Por Juan Mayorga / Mongabay Latam, Pie de Página, 22 de mayo de 2022.

Para los antiguos mayas, el zopilote rey era un intermediario que surcaba los cielos comunicando a la humanidad con los dioses. Al verlo planear sobre las corrientes de aire, con su envergadura de 1.93 metros, es fácil entender por qué se le pensaba como un ave especial. Y cuando se conoce más sobre esta especie, se entiende que su vuelo no es lo único que la hace magnífica.

Sus ojos blancos, profundos y poderosos hacen mancuerna con su olfato para ubicar una presa desde las alturas y a grandes distancias. Su cabeza, una paleta de tonalidades rojizas, permanece desnuda de plumas para evitar infecciones de las bacterias presentes en la carroña de la que se alimenta. Con sus 80 centímetros de estatura y hasta 14 kilos de peso, se impone ante otros carroñeros sin siquiera empezar una pelea, una de las varias razones por la que lugareños y científicos lo llaman “rey”.

El plumaje gris alrededor de su cuello forma un circuito tan compacto que los aztecas lo llamaron cozcacuahtli: águila de collar. La elegante túnica de plumas blancas con remates negros que lo caracteriza llevó a que el botanista sueco Carlos Linneo lo nombrara Sarcoramphus papa.

Pese a todas estas elocuentes formas de llamarlo, el zopilote rey representa algo aún más importante para el ejido Nuevo Bécal, ubicado la selva maya, en la zona sureste de Campeche: el aprendizaje de que el manejo forestal mejora la calidad de vida de una comunidad y es compatible con la conservación de la vida silvestre y su hábitat.

“Para nosotros, en el ejido, el zopilote rey es una especie emblemática con la que estamos orgullosos de contar y que estamos comprometidos a conservar a pesar de las actividades económicas que impulsamos”, explica Lucio López, ejidatario e ingeniero forestal a cargo del comité de vigilancia en el ejido.

Nuevo Bécal tiene como territorio un macizo forestal de 51 163 hectáreas en el municipio de Calakmul, Campeche. De esta superficie, desde hace más de una década, el ejido conserva 427 hectáreas como santuario del zopilote rey, espacio en el que la comunidad prohibió actividades extractivas como cortar árboles, cazar animales e, incluso, las visitas a esa área son sumamente cuidadas.

En 2007, cuando la comunidad comenzó a plantear la posibilidad de tener un programa para aprovechar la madera de sus terrenos forestales, los ejidatarios miraban las áreas de conservación como un obstáculo para sus planes. El experimento con la reserva del zopilote rey ha roto tabúes y transformado la manera en que entienden el manejo del paisaje, a tal grado que hoy en día el 99 % de la superficie del ejido (50 689 hectáreas) está inscrita como Área Destinada Voluntariamente a la Conservación, lo que la convierte en la mayor registrada en México.

Nuevo Bécal, zona de percha

Si bien el zopilote rey había sido un ave de interés para el ser humano desde antes de la llegada de los españoles a América, como dan cuenta representaciones precolombinas de esta especie en grabados y cerámicas, existe aún un conocimiento limitado de su vida, explica la bióloga Sophie Calmé, una de las investigadoras del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) que han estudiado a las poblaciones de Sarcoramphus papa en Nuevo Bécal.

“El zopilote rey es muy sensible a la presencia humana, de hecho tuve que dejar su investigación por esa razón”, explica Calmé, quien como científica se concentra en los cambios globales que, en ambientes selváticos, impactan en los animales vertebrados.

En Calakmul, algunos de los registros más viejos de la literatura científica disponible sobre el zopilote rey se remontan a los noventas. Entonces se investigaron los lugares en los que  al zopilote rey le gusta descansar y anidar.

Estas y otras investigaciones, incluyendo las del equipo de la doctora Calmé, encontraron que se trata de una especie exigente en cuanto a su hábitat: le gusta estar en selvas altas y húmedas bien conservadas, alejados de la presencia humana y cerca de cuerpos de agua. Aunque pasan buena parte del día peinando los cielos en busca de alimento, cuando se detienen para descansar prefieren hacerlo sobre árboles endémicos como el chicozapote (Manilkara zapota), el tzalam (Lysiloma latisiliquum), el machiche (Lonchocarpus castilloi) y el pucté (Búcida buceras). Estos espacios son descritos por los científicos como “zonas de percha o dormideros”, y pueden congregar hasta a 30 individuos, si bien durante el día se trata de una especie solitaria.

También se confirmó que se alimenta exclusivamente de carroña, es decir, de materia orgánica descompuesta, por lo que cumple la importante tarea de mantener limpio el ambiente, lo cual evita la proliferación de parásitos y enfermedades potencialmente peligrosas para el ecosistema y el ser humano.

Sin embargo, lo más importante de las investigaciones ha sido la confirmación de que las poblaciones de Calakmul son las mejor conservadas en el país.

Zopilote rey adulto en el dosel de la selva. Foto: Cortesía Ejido Nuevo Bécal.

En el caso de México, históricamente el zopilote rey se distribuyó hasta Veracruz, en el lado del Golfo de México, y en el Pacífico hasta Sinaloa. En tiempos recientes aún habitaba reservas importantes como Los Tuxtlas, la Selva Lacandona o Los Chimalapas, pero sus poblaciones en estas áreas han sido mermadas por la deforestación, según el programa de acción para esta especie publicado por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).

Al ser una especie americana y tener una gran capacidad de vuelo, habita desde México hasta Uruguay, incluyendo selvas icónicas como las de Centroamérica, el Yasuní ecuatoriano y la Amazonía.

“En México la región de Calakmul es la que se supone alberga la mayor población de la especie, por la cantidad de bosque y por la relativa baja fragmentación”, afirma la doctora Calmé. Dentro de Calakmul, una de las zonas de percha de zopilote rey fue identificada en el territorio del ejido Nuevo Bécal. Eso marcó el lugar y el momento para que los ejidatarios iniciaran con los trabajos de conservación.

“La integridad de estos sitios muy particulares, como el dormidero del Santuario del Zopilote Rey, es clave si se pretende seguir conservando la especie. Por su sensibilidad a la presencia humana o su dependencia al agua, en la estrategia es más que necesario crear este tipo de santuarios”, explica Calmé.

El santuario del zopilote rey se encuentra en el corazón de Nuevo Bécal, a casi dos horas en auto de su zona urbana. Para acceder hay que llegar por una brecha de terracería hasta una vereda de acceso peatonal y caminar por casi una hora. En el camino, el ejidatario Lucio López señala por su nombre cada uno de los árboles que sirven de percha al Sarcoramphus papa, especies que en otras partes del ejido son aprovechados por sus maderas preciosas, pero que en este polígono, de casi 20 por 20 hectáreas, son intocables.

En la parte final del recorrido, un claro en el bosque da pie a una aguada, una escorrentía donde fluye el agua en época de lluvias y permanece como estanque natural durante la temporada de secas. Algunos crujidos advierten una presencia especial: una familia de monos araña custodian la zona y sacuden las ramas para ahuyentar a los intrusos.

En el suelo, algunas plumas negras señalan la presencia del zopilote rey. Se escucha un aleteo. Al voltear al cielo, se mira una sombra, apenas visible, tras el dosel de selva de 20 metros de altura. Un zopilote camina entre las copas, incómodo por nuestra presencia. Su tamaño, color rosáceo y barbas naranjas lo delatan desde la distancia. Es una de las raras oportunidades de mirar en vivo al último sobreviviente de la familia Sarcoramphus, el ave más grande de América antes de los cóndores.

El zopilote rey se encuentra clasificado como especie en declive, pero de preocupación menor, por la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En México, la norma oficial mexicana 059-ECOL-2001 lo cataloga en Peligro de extinción, mientras que la Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Silvestres (CITES) lo incluyó en su apéndice III, como Amenazado o hasta en Peligro de extinción en, al menos un país: Honduras.

La consolidación de un santuario

La confirmación científica del alto valor del dormidero de Nuevo Bécal para la conservación del zopilote real movilizó a la sociedad civil. Conscientes de la importancia de preservar el hábitat como condición indispensable para conservar la especie, distintas organizaciones sociales, entre ellas Uyoolché A.C., gestionaron la inclusión del ejido en un programa de la UICN que utilizaba un fondo financiero de los Países Bajos para la compra o arrendamiento de tierras que se destinaran a la conservación de ecosistemas alrededor del mundo. Entre 2012 y 2014, el programa pagó al ejido un arrendamiento del polígono en el que se creó el santuario del zopilote real.

Al mismo tiempo, otras organizaciones en alianza con investigadores de distintas disciplinas acompañaron al ejido Nuevo Bécal en la búsqueda de opciones para la conservación. En 2012, se elaboró un programa para la conservación de esta especie que incluía aspectos como manejo del hábitat, educación ambiental, investigación, monitoreo y vigilancia.

También en 2012, Rainforest Alliance elaboró una auditoría del ejido para obtener una certificación de la Forest Stewardship Council, la instancia certificadora de manejo forestal más importante a nivel internacional. En el primer intento, el ejido no logró la certificación, pero el ejercicio detonó una revalorización del territorio entre los ejidatarios, recuerda María Luisa Villarreal, investigadora y consultora técnica para el ejido Nuevo Bécal. El ejido, entonces, centró sus esfuerzos en hacerse compatible con el principio 9 del FSC: bosques con alto nivel de conservación.

“Ahí empezó a coincidir la búsqueda de una mejor práctica de la actividad forestal maderable y no maderable, el manejo del territorio y la iniciativa de tener una reserva para el zopilote rey”, explica Villarreal.

En 2014, alentados por los buenos resultados del santuario del zopilote real, los ejidatarios decidieron destinar 2 283.6 hectáreas de su territorio a la conservación, para acceder al programa de pago por servicios ambientales de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). De ahí obtuvieron una nueva fuente de financiamiento: durante cinco años recibieron una compensación por mantener la salud del ecosistema.

La mayor área de conservación voluntaria de México

Cuatro años después de su fallida auditoría forestal, Nuevo Bécal ya había hecho la tarea y contaba con todos los requisitos para certificarse. En junio de 2016, el ejido recibió su primera certificación FSC por su cadena de custodia en la extracción de madera, que incluye especies como el ramón (Brosimum alicastrum), el pucté (Bucida buceras L.), el chaká (Bursera Simaruba) o el chicozapote (Manilkara zapota). 

Esta certificación ha tenido un impacto positivo al elevar el precio de la madera que Nuevo Bécal vende y exporta.

“El ejido puede vivir netamente de su actividad forestal. Esta diversificación hacia actividades de conservación nos ha ayudado a mantenernos incluso durante la pandemia, cuando cayeron algunas exportaciones”, explica Lucio López. “Estas certificaciones —señala— nos hacen ver que estamos haciendo las cosas bien y que lo podemos demostrar”.

El trabajo comunitario continuó y llevó a Nuevo Bécal a ampliar más su rango de acción. En 2017, decidieron certificar 50 689.93 hectáreas como Área Destinada Voluntariamente a la Conservación (ADVC), categoría habilitada legalmente en 1998 para que pueblos indígenas, organizaciones sociales o empresas públicas o privadas puedan destinar tierras de su propiedad a la conservación con reconocimiento del Estado mexicano, que desde 2008 las reconoce como áreas naturales protegidas federales, igual que cualquier otra creada, por ejemplo, mediante un decreto presidencial.

Al destinar 99 % de su territorio a la conservación (conservó solo el 1 % como zona urbana), Nuevo Bécal se convirtió en el ejido con ADVC más grande de todo el país. Se trata de una superficie que equivale a una tercera parte de la Ciudad de México u ocho veces la isla de Manhattan.

Que el ejido tenga una ADVC no implica que estén restringidas algunas actividades, entre ellas el aprovechamiento forestal. “Se respetaron los usos y costumbres de la gente”, explica María Luisa Villarreal, destacando que esto no siempre sucede con las áreas naturales protegidas designadas por decreto presidencial.

En la nueva configuración de Nuevo Bécal, como un ejido consagrado por completo a la conservación voluntaria, el santuario del zopilote rey y el polígono comprometido para servicios ecosistémicos forman la zonas núcleo de la ADVC, respetando el acuerdo de conservar el primero por 25 años y el segundo por 15.

Los ejidatarios crearon un primer plan de manejo integral del territorio, en el que se hizo una diversificación y zonificación por actividades, de acuerdo con los estudios de impacto ambiental y las actividades económicas prioritarias, que incluyen la extracción de madera, de goma de chicle y producción de carbón. Todo de manera sustentable.

“Queremos demostrar que con un buen manejo forestal alcanza para la conservación y para el aprovechamiento maderero, y así evitar la explotación clandestina que a la larga acaba con especies enteras”, explica Juan Manuel Herrera, ejidatario, ingeniero forestal y director técnico forestal de Nuevo Bécal.

Un hito en la certificación forestal

Para María Luisa Villarreal, el proceso que detonó el santuario del zopilote rey en Nuevo Bécal impulsó a un cambio de paradigma en la gente, que se dio cuenta que es posible conservar el hábitat y sus especies mientras obtiene beneficios por ello. “La gente le perdió el miedo a tener un área natural protegida. Muchas comunidades siguen teniendo este temor”, advierte la consultora.

En abril de 2020, Nuevo Bécal recibió del FSC una declaración de impacto positivo en servicios ecosistémicos por su conservación de la biodiversidad, un complemento en su certificación forestal maderable. Con ello se convirtió en la primera comunidad de Norteamérica en recibir este reconocimiento.

Este documento les permitirá buscar financiamiento público y privado, con el aval de un organismo externo, para continuar con su buen manejo forestal, asegura Tania Caro, bióloga y coordinadora de desarrollo de negocios del Forest Stewardship Council en México.

Una de las aguadas del ejido: escorrentía donde fluye el agua en época de lluvias y permanece como estanque natural durante la temporada de secas. Foto: FSC GD

“Siempre es vital encontrar una o varias especies con las que la comunidad pueda identificarse, crear una nueva identidad que les mueva a hablar un mismo idioma, tener una misma visión y, en este caso, impulsar estrategias que les permitan visualizar los beneficios de manera tangible”, afirma Caro, convencida de que el santuario del zopilote rey fue el detonante de las actividades de conservación en Nuevo Bécal.

Contemplando el dosel de la selva donde anida el Sarcoramphus papa, Lucio López vislumbra nuevos beneficios para la comunidad a partir de su trabajo de conservación. “Ahora estamos buscando cómo meter esto al mercado de bonos de carbono, porque ayuda a conservar al zopilote rey, sino que también ayuda a mitigar el cambio climático”, explica. “Es difícil, pero ahora estamos preparados”.

*Este trabajo fue realizado por MONGABAY LATAM. Aquí puedes leer el original.

Image by Abraham Maldin from Pixabay 

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