04 ABRIL 2019 04:00:00 Por Dalia Reyes, Zócalo, Opinión.

Estoy cordialmente invitada al club #anteshaciatortillasyamejorlascompro. La tentación es grande y los beneficios no pocos traducidos en tiempo y más tiempo, mi problema radica, en realidad, en mi fea manía de relajarme cuando cocino.

En las redes sociales hay tantos avisos publicitarios en donde ofrecen comida preparada como videos cortísimos con el santo y seña para cocinar lo que otros venden ya listo. Determinar las ventajas y los inconvenientes entre ambos no es tan sencillo como parece, pues no se trata única y nada más de las prisas con las cuales vive la mujer actual -sea el caso de que la mujer cocine, pues hay numerosos señores encargados de alimentar a la familia.

Comprar las tortillas de harina fue, hace años, un emergente acto de rebeldía femenina, algo así como la quema de brasieres en una flagrante postura contra los objetos de opresión infligidos contra la mujer. Si bien, palotear tortillas no oprime, sí calienta, entretiene y agota, pero el resultado contiene un significado particular en el acercamiento con la familia.

Claro está, hay una diferencia importante entre una madre quien a diario se quemaba las pestañas y las manos frente al comal para alimentar a su pléyade familiar, sin más remedio, que fabricar este alimento como una artesanía voluntaria pensando en cuánto disfrute se provocará con ellas.

Los sitios con indicaciones guiadas para cocinar platillos variopintos tienen la cualidad de invitar a la acción, no solo para mostrar, en ocasiones especiales, cuán damas somos las mujeres modernas, sino el desglosar una lista de ingredientes cuyos sabores serán potenciados por las preferencias de quienes están cerca de nosotros. El primer requisito es, como se adivina, saber cuáles sabores prefieren; para saberlo, es necesario tener una convivencia muy cercana, y para tenerla se necesita mucha comunicación.

Así las cosas, preparar en casa un sándwich para el lonche escolar necesita pan de barra, mayonesa, mostaza, jamón, queso, lechuga y el deseo de multiplicar los cinco minutos que lleva el procedimiento en una mañana completa de certeza y seguridad.

Se me ha ocurrido que si cocinamos en casa cuantas veces sea posible -aunque afuera vendan comida hecha y muy buena- tendríamos buenos resultados en la comunicación, la salud y el estado de ánimo. Es algo parecido a lo que sucede cuando somos nosotros quienes escuchamos a nuestros hijos y no dejamos ese procedimiento en manos de otro. Valdría la pena probar. Las dos cosas. 


Nos es fácil hacer tortillas en casa porque la tecnología desarrollada a la fecha no se ha pensado así; la maquinaria está hecha principalmente para tortillerías comerciales. Hacerlas en casa es un verdadero lujo, con la pena de que esa práctica se está perdiendo. Pero, mientras actualizamos la tecnología, podemos elegir comprar nuestras tortillas en locales que ofrecen maíces nativos y producto 100% de nixtamal.

La chica de la fotografía es Reme, maestra tortillera en Cal y Maíz. ¡Gracias por la foto!