Por Marta Moreiras, El Salto, 04 de noviembre de 2023.

Son las 9 de la mañana y el calor ya aprieta con fuerza en el huerto de Donayé Tarédji, un pequeño pueblo a pocos kilómetros de Podor, situado en el valle del río Senegal. Como cada mañana, Dieynaba Anne conecta las placas solares para activar el sistema de bombeo de agua que le permite regar la huerta que comparte con otras 57 mujeres de la comunidad. “Este jardín es mucho más que un lugar de trabajo”, comenta la joven agricultora mientras recoge la azada para remover la tierra de los cultivos y retirar las malas hierbas que sobresalen entre las cebollas, “el huerto es un espacio de encuentro muy importante para nosotras. Aquí está nuestra vida, aquí intercambiamos, compartimos, aprendemos y discutimos muchas cuestiones que van más allá de la alimentación”, añade sin levantar la vista de la tierra. “Si me ausento varios días” prosigue, “cuando regrese, mi parcela estará regada. Nos apoyamos mutuamente. Hay una gran solidaridad entre nosotras”, apunta.

En el huerto de Donayé Tarédji, además de cebollas, crecen zanahorias, repollos, tomates, patatas, yucas, pimientos, lechugas o berenjenas. “Diversificamos los cultivos para poder compartir la cosecha entre nosotras, así podemos comer sano y variado. Vivimos gracias a lo que nos da el huerto”, añade Dieynaba. “Una parte de la producción es para alimentar a nuestras familias y el resto lo vendemos en el mercado local. Utilizamos los recursos que tenemos disponibles de forma responsable y, desde que practicamos la agroecología, hemos reducido los gastos, aprendido nuevas técnicas para cultivar sin contaminar la tierra y ahora producimos una gran variedad de alimentos. Son todo ventajas”, asegura.

El sector agrícola es uno de los pilares de la economía senegalesa con una contribución del 15,2% al PIB. Aunque más del 60% de la población rural vive de cultivar la tierra, el 21% de la comida que se consume viene del exterior

El huerto de Dieynaba representa el cambio de enfoque y la transición hacia la agroecología que está viviendo Senegal en la actualidad. Inicialmente impulsada por ONG’s locales y asociaciones de campesinos tras constatar la fuerte degradación del suelo debido al abuso de productos químicos, hoy figura entre las prioridades declaradas del gobierno según lo anuncia el Plan Senegal Emergente 2, que destaca entre sus ejes estratégicos el desarrollo humano apoyado en la promoción de una agricultura sostenible, la protección del medio ambiente y el impulso de una economía verde para frenar el impacto del cambio climático. “La agroecología surge como una alternativa a la producción convencional, que se apoya en los productos químicos sintéticos para la agricultura intensiva y nos hace muy dependientes del exterior”, comenta Alioune Diallo, Director de la Agencia Nacional del Consejo Agrícola y Rural (ANCAR) en la zona del Valle del Río Senegal.

El sector agrícola es uno de los pilares de la economía senegalesa con una contribución del 15,2% al PIB, según el Banco Mundial. A pesar del rol que juega la agricultura en Senegal, donde más del 60% de la población rural vive de cultivar la tierra, la producción de alimentos no es suficiente y el país sigue dependiendo de la importación de productos para alimentar a la población, donde todavía el 21% de la comida que se consume viene del exterior.

“Ni siquiera somos autosuficientes en arroz” afirma Moussa Wade, director adjunto de la Sociedad Nacional para el Desarrollo y Explotación de las Tierras del Delta y el Valle del Río Senegal (SAED). “Con el contexto de la COVID 19 y la guerra en Ucrania, el estado de Senegal ha considerado necesario dejar de ser dependiente de otros países y ha asignado al Ministerio de Agricultura el papel de garantizar la soberanía alimentaria” prosigue Wade. “Frente al desafío alimentario, medioambiental y económico del país, la agroecología abre una vía posible hacia la autosuficiencia y garantiza una producción de alimentos sostenible” reflexiona, “aunque es imprescindible incrementar la capacidad productiva y ese es nuestro objetivo”, añade Wade.

No hay más que acudir al mercado local para comprender la situación. Cuando hay producto local, éste se encuentra en abundancia y debido al calor extremo grandes cantidades se pudren antes de llegar al plato. “No tenemos dónde conservarlo, y tenemos que darle salida rápido para que no se estropee. Rebajamos el precio para que se lo lleven”, comenta Hawa Bâ, vendedora en el mercado de Podor desde hace más de 15 años. “Aquí no hay precios fijos. Hoy he comprado el saco de zanahorias a 15.000 FCFA (unos 23 €) pero pronto costará 40.000 CFA (más de 60€)”, apunta Bâ mientras organiza las verduras en su puesto de venta. La fluctuación de los precios de los alimentos es enorme, tanto en los productos locales como en los importados el coste varía según la disponibilidad. En los últimos meses de la estación seca, cuando el producto escasea y todavía no ha arrancado la siembra, los precios alcanzan precios desorbitados en el mercado.

La educación como pilar clave en la agroecología

A pocos metros del huerto comunitario de Diambo Soubalo se escucha el alboroto que generan los niños durante el recreo en el patio de la escuela. Están ansiosos por regresar al aula al ver a la profesora con una caja llena de productos de la huerta y un plantón en la mano. “Hoy van a descubrir las propiedades de las frutas y verduras locales y van a plantar un limonero en la escuela. Aquí hablamos de nutrición, de alimentación y de plantas. Y les enseñamos a cultivar la tierra y a proteger el medioambiente” comenta la maestra, comprometida con el programa de educación medioambiental implementado en las escuelas del Departamento de Podor por las ONG ENDA Pronat y CERAI. “Les encantan las actividades porque están relacionadas con su entorno y con su realidad más cercana ya que nuestro alumnado viene de familias de campesinos”, añade.

La propuesta de impartir educación medioambiental en las escuelas ha sido iniciativa de Oumar Sow, director de una escuela y fundador de la Red de Eco-escuelas de Podor. “En esta zona sufrimos las consecuencias del calentamiento global, que ha modificado nuestro entorno y debemos actuar” afirma Sow, que también fue maestro, “hemos creado una red para sensibilizar a la juventud. En las aulas de hoy están los representantes del mañana. Queremos que sean conscientes de la situación para que puedan tomar decisiones responsables que protejan el medioambiente y garanticen un sistema de alimentación sano y sostenible”, apunta Oumar Sow, firmemente convencido de la utilidad de su enfoque educativo. “El huerto es una herramienta pedagógica para nosotros, ahí reunimos a padres, madres y escolares para garantizar la transferencia de conocimientos y el aprendizaje” comenta, “para que la transición agroecológica sea un éxito es necesario que todos nos impliquemos, y eso incluye también a los niños” asegura este defensor y activista de la educación medioambiental.

Activismo y feminismo campesino

Sobre el río Doué, un afluente del río Senegal, se encuentra el huerto de Guédé Village, uno de los primeros en lanzarse a la aventura de la agroecología. “Hay que volver a lo orgánico para poder regenerar la tierra” apunta la agricultora Ramata Sy, “el suelo está cansado por el uso y abuso de fertilizantes y pesticidas sintéticos, altamente tóxicos” declara. Además de trabajar en el huerto, esta joven y experimentada agricultora defiende los derechos de las mujeres campesinas del valle del río Senegal y está activamente implicada en la DyTAES, la dinámica para la transición agroecológica en Senegal, una extensa red compuesta por organizaciones de productores, consumidores, mujeres campesinas, ONG’s, centros de investigación, organizaciones de la sociedad civil y empresas.

“Los encuentros y el intercambio de experiencias son esenciales”, comenta la activista, que ha asistido a la 4ª edición de las Jornadas de la Agroecología celebradas en Dakar, cuyo objetivo consistía en iniciar un nuevo ciclo del diálogo político nacional y local para impulsar la territorialización de la agroecología. “Me he reunido con otras organizaciones campesinas y activistas procedentes de toda la subregión. Además he asistido a formaciones sobre técnicas de fertilización orgánica y sobre el empleo de plantas locales como pesticidas naturales” apunta, “también motivamos a los jóvenes para que se impliquen y trabajen la tierra con nosotras. Si queremos que la agroecología se extienda por toda la región, hace falta compromiso” apunta Sy, resumiendo los temas que han tratado durante el encuentro, al que asistieron más de 1500 participantes procedentes de Burkina, Mali, Costa de Marfil, España, Francia o Canadá, entre otros.

“La situación climática exige un retorno a la agricultura campesina africana para preservar nuestra tierra y garantizar nuestra producción en el futuro”

Estas jornadas representan los avances en la materia y la preocupación que existe en torno a una producción alimentaria respetuosa con el medioambiente y más justa con agricultores y agricultoras. “Los productores han constatado una fuerte salinización del suelo, así como una pérdida de la biodiversidad muy importante y se han dirigido a la universidad para ver cómo podríamos ayudarles a resolver esos problemas” comenta Seydou Nourou Sall, investigador y profesor de ciencias agronómicas en la Universidad Gaston Berger de Saint Louis, “lanzamos investigaciones para responder a las necesidades de la población” explica Sall, “entre la formación, la investigación y el servicio a la comunidad, la universidad tiene una gran participación en la transición agroecológica” cierra el experto en bioquímica de la materia orgánica y ecología del suelo.

“Las campesinas senegalesas tienen un rol esencial en la transición agroecológica en Senegal”, subraya Mariam Sow, militante feminista, lideresa campesina y un gran referente en la lucha por los derechos de las mujeres que trabajan la tierra “ellas fueron las primeras en comprometerse, en experimentar con la agroecología” sostiene Sow, Presidenta de la red internacional ENDA Tiers-Monde, que aboga por un desarrollo respetuoso con el medio ambiente basado en la justicia social.

“La agroecología no es más que la agricultura campesina africana, que reposa sobre la destreza y la habilidad de saber cuándo y cómo cultivar, con una base socio-cultural muy fuerte entre la agricultura y la ganadería, con la asociación de cultivos, la puesta en barbecho o la fertilización orgánica. La situación climática exige un retorno a la agricultura campesina africana para preservar nuestra tierra y garantizar nuestra producción en el futuro” afirma Sow, “y las mujeres son la clave en este proceso. Ellas se están movilizando para que el Estado detenga la mercantilización de la tierra, para que las colectividades locales devuelvan esas tierras a los jóvenes de la región, para que el estado financie a esa juventud que vendrá a cultivar la tierra” asegura. “Las campesinas son las pioneras de esta transición, pero no lo lograrán solas, las organizaciones debemos acompañar las dinámicas de las mujeres para ayudarlas a reivindicar su rol y apoyarlas como actrices del cambio de sus comunidades”.

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