Por Dra. Mercedes López Martínez, Representante de la Comunidad Demandante contra el Maíz GM y Directora de Vía Orgánica y Asociación de Consumidores Orgánicos en la CDMX.

Por ello, esperamos que este octavo aniversario de la demanda signifique también el comienzo del fin de Bayer-Monsanto y de todas las empresas transnacionales que tratan de adueñarse de nuestros maíces nativos, desarrollados y preservados por generaciones enteras de familias campesinas durante miles de años en Mesoamérica.

El Decreto Presidencial sobre glifosato y maíz transgénico emitido el 31 de diciembre de 2020 -producto de años de trabajo y organización campesina y civil- ha contribuido a avalar el carácter insoslayable y ético de la demanda colectiva, cuyo objeto ha sido, de acuerdo a nuestro equipo jurídico “que los tribunales federales declaren que la liberación o siembra de maíces transgénicos dañará el derecho humano a la diversidad biológica de los maíces nativos de las generaciones actuales y futuras; así como los derechos a la alimentación, a la salud”.

Este periodo ha sido similar a la lucha entre David y Goliat, con un combate desigual donde hemos podido tambalear a un enemigo gigante con nuestras poderosas piedras que han sido la acción comprometida de las personas y organizaciones integrantes de la demanda, estando “al pie del cañón” en defensa de nuestros maíces nativos y diversidad que son parte intrínseca de la cosmogonía de nuestros pueblos originarios;  base de una gastronomía compuesta por más de seis mil platillos y bebidas que han sido reconocidos como patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco; así como eje central de una cultura ancestral con tradiciones milenarias basadas en la milpa y el maíz.

Ocho años se dicen pocos, pero para las 52 personas y 22 colectivos firmantes de la demanda, han representado un largo proceso con la admisión y certificación de la demanda (superando 11 juicios de amparo promovidos por Semarnat y las industrias demandadas). Los siguientes pasos incluirán los alegatos, donde se ordenarán nuestras pruebas y argumentos jurídicos.

Vale la pena destacar que un logro fundamental para nuestra demanda colectiva -fue y continúa siendo- una medida cautelar obtenida en septiembre de 2013, que prohibe la siembra comercial de maíz GM por orden judicial en todo el país; medida ante la cual las empresas demandadas (Bayer-Monsanto, Syngenta, Dow Agrosciences y PHI México) han presentado impugnaciones para revocarla. Actualmente, los últimos cuatro juicios de amparo están en proceso de resolución y estudio en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Esta medida cautelar ha sido fundamental para defender y preservar nuestras 64 razas y miles de variedades de maíces nativos e impedir que sean contaminados por la siembra masiva de maíces transgénicos que Felipe Calderón había pactado con Monsanto desde 2012 y que Enrique Peña Nieto estaba por otorgar el permiso en julio de 2013, ambos en complicidad con las empresas voraces.

Diversas investigaciones han comprobado que algunas de las razones de la contaminación de cultivos tradicionales por organismos genéticamente modificados al aire libre es la polinización del viento y la acción de los insectos polinizadores, por lo que de no haberse frenado esa siembra a través de la medida cautelar, hoy en día estaríamos lamentándonos por las pérdidas irreversibles de nuestros maíces ancestrales y la milpa, un sistema holístico ancestrql de siembra y alimentación.

De no haber sido por esa medida cautelar ya hubiésemos perdido nuestras tlayudas, quesadillas, sopes, huaraches, tlacoyos, pozoles (blanco, verde y rojo), botanas (totopos y tostadas), atoles, tamales, palomitas de maíz, elotes (con chile, mayonesa y queso o solo con limón y chile), esquites, nuestras maravillosas tortillas (blancas, azules y rojas),  galletas de maíz, pinole, corundas, uchepos, sopas, caldos, entre otros platillos.

Imagínense un día, solamente un día en México y Mesoamérica sin estos maravillosos platillos. ¡Sería una tragedia!

Esto sin contar con alimentos provenientes de las diversas milpas como huitlacoche, quelites (verdolagas, quintoniles, huazontle, nabos, romeritos), chayotes, calabazas, chiles, jitomates, frijoles, tomates, plantas medicinales (manzanilla, lavanda, te limón, ruda), que desaparecerían por el uso del glifosato, un herbicida cancerígeno que no sólo mata todo lo que no sean cultivos genéticamente modificados, sino que afecta a las personas, contamina el suelo, el agua e impacta negativamente en los insectos polinizadores.

A estas alturas para la comunidad demandante el camino continúa y tal vez continuará siendo de largo aliento, ya que la demanda no ha entrado al fondo de la discusión; no obstante continuamos y continuaremos como comunidad articulada, proactiva y comprometida, defendiendo el legado de nuestras y nuestros ancestros.

En este recuento es importante honrar la memoria de las personas  pioneras en el impulso de esta demanda, quienes a otras que continúan acuerpándose en una tarea tan noble e incuestionable como la defensa de nuestra biodiversidad y maíz, como nación centro de origen y diversificación.

Una colectividad demandante “de chile, de dulce y de manteca” propositiva, profunda y  tan rica y multifacética como nuestros maíces, conformada por comunidades campesinas, originarias, artísticas, académicas, medioambientalistas, consumidoras y universitarias. Y sobre todo, por un equipo jurídico que desde una visión joven, fresca y comprometida, está siempre al pendiente de los devenires legales de la demanda.

Ocho años se dicen pocos, pero ha sido una tarea colectiva permanente, de cabildeo, recaudación de fondos, posicionamiento ante los medios de comunicación, visitas a los juzgados, pláticas y conferencias de prensa nacionales e internacionales, eventos públicos, la incorporación del Día del Maíz (29 de septiembre) en las efemérides nacionales; porque hemos tenido días, meses y años de solidaridad, alegría, compromiso y enjundia, pero también momentos tristes cuando han intentado revertir la medida cautelar, sin lograrlo.

Porque sin maíz no hay país. Porque seguimos haciendo milpa y defendiendo nuestro patrimonio cultural y biológico; porque tenemos la razón y contamos con el respaldo y conocimiento de cientos de generaciones de agricultoras y agricultores de Mesoamérica.

Sigamos siendo una comunidad ejemplar para México y el mundo. Tenemos  la seguridad de ganar esta demanda -junto con las comunidades campesinas y pueblos originarios que siguen preservando nuestros maravillosos maíces de todos colores, tamaños y usos- por ello, sigamos haciendo milpa.

A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.