Por Eugenio Fernández Vázquez, Pie de Página, 02 de mayo de 2022.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) publicó esta semana su Informe sobre el Estado de los bosques del mundo para el año en curso y señaló en él tres medidas forestales urgentes para lograr que el desastre que nos espera no sea tan grave y, más aún, para conseguir un futuro luminoso. Se trata de detener la deforestación y mantener los bosques; restaurar las tierras degradadas y expandir la agroforestería, y aprovechar en forma sustentable los bosques y construir cadenas verdes. En las tres, por desgracia, México va de mal en peor desde que empezó el siglo XXI.

El informe de FAO reporta que la tercera parte del planeta está cubierta por bosques y selvas. La plataforma del Global Forest Watch (GFW) que maneja el Instituto para los Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) ofrece información complementaria sobre México e indica que 26 por ciento del país está cubierto por esos ecosistemas. La deforestación que padecemos sigue siendo muy alta a nivel mundial, de en torno a 10 millones de hectáreas anuales sumando todo lo perdido en el mundo (algo así como perder 1% de los bosques cada cuatro años). En México está situación es todavía más grave.

Según los datos del GFW —que por alguna razón no se han actualizado todavía, así que no hay información para 2021—, los últimos dos años se perdieron 300 mil hectáreas anuales, las cifras más altas en lo que va del siglo XXI. Como en todo el mundo, las zonas más afectadas son las de los bosques tropicales: las sierras oaxaqueñas que miran hacia el Golfo, las selvas chiapanecas y las selvas de la península de Yucatán, además de la Huasteca.

Con esto perdemos una enorme belleza, un potencial económico y servicios ambientales fundamentales. De estas tierras depende el agua que bebemos y que necesitan la industria y la agricultura para seguir produciendo. Si esos bosques dejan de servir de hogar a insectos y aves, el país se queda sin polinizadores y sin ese portentoso control de plagas que son los pájaros. Si esos bosques desaparecen, además, el país pierde un camino económico más respetuoso de la naturaleza, más igualitario, con mayor futuro.

Para resolver esta situación hay que fortalecer los otros caminos que ha propuesto FAO en este nuevo informe, y México tiene todo para hacerlo. México fue un pionero en el impulso al manejo forestal comunitario. Como documenta David B. Bray en su libro Las empresas forestales comunitarias de México, que aparecerá en unos meses en la editorial La Cigarra, el acompañamiento sistemático por parte de muchos en el gobierno a las comunidades forestales desde los años 1970 hasta entrado el siglo XXI permitió tener un sector forestal comunitario que sigue a la vanguardia en el mundo.

El problema fue que, con la llegada del PAN al poder en 2000, la política forestal cambió de una que brindaba apoyo técnico, invirtiendo en capital social y humano, a una que repartía dinero, dejando de lado la construcción de capacidades y la apertura de mercados. Ésta ha sido, por lo demás, la política forestal del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, una política centrada en el reparto de subsidios, no en el desarrollo humano e integral.

Por el lado de la restauración tampoco vamos bien. No hay una política de restauración bien planteada, sino medidas para impulsar nuevas plantaciones de frutales o de especies maderables, pero una plantación de caobas o de cacao no es un bosque; ni siquiera un sistema agroforestal. En todo caso, a menos que la propia Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural presente información equivocada, la superficie sembrada de café y cacao —los productos agroforestales por antonomasia— no había aumentado significativamente al menos hasta el cierre de la producción agrícola de 2020 —el Sistema de Información Agropecuaria y Pesquera (SIAP) no ha actualizado aún sus bases de datos para incluir 2021—.

Si este gobierno quiere ser verdaderamente distinto, debería hacer caso del nuevo informe de FAO y retomar la mejor tradición de la política forestal mexicana: la intervención activa del estado en el sector forestal para construir capital social y humano; el trabajo para abrir mercados, el impulso a la restauración productiva para que tener un campo vivo y vibrante.

A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.