Por  Mario Ramos, Desinformémonos, 25 de marzo de 2023.

Copado por militares, el entierro de Neftalí Reyes Basoalto fue una mezcla de desgarro, desahogo, impotencia, e ira contenida, que como ya venía siendo tónica desde el 11, pese al verde estremeció las calles, y las siguió estremeciendo durante 17 años de resistencia en miles de formas, que finalmente fue instrumentalizada para dar continuidad al sistema y cobijar al dictador hasta el día de su muerte en la más completa impunidad.

Era una señal, no era posible un Chile neoliberal sin veneno, pero nos demoramos demasiado tiempo en darnos cuenta de que el aumento en la dosis de patriarcado y capitalismo era tóxica y letal. Nos confundimos, porque vino envuelta en una fachada democrática, blanquearon la política, tal como ahora la enverdecen, al ritmo de policías militarizadas, y medios de comunicación trasmitiendo al servicio de sus dueños. Y nos cambiaron la república llamada Chile, y la transformaron en una sola gran empresa extractora-exportadora de nuestros bienes comunes y recursos hacia el mundo.

Es verdad, sentíamos los síntomas del veneno por la sangre del cuerpo colectivo, pero estábamos más preocupados de sobrevivir que de sanarnos. Por eso entre otras cosas, el estallido, porque la gangrena interna ya se había extendido y reventó para no morir como el poeta, como nuestros familiares, amigos, empresas públicas, educación pública, identidades… y ahí ensamblados a la poesía callejera, ser un quiltro1 más, buscando manada, entre los miles que vimos brincando sobres los torniquetes.

Y otra vez nos vendieron la pomada. Ellos tenían la vacuna contra la gangrena social, se llamaba acuerdo por la paz, y por miles de rincones decidieron tomarlo, no porque se creyera en la “pésimas” del laboratorio neoliberal, sino porque había que articularse, escucharse, conocerse, reflexionar, aparte de la digna rabia y bronca… vimos que la Moneda en Chile tiene solo una cara, la de la dominación y el patriarcado.

Recién entonces entendimos que la urgencia es desintoxicarnos, como debe hacer cualquier adicto… adictos al consumo, al voto, al sueldo fácil de la mega minería (mientras nos comemos el suelo que nos sostiene), adictos al crédito y la tarjeta, a la dependencia química que sobre explota el agua y contamina la vida, adictos a la competencia, a creer que somos más y tenemos más, mientras nos dopamos para controlar las crisis de pánico; adictos a la comida chatarra que nos consume… y debemos rehabilitarnos porque nos estamos extinguiendo, la biodiversidad social y natural desaparece, los campos están infértiles, un tercio de las comunas se abastecen con camiones aljibes y tanquetas de militares dejan sus huellas hacia el norte y hacia el sur.

Cuerpos envenenados, barrios envenenados, pueblos envenenados, comunas envenenadas, regiones envenenadas… un país envenenado en un continente envenenado conectado a un globo envenenado que reventará a costa de IIRSA, TTP, guerras patriarcales, y luchas por el botín de lo que queda.

El tema es cómo nos estamos preparando para cuando el estallido sea planetario… cómo somos capaces de revertir el proceso desde abajo, cómo nos conectamos con los vecinos para frenar la dependencia química, cómo dejamos de competir, y nos ponemos a compartir reflexiones en las plazas, para transformar esa matriz llamada derrota en aprendizaje, cómo recuperamos los espacios para problematizar entre todas las consignas… cómo deconstruimos la pirámide del 0,1 % de la población que se lleva el 30% de las riquezas de todo el país, y coimea al 40% que usufructúa del estado, cultura, y universidades, mientras el resto, el 60% de las y los de abajo viaja horas en bus para ir a la pega, esquiva las balas del narcotráfico, tiene hijos cupo en los colegios públicos, hace colas para agarrar lo que caiga desde arriba y llama a terminar con la delincuencia frente a la cámara de un canal ajeno de televisión.

Urge responder, para que otra vez tejidos, cuerpos y suelos devastados, se regeneren. Preguntarnos en qué territorio y cómo queremos vivir y cómo hacerlo posible, entender que la diferencia es clave para recuperar la vida. Seguir en asambleas pequeñas o grandes, escribir nuestras historias con nuestras efemérides y tener calendarios que escriban nuestros tiempos y luchas.

Del proceso constituyente que hemos luchado desde los 2000 a punta de ninguneo, y que dejó ver la potencia de los procesos territoriales, no vamos a hablar, porque es tema de “expertos”, como Hernán Larraín Fernández, ya designado por el Senado como uno de los integrantes de la Comisión Experta, encargada de redactar el texto constitucional del siglo XXI que debatirá nuestro futuro. El mismo pinochetista de extrema derecha que durante décadas fue acérrimo defensor del violador de infancias Paul Schäfer, desacreditando relatos de niños abusados por el jerarca de Colonia Dignidad.

Imagen de Erich Westendarp en Pixabay

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