Por Luis Brizuela, IPS Noticias, 17 de enero de 2024.

Pero esos negocios privados encuentran innumerables desafíos en un país con una deficitaria producción agropecuaria, elevados precios y algunos hábitos alimentarios que conspiran contra la salud y calidad de vida de las personas.

Harinas artesanales a base de banana, yuca (mandioca), arroz y coco, libres de gluten, distinguen a Bacoreto, un emprendimiento familiar ubicado en el municipio de Guanabacoa, uno de los 15 que conforman La Habana.

“Cubrimos una necesidad específica como el suministro de harinas sin gluten, sustitutas de la de trigo. Nuestra producción alcanza alrededor de 100 kilogramos anuales. Benefician a una veintena de personas celíacas, diabéticas e hipertensas”, explicó a IPS el director del proyecto local, Gabriel Pérez, de 38 años.

Diseñador gráfico y director creativo de profesión, Pérez explicó que Bacoretto nació en agosto del 2022 en los predios de la finca familiar de unos 800 metros cuadrados, y hoy brinda empleo a ocho personas, cinco de ellas mujeres.

A excepción de la molienda, los restantes procesos de elaboración son artesanales. El secado de las frutas y tubérculos utiliza únicamente la energía solar o la temperatura ambiente, precisó.

“Cada vez más personas conocen de alimentos saludables y los demandan. Quizás en algunos casos el precio no sea lo suficientemente asequible. Hay que perfeccionar el proceso productivo, aprovechar capacidades, mejorar rendimientos y lograr que estos productos también se conviertan en identitarios”: Ricardo Fernández.

“Partimos de una necesidad, conservar la comida durante más tiempo. Pensamos en la deshidratación de alimentos de la finca para autoconsumo, hasta que llegamos a las harinas. Enviamos excedentes a amistades que son chefs quienes nos estimularon a seguir produciendo por su calidad, textura y sabor. Así nació la idea del negocio”, recordó Pérez.

Además de galletas, “con las harinas, elaboramos productos horneados como panes, wafles, panetelas, una parte de los cuales comercializamos. También aprovechamos al máximo los subproductos de las cosechas: obtenemos leche de coco, así como vinagre con las cáscaras”.

Aunque la capacidad de producción es pequeña, Pérez sostuvo que “somos útiles a la comunidad. Todas las personas pueden acceder a nuestras ofertas, si bien aquellas con celiaquía son quienes más demandan, porque pasan muchísimo trabajo para consumir sin gluten”.

A juicio del emprendedor, existe mucha información pero “no siempre se les brinda a las personas la posibilidad de conocer sobre alimentos sustitutos y quizás, con mejores aportes nutricionales. Es complejo cambiar el paradigma”.

Contexto

Desde octubre de 2022, Cuba dispone de una Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, de importancia estratégica dentro del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030.

El gobierno de la isla ha definido la producción de alimentos como un asunto de seguridad nacional. El país importa alrededor de 80 % de los alimentos que consume, lo cual se ha vuelto insostenible ante los problemas de liquidez de la economía.

Sobre el desarrollo alimentario gravita un maltrecho sector agropecuario golpeado por los efectos del embargo estadounidense, la descapitalización industrial y obsolescencia tecnológica, bajos rendimientos, escasez de insumos y maquinaria, los efectos del cambio climático y pérdidas de partes significativas de cosechas, entre múltiples factores.

En 2022 a la agricultura se destinó apenas 2,6 % de las inversiones, frente a casi 33 % de los servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler que incluye la edificación de hoteles, confirman datos oficiales.

Decenas de medidas en los últimos tres lustros han sido insuficientes para incrementar producciones agrícolas.

El asunto se hace aún más peliagudo teniendo en cuenta inequidades en el acceso de los hogares a alimentos variados y de calidad, debido a la disponibilidad, elevados precios y tiendas que comercializan una parte de ellos en divisas.

Otras estadísticas corroboran que la mayor parte del gasto en los hogares cubanos se dedica a la alimentación, pero debido a la elevada inflación, salarios y pensiones en pesos cubanos han visto mermado su poder adquisitivo.

Mediante una cartilla de racionamiento el gobierno vende cada mes cierta cantidad de alimentos básicos, insuficientes desde el punto de nutricional, pero que constituyen un alivio sobre todo para familias con bajos ingresos y pensionados.

Expertos argumentan que uno de los desafíos para consolidar la soberanía alimentaria en Cuba radica en la transformación estructural del sistema alimentario, con mayores estímulos al desarrollo local y territorial.

Asimismo, una parte significativa de la población en este país insular del Caribe mantiene hábitos de consumo de alimentos procesados y fritos, ricos además en azúcares, grasas saturadas y sal.

Estudios de instituciones nacionales alertan que el sobrepeso y la obesidad han aumentado en niñas y niños, adolescentes y personas adultas en los últimos años.

Las pesquisas correlacionan estos indicadores con el incremento de diferentes enfermedades crónicas no transmisibles como hipertensión arterial, cardiopatía isquémica, diabetes mellitus y ciertos tipos de cáncer, entre otras.

Maní sin azúcar

“Me gusta incentivar a madres y padres en la importancia de alimentar a sus hijos sin agregar azúcar. Antes de los dos años un bebé no debe ni tiene necesidad de consumirla y lamentablemente, muchos lo hacen. El azúcar se compara incluso con una droga, porque crea adicción. Vemos como han aumentado los casos de diabetes infantil”, reflexionó la emprendedora Yanet Cofiño.

Con 35 años, esta contadora fundó en 2021 Puro Maní Tita y Tito, un negocio familiar en el capitalino municipio de Marianao basado en la producción de mantequilla y barras a partir del cacahuete, sin conservantes ni añadidos.

El nombre de la marca hace referencia a como llama cariñosamente a sus hijos Loretta y Reynaldo, una niña de cuatro años y un bebé de año y medio, respectivamente.

“Mi relación con el maní viene de años. Mi padre elabora turrones molidos y en granos. En plena pandemia me propuse elaborar mantequilla. Tuve que investigar. Empecé añadiendo azúcar, sal, aceite o miel. Pero se fueron acercando personas que pedían que no tuviera agrego”, explicó Cofiño al dialogar con IPS.

Así lo solicitaban “mamás para prepararle desayuno o merienda a sus hijos, personas que van al gimnasio y amantes del mundo fitness que buscan alimentos energéticos saludables pre y post-entrenamiento, al igual que personas diabéticas”, detalló.

De acuerdo con Cofiño, al menos una decena de cafeterías en La Habana comercializan sus productos y la cantidad de clientes ronda el millar.

“Muchos me preguntan cómo hacer, por ejemplo, la mantequilla y los guío. En otras ocasiones, a la hora de vender, hay que explicar a las personas lo nutritivo y saludable que puede resultar el producto sin necesidad de azúcar”, apuntó.

Desde los seis meses, subrayó Cofiño, “mi niña consume la mantequilla de maní o se toma el yogur sin azúcar. Es una cuestión de educación y de costumbre. La base para una alimentación saludable está en esa etapa”.

Frutas deshidratadas

La pandemia de covid y la necesidad de disponer de alimentos sanos y duraderos en un ambiente de confinamiento fue el germen de Deshidratados Habana, una pequeña empresa privada especializada en la deshidratación de alimentos en el habanero municipio de Playa.

“Todos los alimentos poseen un elevado porcentaje de agua. Al eliminar parte de ese líquido se evita el desarrollo de microorganismos que los deterioran. La deshidratación no es más que un proceso de conservación. No obstante, existe una barrera cultural con respecto a estos productos”, declaró a IPS Ricardo Fernández, director de operaciones del negocio constituido oficialmente en diciembre de 2021.

Con 26 trabajadores, la mitad de ellos mujeres, el emprendimiento destaca por la deshidratación de frutas con un valor nutricional, “libre de conservantes y azúcares añadidos, natural, ideal para el consumo, no solamente para personas con alguna patología”, precisó Fernández, de 37 años, técnico medio especializado en procesos tecnológicos.

Comentó que la pequeña empresa, que también incursiona en la elaboración de galletas de arroz, favorece el intercambio sobre alimentación saludable mediante círculos de interés donde participan niñas, niños y adolescentes de la comunidad.

Con el Instituto de Farmacia y Alimentos de la Universidad de La Habana, explicó, “mantenemos una colaboración, pues varios de sus estudiantes investigan aquí sobre procesos alimenticios y aportan conocimientos”.

Fernández recordó que pequeños productores sin posibilidad de acceder a contratos con la industria, debido el poco volumen y calidad de producciones, quedan fuera de los esquemas de contrataciones, pierden cosechas o carecen de estímulos para la siembra de determinadas variedades.

“Sin embargo, son producciones que podemos asimilar con nuestras capacidades. Ocurre con el mango, el chile habanero y hasta la flor de Jamaica. Dondequiera que identificamos un producto factible de deshidratarse y se está perdiendo, comenzamos a pensar cómo aprovecharlo”, manifestó.

Para Fernández sería necesario “más personas dedicadas a estos procesos. La experiencia es favorable. Cada vez más personas conocen de alimentos saludables y los demandan. Quizás en algunos casos el precio no sea lo suficientemente asequible. Hay que perfeccionar el proceso productivo, aprovechar capacidades, mejorar rendimientos y lograr que estos productos también se conviertan en identitarios”.

Foto de Jennifer Chen en Unsplash
A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.