Por IPS Noticias, 17 de junio de 2021.

“El agua no solo es para los niños y nosotros los maestros, sino para toda la comunidad”, explicó a IPS la directora de la escuela, Angélica María Posada, sentada con algunos de sus pequeños estudiantes al pie del tanque que les abastece de agua purificada.

La aldea se ubica en la jurisdicción (municipio) de Sensembra, en el oriental departamento de Morazán, y es parte del llamado Corredor Seco Centroamericano, un cinturón que cubre 35 por ciento de América Central y donde viven cerca de 11 millones de personas, dedicadas mayormente a la agricultura de subsistencia.

En ese Corredor, de 1600 kilómetros de largo, el agua siempre es escasa y la producción de alimentos, un reto, con más de cinco millones de personas en riesgo de inseguridad alimentaria.

Por ello, en El Guarumal, una docena de familias campesinas han cavado estanques o reservorios, y con el agua lluvia captada irrigan sus huertos caseros y crían tilapias, como una forma de combatir las sequías y producir alimentos.

Pero no solo en El Salvador se ha ejecutado este esfuerzo, llamado Sistema de Captación de Agua Lluvia (Scall).

Iniciativas similares se han empujado en los otros seis países centroamericanos, como parte del programa Mesoamérica sin Hambre, ejecutado desde 2015 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación  y la Agricultura (FAO) y financiado por la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid).

“Todos estamos muy orgullosos con esta iniciativa, porque somos la única escuela en el país que cuenta con un sistema como este (de cosecha de agua de lluvia)”: Angélica María Posada.

El objetivo de los Scall fue crear las condiciones para que estas comunidades rurales y pobres, asentadas en el Corredor Seco, puedan afianzar su seguridad alimentaria al colectar agua para irrigar sus cultivos y criar peces.

En Guatemala se ha trabajado en fortalecer un sistema agroforestal ancestral, heredado del pueblo chortí, llamado Koxur Rum, con el que se logra conservar mayor humedad en los suelos y de esa forma mejorar la producción de maíz y frijol, básicos en la dieta centroamericana.

“La mejor estructura para conservar el agua es el suelo y ahí es donde debemos de trabajar”, señaló a IPS por teléfono desde Ciudad de Guatemala, Baltazar Moscoso, coordinador nacional del  Mesoamérica sin Hambre.

Escuela saludable en El Salvador

La directora de la escuela de El Guarumal, donde estudian 47 niñas, 32 niños y algunos dolescentes, dijo que desde que se cuenta con el sistema de captación y purificación de agua, las enfermedades gastrointestinales se han reducido significativamente.

“Los niños ya no se quejan de que les duele el estómago, como antes”, comentó Posada, de 47 años, divorciada y madre de tres hijos: dos niñas y un varón, ya adulto.

Y agregó: “El agua es 100 por ciento segura”.

Antes de ser purificada, el agua lluvia que cae en el techo de lámina es captada por canaletas y redirigida hacia un tanque subterráneo con capacidad para 105 000 litros.

Luego se bombea a una estación donde se filtra y purifica, para luego dirigirla al tanque de donde se abastecen los estudiantes, maestros y la comunidad.

Este centro educativo comenzó las clases presenciales en marzo, luego del confinamiento obligatorio impuesto por el gobierno en 2020 para atajar el avance de la covid-19.

“Todos estamos muy orgullosos con esta iniciativa, porque somos la única escuela en el país que cuenta con un sistema como este”, añadió la maestra y directora.

En El Guarumal viven 40 familias, pero en total son 150 las familias  beneficiadas con el sistema instalado en la localidad, porque también llegan personas de otras comunidades a abastecerse de agua.

Un sistema similar se instaló en 2017 en Cerrito Colorado, una aldea del municipio de San Isidro, en el departamento de Choluteca, en el sur de Honduras. Ahí se beneficiaron 80 familias, incluidas las de comunidades vecinas de Jicarito y Obrajito.

Seguridad alimentaria con huertos y tilapias

A unos 20 minutos de la escuela de El Guarumal, siguiendo un estrecho camino de tierra que serpentea por entre la montaña, se llega a la casa de Cristino Martínez, que cultiva tomates y cría tilapias en el reservorio construido al lado de su hogar.

Los reservorios son huecos cavados en el suelo y recubiertos con una geomembrana de polietileno, un material sintético impermeable. Tienen capacidad para colectar 25 000 litros de agua lluvia.

“El reservorio me ha dado buen servicio, lo he utilizado tanto para las tilapias como para regar el tomate, el frijol y el güisquil (chayota,Sechium edule)”, afirmó Martínez a IPS, parado al borde del estanque, mientras les lanza alimento a los peces.

El costo del sistema de captación de agua en la escuela y el de los 12 reservorios totalizó los 77 000 dólares.

Martínez no se ha preocupado de llevar un registro exacto de cuántas tilapias está produciendo, pues no son para comercializarlas, dijo, sino que para el alimento de su numerosa familia, 13 en total: él, su esposa y sus 11 hijos (siete niñas y cuatro varones).

Y de vez en cuando recibe más comensales en su casa de adobe.

“Vienen de San Salvador mis hermanas y me dicen: Cristino, queremos una comidita de tilapias, y entonces mis hijas tiran las redes y empiezan a sacar los pescados”, contó este campesino, de 50 años.

Según cálculos de la FAO, los estanques pueden proveer de unos 500 unidades de estos peces, entre dos y tres veces al año.

Los reservorios se construyen en la parte alta de los terrenos, para que desde ahí, por gravedad, con un sistema de riego por goteo, irriguen los cultivos o huertos sembrados en las laderas.

Los tomates son el principal cultivo de Martínez. Tiene sembradas 100 plantitas, y logra producir buenas cosechas y los comercializa en la comunidad.

“El reservorio me sirve en verano para regar las hortalizas que tengo loma abajo”, contó a IPS otro de los beneficiados con el programa, Santos Henríquez, también oriundo de El Guarumal.

La parcela de Henríquez, de 1,5 hectáreas, es una de las más diversificadas: además de las tilapias, maíz y un tipo de frijol llamado localmente “ejote”, cultiva pepinos, chile, tomate, repollo y varios tipos de frutas, como mangos, naranjas y limones.

“Cultivamos de todo un poco”, afirmó orgulloso Henríquez, de 48 años. El excedente de su producción lo vende en la aldea o en Sensembra.

Sin embargo, algunas familias beneficiadas tienen subutilizados los reservorios. Se entusiasmaron al principio con ese esfuerzo, pero ya no le siguieron apostando cuando culminó el proyecto en 2018.

Una técnica ancestral chortí en Guatemala

Mientras tanto en Guatemala, algunas aldeas y comunidades le están apostando a una técnica agroforestal proveniente de su cultura ancestral: el Koxur Rum, que significa “tierra húmeda” en lengua chortí, un pueblo indígena que se extiende también por zonas de El Salvador y Honduras.

Se trata de un sistema que permite que los sembradíos de maíz y frijol retengan mayor humedad con las lluvias, al combinarlos con surcos de arbustos o árboles como el madre cacao, una especie que ayuda a fijar nitrógeno en el suelo.

Al podar esos árboles regularmente, las hojas y los rastrojos de los cultivos cubren y protegen el suelo, y de ese modo se retiene mejor la humedad y los nutrientes en el terreno.

“El madre cacao echa brotes rápido y da bastante follaje para incorporarlo al suelo”, aseguró a IPS el agricultor Rigoberto Suchite, en entrevista telefónica desde la aldea Minas Abajo, del municipio San Juan Ermita, en el departamento de Chiquimula, en el este de Guatemala.

Ese poblado está también asentado en el Corredor Seco Centroamericano.

Suchite señaló que ese sistema se reactivó en su región en el año 2000, pero con el proyecto de FAO y Amexcid se ha ido tecnificando aún más.

Como parte del programa, unas 150 familias han recibido dos tanques de 1500 litros y un sistema de riego por goteo, agregó.

“Ahorita estamos ampliándolo aún más porque nos ha dado buenos resultados, ha mejorado el suelo y la producción”, recalcó Suchite, de 55 años.

En la época seca, los agricultores hacen llegar el agua que brota en los nacimientos cercanos y la colectan en los tanques y, por gravedad, riegan sus huertos caseros.

“Muchas familias están logrando tener un excedente de hortalizas y con la venta compran los demás alimentos necesarios”, subrayó Suchite.

Se tiene previsto que el programa finalice en Guatemala en 2021, y las comunidades han de hacer suyas toda la experiencia obtenida para seguir adelante.

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