Por Juan Luis García, Causa Natura, 29 de mayo de 2023.

“Sentimos que es importante este decreto, que es parte de una lucha de muchos años para defender el campo desde los campesinos sin agrotóxicos, sin agroquímicos. Creemos que el principio precautorio se tiene que reforzar en el decreto”, dijo en conferencia de prensa Mercedes López , representante de esta campaña.

El apoyo llega tras las diferencias entre ambos países que podrían resolverse bajo el marco del acuerdo comercial T-MEC, luego de amagues de escalar el tema a un panel arbitral.

México representa para Estados Unidos un mercado de 16 millones de toneladas de maíz transgénico y el pasado 30 de enero la Representación Comercial de los Estados Unidos envió una carta a la Secretaría de Economía en la que solicita pruebas científicas que respalden el decreto.

En conferencia de prensa diversos expertos de los Estados Unidos manifestaron que México no estaría violentando el acuerdo comercial.

Para Timothy A. Wise, asesor senior del Instituto de Agricultura y Política Comercial (IATP por sus siglas en inglés), México ha logrado con el decreto de prohibición de maíz transgénico para el uso en masa y tortilla el mínimo impacto comercial posible.

“Vale la pena señalar que el gobierno de México está promoviendo políticas a cambio que cumplen con el T-MEC. Aun el decreto no prohíbe la importación del maíz, sino el uso de maíz en la tortilla y en la masa. Eso es una política que se llama en el mundo del comercio, lo menos distorsionante. Esa es una obligación de los gobiernos y México está cumpliendo”, refirió el experto durante una conferencia de prensa organizada por Sin Maíz No hay País.

Para México, el decreto presidencial de 2020 y luego modificado en 2023, es un intento de preservar la diversidad de 64 maíces nativos que sirven para la elaboración de estos productos de consumo y dejar el maíz transgénico para el forraje animal.

Lynn Clarkson, un productor de maíz de los Estados Unidos explicó en la conferencia que la agricultura de maíz transgénico no tiene por qué ser estática ni por qué ser la única forma de mercado, ya que es posible para los productores de ese país mudar los cultivos a maíces nativos en un plazo de entre 12 y 18 meses.

A principios de marzo la citada agencia del gobierno estadounidense anunció que había enviado a México una petición para iniciar consultas dentro del T-MEC, una etapa en la que se brindan 75 días para solucionar diferencias y así evitar un panel de arbitraje.

Ante esta posible etapa contemplada dentro del acuerdo comercial, Wise se remite a lo dicho por la secretaria de Economía, Raquel Buenrostro. “Los Estados Unidos tiene que comprobar con cifras, algo que no ha ocurrido, que los productores de los Estados Unidos han sufrido daños significativos (por este decreto)”, dijo.

No obstante, el experto refiere que es muy difícil saber si habrá un panel.

“Es interesante saber que las negociaciones de la consulta han quedado en un silencio bastante fuerte. Es decir, que no están hablando mucho. Y yo creo que hasta ahora los Estados Unidos no han llevado el tema a un panel”, apuntó.

El último decreto del presidente López Obrador da de plazo el 31 de enero del 2024 para hacer una transición que termine con el uso de maíz transgénico en la masa y la tortilla.

“Autoridades… revocarán y se abstendrán de otorgar permisos de liberación al ambiente en territorio nacional de semillas de maíz genéticamente modificado y autorizaciones para el uso del grano de dicho maíz en la alimentación humana, que es la que se realiza en el sector conocido como de la masa y la tortilla”, reza el decreto.

Sin estudios extensivos sobre la salud

En la conferencia de Sin Maíz No hay País, varios expertos de Estados Unidos, México y Canadá abundaron en las preocupaciones que han existido en torno a efectos del consumo de maíz transgénico en la salud.

“Hay que pensar que solo existen transgénicos en los últimos 25 años, entonces cuando uno piensa en qué estudio a largo plazo existen pues hay que pensar que no hay largo plazo en la presencia de transgénicos en América del Norte“, dijo Rick Arnold, que forma parte del Capítulo Northumberland del Consejo de los Canadienses.

La falta de estudios más extensivos ha derivado en un llamado al principio precautorio por parte de los miembros de Sin Maíz No hay País, cuya argumento consiste en implementar medidas protectoras frente a dudas de riesgo a la salud por falta de pruebas científicas definitivas.

Sin embargo, en la actualidad la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, en inglés), encargada de velar por los efectos a la salud de los transgénicos, asegura que los alimentos modificados genéticamente son tan seguros y nutritivos como los no genéticamente modificados.

Para los activistas de la campaña no hay fundamentos claros sobre la equivalencia significativa ni certeza de que realmente los transgénicos sean equivalentes al maíz orgánico.

Monserratt Téllez, de la organización Semillas de Vida, destacó que los transgénicos están hechos para ser acompañados de agroquímicos, de los cuales se han documentado alteraciones a la salud, especialmente, el glifosato, un producto que el decreto de López Obrador también pretende reducir su importación.

La activista enlistó que el herbicida produce daños “a los riñones, al hígado, de la generación de cáncer, a las hormonas, la neurotoxicidad, la disrupción endocrina, las alteración del microbioma, en la fertilidad pie-natal, post-natal, se ha demostrado que hay presencia de glifosato en los alimentos”.

Contrario a la Unión Europea, en 2017 el gobierno de Francia anunció una salida del glifosato en un plazo de tres años y dejar el uso del herbicida solo para casos en los que no hay otras vías.

En 2019 la Agencia Francesa de Seguridad Sanitaria (Anses) anunció el retiro del mercado de 36 productos hechos a base de glifosato, por suspicacias sobre cancerígenos y riesgos genéticos.

¿Hacia un cambio de modelo?

Mercedes López, de la campaña Sin Maíz No hay País, advirtió que la siembra del maíz transgénico es parte de un modelo agroindustrial más amplio, que ha colaborado en gran medida con el cambio climático.

“En las cumbres de cambio climático, el 45% de gases de efecto invernadero que calientan el planeta vienen de la industria y de las reses que de manera industrial se están criando y es un problema esta agricultura. Pero puede haber una solución, porque se ha demostrado que si regresamos a sembrar sin químicos, de manera natural, orgánica, se captura y se secuestra el carbono del medio ambiente y se regresa a la tierra, se humedece, se enriquece y podemos enfriar el planeta”, apuntó.

La activista refirió que hay estudios realizados por el doctor Antonio Turrent que hablan de sistemas de milpa intercalada con árboles frutales para recuperar el terreno, una solución que fomentaría las siembras nativas para el consumo.

A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.