Por Eugenio Fernández Vázquez, Pie de Página, 24 de octubre de 2022.

Parece necio recordarlo, pero nunca es suficiente: sin bosques y sin selvas no hay humanidad, y México no es la excepción. Los bosques nos brindan servicios ambientales fundamentales para la vida, pero los destruimos a tasas constantes, sin que los procesos de recuperación compensen ni de lejos lo perdido. El Instituto para los Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) publica un reporte muy importante que explica con claridad, una vez más, los enormes beneficios que nos brindan los bosques y por qué es tan importante conservarlos.

Escrito con énfasis en la urgencia de mitigar el cambio climático y de adaptarse a él, el reporte, titulado No es carbón nada másexplica todas las maneras en las que los bosques ayudan a las comunidades que los habitan, a las que los rodean y al planeta todo a sobrevivir la crisis que ya padecemos, pero que todavía habrá de agravarse. De entrada, recuerda que los bosques no son únicamente una forma de almacenar carbono, sino que mantienen la estabilidad y el equilibrio del clima del planeta reteniendo agua, reflejando la luz del sol y reduciendo las temperaturas a ras del suelo, entre otros beneficios.

En un contexto como el mexicano, en el que todavía al final de la temporada de lluvias hay estados enteros, como Tamaulipas, que padecen sequías severas, según el Monitoreo de sequía de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), y en el que enormes porciones del territorio nacional padecieron sequías extremas este año, los servicios forestales vinculados al clima se hacen tanto más importantes. Como explica el reporte de WRI, los bosques almacenan y filtran agua en sus raíces y en las plantas que los conforman —hay musgos que retienen hasta veinte veces su peso en agua—, además de que debajo del dosel que forman sus ramas se guarda el vapor que transpiran, lo que reduce la temperatura local.

La presencia de ese vapor de agua, junto con la fricción de las hojas de los árboles con las nubes que los envuelven y otros fenómenos químicos, hacen también que las lluvias se distribuyan con menor intensidad en superficies más grandes. Esto amplía el tamaño del entorno que se beneficia de la humedad, reduce la erosión que puede producir y hace más fácil su absorción por los suelos.

A pesar de todas estas formas en que los bosques y selvas hacen posible habitar el planeta, y de otros muchos que no están directamente vinculados al clima, como su función de hábitat de la biodiversidad o el hecho de que son fuente de recursos que pueden obtenerse en forma sustentable y rentable, los gobiernos mexicanos de todo el siglo XXI han decidido darles la espalda y dejarlos a merced del crimen organizado. Todos los gobiernos de Fox en adelante —incluyendo al actual— han hecho suyo el dogma neoliberal por el cual se redujo el personal en campo para centrar la política forestal en el reparto de subsidios.

Al tiempo que se asumían esas políticas, que ya mostraron que no sirven, se debilitaban lo mismo las instituciones de vigilancia, como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) —que ha visto cómo le quitan la tercera parte de su presupuesto— y las de fomento, como la Comisión Nacional Forestal, que tiene hoy la mitad de presupuesto que al iniciar el sexenio y apenas la tercera parte del que tenía hace quince años. El resultado es claro y dolorosísimo: la deforestación avanza sin freno. En 2019 y 2020 se perdieron más de 300 mil hectáreas de bosques y selvas cada año, sobre todo en la península de Yucatán y Chiapas —nuestros últimos grandes reductos de selvas tropicales—, y aunque la deforestación en 2021 fue notablemente menor, se mantuvo entre los años altos del sexenio.

México necesita bosques para alimentarse, para tener agua que beber, para que los embistes y golpes del cambio climático le hagan menos daño. El nuevo informe de WRI explica cómo los beneficios climáticos de los bosques van mucho más allá de almacenar carbono. Sin embargo, México sigue perdiendo centenares de miles de hectáreas cada año. Si seguimos por ese camino estaremos ya no hipotecando, sino cancelando nuestro futuro.

Imagen de MIGUEL ANGEL CASTELAN en Pixabay 
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