta a las naciones en desarrollo, según la Fundación de Avance Rural -RAFI- unos 4.500 millones de dólares al año por la pérdida de regalías de las compañías productoras de alimentos y productos farmacéuticos, las cuales usan el germoplasma y las plantas medicinales de los campesinos e indígenas”.

Por otra parte también se sostiene que la problemática que dejaron planteadas en el campo agrícola las tecnologías con agroquímicos aplicadas en un pasado reciente -el DDT y otros hoy prohibidos en los países del Primer Mundo y en algunos de los nuestros-, que produjeron contaminación ambiental degradación de los suelos y resistencia a los pesticidas por parte de malezas, bacterias e insectos ha hecho que las multinacionales desarrollen la biotecnología en este campo con el objeto de recuperar el espacio que estaban perdiendo y que lo han hecho siempre en un solo sentido. Risller y Melion aseguran que los cultivos de alimentos transgénicos incrementan la evolución de las malezas llevándolas a convertirse en supermalezas y que producen plagas de insectos resistentes, produciendo con esos fenómenos el desequilibrio ambiental del agro.

También los detractores sostienen que es falso que la biotecnología per se vaya a mejorar el uso de la biología molecular para beneficio de todos. Las áreas como la del control biológico y la agroecología que mencionamos antes, no están siendo favorecidas por las grandes corporaciones multinacionales y ello es contrario al interesa social de la comunidad.

El momento de pensar

Con estos pocos antecedentes que hemos entregado ha llegado el momento de proponer los temas de discusión, diálogo y reflexión.

El tema de la peligrosidad o no que los alimentos transgénicos tienen para la salud humana en forma directa no ha sido posible aun comprobarlo científicamente, aun cuando se han comprobado afecciones a personas que muestran algunos problemas, como predisposición alérgica. Entonces este es un tema sobre el que debemos aprender y estar alertas, aumentando las exigencias sobre las investigaciones para definir cada caso en particular. Este es un tema que no puede quedar al resguardo de los productores agrícolas de transgénicos sino que debe estar en manos de la autoridad gubernamental y la sociedad civil. Otro aspecto sobre el que debemos estar alertas es sobre la amenaza a la diversidad genética por la simplificación de los cultivos y la posibilidad cierta de que se traspasen genes de CRHs -Cultivos Resistentes a Herbicidas- produciendo las supermalezas.

Pero el más importante tema -a mi juicio- que debemos considerar es como las multinacionales, mediante la producción de alimentos transgénicos, sus patentes internacionales y sus derechos comerciales, en pocos años pueden ser las absolutas propietarias de la alimentación de todos los seres humanos. Hasta hoy lo único probado en forma real es el aumento de mercado y ganancia que a las corporaciones les produce la biotecnología. Las grandes corporaciones incorporadas al capo de los AGM son casi 30 entre ellas las 8 mayores compañías productoras de pesticidas del mundo. Ahí están Rhone-Poulenc, Bayer, DuPont, Ciba-Geigy, Dow/Elanco, Hoescht, Monsanto e ICI. Estas corporaciones buscan el incremento de la rentabilidad de sus capitales y no la resolución de los problemas agrícolas o el hambre de los marginales. Es por ello que yo hacía mención a la importancia que tenía la sentencia de Marc Bloch hecha hace sesenta años.

La Sociedad Civil debe exigir que las universidades no se asocien con estas corporaciones para los estudios que necesitan y deben realizar. Hay un problema de ética que los profesionales deben asumir. La ciencia no puede estar al servicio de la rentabilidad de tal o cual multinacional, la ciencia -es necesario- que esté al servicio de todos.

Es urgente que la sociedad civil conquiste por sí misma una participación efectiva en este tema, porque lo necesita para su propia seguridad, sobrevivencia y calidad de vida. Repetiré algo que indique más arriba, lo que decía un defensor de los transgénicos: “… pero no le quiten la comida a los necesitados, que para luchar contra su hambre estamos nosotros los científicos”.

Frente a esto, varias preguntas, ¿Cuántos de ellos están trabajando con la comunidad? ¿Cuántos de ellos trabajan para las multinacionales? ¿Cuántos de ellos están objetando la forma de operación de las corporaciones? Eso solo para plantear una inquietud. Pero como soy aficionado a la historia quiero recordar que en 1909, Fritz Heber en colaboración con Carl Bosh, ideó un método de fijación del nitrógeno atmosférico en gran escala que permite obtener amoniaco a partir de nitrógeno e hidrógeno gracias al empleo de catalizadores (esencialmente hierro), desarrollo en la actualidad conocido como el proceso de Haber-Bosch. También fue el creador junto a Max Born del ciclo de Born – Haber que es un método físico – matemático de cálculo de la energía reticular de un cristal iónico. En 1918 recibió el Premio Nobel de Química. Después fue víctima del nazismo y en 1930 debió huir de Alemania por su condición de judío-alemán y murió en Suiza el año 1934. Hasta ahí todo está muy bien, pero hay algo que tiene que ver con esto de lo científico.

Fritz Haber fue el creador de los gases -el gas mostaza en particular- venenosos usados por el ejército alemán durante la guerra del 1914 que causó cientos de miles de muertos en las trincheras. A consecuencia de ello su propia esposa se suicidó dolorida y avergonzada de lo realizado por su marido a quien le había rogado, pedido y exigido que no lo hiciera. Los mismos gases -obra de este científico judío-alemán- sirvieron para asesinar judíos en los campos de concentración del Tercer Reich. Otra lección que nos da la historia. Estoy con los científicos y con darles la posibilidad de aplicar la ciencia que poseen en beneficio de la humanidad, pero para ello es necesaria la participación de la sociedad civil de manera de equilibrar las necesidades, posibilidades y ética de su aplicación.

*Federico E. Cavada Kuhlmann. Comunicólogo y sociólogo