Por Adriana Krochik*, Desinformémonos, 08 de marzo de 2022.

El llamado hace hincapié en la falta de políticas públicas para combatir las desigualdades sociales. Hoy el Estado se concentra en “resolver” la crisis de deuda externa y deja de lado la atención de los problemas que aquejan a nuestro país, y en particular los vinculados a las desigualdades económicas, sociales y culturales hacia las feminidades y el reconocimiento de las tareas invisibilizadas de cuidados y de producción de vida. En este contexto, el ecofeminismo emerge -cada vez con más fuerza- como una propuesta para repensar nuestros vínculos y los vínculos con los territorios que habitamos.

La interseccionalidad entre género y ambiente dialogan con estos reclamos y los vinculan con la agenda del movimiento socioambiental, poniendo en el centro de la lucha a la vida en todas sus formas y expresiones. Es así como surge el ecofeminismo (ecologismo + feminismo), que plantea las claves de un nuevo enfoque relacional, basado en la sostenibilidad y la equidad.

Ecofeminismo: cuando el cuerpo es territorio

El ecofeminismo destaca la relación que hay entre el proceso de dominación del ser humano sobre la naturaleza, al ser devaluada y explotada para la obtención de capital, y la dominación del varón sobre la mujer. La violencia patriarcal hacia los cuerpos de las feminidades, los femicidios y la invisibilización del trabajo como reproductoras de mano de obra, amas de casa y cuidadoras está asociada al modelo de expansión extractivista con el que se avanza sobre los territorios y la naturaleza.

Distintas autoras, como Vandana Shiva -portavoz del ecofeminismo en India- hacen referencia al ecofeminismo de la supervivencia, donde somos las mujeres las primeras en movilizarnos en defensa de la vida. Así es que podemos destacar nuestro rol al frente de las luchas populares contra la dominación patriarcal y colonial que se da principalmente en América Latina. Somos las primeras en percibir que nuestros cuerpos son naturaleza y de registrar el impacto en nuestros cuerpos-territorios y los territorios del extractivismo. Resistimos a la expansión de la megaminería a cielo abierto, la expansión de la frontera petrolera, sojera y el uso y abuso de agrotóxicos, entre otros ejemplos del modelo del -mal-desarrollo.

Muchas mujeres se ven obligadas -como señala la filósofa española Alicia Puleo- a caminar kilómetros en busca de la leña o el agua, que antes encontraban cerca de sus hogares y enferman con nuevas dolencias debido a la contaminación por pesticidas.

Mujeres contra los extractivismos

En el contexto argentino, a lo largo y a lo ancho del país, históricamente las mujeres hemos tenido un rol fundamental en las luchas por la salud, la vida y el ambiente. Sin embargo, las lógicas patriarcales nos han sabido invisibilizar. Aquí reivindicamos algunos hitos de esa pulseada contra la lógica del negocio a costa de la vida.

Las vecinas de Esquel fueron las primeras en plantarse en la Ruta 3 -a la altura de Trelew- para decir #NoEsNo ante los intentos de avance de proyectos de megaminería en Chubut. Bajo la consigna El agua vale más que el oro desde el año 2003, la Asamblea No a la Mina persiste contra el avance extractivista.

Ante la advertencia de la asambleísta y legisladora, Marcela Crabbe, sobre un posible proyecto de minería en la provincia de La Rioja, las mujeres comenzaron a dedicar una hora diaria a hacer campaña para advertir a vecinas y vecinos acerca de los daños que las explosiones podían causar. De esta manera demostraron que sin licencia social y a espaldas de la población el avance minero no iba a ser posible.

En la ciudad de Córdoba, el colectivo de mujeres del barrio Ituzaingó Anexo lucha por la justicia social y ambiental, cuestionando los efectos en la salud del modelo de producción agroindustrial y cómo la utilización de agrotóxicos -en particular del cultivo de soja- afecta la salud de los pueblos.

Beatriz Mendoza fue la primera en denunciar la contaminación de la Cuenca Matanza-Riachuelo, exigiendo su recomposición. Su reclamo desencadenó en el fallo ambiental más trascendental del país, que lleva su nombre, y la creación del organismo ACUMAR en 2006 con el objetivo de desarrollar el saneamiento de la Cuenca.

Este 8M, marchamos en defensa de la vida, marchamos por un modelo de producción y reproducción sostenible, de equidad y respeto. Marchamos porque este sistema patriarcal y colonial deje de matarnos. No somos territorio de conquista. Hoy, como cada día, ponemos el cuerpo y alzamos la voz en las calles por un buen vivir colectivo.

*Militante en Consciente Colectivo

Publicado originalmente en Agencia Tierra Viva

A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.