Por Mariano Yberry, Sputnik News, 24 de abril de 2022.

La Asociación Nacional de Agricultores de Maíz de EEEUU, organización que representa a dicho sector, lanzó un comunicado para exigir al representante Comercial de su país que inicie una disputa en el marco del T-MEC para permitir la exportación de maíz transgénico a México, así como permitir el uso del herbicida glifosato, considerado por varios científicos cancerígeno.
Lo anterior, luego de que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, firmó un decreto a finales de 2020 para prohibir este tipo de plantas aludiendo el daño que causa a la biodiversidad mexicana, en la cual coexisten hasta 62 variedades de maíz nativo.
Actualmente, sólo se puede introducir maíz amarillo genéticamente modificado a México, únicamente para alimentar al ganado. No obstante, el decreto a cumplirse en 2024 contempla la prohibición total de cualquier tipo de transgénico.
La prohibición fue respaldada por más de 300 organizaciones campesinas, indígenas y ambientalistas que se congregan en la campaña nacional Sin maíz no hay paísy la cual, además de defender la prohibición de transgénicos, aboga por la autosuficiencia alimentaria y el respeto al patrimonio de las comunidades rurales, quienes, además, deben defenderse de la biopiratería de sus propias semillas.
Pese a ello, los agricultores estadounidenses presionan a sus representantes ante el T-MEC para iniciar una controversia, pues alegan que el tratado que se firmó en 2018 no incluye tal prohibición que, afirman, afectarán gravemente la economía de EEUU.
De acuerdo con datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés), en el actual año comercial México es su principal comprador de maíz con 5,39 millones de toneladas métricas (TM).
Según datos de la Oficina del Censo de EEUU, durante la última temporada se exportaron a México 16,81 millones de toneladas equivalente a 5.090 millones de dólares, del cual sólo 20% es maíz blanco para consumo humano. Esta cifra podría verse severamente afectada en caso de que la prohibición de los transgénicos también se prolongue al maíz amarillo.

La mayoría de las importaciones de México están destinadas a la alimentación del ganado. No parece probable que la prohibición se extienda a la alimentación del ganado, pero los funcionarios mexicanos aún no han aclarado su posición, poniendo nerviosos a muchos en EEUU por la nueva política”, afirmó para Progressive Farmer el analista Todd Hultman.

Hultman asegura que, incluso en México, los ganaderos están preocupados por la posible salida total del maíz transgénico, aunque ello también signifique más insumos para consumo interno en EEUU.
No obstante, rechazar el maíz transgénico podría establecer un precedente que afectaría el enorme crecimiento que ha tenido el campo estadounidense gracias a este tipo de alimentos. Según un estudio de PG Economics, tan sólo entre 1996 y 2015 el uso de este tipo de alimentos aumentó la producción global en más de 357,7 millones de toneladas.
Este incremento se tradujo en un aumento en los ingresos agrícolas de 261.000 millones de dólares para los principales países productores (EEUU, Argentina y Brasil), acorde con un estudio realizado por también por PG Economics. El mismo informe indica que, de no haberse usado transgénicos, estos países habrían necesitado 274 millones de hectáreas extras para lograr la producción obtenida entre 1996 y el 2020.
La prohibición total de cualquier tipo de maíz transgénico en México, además, tendría una repercusión económica oara ambos países que se calcula en pérdidas de entre 3.500 y 5.500 millones de dólares antes de 2026, según las estimaciones de World Perspectives Inc.
De prohibirse este tipo de alimentos de manera completa se establecería un precedente en el que México antepone su soberanía y “políticas claras respecto a la alimentación de la población”, de acuerdo con el economista Óscar Rojas.
En entrevista para Sputnik, el director del Centro de Estudios del Capitalismo Contemporáneo considera que si bien, “no se puede negar que habrá afectaciones” en caso de rechazarse cualquier transgénico, México demostraría que toma “decisiones no solamente sobre cuestionables contables de costos, sino también de algo importante que es la alimentación y la salud”, ante las denuncias contra los alimentos genéticamente modificados.

Estamos transitando a ese otro esquema en donde los costos y beneficios económicos son una condición importante, pero no la más importante”, opina el investigador.

En este contexto , la Organización de Innovación Biotecnológica (BIO, por sus siglas en inglés), en la que se congregan varias empresas de la industria, entre ellas Bayer, también han presionado a las autoridades estadounidenses para que, en caso de fallar las negociaciones del T-MEC, se busque generar un tratado de biotecnología agrícola que les permite mantener sus ventas.
Ante las presiones por la prohibición, la Comisión Federal de Protección contra Riesgos Sanitarios de México (Cofepris) reiteró que la decisión de prohibir el maíz transgénico está sustentada en evidencia científica que demuestran los riesgos del uso de este tipo de alimentos.
Las organizaciones de la campaña Sin maíz no hay país, al igual que otras como Greenpeace y la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, advierten que el uso de maíz transgénico, aún con las previsiones conocidas, afectará la biodiversidad del campo mexicano a través del proceso de polinización, además de que el uso del glifosato se ha asociado con la aparición de cáncer.
Actualmente, estas organizaciones luchan para impedir una reforma a la Ley de Variedades Vegetales, marco normativo creado a partir de la negociación del TLCAN (hoy T-MEC). Esto debido a que, como parte de la renegociación del acuerdo comercial en el mandato del expresidente Donald Trump, se pide a México suscribir el convenio UPOV91, un marco normativo internacional que, entre otras cosas, defiende el registro de patentes de semillas.
Las organizaciones campesinas advierten que, de adoptarse este convenio, se vulneraría cualquier protocolo de protección para las variedades nativas, cuyas características genéticas adquiridas tras cientos de años de trabajo de generaciones de agricultores son estudiadas y replicadas en laboratorios de trasnacionales extranjeras, quienes después venden las semillas modificados, junto con el glifosato, a los mismos productores.
En esta polémica, México ha mantenido su postura sobre el maíz transgénico, e incluso la ha fortalecido tras anunciar que se suspenderán las exportaciones de maíz blanco, las cuales sumaron 249.144 toneladas en el primer semestre de 2022.
La medida forma parte del Acuerdo de Apertura contra la Inflación y la Carestía anunciado por el secretario de Hacienda y Crédito Público, Rogelio de la O, el pasado 3 de octubre, como parte de las estrategias para lidiar con la inflación alimentaria.
Aunado a ello, y desde hace meses, el Gobierno mexicano promueve el cultivo doméstico con programas de fertilizantes gratuitos. Según el programa Fertilizantes para el Bienestar, hasta septiembre de este año, se han destinado 274.606 toneladas de urea y DAP para más de 717.570 productores, mismos que se utilizarán en más de 900.000 hectáreas de nueve estados del país.
El doctor Óscar Rojas considera que, dado el contexto económico actual, es el mejor momento para “reconformar el mercado” a un modelo que proteja el maíz nativo y permita establecer límites claros de operación a empresas extranjeras.

Es un buen momento. La tormenta inflacionaria crea la necesidad, ahorita también EEUU está en un momento donde su hegemonía no es fuerte como en otros momentos y esto permite poner por encima nuestros criterios de política de soberanía”, comenta

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