Por Emmanuel González Ortega y Mariela Fuentes Ponce*, Sin Embargo, 17 de agosto del 2020.

Actualmente hay un debate sobre el uso e impactos del herbicida glifosato y sobre la factibilidad de su prohibición. La discusión no debería estar guiada ni contenida únicamente en torno a los representantes de instituciones de Gobierno (estén a favor o en contra del uso del glifosato) y de consejos agropecuarios (que no incluyen a campesinos, ni a pequeños productores), ya que el uso del glifosato está drásticamente extendido e implica afectaciones reales a toda la población: desde la producción de alimentos hasta su consumo, con daños a la salud humana y al ambiente.

La discusión se ha acotado a la pertinencia o no del uso del glifosato, relegando una discusión necesaria, de fondo y sistémica, sobre la situación de dependencia e imposición de tecnología en la agricultura y de insumos en la producción de alimentos en México. Este sesgo ha sido promovido desde diferentes instancias, tanto gubernamentales como internacionales, con el beneficio de las empresas semilleras y de agroquímicos transnacionales.

Por coyuntura, el glifosato está bajo el reflector, pero no hay que perder de vista el contexto de su uso: este herbicida podría ser prohibido, pero sin un cambio profundo en el modelo de producción de alimentos, posiblemente será reemplazado por otros productos, que estarán presentes en la comida que consumimos todas y todos los mexicanos, no importando si vivimos en el campo o en la ciudad (actualmente, aproximadamente el 80 por ciento de la población de México vive en alguna de las grandes ciudades del país).

El uso de herbicidas que tienen al glifosato como principio activo creció en las últimas décadas debido a su bajo costo y a la forma de acción preemergente del herbicida, es decir, que elimina las plantas al germinar, antes de que éstas emerjan del suelo. El aumento drástico y uso masivo de glifosato a nivel mundial está íntimamente relacionado con la siembra de cultivos genéticamente modificados (transgénicos) tolerantes a este herbicida, y más recientemente a la técnica denominada “agricultura de conservación”, que reduce la labranza del suelo y que se ha utilizado para suprimir las especies arvenses –que no son de interés comercial– antes de sembrar. Adicionalmente, el glifosato se emplea para desecar una gran cantidad de cultivos que no son transgénicos, tales como maíz, trigo, soya, arroz, diferentes frutas y vegetales. Es decir, muchos alimentos son rociados con glifosato (y otros plaguicidas) antes de que lleguen a nuestra mesa, lo cual implica un riesgo al que los consumidores no fuimos advertidos previamente, esto en grave violación de nuestro derecho a una alimentación sana.

En el cabildeo a favor del uso de herbicidas se encuentran corporaciones como Bayer-Monsanto y Corteva que producen y venden herbicidas en México. Uno de los argumentos principales que han usado los promotores del glifosato en la producción de alimentos es que, si no se empleara el herbicida en la agricultura, bajaría la productividad debido a la competencia entre el cultivo y las “malas hierbas”, lo que provocaría un aumento en la importación de alimentos. Dicho argumento es totalmente falaz por varias razones que a continuación explicamos:

1. La agricultura evolucionó desde hace aproximadamente 10 mil años y en muchas regiones ha persistido sin el uso de herbicidas ni otros agroquímicos, lo que demuestra que se puede producir alimento sin ellos. Sin embargo, el problema radica en el fomento de un modelo de producción industrializado: a partir de la Segunda Guerra Mundial se introdujeron insumos sintéticos a la agricultura; ya para la década de 1960, se masificó su uso en grandes extensiones sembradas con un solo cultivo en el contexto de la denominada “Revolución Verde” con el argumento de aumentar la producción para alimentar a la población mundial. Sin embargo, está demostrado que el problema de hambre global está relacionado con la distribución y acceso a los alimentos, no así a la producción de los mismos.

2. El uso indiscriminado del glifosato en la agricultura industrial (los “agronegocios”) durante años ha promovido la aparición de plantas resistentes a este químico, por lo cual se han utilizado otros herbicidas, tales como 2,4-D, Dicamba, Atrazina, Glufosinato de amonio, con mayores dosis para inhibir el crecimiento de las plantas resistentes (“malezas”). Esta acción, por sí sola, no aumentó el rendimiento agrícola. Como ejemplo, en Estados Unidos, uno de los países que más emplea herbicidas para la agricultura, hasta ahora se han identificado 169 especies de plantas resistentes al glifosato. En México, la Secretaría de Agricultura ha sido omisa y negligente en la búsqueda de plantas resistentes a los herbicidas, así como en la implementación de tecnologías, junto con universidades y centro de investigación, para el manejo de arvenses. En cambio, se promueve el uso masivo de herbicidas sin considerar los amplios daños que estos generan.

3. México no es autónomo ni autosuficiente en la producción de alimentos para consumo doméstico. Se importa más del 45 por ciento de los alimentos que consumimos, sobre todo los granos básicos como el maíz amarillo, arroz, trigo y hasta frijol. La FAO recomienda producir, como mínimo, el 75 por ciento de lo que se consume, pero, de manera contrastante, México exporta el 40 por ciento de las hortalizas que se producen, además de frutos como berries, cuya producción es agroindustrial y dependiente de insumos sintéticos como el glifosato. Ahí una de las razones por lo cual su prohibición no causaría necesariamente mayor insuficiencia alimentaria o importaciones de alimentos básicos para la población. Además, debido a la agenda económica que padecemos (neoliberalismo y concretamente, los Tratados de Libre Comercio), la calidad de los alimentos producidos industrialmente es bajísima y es también la causa principal de las pandemias de obesidad, diabetes e hipertensión que padece la población mexicana. Un dato contundente: la Encuesta Nacional de Salud 2018 indicó que hasta el 51.1 por ciento de los hogares mexicanos ha padecido algún grado de inseguridad alimentaria. Entonces, en todos los años en que se ha empleado el glifosato en México (parte del catálogo de plaguicidas del año 2016 de la COFEPRIS), la inseguridad alimentaria en las mesas de los mexicanos no ha disminuido, por el contrario, ha aumentado.

4. El glifosato no es un fertilizante. Es un herbicida, y su principio de acción no está orientado a aumentar el rendimiento en la producción de alimentos, sino al de eliminar plantas que no sean de interés económico.

5. La Relatora Especial sobre el derecho a la alimentación de las Naciones Unidas ha denunciado que grupos económicos de poder han intentado imponer la idea de que sin el uso de plaguicidas (o herbicidas, como el glifosato) no podría abastecerse al mundo de los alimentos que se necesitan. La idea de que los herbicidas por sí solos son necesarios para lograr la autosuficiencia alimentaria es falsa y peligrosamente engañosa. Este posicionamiento fue respaldado por el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre sustancias peligrosas y desechos.

6. Desde el ámbito de la innovación en la agricultura, los cabilderos de la agricultura industrial (y del glifosato) hablan de tecnología de última generación para la producción de alimentos, por lo que una pregunta esencial es: dado el ambiente adverso a nivel global sobre los herbicidas y en particular del glifosato, ¿por qué no se han desarrollado tecnologías o sistemas agrícolas que eliminen o inhiban de manera sostenible a las plantas no deseadas en los cultivos? Existen opciones que se han desarrollado para el manejo de arvenses, algunas de ellas a nivel experimental o como prototipos, pero es necesario escalarlas a nivel de parcela en diferentes condiciones tanto para los productores de pequeña como de mayor proporción. Una línea es el diseño e implementación de mecanización (deshierbadoras) adecuadas a las diversas regiones. En México no se han desarrollado de manera sistemática proyectos de investigación y desarrollo en ese sentido. Otra opción es el arreglo de los cultivos. Se ha demostrado que la rotación e intercalado de cultivos, incluyendo plantas con efectos alelopáticos (contienen sustancias que suprimen a las especies arvenses, por ejemplo, el trigo), así como el aumento en la densidad de siembra o cultivos con diferentes alturas que aumentan la sombra, inhiben el desarrollo de las arvenses. La Secretaría de Agricultura está llamada a promover el desarrollo e implementación de tecnologías para la diversidad de variantes productivas del país con una visión de sistema productivo sostenible social, ambiental y económicamente.

Un aspecto del que hasta ahora no se ha hablado, pero que es esencial para la producción de alimentos es el suelo y el comportamiento del glifosato en él. La dinámica del glifosato en los agrosistemas depende de varios factores como la composición química de las presentaciones comerciales del herbicida (no contienen glifosato únicamente), la cantidad y periodicidad de aplicación y de la dispersión en el suelo, así como del tiempo de degradación del herbicida. Por su naturaleza, el suelo actúa como un amortiguador o filtro, retiene sustancias contaminantes y, dependiendo de sus características, acelera o retarda la llegada de las sustancias al agua subterránea. Por otro lado, las características del suelo están dadas por la manera en que ha sido manejado históricamente el sistema de producción. Como ejemplo, en una parcela, si el suelo ha sido empleado de manera intensiva año tras año (uso de insumos sintéticos, labranza excesiva) y no se añadieron residuos de la cosecha previa o materia orgánica, el suelo va degradándose progresivamente, lo que permite que el glifosato fluya más fácil y rápidamente hacia los mantos acuíferos antes de degradarse. Si el suelo tiene mayor cantidad de materia orgánica, podrá retener al glifosato en su matriz, retardando el paso del herbicida hacia aguas subterráneas. Sin embargo, durante el proceso de degradación del glifosato se forman residuos contaminantes no extraíbles, que son casi igual de peligrosos que el mismo glifosato y quedan retenidos en el suelo. En el suelo existe todo un mundo de microorganismos (bacterias y hongos), llamado microbiota, que es esencial en los procesos bioquímicos que hacen disponibles los nutrientes para las plantas, pero también participan en la degradación de sustancias como el glifosato. Se ha demostrado científicamente que hay alteraciones en las especies y poblaciones de bacterias y hongos presentes en el suelo, así como alteración de sus funciones biológicas por la presencia en el suelo de herbicidas tales como el glifosato.

Existen formas de producción que son ambientalmente amigables, pero que en México, bajo la justificación del aumento de los rendimientos en la producción, han sido francamente minadas por los programas de Gobierno y por diferentes instituciones de desarrollo regional y mundial, con el beneplácito de las empresas de agroquímicos y semilleras. Debemos generar un modelo de producción de alimentos que se adecue a las diferentes condiciones agroecológicas y a la situación socioeconómica de los productores y campesinos del país, en sintonía con las necesidades de los consumidores: alimentos sanos y nutritivos, suficientes y culturalmente adecuados.

La producción de alimentos es un proceso complejo en el que evidentemente hay componentes biológicos, pero también económicos, sociales y culturales esenciales, y ninguno debe desestimarse. Ante las crisis sistémicas que vivimos (climática, de salud, económica) es urgente cuestionar el modelo productivo más allá de la discusión sobre el uso de un herbicida, dado que las empresas agroquímicas tienen arsenales de herbicidas en su catálogo y de manera relativamente fácil podrían sustituir el glifosato por otro químico, igual o más tóxico. Esto revela que el verdadero interés en el uso de glifosato no es la producción de alimentos, sino la ganancia económica a través del paquete tecnológico agroindustrial: sobreacumulación por desposesión de la salud de las personas y el ambiente.

*Departamento de Producción Agrícola y Animal. Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco

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