Por Alejandra Bautista, A Growing Culture, 07 de febrero de 2023.

Aterrizar en Cuba es como acercarse a una vibrante esmeralda en medio del mar. Campos repletos de varios tonos de verde que se esparcen por el territorio en parcelas ordenadas, cuadrículas diversas de todos los tamaños y algunas con pequeños grupos de ganado. Entre la visual de órden y cercado de estas fincas, también sobresalen los espacios de varios terrenos baldíos, demarcados a pesar de no tener mucha vegetación o señales de intervención alguna. De inmediato pienso que la tierra disponible para trabajar en la isla parece abundar por montones.

Lo que me trae a Cuba es el VIII Encuentro Internacional de Agroecología, Soberanía Alimentaria, Educación Nutricional y Cooperativismo organizado por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). Una oportunidad para el intercambio de saberes, la inmersión en las dinámicas agrícolas de la isla y el florecimiento de la solidaridad entre pueblos de América. Todas sus ediciones enfocan sus esfuerzos en visibilizar los múltiples impactos del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto sobre el pueblo Cubano a manos del gobierno Estadounidense desde hace más de 60 años.

La delegación internacional de más de 120 participantes incluyó miembros de La Vía Campesina, el movimiento de campesinos, indígenas y trabajadores rurales más grande del mundo, y un numero significativo de delegados provenientes de los Estados Unidos.

En Colombia, de donde vengo, rara vez escuchamos hablar de Cuba, y cuando lo hacemos usualmente son historias que yacen bajo una nube espesa de narrativas negativas, un fenómeno común enraizado en el imperialismo que se replica en la mayoría de medios de todo el mundo. Pero lo que cuestiono y me molesta sobre este patrón es la profunda indiferencia que destilan estas narrativas en mi país, siendo Cuba el hogar de las negociaciones que dieron fruto a la terminación de más de 50 años de conflicto armado interno con la firma del Acuerdo de Paz en 2016. Acuerdo cuyo primer punto de acción es la Reforma Rural Integral.

Con la curiosidad al tope, piso el suelo Cubano con sus 28 grados a medio día y humedad borboteante. Uno a uno empiezan a llegar los demás delegados desde diferentes rincones del continente, y para muchos, como yo, es nuestra primera vez en la isla. Ya dentro de una van y en camino hacia el centro educativo de la ANAP cambia el paisaje urbano hacia el rural, una vista que se siente tan familiar que mi mente olvida que crucé el Caribe para estar acá. Me siento en casa, como andar por carretera entre municipios del Magdalena.

Mi estadía en la isla será corta, una semana llena de visitas a fincas y jornadas de aprendizaje. Nos dividimos en comisiones para viajar a tres provincias diferentes, todas cercanas para ahorrar en combustible, un bien cuya escasez se agudizó tras la explosión de tres tanques de abastecimiento en Agosto de 2022.

En carretera aprovechamos el tiempo compartiendo historias y haciendo preguntas a los campesinos locales que nos acompañaron en campo. Sus experiencias nos empiezan a dibujar un fuerte contraste entre sus modelos agrarios y los de nuestros países. Empezando por el acceso a la tierra.

En los años cincuenta, cerca del 74% de las tierras agrícolas del país pertenecían a grandes latifundistas, y de ellas el 25% pertenecían a entidades extranjeras. Tras la reforma agraria impulsada por la Revolución Cubana, liderada por Fidel Castro en 1959, toda la propiedad privada extranjera fue nacionalizada y más de 100.000 títulos de propiedad fueron distribuidos, eliminando así los latifundios y poniendo un tope a la propiedad privada de la tierra.

Según nuestros compañeros cubanos, la tierra está al alcance de cualquiera que la necesite, y como todo trámite, requiere un proceso. Al presentar una solicitud, los campesinos deben saber las “caballerías” o cantidad de terreno que necesitan, la zona donde piensan asentar la finca, las variedades de cultivos que sembrarían y el personal necesario para llevar a cabo su proyecto productivo, entre otros.

“Hoy las tierras se dan en usufructo por 25 años mínimo, si se cumple ese plazo, se evaluan las condiciones de la finca para entregarlas por 25 años más” nos dice un campesino mientras cruzamos la trocha. La aparente sencillez con la que el pueblo cubano tiene acceso a las tierras nos deja a todos impresionados, y entrando un poco más en detalle, nos comparte que existe una cuota productiva impuesta por el Estado cubano para cada cosecha que el campesino debe cumplir, y centros como hospitales, escuelas, e instituciones sociales son priorizados durante la distribución.

Para algunos delegados, el fuerte control estatal sobre lo que se puede o no producir y dónde se puede o no vender parece atentar contra la autonomía de los campesinos. Uno de los productores locales defiende la posición del gobierno cubano argumentando que Cuba necesita de una economía planificada porque no pueden darse el lujo de desperdiciar ni producir menos de lo necesario bajo la constante y creciente presión del ‘bloqueo’. Aún así, este argumento frente a la planificación cada vez se escucha menos en Cuba.

La hiper-centralización, aunque puede contribuir a la seguridad alimentaria de un territorio, también puede ser un obstáculo para construir soberanía y justicia alimentaria si no se prioriza y protege la libertad de los campesinos para decidir cuándo, dónde y cómo vender sus cosechas. Este modelo de control estatal ha materializado desde hace mucho diferentes contradicciones sistémicas en la isla donde confluyen desafíos políticos y económicos. Adicionalmente, la logística para distribución de cosechas no ha dejado de enfrentar su propia cantidad de retos. Por tanto, Cuba no es inmune al desperdicio, ni a la falta de acceso a los alimentos.

La isla, como todo territorio, es rica en matices. Reconocer las diferentes contradicciones que convergen en Cuba, y evidenciar los crudos efectos del bloqueo económico no deberían ser excluyentes el uno al otro. Mientras atraviesan una pandemia, la crisis global de precios y el devastador impacto del huracán Ian, la solidaridad con el pueblo Cubano frente al bloqueo, además de ser necesaria, es urgente.

Iniciado con las sanciones ordenadas por el presidente Eisenhower en 1960 y agravado con el bloqueo total firmado por John F. Kennedy un par de años después, documentos declasificados revelan que el bloqueo fue una estrategia de los Estados Unidos para crear “penurias” y “desencanto” entre la población cubana y negar “dinero y suministros a Cuba, disminuir los salarios monetarios y reales, [y] provocar hambre, desesperación y el derrocamiento de [el] gobierno”. No obstante, un estudio realizado por la CIA en 1982, concluyó que veinte años después de su imposición, las sanciones “no han cumplido ninguno de sus objetivos.”

Ya son más de sesenta años de resistencia en la isla, y en nuestro encuentro pudimos notar cómo aún bajo el bloqueo Cuba cultiva sus campos con orgullo, ondeando la bandera de la agroecología como su sendero de lucha y liberación.

La Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) cuenta con más de 300,000 miembros, formando así el colectivo campesino más grande de Cuba. Constituída el 17 de Mayo de 1961, la ANAP tomó como inspiración el modelo mesoaméricano Campesino a Campesino para su metodología de aprendizaje horizontal, organizando así un movimiento agroecológico que facilitara la innovación tecnológica, el intercambio de conocimientos y la promoción de mejores prácticas. En este espíritu, de nuestras visitas a fincas durante el encuentro brotaron semillas de compañerismo. En la provincia de Mayabeque, visitamos la finca de Esther, donde las ventajas de la Milpa, también conocido como el sistema de la “triada mesoaméricana”: maíz, fríjol y calabaza, fueron compartidas por compañeras Mexicanas para proteger y nutrir su cultivo de maíz. En su reserva agroforestal, Alfonso nos compartió sus tips para sembrar café bajo el nivel del mar, con plantas más altas y cosechas más frecuentes que un cultivo asentado en las montañas. Desde Puerto Rico, consejos para cuidar de la naranja agria y transformar su fruto en vinagre se intercambiaron con Ferney en la finca Santo Tomás, donde con orgullo, Oscar nos mostró frondosos árboles de limón mandarino que durante años han resistido a la devastadora peste huanglongbing que ha arrasado con miles de cultivos cítricos en la isla. En la finca Las Mercedes un árbol de aguacate ha resistido a ciclones, tormentas y huracanes desde hace más de 20 años. ¿El secreto? La biomasa con la que religiosamente cubren y nutren el terreno donde está sembrado.

El Caribe es una zona neurálgica de la crisis climática, apesar de su contribución casi insignificante a las emisiones de carbono en el mundo. En Cuba, el paso del huracán Ian a finales de Septiembre de 2022 aún deja estragos en las parcelas de diferentes fincas. La fuente de fortaleza para Gerardo, campesino agroecológico a quién visitamos el segundo día en la provincia de Artemisa, es un poema que su abuelo, de quién recibe su nombre, escribió hace 44 años tras el paso de un ciclón.

“La juventud me ha traído el cumplimiento y el deber,

mis hijos y mi mujer y los fracasos recibidos,

ya que el destino querido, al mostrarme mis sin sabores

siento una voz que me dice “fé y adelante Gerardo,

ya vendrán tiempos mejores.”

“Los tiempos mejores están llegando.” Nos dijo Gerardo con emoción. “Ser una finca agroecológica y tenerlos a todos ustedes aquí ya es un éxito.”

Sin duda la reunión de diferentes líderes y activistas probó dar fruto a un entendimiento más profundo de las realidades de cada uno. Durante los paneles educativos que se llevaron a cabo en el campus de la ANAP, compañeras y compañeros de Cuba y diferentes países de América compartieron sus experiencias, retos e iniciativas en sus contextos locales. Desde México, Marta nos compartió el increíble proyecto de investigación Activando Agroecologías, una introducción sencilla, atractiva y profundamente emocional a la agroecología para jóvenes. Mariana nos sorprendió a todos con una clase magistral sobre propiedad intelectual y soberanía de semillas desde el ejemplo Mexicano, poniendo bajo reflectores el gran riesgo que tratados internacionales como la UPOV imponen sobre el campesinado del mundo. Compañeros cubanos explicaron con gran detalle el modelo de cooperativismo impulsado desde la ANAP y sus sistemas democráticos de gobernanza para un manejo holístico de las dinámicas de producción. Desde la resolución de conflictos hasta formulaciones para biopreparados, todos los procesos de la ANAP son de fuente abierta para quien quiera aprenderlos.

Desde Puerto Rico, la exposición de la consolidación corporativa en sus tierras, donde la vasta mayoría son propiedad de gigantes farmacéuticas, mantuvo a la sala en atento silencio. El agua y sus fértiles campos han sido objetivo de extracción y enriquecimiento extranjero durante décadas, destruyendo los sistemas alimentarios locales sin cansancio hasta el punto que actualmente, Puerto Rico produce menos del 15% de sus alimentos. Desde Centroamérica, compañeros de países como Nicaragua, Honduras y Guatemala también viven de cerca el robo de tierras y la extracción de su naturaleza a manos de proyectos de “desarrollo” como minas o hidroeléctricas que se toman sus tierras ancestrales. La seguridad de las comunidades indígenas y defensores de la tierra en territorios latinoamericanos es cada vez más preocupante.

Para la delegación estadounidense, confrontar la cultura individualista es clave para desestabilizar el núcleo de un sistema injusto, y los diferentes colectivos agroecológicos activos en el país son muestra de este esfuerzo. Desde Vermont hasta el Bay Area, se construyen redes de unidad, ayuda mutua y solidaridad a través del cuidado de la tierra y la cosecha del alimento. Siendo testigos de las limitaciones que el bloqueo ha perpetuado en la isla, y de las oportunidades que una colaboración más estrecha presentaría para los pueblos cubanos y estadounidenses, la necesidad de ejercer presión sobre los actores y políticas que perpetuan la división entre los dos países es más que clara para esta delegación.

“Este viaje a Cuba por invitación abierta de la ANAP puede ser el final de un viaje. Sin embargo, ahora es el comienzo de otro. […] El hogar que dejamos para venir aquí nos crió como hijos de colonizadores, e hijos de los colonizados, aún así, hoy tenemos una decisión que tomar. La decisión es si elegimos regresar a los Estados Unidos de América como los padres de una revolución; y con nuestros hermanos y hermanas locales aquí en Cuba como un brillante ejemplo, estoy seguro, y espero hablar por todos nosotros aquí en la delegación de EE.UU., que la revolución tendrá éxito.” — Tenisio Seanima, SAAFON.

Aún en medio de una pandemia, la crisis climática y una alta marea de tensiones geopolíticas, el pueblo cubano viene dando pasos firmes hacia la evolución de sus sistemas alimentarios. La aprobación de la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional (SSAN) en Julio 2022 es un avance significativo para el ordenamiento territorial, desarrollo sostenible y mejoramiento de las condiciones de vida en las zonas rurales de la isla. Entre los factores esenciales para el goce de los objetivos de esta ley se encuentran la incentivación de la agroecología para fortalecer la resiliencia climática, prevención y manejo de desperdicio de alimentos, formación y capacitación para la producción, transformación y comercialización de alimentos, diversidad productiva, educación nutricional y colaboración con fincas de semillas.

El camino a la implementación de la ley SSAN no será fácil, pero los esfuerzos por diseñar una estructura holistica para los sistemas alimentarios locales son emocionantes y a la vez necesarios para el arranque de dinámicas que fortalezcan la autonomía, faciliten el acceso a alimentos en la isla, y minimicen la dependencia de importaciones. Este último punto es especialmente importante teniendo en cuenta que terminar el bloqueo, así como plantea oportunidades, también expondría la isla a riesgos como un giro dramático hacia la producción agroindustrial extensiva.

Durante la presidencia de Obama, los cambios en políticas de comercio y viajes incentivaron la reactivación de relaciones entre ambos países en el sector de agricultura, y las compañías Estadounidenses no demoraron en querer aprovechar la oportunidad para expandir su participación en el mercado e incrementar sus ganancias. En 2015, un ejecutivo de Cargill, corporación que durante décadas se ha consolidado en el top cuatro de comerciantes de granos y carnes en el mundo, fundó la US Agriculture Coalition for Cuba (USACC) con el propósito de trabajar en pro de “eliminar el bloqueo para liberar el comercio e inversiones, y reestablecer a Cuba como un mercado para productos Estadounidenses.”

Aunque los beneficios de una mayor apertura económica son evidentes para Cuba, imaginar su participación en un sistema que no solo genera sino que agrava las crisis ambientales y socioeconómicas que enfrentamos actualmente nos abre paso a la siguiente pregunta: ¿Cómo se protegerían los esfuerzos por priorizar la producción agroecológica y la construcción de soberanía en la isla mientras se participa más activamente en un mercado hiperglobalizado que está diseñado para promover un sistema alimentario uniforme y corporativo, y forzar dependencias transnacionales que sólo benefician la codicia de unos pocos?

Tras la elección de Donald Trump en 2016, las restricciones retornaron a un punto arduo, no solo al retroceder en la mayoría de avances alcanzados con la administración anterior, sino con la imposición de 243 nuevas sanciones, incluyendo la redesignación de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo internacional y restricciones de viaje que dificultan el intercambio de conocimientos y cooperacion entre ONGs, agricultores, académicos, e instituciones. Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, despertaron esperanzas de voluntad política para implementar medidas con el potencial de restaurar las relaciones entre las dos naciones, aliviar tensiones geopolíticas y mitigar los impactos generados en la isla como consecuencia.

En un esfuerzo liderado por el Caribbean Agroecology Institute (CAI), más de 30 firmantes, entre organizaciones de base, fincas, ONGs e instituciones educativas, enviaron una carta a la presidencia demandando cuatro acciones concretas para cumplir su promesa de campaña de “reversar las fallidas políticas de Trump que infringieron daño a los cubanos y sus familias.”

  1. Tomar una acción ejecutiva que devuelva las regulaciones que rigen el comercio y los viajes a Cuba a su estado del 20 de enero de 2017.
  2. Poner fin a la aplicación de cualquier sanción y restricción contra alimentos, medicinas y otro tipo de asistencia humanitaria y cooperación internacional a Cuba, incluidas las restricciones a las transacciones financieras y bancarias.
  3. Restablecer una embajada y servicios consulares estadounidenses plenamente operativos en Cuba y relanzar los grupos de trabajo bilaterales
  4. Poner fin a todas las sanciones existentes contenidas en el Reglamento de Control de Activos cubanos.

Aunque la administración Biden está dando pequeños pasos para restablecer las relaciones, la crisis humanitaria en la isla apenas ha tenido alivio. En ese sentido, la carta manifiesta que reconocer los impactos alimentarios, agrícolas y climáticos de Cuba como cuestiones de derechos humanos es fundamental para un cambio duradero; porque si estos son realmente un pilar fundamental de la política estadounidense hacia Cuba, como un portavoz de la Casa Blanca ha declarado anteriormente, entonces futuros cambios de políticas deben abordar cómo las sanciones limitan gravemente los derechos de los ciudadanos cubanos a la seguridad alimentaria, la justicia climática y la dignidad.

Desde A Growing Culture nos unimos en solidaridad con el llamado a poner fin a las políticas destructivas que por más de medio siglo han entorpecido la autonomía de Cuba, y espero que experiencias como la mía en la isla sirvan de lente para observar el potencial detrás de los encuentros de aprendizaje horizontal para la construcción de puentes de solidaridad y cooperacion regional. Imaginemos por un momento las oportunidades de colaboración y el fortalecimiento de redes de apoyo que serían posibles si tan solo se amplificaran más los esfuerzos e innovaciones en las que Cuba lleva trabajando durante décadas, si se incentivara visitar su territorio para el aprendizaje de sus procesos comunitarios, si se cubrieran más las historias de su gente y se realizara un esfuerzo genuino por entablar diálogos constructivos basados en el respeto y la hermandad. La transformación de nuestras relaciones personales, nacionales y regionales con Cuba debe empezar por el reconocimiento de nuestros propios juicios, sus raíces y las dinámicas que los perpetuan.

Imaginemos por un momento que podemos hablar de Cuba sin caer en falsos binarios, ni demonizaciones innecesarias, ¿Qué sería diferente?. En mi caso, entablar conversaciones junto con personas que reconocen los grises en la historia y en ellos encuentran oportunidades en vez de obstáculos, hace espacio para construir sinergias y visiones de una revolución latente y sin fronteras.

Ningun embargo ha podido, ni podrá, bloquear la unidad entre los pueblos.

  1. Este vídeo del Caribbean Agroecology Institute sigue el viaje de un grupo de delegados durante el encuentro de la ANAP mientras comparten sus reflexiones sobre la agroecología cubana y la urgencia de actuar ante las limitaciones del embargo. El proyecto periodístico independiente Belly of the Beast, con sede en La Habana, también cubrió la experiencia.
  2. Este artículo de Orion Magazine que cuenta la inspiradora historia de La Picadora, un pueblo cubano que hace mucho fue un inmenso monocultivo de caña de azúcar y es ahora un referente de agroecología y conservación del medio ambiente. El artículo recorre brillantemente la historia agrícola de Cuba, los efectos del embargo estadounidense sobre los sistemas alimentarios en la isla y las medidas nacionales para afrontar retos globales como la crisis climática.
  3. Este artículo titulado “Nuevas Oportunidades, Nuevos retos: Potenciando los Avances de Cuba en la Agroecología y la Agricultura Sostenible en el Contexto de Cambios en las Relaciones con los Estados Unidos” ofrece un desglose exhaustivo de la trayectoria de la isla en su transición a la agroecología.
  4. Este videoque cuenta con muchos de los delegados internacionales que nos acompañaron en Cuba, cubre el encuentro “Each One, Teach One” donde los miembros de La Vía Campesina (LVC) en las Américas se reunieron para escuchar y aprender unos de otros en el proceso de lanzamiento de una nueva escuela de agroecología y movimientos sociales en el estado de Vermont, inspirado en el Instituto Agroecológico Latinoamericano (IALA) de LVC.

Este artículo fue escrito por Alejandra Bautista en diálogo profundo con Margarita Fernandez (Caribbean Agroecology Institute)

Imagen de DEZALB en Pixabay

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