Por Alejandro Calvillo, Sin Embargo, 19 de abril de 2023.

A grandes rasgos, hay dos opciones para elegir una taza de café en México.  La primera, una taza con café arábica, un café de calidad, cultivado bajo la sombra de árboles por comunidades indígenas, con un uso moderado de agroquímicos- o sin recurrir a ellos-, es decir, café orgánico; o una elaborada con café robusta, un café de mala calidad, sembrado en terrenos deforestados, sin árboles, a cielo abierto, con un uso intensivo de agroquímicos y, seguramente, con mano de obra de jornaleros agrícolas sobreexplotados, un café procesado y comercializado por una corporación trasnacional suiza. En una apoyas a las comunidades cafetaleras indígenas, a su economía y colaboras con ellas en la protección del bosque, de la selva. Con la otra taza de café contribuyes al poder de una gran corporación trasnacional, a la explotación de los trabajadores, a la deforestación y a la contaminación química.

En nuestro país, alrededor de 85 por ciento de los predios en los que se cultiva café son propiedad de poblaciones indígenas y no menos del 90 por ciento del café que se siembra en México es de sombra, es decir, se siembra a la sombre del dosel de los árboles, no se cortan los árboles porque el café requiere su sombra. En el reporte de este año de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM 2023), la organización civil que promueve la agricultura orgánica alrededor del mundo, informa que México ocupa el tercer lugar en superficie con siembra certificada de café orgánico. En la producción de este café orgánico destacan los estados de Chiapas, Oaxaca, Puebla y Veracruz.

El café de sombra es una opción de vida para un grupo numeroso de comunidades indígenas, a la vez de que es un medio para la conservación ambiental y para la protección de la masa forestal. Y si el café es orgánico, existe la posibilidad de que las comunidades establezcan contratos de venta a corto y mediano plazo que les garanticen un pago justo, contratos que los pueden liberar de las especulaciones del mercado internacional del café que puede bajar abruptamente. Existen múltiples ejemplos exitosos de cooperativas indígenas que están exportando café de alta calidad a los Estados Unidos y Europa, o que comienzan a establecer sus propias cafeterías en el país. Es justamente en México donde nació el proyecto de Comercio Justo (Fair Trade) alrededor de la producción de café en el Istmo de Tehuantepec en Oaxaca.

Existen pocos casos tan ilustrativos de las consecuencias sociales y ambientales de nuestras elecciones como consumidores, como en el caso del café. Hasta mediados del siglo pasado el café producido y consumido en el mundo era, principalmente, café arábica, sembrado a la sombra de los árboles. Sin embargo, las tendencias del mercado, dominado por las crecientes corporaciones globales, que crecieron y se extendieron después de la Segunda Guerra Mundial, de producir al menor costo y en el menor tiempo, sin importar los impactos ambientales y las condiciones de los trabajadores agrícolas, han llevado al aumento de la producción de café robusta para la elaboración de café soluble e, incluso, al desarrollo de variedades de arábiga para sembrar a cielo abierto.

México tiene todas las condiciones para ocupar un lugar internacional en el mercado de café de alta calidad, de café que proteja la masa forestal, que sea opción frente al cambio climático y el combate a la contaminación por agroquímicos, y, especialmente, en el de café orgánico, generando alternativas para las comunidades indígenas. Desgraciadamente, lo que vemos imponerse es el modelo contrario, el modelo de Nestlé que ha llegado a dominar la política sobre el café en México, con sus impactos sociales y ambientales.

Nestlé comenzó imponiéndose en el mercado de café en México centrando su estrategia en el café soluble, controlando ya el 70 por ciento de este producto en nuestro país. Las variedades de café soluble de Nestlé, además de usar café robusta de mala calidad, la mayor parte importado, utilizan colorantes, saborizantes y azúcares, se trata de productos ultraprocesados. Ahora, Nestlé, a través de su Plan Nescafé, apoyado en su momento desde la oficina de la presidencia, tiene por objetivo la producción de 50 millones de plantas de robusta en 25 mil hectáreas. Nestlé importa enormes cantidades de café robusta para producir en México café soluble exporta este producto a 17 países.

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En estas circunstancias, con las importaciones de robusta, las entradas ilegales de café desde Guatemala y el inicio de la siembra masiva de robusta en México, el sector corporativo está tranquilo y de acuerdo en mantener el status quo. Sin embargo, los productores de café se mantienen abandonados de los programas oficiales. El presidente, en su campaña, había ofrecido programas para fortalecer la producción del café de sombra, programas para establecer esquemas de mercado. El apoyo ha quedado en 6 mil 200 pesos al año que contrasta con los 6,000 mensuales de Sembrando Vida. Algunos cafetaleros han logrado entrar a Sembrando Vida, pero la gran mayoría no. El apoyo económico es importante pero más son los esquemas de apoyo para el procesamiento y comercialización. Es un sin sentido que Diconsa comercialice café de Nestlé y no de los productores de café de sombra. A pesar de esta situación, los apoyos que se han dirigido a la producción campesina ha hecho que este sector vea con mayor simpatía a este gobierno que a los anteriores.

Fernando Celis, líder en la Coordinación Nacional de Organizaciones Cafetaleras, ve un gran potencial en las propias iniciativas de los productores:

“Una cuestión importante es que se tiene un buen número de asociaciones de pequeños productores de café que han aprendido a seleccionar semillas de café más adecuadas, manejar viveros, mejorar la producción, beneficiar y clasificar mejor el café, comercializar e incluso exportar cafés especiales de mejores precios como los de comercio justo y orgánico. También han aprendido a manejar cafeterías propias y han desarrollado capacidades para proponer e instrumentar programas y políticas para el sector cafetalero”.

El potencial está ahí, el apoyo debe dirigirse en esa dirección, a la producción de arábica de sombra, a las familias cafetaleras y no a las trasnacionales. Apoyar la mejoría de las condiciones de vida de las familias cafetaleras y la protección al medio ambiente, apoyar la selección de semillas y su mejoramiento, el establecimiento de viveros, aportar apoyo técnico de los mismos cafeticultores, los de mayor experiencia, apoyar en el beneficio del café y, sobretodo, en esquemas de comercialización.

Al elegir el café que consumimos estamos favoreciendo un sistema de explotación social y deterioro ambiental o uno de mayor empoderamiento comunitario y cuidado ambiental.

Imagen de Daniel Ramirez en Pixabay

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