Por Dra. Mercedes López Martínez, Directora de la Asociación de Consumidores Orgánicos y Vía Orgánica en la CDMX, 05 de julio del 2020.

“La semilla es el primer eslabón de la cadena alimentaria.

Sin embargo, las productoras de semillas son invisibles

para el modelo industrial de producción de alimentosç

y los regímenes de propiedad intelectual”

Vandana Shiva

 

Desde tiempos remotos las mujeres han estado vinculadas a la adaptación y domesticación de semillas eligiendo las mejores para sembrarlas e intercambiarlas, a fin de producir alimentos para sus familias y comunidades y contribuyendo a la biodiversidad del mundo.  La Vía Campesina documenta que el 90% de comunidades campesinas en el mundo sigue produciendo sus semillas (Cazorla, Orlan y Mirian Gartor, 2014).

En México el maíz, nuestra planta ancestral sagrada, pudo ser domesticada y diversificada por el trabajo paciente y constante de más de 300 generaciones de mujeres quienes transformaron al teocintle -una variedad agreste- hasta desarrollar 64 razas y cientos de variedades de maíz que son base de la gastronomía mexicana, reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, por sus más de 700 platillos elaborados con esa base.

Otro rol fundamental que juegan las mujeres en las comunidades campesinas e indígenas es la transmisión de sus conocimientos  y habilidades para la reproducción de alimentos, semillas y el uso de plantas medicinales a las nuevas generaciones, para evitar que se pierdan las tradiciones.

Además, las mujeres son fundamentales para adaptar las mejores semillas a las condiciones tan cambiantes de la naturaleza por el cambio climático, seleccionando las más resistentes a lluvias o calor extremo, inundaciones y sequías para la preservación de la milpa, base de la alimentación mexicana.

Todas estas tareas están ligadas a mandatos sociales patriarcales que asignan a las mujeres la responsabilidad de garantizar la reproducción cotidiana de las familias, además de realizar tareas productivas que generalmente no son remuneradas. Una labor que llega a ser extenuante para ellas con jornadas diarias de 10 horas para cubrir ambas responsabilidades; horarios que se incrementan en las comunidades rurales, donde tienen que acarrear agua y leña, mantener el fuego encendido, recolectar y preparar alimentos, cuidar a la descendencia y a personas enfermas, limpiar el hogar y dedicar tiempo para abonar la tierra, seleccionar y sembrar la semilla, cuidar la huerta, proveerla de agua y nutrientes y comercializar las semillas o alimentos.

No obstante todos esos aportes, el trabajo de las mujeres no es reconocido socialmente por relaciones desiguales de poder, donde el trabajo reproductivo es considerado de menor valor y “natural”, mientras que las labores productivas femeninas se considera “de apoyo”, por lo que muchas veces no perciben pagos o las realizan en condiciones precarias y de inseguridad.

La falta de acceso a la tierra es otro de los problemas que limita la incorporación plena de las mujeres al ámbito rural, pues no obstante que en 1992 en México se reformó el artículo 27 constitucional para que esta población pudiera ser posesionaria de tierras ejidales, los porcentajes son muy bajos. Para 2007, tan sólo el 26% de certificaciones estaban a nombre de mujeres, y del total de 283 ejidos en el país, sólo 16,3 % tenían integrantes del sexo femenino con derecho a la toma de decisiones (FAO, 2007).

Problemática que se perpetúa por usos y costumbres donde lo más natural es heredar la tierra a los hijos varones, bajo la consideración de que ellos la trabajarán y las hijas serán mantenidas por los esposos. Nada más funcional en los tiempos actuales, donde la crisis económica y el abandono del campo llevan a los hombres a migrar en busca de trabajo, quedando las mujeres a cargo de las labores en el campo, estando excluidas de recibir recursos o capacitación técnica por no ser las propietarias de las tierras.

Otro ámbito en el que las mujeres han estado presentes desde siglos es el de la cocina. No obstante, la incursión de hombres que estudiaron como chefs, los ha llevado a brillar nacional e internacionalmente como representantes de la gastronomía mexicana, dejando en la oscuridad a las cocineras mexicanas, quienes gracias a sus recetas, cocinas de humo y técnicas tradicionales, obtuvieron el reconocimiento de la Unesco a la comida mexicana, antes mencionado.

Despojo de las semillas ancestrales

Para las poblaciones mexicanas la semilla de maíz es sagrada, es nuestra cimiente y base de la humanidad mesoamericana -como menciona el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas quichés- por lo que en cada siembra las mujeres y hombres realizan ceremonias y rezos para que las sagradas semillas germinen y den frutos; mientras que para voraces empresas trasnacionales como Bayer-Monsanto, Syngenta, Dow Agrosciences, Dupont, Aventis, Novartis, entre otras (que controlan el 73% del suministro  mundial), el maíz y otras semillas tradicionales son botines para enriquecerse, apropiándose de un bien comunitario ancestral que cientos de familias y generaciones desarrollaron y ofrecieron al mundo.

Monsanto y Syngenta, en complicidad con el gobierno calderonista, intentaron sembrar maíz genéticamente modificado en el norte de México hace siete años, intentona que fue frenada por una demanda colectiva de acción difusa interpuesta por 22 organizaciones civiles y 52 personas en 2013, logrando que se otorgara una medida precautoria que impide la siembra comercial de maíz GM.  De haberse concretado esa siembra, actualmente nuestro maíz nativo estaría contaminado -con pérdidas irreversibles- por la polinización, lo cual hubiera sido muy grave, pues esas compañías han demandado a campesinos y campesinas por la patente, cuyos cultivos fueron contaminados de forma natural en Canadá y Estados Unidos.

Por ella, esta demanda ha sido fundamental y un ejemplo para el mundo, ya que por la acción colectiva de organizaciones campesinas, indígenas, de consumo, mujeres, en defensa de derechos humanos y medio ambiente; y de personas provenientes de la academia, el campo, indígenas, consumidores/as, artistas e intelectuales se pudo frenar a estos monstruos transnacionales y a los gobiernos cómplices. Cabe indicar que esa demanda está presidida en su mayoría por mujeres, siendo la primera representante legal de la colectividad Adelita San Vicente, y la segunda y actual, quien escribe este artículo.

La demanda colectiva, junto con diversas acciones civiles como manifestaciones, campañas de firmas, plantones, manifiestos y conferencias de prensa, han logrado detener los intentos de empresas extranjeras que experimentan con variedades de semillas ancestrales y pretenden cobrar derechos por las patentes de un bien común que se apropiaron.

Otro avance importante ha sido la prohibición reciente de importar glifosato por parte de la Semarnat, el letal herbicida de Bayer-Monsanto declarado como “probablemente cancerígeno” por la Organización Mundial de la Salud, lo cual protegerá la salud del suelo, el agua, el medioambiente, las personas e insectos polinizadores que permiten la reproducción de semillas y alimentos.

UPOV 91 y Ley Federal de Variedades Vegetales

La firma del T-Mec obliga a México a suscribirse a Upov 91, lo que implicaría la introducción de semillas genéticamente modificadas al país y la privatización de semillas ancestrales por parte de esas grandes semilleras que serían los “obtentores”.  Vale decir que la UPOV 91 es un “callejón sin salida” pues conduce al control corporativo y a la uniformidad genética que las compañías necesitan para sus operaciones de comercio global. Esta iniciativa ha sido promovida por los países del norte para defender a sus grandes empresas trasnacionales.

Estudios científicos muestran que naciones que se han suscrito a Upov 91 sufrieron gran pérdida de biodiversidad, pues sólo pueden sembrar ciertas semillas híbridas o genéticamente modificadas que les ofrecen las corporaciones semilleras, además de que las comunidades campesinas se han endeudado por tener que comprar en cada temporada nuevas semillas junto con el paquete tecnológico dotado de glifosato. Esto porque Upov establece que intercambiar o recabar semillas es un delito.

Este tipo de agricultura promovido por el norte global y sus empresas semilleras, se basa  en un modelo de producción agrícola industrial con siembra de monocultivos -perdiéndose la diversidad biológica- para exportación y plagados de químicos, con semillas patentadas. Este esquema, que fue implantado en la región latinoamericana durante los años 60 y 70 del siglo pasado bajo el modelo de “Revolución Verde” que fue fallido, pues no ha terminado con el hambre como prometió, además de que ha contaminado las tierras, el agua, asesinado insectos polinizadores y afectado la salud de quienes y consumen esos alimentos.

Mientras que las empresas químicas cobran derechos por las patentes de sus semillas híbridas o genéticamente modificadas, envenenan la tierra, destruyen el medioambiente y endeudan a las y los campesinos; en las áreas rurales de forma constante, callada y activa, las mujeres continúan produciendo y seleccionando las mejores semillas de cada cosecha que intercambian en la comunidad o en ferias de semillas de forma gratuita o en trueque; actividad ancestral que sería criminalizada con la puesta en marcha de Upov 91 por atentar contra la propiedad intelectual.

Alternativas

 Ha sido tal el fracaso de la Revolución Verde, que en todo el mundo se buscan alternativas sustentables y respetuosas del medioambiente, como sucedió durante el Segundo Simposium de Agroecología realizado por la FAO en Roma (2018), donde gobiernos, instancias de la ONU, comunidades indígenas y campesinas e integrantes de la academia, debatieron durante tres días para transitar hacia un modelo agroecológico en el mundo.

Problemáticas como el cambio climático (con 40% de emisiones de efecto invernadero generada por la agricultura industrial), el despojo de tierras para favorecer megaproyectos, la instauración de semillas híbridas o GM con glifosato, así como eventos climáticos cada vez más severos demuestran que es fundamental cambiar de inmediato el paradigma de producción de alimentos, porque el anterior es ineficiente, obsoleto, contaminante y lesivo para la biodiversidad y salud humana.

 Por ello, es fundamental visibilizar, apuntalar y promover el aporte de las mujeres como guardianas, creadoreas y multiplicadoras de las semillas. Una forma, como personas consumidoras, es comprar directamente a productoras y productores locales pagando sus alimentos frescos, sanos y locales a precios justos. Debemos dejar de adquirir nuestra comida en supermercados para acercarnos -en un diálogo directo- con quienes nos alimentan. Esto fortalecería la economía campesina para estimular la siembra de alimentos y semillas tradicionales.

Bajo este objetivo, se han conformado cooperativas de consumo en colonias y barrios donde de forma colectiva se compran canastas de diversos productos de temporada y bajo precios justos.

También es importante fomentar la siembra de huertos escolares, de traspatio y en lotes vacíos de las ciudades, involucrando a las comunidades en la siembra, recolección y guiso de esos alimentos, sobre todo a la población infantil y juvenil, para experimentar el orgullo de producir nuestros propios alimentos, aprender cómo se producen y fortalecer el sentido colectivo. Además de que diversos estudios han demostrado que la violencia y estrés se reduce considerablemente al dedicar tiempo a una huerta. Promover, sobre todo, siembra de milpa en las banquetas, parques, espacios públicos y privados.

Debemos también exigir que se establezcan políticas públicas y proyectos destinados al fortalecimiento de la agencia económica de las mujeres campesinas y a su empoderamiento, para fortalecer su importante laboral en el impulso y defensa de la soberanía alimentaria, agroecología y preservación de la biodiversidad biocultural de nuestros pueblos.

Tendrían también que revisarse y modificarse las leyes agrarias con perspectiva de género, para fortalecer la presencia de las mujeres en los espacios de decisión del campo como los ejidos, las asambleas comunitarias, las instancias gubernamentales y sociales campesinas e indígenas a fin de que sus voces, problemáticas y aspiraciones estén presentes en ese y otros ámbitos.

Otra exigencia tendría que plantearse al Jefe del Ejecutivo, exigiéndole eximir a México de la suscripción de  Upov 91, permaneciendo en Upov 78 y fortalecer leyes que protejan los derechos de las comunidades indígenas y campesinas a las semillas como un bien de dominio público, especialmente las mujeres. Sobre todo, reactivar la Ley Federal de Fomento y Protección del Maíz Nativo a través de la puesta en marcha del Consejo Nacional del Maíz Nativo (CONAM), integrado por la comunidad campesina, indígena, civil y académica que ha sido fundamental en la defensa del maíz nativo y de un modelo de agricultura con las y los campesinos.

También es importante dar el justo reconocimiento y apoyo a las cocineras tradicionales mexicanas quienes no solo siembran su maíz, sino que también lo muelen, nixtamalizan y preparan platillos sanos, sabrosos y locales recuperando tradiciones perdidas y aportando nuevas creaciones gastronómicas. Tendría que destinarse un fondo económico especial para capacitarlas, apoyar sus espacios e instrumentos de cocina, promover encuentros e intercambios y difundir sus labores y actividades a nivel nacional e internacional.

Pero sobre todo, se debe visibilizar el trabajo y al aporte de las mujeres no sólo en recuperar y producir semillas, sino en el ámbito de la cosmogonía ancestral, la solidaridad, la alimentación, la soberanía y el cuidado de la vida y biodiversidad. Además de que ellas preservan las semillas en un acto de libertad, justicia, identidad, resistencia y  preservación de la vida.

El siguiente recuento -que no es exhaustivo pero sí demostrativo- pretende resaltar algunas de las principales luchas campesinas e indígenas lideradas por mujeres:

Campaña Semillas de Identidad

Surgió en Colombia (2006) impulsada por la oficina de Swissaid en Ecuador y Nicaragua. Actualmente integra organizaciones campesinas como la Red América Latina Libre de Transgénicos (RALLT) y la red de Semillas de Vía Campesina, entre otras.

Sus objetivos son desarrollar acciones en América Latina para la articulación de acciones con objeto de visibilizar el rol de las mujeres en la producción agroecológica y en el uso, manejo y rescate de semillas criollas.

También busca proteger los recursos genéticos frente a la biopiratería; promover el debate público de organizaciones locales con otros actores sociales para defender la biodiversidad y propiedad comunitaria de semillas, entre otras acciones.

Actualmente la red está presente en otros países de la región latinoamericana como Ecuador y Nicaragua.

La Vía Campesina

Es una red internacional fundada en 1992, que integra organizaciones campesinas, indígenas, de mujeres, jornaleras y jornaleros agrícolas, migrantes, así como grupos de producción de alimentos a pequeña y mediana escala.  Las mujeres ocupan un lugar central en la organización, que promueve la paridad en cargos de elección, representaciones y realizan congresos como la Asamblea Continental de Mujeres del Campo en América Latina y en otras regiones del mundo.

En 2002 la Vía Campesina promovió una campaña internacional en defensa de las semillas nativas y criollas llamada: Las Semillas patrimonio común de la humanidad”, donde se brindó el protagonismo a las mujeres integrantes de la organización, quienes ocupan un lugar central en la lucha contra las empresas semilleras que intentan apropiarse de estos bienes comunes a través de su manipulación genética.

La Campaña se proyectó a partir de la experiencia y conocimientos campesinos e indígenas, sobre todo femeninos, e involucra a sectores científicos comprometidos con la sociedad contra proyectos económicos de devastación biológica y cultural en un contexto de lucha contra el neoliberalismo y su interés de ganancias a toda costa.

El proyecto se promueve en localidades campesinas e indígenas de la región a través de ferias, conferencias e intercambio de semillas, donde las mujeres juegan un rol protagónico participando en todos los ámbitos y proyectos, siendo organizadoras, marchando en diferentes países y enfrentando proyectos de muerte con alternativas.

Navdanya

Surgió en 1984 impulsado por Vandana Shiva, activista ambiental, científica que recibió el Premio Nóbel Alternativo de la Paz. Navdanya significa “nuevo cultivos” e integra a redes de producción de semilla y producción orgánica en 16 estados de India, sumando a 500 mil agricultores y agriculturas, otorgando un papel protagónico a las mujeres.

Cuenta con una escuela: Bija Vidyapeeth, donde se enseña a conservar las semillas para la protección de la diversidad biológica y cultural en un país donde Monsanto (ahora Bayer-Monsanto) introdujo semillas de algodón genéticamente modificado, llevando a la ruina a millones de agricultores, algunos de los cuales se suicidaron ingiriendo el herbicida roundup al no poder pagar sus deudas, que fueron heredadas por las mujeres.

Entre las medidas más importantes desarrolladas por Navdanya se encuentran: la creación de bancos de semillas comunitarios; la capacitación para cultivar de forma ecológica sin pesticidas; impulso de procesos de certificación orgánica; y promoción de los productos comunitarios a nivel local, nacional y en mercados internacionales bajo esquemas de comercio justo (A hombros de gigantes, s/f).

Red de Productores de Semillas Criollas

Fue creada en 2013 en el Centro de Desarrollo Comunitario La Albarrada, Chiapas, donde se estableció un banco de germoplasma con todas las semillas de la región, además de que brindan capacitación a familias para sembrar y reproducir semillas  con tecnología local.

En los altos de Chiapas se trabaja fundamentalmente con mujeres indígenas, donde ellas seleccionan, reproducen y almacenan las semillas para la alimentación familiar y el intercambio comunitario.

Un grupo de 20 mujeres de la región y sus familias tienen a disposición 12 parcelas experimentales de 10 x 10 metros cada una, donde practican la siembra de milpa con conocimientos y técnicas ancestrales, intercambiando esa información y compartiéndola con la población infantil y joven de  sus comunidades (Henriquez, Elio (2013).

Red Mexicana de Semillas

Surgió en 2016 impulsada por diversos grupos de la sociedad civil, la academia, producción campesina y centros de investigación, para recuperar las semillas en manos campesinas a fin de asegurar la soberanía alimentaria y cultural. Sobre todo en un país que es centro de origen y diversificación de múltiples especies como el maíz, jitomate, frijol, aguacate, calabaza e importa el 95% de las semillas de hortalizas (Red Mexicana de Semillas, s/f).

Ante ese panorama, la red busca promover sistemas locales y comunitarios de semillas  resilientes al cambio climático, a partir de políticas públicas que impulsen programas de fitomejoramiento participativo, promuevan vínculos de colaboración y solidaridad entre sus participantes e impulsen la formación y capacitación a través de talleres formativos.

Aunque la red está integrada por mujeres y hombres provenientes de varios estados del país, cabe indicar que la mayor parte de integrantes más activas son las mujeres, quienes han promovido encuentros para tejer acciones comunes, vincular al campo y la ciudad y defender las semillas, esos bienes tan preciados.

Bibliografía:

A hombros de gigantes (s/f). “Vandana Shiva y la fundación Navdanya. Las guardianas de las semillas”, facebook en https://www.facebook.com/ahombrosdegiga/posts/647877961994981/, consultada en junio de 2020.

Cazorla, Orlan y Miriam Gartor (2014). “Las mujeres campesinas, guardianas de las Semillas”, La Marea Internacional, en https://www.lamarea.com/2014/04/17/las-mujeres-campesinas-guardianas-de-las-semillas/, consultada en junio de 2020.

De Cicco, Gabriela (2012). “ANAMURI. Mujeres y semillas para la resistencia”, AWID, en  http://oge.cl/anamuri-qmujeres-y-semillas-para-la-resistenciaq/, consultado en junio de 2020.

Henriquez, Elio (2013). “Mujeres indígenas crean banco de semillas nativas en Chiapas”, Vía Orgánica, en https://viaorganica.org/mujeres-indigenas-crean-banco-de-semillas-nativas-en-chiapas/, consultada en junio de 2020.

Korol, Claudia (2016). “Somos tierra, semilla, rebeldía: Mujeres tierra y territorios en América Latina, Grain, en https://www.grain.org/es/article/5563-somos-tierra-semilla-rebeldia-mujeres-tierra-y-territorios-en-america-latina, consultada en junio de 2020.

Red Mexicana de Semillas (s/f). Págna web, en https://www.redmexicanadesemillas.org, consultada en junio de 2020.

Shiva, Vandana (s/f) “Las semillas en manos de las mujeres”, Oxfam, en https://blogs.oxfam.org/es/blogs/las-semillas-en-manos-de-las-mujeres/index.html, consultada en junio de 2020.

*Una versión resumida fue publicada en el Jarocho Cuántico. Adjuntamos el enlace: https://drive.google.com/file/d/1bZBhx7Y35jvd5ReMDNIc8qHoOo9mHceb/view?fbclid=IwAR3JIG-ATrvAt2rkgCwRqSwreW1wqrsQC1GINxeASXgDpiq7cqlKT89–uE

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