Se acusa a las harineras Maseca y Minsa de que, si suben el precio de la harina, afectarían la economía del estado de Guerrero al elevar el costo de la tortilla. Esto es porque la tortilla industrializada está totalmente anclada a las harineras. Sin la harina, el costo de producción simplemente no es competitivo.

Un problema es que como consumidores no hemos exigido la diferenciación. La tortilla industrial a partir de harina y aditivos no se debería vender/comprar/pagar igual que la tortilla hecha totalmente con maíz nixtamalizado sin blanqueadores, colorantes y conservadores.

En un estudio donde se analizaron cientos de muestras de tortilla industrial, se encontró presencia de transgénicos y de glifosato, un agroquímico que la Organización Mundial de la Salud ha declarado cancerígeno. 90% de las tortillas contuvieron transgénicos. 30% presentaron glifosato. Entonces, la población mexicana consume en su mayoría tortillas envenenadas.

Atención consumidores. La opción no es dejar de comer tortillas, jamás, sino identificar y apoyar con la cartera a la cadena de quienes producen el maíz, nixtamalizan y elaboran la tortilla libre de tóxicos.