Por Claudia Ranaboldo, Desarrollo Territorial con Identidad Cultural, 16 de diciembre de 2016

La valorización de la biodiversidad y el patrimonio cultural y su contribución a la dinamización de los territorios, representan una apuesta desafiante en América Latina, a la luz de las tendencias internacionales que consideran a la diversidad biocultural como consustancial a un desarrollo sostenible.

Los recursos naturales y culturales propios de un territorio, y su interacción, constituyen un “activo” en la medida en que los sistemas de conocimiento de las poblaciones que los manejan, sus formas de gestión del territorio, los múltiples emprendimientos (pesca artesanal, agricultura, silvopastoreo, manejo de bosques, gastronomía, turismo, artesanías, actividades artísticas, entre otros) no sean iniciativas con un valor exclusivamente económico, sino que contribuyan al fortalecimiento de las identidades, el tejido social local así como las prácticas ambientalmente respetuosas.

¿Qué se puede hacer al respecto? ¿Como se pueden “aterrizar” estos conceptos convirtiéndolos en propuestas concretas capaces de levantarse desde las voces de los propios territorios? En Colombia están surgiendo algunas iniciativas al respecto.

Colombia se ha reconocido como uno de los cinco países con mayor diversidad biológica a nivel internacional, siendo uno de los 17 países megadiversos en el mundo. A través del Convenio de Diversidad Biológica, suscrito en 1994, se conformó el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP) como “el conjunto de áreas protegidas, actores sociales y estrategias e instrumentos de gestión que las articulan, para contribuir como un todo al cumplimiento de los objetivos de conservación del país (..)[1]”.

Entre las áreas del SINAP se destaca el Sistema de Parques Nacionales Naturales con 59 áreas naturales “con valores excepcionales para el patrimonio nacional” que representan más de 14 millones de hectáreas de la superficie nacional[2]. 26 de estas áreas tienen presencia de comunidades indígenas y afro descendientes[3].

En este escenario y bajo el enfoque territorial con identidad cultural, en 2015 un Comité constituido por el Departamento para la Prosperidad Social, Parque Nacionales Culturales, el Programa Desarrollo Territorial con Identidad Cultural del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp), la Fundación Activos Culturales Afro (ACUA) y Diversidad&Desarrollo (D&D), con la colaboración de la Fundación Ford, ha diseñado el Programa Desarrollo Territorial y Gestión Sostenible de Activos Bioculturales con Población Vulnerable y en Pobreza Extrema.

La novedad de este programa respecto a otros – muy destacados pero más circunscritos al ámbito de la conservación – es  que se orienta de manera decidida a asociar desarrollo territorial, inclusión social, inclusión productiva y gestión ambiental, con una vocación de empoderamiento de los actores territoriales en el actual proceso de paz y reconciliación.

El Programa ha seleccionado a 5 parques nacionales naturales con índices alarmantes de violencia, explotación minera y pobreza extrema, ubicados en territorios afectados por el conflicto armado.

Estos son La Sierra de la Macarena, Utría, Gorgona, Uramba Bahía Malaga, Corales del Rosario y San Bernardo. Estos Parques cuentan con 65.569 hogares en situación de alta vulnerabilidad, es decir aproximadamente 262.276 personas entre comunidades afrodescendientes, jóvenes, mujeres, jefas de hogar, adultos mayores, pueblos indígenas, desplazados y víctimas del conflicto interno.

Se trata de territorios caracterizados por dinámicas conflictivas y contradictorias en términos de desarrollo ambiental, social y económico, que al mismo tiempo presentan una elevada concentración de biodiversidad y riqueza cultural.

Estos activos constituyen hoy en día una base de estrategias de vida individuales y colectivas que, sin duda, pueden ser potenciadas.

Quizás el mayor desafío sea la construcción de mejores y más estrechas relaciones entre los diversos actores involucrados. De hecho, se apunta a fortalecer la articulación entre el Parque y el “Somos la gente de la conservación” y su entorno, la conexión con las entidades públicas locales y la coordinación entre las instituciones públicas y privadas presentes en el territorio o influyentes en el mismo.

En este sentido, el Programa plantea esfuerzos importantes de expansión de capacidades en todos los niveles, desde los propios pobladores y sus organizaciones pasando por los gestores territoriales y llegando hasta los funcionarios públicos.

Actualmente – a través de la firma de un Convenio de Asociación entre Prosperidad Social y Rimisp, en conjunto con la Fundación ACUA y D&D – se está desarrollando un pilotaje en el Parque de Utría y, al mismo tiempo, se están estableciendo las bases para un escalamiento a los otros Parques y sus áreas de influencia. Para ello es necesario un fuerte compromiso de parte de las agencias nacionales e internacionales, en un esfuerzo inédito por su envergadura y orientación. De todas maneras, el enfoque y métodos aplicados en este proceso se pueden replicar en escenarios colombianos diferentes, vinculados a propuestas de desarrollo territorial.

Columna de opinión publicada en “La Silla Vacía”

Escrita con la colaboración de Marta Arosio, Investigadora Adjunta de Rimisp

Referencias

[1] www.parquesnacionales.gov.co

[2] Artículo 327 del Código  Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente (CRN): https://biblovirtual.minambiente.gov.co:3000/DOCS/MEMORIA/MADS-0026/MADS-0026.pdf

[3] www.parquesnacionales.gov.co