Por Mayolo Hernández, Del Campo.

La textura de un conflicto me lleva a pensar lo siguiente, más de 680 mil hectáreas de café en México, más de 480 mil productores de café y más de 25 pueblos indígenas que lo producen, con las experiencias de trabajo organizado de mayor calado en el país con tendencias claras de modelos de vida sustentable y del buen vivir entorno al aromático. La mayoría de ellos le han apostado consistentemente a la transformación de la vida nacional, siendo impulsores de la búsqueda de mejores caminos para mejorar la calidad de vida y de que se diera esta transformación a una vida más democrática en México.

El café en México representa regiones de esperanza, territorios que a través del cultivo del café y la diversificación productiva las organizaciones indígenas y campesinas consolidan proyectos de buena vida hacia sus socios y las regiones en las que habitan. Las organizaciones cafetaleras tienen programas como producción social de vivienda sustentable, cooperativas de ahorro y crédito para los pequeños productores, rescate de conocimiento y saberes sobre la biodiversidad, capacidad organizativa,  capacidad de generar organización y vida comunitaria, turismo sustentable, cooperativas de comercialización de café tostado,  molido, en taza y otros productos regionales, proyectos de energía comunitaria y de los pueblos, impulso de la cultura y la educación de sus jóvenes,  son las actividades características de las organizaciones de café de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC), que no sólo han luchado por un mejor precio del aromático, sino por  mejorar  la calidad de vida de sus socios y la protección  de sus territorios. Conceptos como comercio justo, café orgánico, soberanía alimentaria y energética no se pueden comprender sin revisar la experiencia de las organizaciones como UCIRI, TOSEPAN, CEPCO, Unión de Ejidos San Fernando entre otras.

Las regiones cafetaleras de México constituyen una reserva de paisajes bioculturales que cuidan de recursos como agua, biodiversidad, reservas de carbono,  gastronomía y atractivos turísticos invaluables, pero sobre todo son regiones donde el concepto del buen vivir resuena a través del Yeknemilis de los Náhuat, el   Lekil Kuxlejal de los Tzetales, el tapaxuwan – vivir en felicidad de los pueblos totonakus, entre otros.  También son territorios donde conceptos de agroforestería campesina indígena tienen mucho sentido como el Koujtakiloyan de los náhuats o el Te´ Lom huasteco,  que se expresan en los mercados de productos regionales como en el mercado de Xilitla, San Luis Potosí, el mercado de Cuetzalan o el de Huautla en la Región de la Mazateca. Estos sistemas agroforestales son grandes reservas de bosques de café que son fundamentales para reducir los efectos de los gases de efecto invernadero fundamentales como reservorios y el fomento de su cultivo una excelente estrategia de mitigación al cambio climático.

Todo lo antes mencionado, se da en un marco de organización comunitaria, pueblos indígenas, regiones de bosques y agrobosques que son el resultado de un manejo sustentable y de sentido de patrimonio biocultural territorial de las comunidades cafetaleras.

Desde ese ángulo quiero colocar en el contrapuesto la incursión de empresas como AMSA  ECOM TRADING, que tienen en este momento acusados injustamente  a cuatro compañeros de la CNOC de incendiar un inmueble en su beneficio de Ixhuatlán del café, la cual se da en un marco en el que los productores se manifiestan por bajar los precios del café cereza de manera abrupta de $17.00 pesos a $11.00 pesos, lo cual provoca una serie de manifestaciones y molestias, pues el acopio del café que realiza AMSA en esa región de entrada está condicionada a la variedad Colombia, una variedad que le sirve a la empresa pero que los productores no pueden colocar en otro lado, segundo en esa zona el café se lo entregan los productores a AMSA por ser de los pocos compradores en esa región, algo que debe ser catalogada como una actividad monopólica. Por otro lado, la variedad de café que se acopia requiere una cantidad enorme de insumos químicos y labores culturales, donde la agrobiodiversidad, el cuidado del bosque y la calidad de vida del productor y las comunidades es lo de menos para ellos. Esta manera de hacer agricultura va acompañada por tácticas de la empresa en otras regiones donde a través de acopiadores – intermediarios colocan precios altos para desestabilizar a las organizaciones cafetaleras de los pequeños productores y posteriormente ser los único capaces de acopiar el aromático.

El reclamo de libertad a los pequeños productores de café de Veracruz es irrenunciable, pues no sólo se trata de hechos infundados, se trata de un acto de injusticia a todo el sector cafetalero que para poner el precio del aromático se rige aun por el la bolsa de valores de New York, que al día de hoy anda entre los $3,000 a $3,250.00 pesos el quintal de café, es decir menos de $50.00 pesos el pergamino, en un esquema que los pequeños productores solo pueden mejorar mediante la consolidación de la cadena productiva en sus cooperativas, un precio que para ser rentable la producción de café debería de ser por lo menos del triple a los precios de hoy.

Finalmente es necesario fortalecer a las organizaciones, a las familias y las comunidades cafetaleras en esquema de mejores condiciones de vida reconociendo el valor del café en su máxima extensión no sólo por sus calidades en taza, sus cafés especiales, y cafés bajo sombra, sino por sus prospectivas de buen vivir que emanan de sus territorios, integrando la cafeticultura como una actividad sustentable y estratégica para la vida nacional desde la vertiente que han desarrollado las organizaciones de pequeños productores.

¡Libertad a Cirio Ruiz, Crisanto Valiente, Minervo Cantor y Abraham Cabral!

¡LIBERTAD A LOS CAFETALEROS DE VERACRUZ!

Imagen de Makalu en Pixabay

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