Por Sylvie Djacbou Deugoue, IPS Noticias, 21 de febrero de 2024.

El cambio climático hizo de 2023 el año más cálido jamás registrado. A medida que aumenta la urgencia de abordar esta crisis mundial, la eliminación gradual del uso de combustibles fósiles es un paso necesario que deben dar todas las naciones. Esto se debe a que los combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas- son los principales responsables de la crisis climática, con más de 75 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y casi 90 % de todas las emisiones de dióxido de carbono.

Los combustibles fósiles pueden estar relacionados con graves daños a los derechos humanos. Según la Agencia Internacional de la Energía, no puede haber nuevos proyectos de combustibles fósiles si los países quieren cumplir los objetivos climáticos existentes y evitar las peores consecuencias para las comunidades de primera línea. No abordar estas cuestiones puede crear una crisis de derechos humanos de una magnitud sin precedentes.

Otro imperativo ético para abandonar progresivamente los combustibles fósiles es nuestra responsabilidad con las comunidades que sufren pérdidas y daños. Los proyectos y las infraestructuras de combustibles fósiles suelen exponer a las comunidades de primera línea a sustancias tóxicas, degradación medioambiental y mayor vulnerabilidad a los desastres climáticos.

La extracción y producción de combustibles fósiles a menudo viola los derechos de los pueblos indígenas, las comunidades locales y los defensores del medio ambiente, que se enfrentan al acaparamiento de tierras, el desplazamiento, la violencia, la intimidación y la criminalización. Esto debe cambiar.

Si nos fijamos en el continente africano, el actual aumento de la inversión en combustibles fósiles incrementará las emisiones de carbono de África y elevará la cuota africana en el cambio climático mundial.

En 2021, África aportó 3,9 % (1450 millones de toneladas de CO2 equivalente) de las emisiones mundiales de dióxido de carbono procedentes de los combustibles fósiles y la industria. Seguir con esta política energética sería muy suicida para su futuro ante las consecuencias del cambio climático.

La producción de combustibles fósiles también tiene un impacto económico, especialmente en África. Las subvenciones y las inversiones en combustibles fósiles desvían recursos para atender las necesidades y los derechos de las personas que viven en la pobreza.

Es bien sabido que África es el continente que menos ha contribuido al cambio climático, pero el que más sufre sus consecuencias. Dado que los países ricos han sido históricamente los que más gases de efecto invernadero han emitido, el objetivo de la transición a fuentes de energía renovables es un acto de responsabilidad y justicia, que proporciona apoyo a los más necesitados.

La extracción de combustibles fósiles conduce a la deforestación, la destrucción de hábitats y la contaminación del agua, que han contribuido a 1,2 millones de muertes en 2020, provocando la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas.

En la República Democrática del Congo, por ejemplo, si se destruyen las turberas por la construcción de carreteras, oleoductos y otras infraestructuras necesarias para extraer el petróleo, podrían liberarse hasta 6000 millones de toneladas de CO2,  lo que equivale a 14 años de las emisiones actuales de gases de efecto invernadero del Reino Unido.

Mediante la transición a energías renovables como la eólica y la solar, podemos controlar los efectos del cambio climático y apoyar la sostenibilidad de las generaciones futuras.

África tiene un enorme potencial de energías renovables: cuenta con 60 % de los mejores recursos solares del mundo, pero el continente recibe menos de 3 % de la inversión mundial en energía.

Como región que ha tenido el menor impacto en la crisis climática pero que sufre importantes repercusiones ahora y en el futuro, la comunidad internacional debe trabajar con África para invertir en su futuro de energía limpia.

Por ejemplo, Kenia alberga el Proyecto Eólico del Lago Turkana, actualmente el mayor parque eólico de África. Su potencia supera los 310 megavatios, suficiente para abastecer a un millón de hogares.

El proyecto también atrajo la mayor inversión privada de la historia de Kenia, por valor de 650 millones de dólares. Para que África alcance sus objetivos energéticos y climáticos, necesita 190 000 millones de dólares de inversión al año entre 2026 y 2030, de los cuales dos tercios se destinarán a energías limpias.

Afortunadamente, se han hecho algunos progresos para acabar con el uso de combustibles fósiles a escala mundial.

Durante la 28 Conferencia de las Partes (COP28) sobre cambio climático, celebrada en Dubái en diciembre, casi 130 países aprobaron una hoja de ruta para la «transición hacia el abandono de los combustibles fósiles», algo inédito en una cumbre de las Naciones Unidas sobre el clima.

Esto es lo que se necesita para la transición y evitar que alcancemos el límite de 1,5 º C. Otra deficiencia de la COP28 es que no hubo ni un compromiso claro ni una eliminación progresiva bien financiada de todos los combustibles fósiles, ni tampoco una financiación clara para que los países realicen la transición a las energías renovables y hagan frente a los crecientes impactos climáticos.

Tenemos la responsabilidad de proteger a las generaciones futuras y apoyar a las comunidades vulnerables. Los países, las empresas, la sociedad civil y los líderes que se reunieron durante la COP28 y dieron este primer paso deben ahora cumplir lo prometido.

No puedo estar más de acuerdo con el secretario general de la ONU, António Guterres, que dijo durante la COP28: «la eliminación progresiva de los combustibles fósiles es inevitable, les guste o no. Esperemos que no llegue demasiado tarde».

Como guardianes del planeta, tenemos el deber moral de dejar un mundo habitable para nuestros hijos y nietos.

Imagen de Alexander Fox | PlaNet Fox en Pixabay

A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.