Por Whitney Webb, Mercola, 16 de julio de 2021.

HISTORIA EN BREVE

  • La agencia buscaría desarrollar tratamientos “innovadores” y “avanzados” contra el cáncer, la enfermedad de Alzheimer y diabetes, con un llamado a “acabar con el cáncer como lo conocemos”
  • Lejos de “terminar con el cáncer”, la agencia propuesta podría combinar la “seguridad nacional” con la “seguridad sanitaria” de tal forma que se utilicen “señales de advertencia” tanto de salud física como de salud mental para prevenir brotes de enfermedades o de violencia antes de que ocurran
  • Tal sistema es una fórmula para una organización tecnocrática de “prevención del crimen” con el potencial de criminalizar tanto las enfermedades físicas y mentales, como también el “pensamiento erróneo”

El miércoles pasado, el presidente Biden fue muy elogiado por medios de comunicación masivos y medios enfocados en la atención médica por su proclamación de crear una “nueva agencia de investigación biomédica” siguiendo el mismo modelo de la Agencia de Proyectos de Investigación “de alto riesgo y alta recompensa” (o DARPA) del ejército de los EE. UU. Según lo proclamó el presidente, la agencia buscaría desarrollar tratamientos “innovadores” y “avanzados” contra el cáncer, la enfermedad de Alzheimer y diabetes, con un llamado a “acabar con el cáncer como lo conocemos”.

Lejos de “terminar con el cáncer” de la manera en que la mayoría de los estadounidenses pueden imaginar, la agencia propuesta podría combinar la “seguridad nacional” con la “seguridad sanitaria” de tal forma que se utilicen “señales de advertencia” tanto de salud física como de salud mental para prevenir brotes de enfermedades o de violencia antes de que ocurran. Tal sistema es una fórmula para una organización tecnocrática de “prevención del crimen” con el potencial de criminalizar tanto las enfermedades físicas y mentales, como también el “pensamiento erróneo”.

La administración de Biden le ha pedido al congreso un presupuesto de 6.5 mil millones de dólares para financiar a la agencia, la cual será dirigida en gran medida por el principal asesor científico Eric Lander, quien fue recientemente confirmado por Biden. Lander, que fue director del Instituto Broad, dominado mayormente por el Silicon Valley, ha sido polémico por sus vínculos con Jefrey Epstein, eugenista y traficante sexual infantil, y sus elogios recientes a James Watson, un eugenista abiertamente racista. Pese a eso, Lander está listo para ser confirmado por el Senado y el Congreso y ha mostrado un gran entusiasmo por la nueva “DARPA de la salud”.

La nueva agencia, que tendrá de nombre ARPA-H o HARPA, se albergará dentro de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) y podría aumentar el presupuesto de los NIH a más de 51 mil millones de dólares. A diferencia de otras agencias de los NIH, ARPA-H diferirá en los proyectos que financia, porque no serían revisados por pares antes de su aprobación; en su lugar, los administradores de programas seleccionados cuidadosamente tomarían todas las decisiones de financiamiento. El financiamiento podría tomar la forma de pago por hitos en vez de subvenciones anuales más tradicionales.

ARPA-H posiblemente financiará y promocionará en gran medida las vacunas de ARNm como uno de los “avances” que curarán el cáncer. Algunas de las empresas fabricantes de vacunas ARNm que han producido algunas de las vacunas contra el COVID-19 más utilizadas, como la de Pfizer/BioNTech, hace un mes indicaron que post-covid “el próximo problema a abordar con tecnología ARNm es el cáncer”. BioNTech por muchos años ha desarrollado terapias génicas contra el cáncer y ha estado colaborando con la Fundación Bill y Melinda Gates para crear tratamientos de ARNm para la tuberculosis y el VIH.

Otras tecnologías “innovadoras” que serán el foco de esta agencia son menos conocidas por el público y posiblemente aún más preocupantes.

El largo camino hacia ARPA-H

La idea de ARPA-H no es nueva y exclusiva del gobierno de Biden; hubo un intento previo de crear una “DARPA de la salud” en el gobierno de Donald Trump a finales de 2019. Biden comenzó a promover tempranamente esta idea durante su campaña presidencial en junio de 2019, aunque usó una justificación muy diferente para la agencia de la que habían presentado sus defensores a Trump. En el 2019, la misma fundación e individuos que actualmente apoyan la ARPA-H de Biden instaron al entonces presidente Trump para crear “HARPA”, no con el principal propósito de investigar tratamientos contra el cáncer y el Alzheimer, sino que para detener los tiroteos masivos antes de que ocurrieran a través del monitoreo a estadounidenses por las señales de advertencia “neuropsiquiátricas”.

Durante los últimos años, un hombre ha sido la fuerza impulsora detrás de HARPA, Robert Wright, exvicepresidente de General Electric y expresidente de NBCUniversal. A través de la Fundación Suzane Wright (llamada así por su difunta esposa), Wright ha pasado años haciendo lobby para crear una agencia que “desarrollaría capacidades biomédicas, herramientas de detección, tratamientos, dispositivos médicos, curas, etc., para los millones de estadounidenses que no están beneficiándose del sistema actual”. Mientras que al igual que Biden, él ha encubierto el propósito real de la agencia al afirmar que se enfocará principalmente en tratar el cáncer, la propuesta de Wright de 2019 que le hizo a su amigo personal Donald Trump revela sus ambiciones ocultas.

Como lo propuso por primera vez Wright en 2019, el programa insignia de HARPA sería HOGAR SEGURO (SAFE HOME en inglés, sigla de Stopping Aberrant Fatal Events by Helping Overcome Mental Extremes). HOGAR SEGURO absorbería cantidades masivas de información privada de “Relojes de Apple, Fitbits, Amazon Echo y Google Home” y otros dispositivos electrónicos de consumo, como también información de proveedores de atención médica para determinar si es probable que una persona cometa un delito. La información sería analizada por algoritmos de inteligencia artificial (IA) “para un diagnóstico temprano de violencia neuropsiquiátrica”.

La iniciativa del Departamento de Justicia para la prevención del delito conocida como DEEP se activó solo unos meses antes de que Trump entregara el mando. También se justificó como una forma de “detener los tiroteos masivos antes de que ocurran”. Luego de la investidura presidencial de Biden, la nueva administración comenzó a utilizar información de redes sociales para realizar arrestos previos al delito como parte de su iniciativa para combatir el “terrorismo interno”. Dada la historia de las empresas de Silicon Valley que han colaborado con el gobierno en asuntos de vigilancia sin orden judicial, pareciera ser que algunos aspectos de HOGAR SEGURO ya están activos de forma encubierta bajo el mando de Biden y esperando que la formalización de ARPA-H/HARPA sea legitimada como política pública.

Las aplicaciones de seguridad nacional de Robert Wright de HARPA también son ilustradas por el hombre que fue su principal asesor científico, exdirector de la Oficina de Tecnologías Biológicas de DARPA, Geoffrey Ling. Él no es solo el asesor científico principal de HARPA, sino que según la propuesta original hecha por Wright, Ling tendría que diseñar personalmente HARPA y dirigirla una vez que se establezca. El trabajo de Ling en DARPA se podría resumir en la misión declarada de BTO, que es trabajar mediante la fusión de “biología, ingeniería e informática para aprovechar el poder de los sistemas naturales para la seguridad nacional”. Las tecnologías favorecidas por BTO también están preparadas para ser los pilares fundamentales de HARPA, la cual planea usar específicamente “avances en biotecnología, supercomputación, big data e inteligencia artificial” para lograr sus objetivos.

La conexión directa de DARPA con HARPA recalca que la agenda detrás de esta agencia venidera se remonta al fallido proyecto de biovigilancia del programa Total Information Awareness de DARPA, que fue lanzado luego de los eventos del 11 de septiembre de 2001. El proyecto de biovigilancia de la TIA buscó desarrollar “las tecnologías de información necesarias y prototipos resultantes capaces de detectar automáticamente la liberación encubierta de un patógeno, y significativamente antes que los enfoques tradicionales”, mediante “el monitoreo de fuentes no tradicionales de información”, al incluir “información médica previa al diagnóstico” e “indicadores de comportamiento”.

Aunque el proyecto de biovigilancia de la TIA en principio se enfocó en “ataques de bioterrorismo”, también buscó adquirir capacidades de detección temprana para brotes de enfermedades “normales”. Los proyectos relacionados de biovigilancia y de Darpa en ese momento, tales como LifeLog, buscaban reunir información a través del uso masivo de algún dispositivo o de tecnología portátil. Finalmente, estos proyectos de DARPA fueron cerrados debido a la controversia sobre las afirmaciones de su uso para trazar perfiles de disidentes del país y eliminar la privacidad de todos los estadounidenses.

El hecho de que la antigua red de vigilancia total de DARPA está volviendo a la vida con una agencia supuestamente separada y centrada en la salud y que emula nada menos que su modelo de organización, confirma que muchos programas relacionados con TIA se fueron distanciando del Departamento de Defensa cuando se cerraron oficialmente. El separar al ejército de la imagen pública de tales tecnologías y programas, los hizo mucho más aceptables para las masas, a pesar de que los militares aún están involucrados entre bambalinas. Como recientemente lo ha informado Unlimited Hangout, una gran cantidad de aspectos de la TIA han sido privatizados, lo que le otorga un crecimiento a empresas como Facebook y Palantir, que resultó en que los proyectos de DARPA fueran ampliamente usados y aceptados. Ahora, bajo el disfraz de la propuesta de ARPA-H, la TIA original de DARPA podría básicamente regresar a todos los efectos y propósitos, tal como su propio spin-off.

Silicon Valley, el Ejército y la “Revolución” Portátil

Este esfuerzo reciente de crear ARPA-H/HARPA se combina muy bien con el impulso coordinado de las empresas de Silicon Valley hacia el rubro de la atención médica, específicamente con las empresas que actúan como contratistas de la inteligencia y el ejército de EE. UU. (por ejemplo, Microsoft, Google y Amazon). Durante la crisis del COVID-19, esta tendencia del dominio de Silicon Valley en el sector de la atención médica se ha acelerado considerablemente debido a un empuje de arriba hacia abajo hacia la digitalización de la telemedicina, monitoreo remoto y similares.

Amazon es un ejemplo interesante, ya que lanzó un dispositivo portátil el año pasado que pretende no solo el uso de biometría para monitorear la salud y el estado físico de las personas, sino también monitorear su estado emocional. Anteriormente, Amazon adquirió a la farmacéutica en línea PillPack, y no es tan difícil imaginarse un escenario en donde la información de la pulsera Halo de Amazon se use para ofrecer recomendaciones de tratamiento que son entregadas por PillPack, propiedad de Amazon.

Empresas como Amazon, Palantir y Google están dispuestas a participar estrechamente en las actividades de ARPA-H. En particular, Google, que lanzó un gran número de iniciativas tecnológicas de atención médica en el 2020, va a tener un papel importante en esta nueva agencia debido a sus vínculos duraderos con el gobierno de Obama, cuando Biden era vicepresidente y con Eric Lander, asesor científico del Presidente Biden.

Como se mencionó, Lander está listo para tener un papel importante cuando ARPA-H/HARPA se materialice. Antes de convertirse en el científico más importante del país, Lander fue presidente y director fundador del Instituto Broad. Aunque se anunció una asociación entre el MIT y Harvard, el Instituto Broad está fuertemente influenciado por el Silicon Valley, con dos exejecutivos de Google como parte de su mesa directiva, un socio de la firma de capital de riesgo de Silicon Valley, Greylock Partner, el ex director ejecutivo de IBM, y así como algunas de sus principales donaciones provenientes de destacados ejecutivos tecnológicos.

El ex director ejecutivo de Google, Eric Schmidt, quien estuvo estrechamente involucrado con la campaña de reelección de Obama del 2012 y quien es cercano al Partido Demócrata en general, preside el Instituto Broad desde el mes de abril. En marzo, Schimidt le dio al instituto 150 millones de dólares para “conectar la biología con el aprendizaje automático para comprender los programas de la vida”. Durante su periodo en la mesa directiva del Instituto Broad, Schimidt también presidió la Comisión Nacional de Seguridad para la Inteligencia Artificial, un grupo de operarios provenientes, en gran parte, de Silicon Valley, de la inteligencia y el ejército, quienes han trazado la dirección de las políticas del gobierno de Estados Unidos en relación a las tecnologías emergentes y las IA. Schmidt se ha inclinado como un posible jefe de un grupo operativo de la industria tecnología por parte de la administración de Biden.

Anteriormente, en el mes de enero, el Instituto Broad anunció que su plataforma de investigación de la salud, Terra, que fue desarrollada por la filial de Google, Verily, se asociará con Microsoft. Como resultado, Terra le permite a Google y a Microsoft acceder a un vasto tesoro de información genómica que es añadida en la plataforma por académicos e instituciones de investigación de todo el mundo.

Además, en septiembre, Google se unió con el Departamento de Defensa como parte de un nuevo programa de “salud predictiva” impulsado por IA que también tiene vínculos con la comunidad de inteligencia de EE. UU. Aunque inicialmente su enfoque era predecir casos de cáncer, la iniciativa planea de manera clara expandirse para predecir la aparición de otras enfermedades antes de que aparezcan los síntomas, incluido el COVID-19. Como lo indicó Unlimited Hangout en ese momento, uno de los motivos implícitos del programa, desde la perspectiva de Google, fue que la empresa obtuviera acceso al “repositorio más grande del mundo de información médica relacionada a enfermedades y al cáncer” que está en manos de la Agencia de Defensa de la Salud. Tener acceso exclusivo a esta información es una gran ayuda para Google y sus esfuerzos para desarrollar y expandir su creciente conjunto de productos de IA para el cuidado de la salud.

Actualmente, el ejército está poniendo a prueba dispositivos biométricos que tienen relación con el COVID-19 para “regresar al trabajo de forma segura”. En diciembre pasado, se anunció que la Base de la Fuerza Aérea Hill en Utah haría que los dispositivos biométricos fueran una parte obligatoria del uniforme de algunos escuadrones. Por ejemplo, ahora, los aviadores del Escuadrón 649 de Municiones de la Fuerza Aérea deben usar un reloj inteligente fabricado por Garmin y un anillo inteligente fabricado por Oura como parte de su uniforme.

Según la Fuerza Aérea, estos dispositivos detectan indicadores biométricos que luego son analizados por 165 biomarcadores diferentes por el algoritmo de IA de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa/Philips Healthcare que “intenta reconocer una infección o virus cerca de 48 horas antes de la manifestación de los síntomas”. El desarrollo de ese algoritmo comenzó mucho antes de la crisis de COVID-19 y es una iteración reciente de una serie de proyectos de investigación militar que parecen haber empezado bajo el Proyecto de Predicción de Salud y Enfermedades de DARPA de 2007 (PHD, por sus siglas en inglés).

Si bien son de interés para el ejército, estos dispositivos están destinados principalmente para un uso masivo, lo que significa un gran paso hacia la infraestructura necesaria para la resurrección de un programa de biovigilancia controlado por el estado de seguridad nacional. El comenzar la implementación de estos dispositivos con el ejército tiene sentido desde la perspectiva del aparato de seguridad nacional, ya que la capacidad de monitorear datos biométricos, incluidas las emociones, tiene un claro atractivo para quienes administran los programas recientemente ampliados de “amenazas internas” en las fuerzas armadas y para el Departamento de Seguridad Nacional.

Un indicador del impulso para el uso masivo es que el mismo anillo inteligente Oura que utiliza la Fuerza Aérea también fue recientemente utilizado por la NBA para prevenir brotes de COVID-19 entre los jugadores de baloncesto. Antes de la pandemia, los miembros de la familia real británica y el director ejecutivo de Twitter, Jack Dorsey, lo promocionaron para el uso del consumidor con el objetivo de mejorar el sueño. El lunes pasado, el director ejecutivo de Oura, Harpeet Rai, dijo que todo el futuro de la tecnología de dispositivos portátiles de salud prontamente será “proactivo en lugar de reactivo” porque se centrará en predecir enfermedades basándose en datos biométricos obtenidos de los dispositivos en tiempo real.

Otro dispositivo vinculado a las fuerzas armadas que se está utilizando de forma masiva es el BioButton y su predecesor BioSticker. El nuevo y elegante BioButton, producido por la empresa BioIntelliSense, se anuncia como un sistema de dispositivo portátil que es “una solución extensible y rentable para el monitoreo de síntomas de COVID-19 en la escuela, el hogar y el trabajo”. BioIntelliSense recibió 2.8 millones de dólares del Pentágono en diciembre pasado para desarrollar los dispositivos BioButton y BioSticker con el objetivo de combatir el coronavirus.

BioIntelliSense, cofundado y dirigido por el exdesarrollador de Microsoft HealthVault, James Mault, ahora cuenta con sus dispositivos de sensores implementados para un uso generalizado en algunos campus universitarios y hospitales de EE. UU. En algunos de esos casos, los dispositivos de la empresa se están utilizando para monitorear de forma específica los efectos secundarios de la vacuna contra el COVID-19 en contraposición con los síntomas de la enfermedad en sí. Actualmente, BioIntelliSense está realizando un estudio, en asociación con Philips Healthcare y la Universidad de Colorado, sobre el uso de sus dispositivos para la detección temprana de COVID-19, el cual está financiado en su totalidad por el ejército de los Estados Unidos.

Si bien, en estos momentos, el uso de estos dispositivos “se fomenta, pero es opcional” en estas ubicaciones piloto, ¿podría llegar el momento en el que un gobierno o lugar de trabajo los haga obligatorios? No sería inaudito, ya que varios países ya han exigido que las llegadas de extranjeros sean monitoreadas mediante el uso de un dispositivo durante un periodo de cuarentena obligatoria. Santa Lucía utiliza actualmente BioButton para este propósito. Singapur que busca estar entre las primeras “naciones inteligentes” del mundo, le ha dado a cada uno de sus residentes un dispositivo llamado “TraceTogether token” para su programa de rastreo de contactos. El dispositivo token o la aplicación de smartphone TraceTogether son obligatorios para todos los lugares de trabajo, centros comerciales, hoteles, escuelas, centros de atención médica, supermercados y peluquerías. Se espera que aquellos sin acceso a un smartphone usen el dispositivo token “gratuito” entregado por el gobierno.

La era de las dictaduras digitales está cerca

Hacer que los dispositivos portátiles obligatorios sean la nueva normalidad, no solo para la prevención de COVID-19 sino también para el monitoreo de la salud, en general institucionalizaría la cuarentena de personas que no presentan síntomas de alguna enfermedad, gracias a la determinación de un algoritmo poco claro de que los signos vitales indican una actividad “anormal”.

Dado que ninguna IA es 100% precisa y que esto depende de los datos con los que están entrenadas, está garantizado que un sistema de este tipo cometerá errores de forma regular: la pregunta es cuántos. Diagnostic Robotics comercializa un algoritmo de IA que se utiliza para “predecir brotes de COVID-19” en Israel; la tasa de precisión (que probablemente está inflada) que la empresa proporciona para su producto es sólo del 73 por ciento. Eso significa que, según admite la propia empresa, su IA comete errores el 27 por ciento de las veces. Probablemente, es incluso menos precisa, ya que la cifra del 73 por ciento nunca se verificado de forma independiente.

La adopción de estas tecnologías se ha beneficiado por la crisis de COVID-19, ya que sus partidarios están aprovechando la oportunidad para acelerar su incorporación. Como resultado, pronto, su uso se volverá omnipresente si el avance de esta agenda continua sin obstáculos.

Aunque ahora esta promoción por los dispositivos portátiles es clara, las señales de esta agenda eran visibles desde hace varios años. Por ejemplo, en 2018, la aseguradora John Hancock anunció que reemplazaría sus ofertas de seguros de vida con “pólizas interactivas” que involucran a las personas a las que se les monitorea mediante dispositivos comerciales de salud. Antes de ese anuncio, John Hancock y otras aseguradoras como Aetna, Cigna y UnitedHealthcare ofrecieron varias recompensas a los titulares de pólizas que usaban un dispositivo de fitness y compartían esos datos con su compañía de seguros.

En otro ejemplo anterior a la crisis del COVID, el Journal of the American Medical Association publicó un artículo en agosto de 2019 en el que se afirmaba que los dispositivos portátiles “fomentan comportamientos saludables y empoderan a las personas para que se involucren en su salud”. Además, los autores del artículo, que están afiliados a Harvard, afirmaron que “incentivar el uso de estos dispositivos al integrarlos en las pólizas de seguro” puede ser un enfoque político “atractivo”. Desde entonces, el uso de dispositivos portátiles para los titulares de pólizas se ha promovido en gran medida por la industria de seguros, tanto antes como después de la pandemia del COVID-19, y algunos especulan que las aseguradoras de salud pronto podrían exigir su uso en cierto casos como una póliza más amplia.

Sin embargo, estos dispositivos biométricos de “fitness”, como Halo de Amazon, pueden monitorear más que los signos vitales físicos, ya que también pueden monitorear el estado emocional. El programa insignia HOGAR SEGURO de ARPA-H/HARPA revela que la capacidad de monitorear pensamientos y sentimientos es un objetivo ya existente entre quienes buscan establecer esta nueva agencia.

Según el eminente historiador del Foro Económico Mundial, Yuval Noah Harari, la transición a las “dictaduras digitales” tendrá un momento “bastante decisivo” una vez que los gobiernos “comiencen a monitorear lo que ocurra dentro de los cuerpos y cerebros de las personas”. Dice que la adopción masiva de dicha tecnología convertiría a los seres humanos en “animales hackeables”, mientras que aquellos que se abstengan de tener esta tecnología en sus cuerpos se convertirían en parte de una nueva clase “inútil”. Harari también afirmó que los gobiernos utilizarán algún día los dispositivos biométricos para tener como objetivo a las personas que tienen reacciones emocionales “erróneas” hacia los líderes gubernamentales.

Como era de esperar, uno de los mayores seguidores de Harari, Mark Zuckerberg de Facebook, ha hecho que recientemente su empresa desarrolle un dispositivo biométrico y “neuronal” integral basado en la tecnología de una empresa emergente de “interfaz neuronal” que Facebook adquirió en 2019. Según Facebook, el dispositivo “se integrará con RA (realidad aumentada), RV (realidad virtual) y señales neuronales humanas” y está previsto que pronto esté disponible para su comercialización. Facebook también es propietario de la empresa de realidad virtual Oculus Rift, cuyo fundador, Palmer Luckey, ahora dirige a la empresa contratista de IA militar estadounidense Anduril.

Como se informó recientemente, Facebook se formó en sus primeros días para ser un reemplazo del sector privado para el controvertido programa LifeLog de DARPA, el cual buscaba tanto “humanizar” la IA como crear perfiles sobre disidentes nacionales y sospechosos de terrorismo. DARPA también promovió LifeLog como “apoyo a la investigación médica y la temprana detección de una pandemia emergente”.

Parece que las tendencias y eventos actuales muestran que el esfuerzo de décadas de DARPA para fusionar la “seguridad sanitaria” y la “seguridad nacional” ha crecido más que nunca. Esto puede deberse en parte a que Bill Gates, que ha ejercido una influencia significativa sobre las políticas de salud a nivel mundial en el último año, es un defensor desde hace mucho tiempo de fusionar la seguridad sanitaria y la seguridad nacional para frustrar tanto las pandemias como los “bioterroristas” antes de que puedan atacar, como se pudo oír en su discurso de 2017 que tuvo lugar en la Conferencia de Seguridad de Múnich de ese mismo año. El mismo año, Gates también instó de forma pública al ejército de los EE. UU. a “concentrar más formación en prepararse para luchar contra una pandemia global o un ataque bioterrorista”.

En una fusión de “seguridad nacional” y “seguridad sanitaria”, cualquier decisión o mandato promulgado como medida de salud pública podría justificarse como necesario para la “seguridad nacional”, de la misma forma que los abusos masivos y crímenes de guerra que ocurrieron durante la “guerra contra el terrorismo” posterior al 11 de septiembre se justificaron de manera similar por la “seguridad nacional” con poca o prácticamente ninguna supervisión. Sin embargo, en este caso, en lugar de solo perder nuestras libertades civiles y el control sobre nuestras vidas externas, estamos en peligro de perder la soberanía sobre nuestros cuerpos individuales.

Los NIH, que albergarían a este nuevo ARPA-H/HARPA, han gastado cientos de millones de dólares en experimentar con el uso de dispositivos portátiles desde 2015, no solo para detectar síntomas de enfermedades sino también para monitorear las dietas de las personas y el consumo de drogas ilegales. Biden jugó un papel clave en ese proyecto, conocido como la iniciativa de Medicina de Precisión, y destacó por separado el uso de dispositivos portátiles en pacientes con cáncer como parte del programa Cancer Moonshot vinculado a la administración de Obama. El tercer proyecto de investigación sobre salud de la era Obama fue la iniciativa BRAIN de los NIH, que se lanzó, entre otras cosas, para “desarrollar herramientas para registrar, marcar y manipular neuronas definidas de forma precisa en el cerebro vivo” que se determina que están vinculadas a una función “anormal” o una enfermedad neurológica. Estas iniciativas se llevaron a cabo en un momento en el que Eric Lander era el copresidente del Comité de Asesores del Presidente en Ciencia y Tecnología de Obama mientras aún dirigía el Instituto Broad. No es una coincidencia que Lander ahora sea el principal asesor científico de Biden, promovido a un nuevo puesto a nivel de gabinete y preparado para guiar el rumbo de ARPA-H/HARPA.

Por lo tanto, la agencia que Biden anunció de forma reciente, si el Congreso la aprueba, integraría esas iniciativas pasadas de la era Obama con aplicaciones orwellianas en un mismo paquete, pero con incluso menos supervisión que antes. También buscaría expandir e incorporar el uso de estas tecnologías y potencialmente avanzar hacia el desarrollo de políticas que obliguen su uso.

Si ARPA-H/HARPA se aprueba por el Congreso y finalmente se establece, se utilizará para resucitar agendas peligrosas y de larga data del estado de seguridad nacional y sus contratistas de Silicon Valley, mediante la creación de una “dictadura digital” que amenaza la libertad humana, la sociedad humana y potencialmente la definición misma de lo que significa ser humano.

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