Por Eliana Gilet, Sputnik News, 23 de febrero del 2021.

Hoy, el maíz transgénico —el maíz amarillo— entra a México desde Estados Unidos, dónde el 90% de la producción de este cereal se hace con semillas genéticamente modificadas para interactuar de diversa manera con el entorno: las más comunes vuelven a las semillas inmunes al herbicida glifosato (Maíz RR) y otras, por ejemplo, resistente a algunos insectos, como los lepidópteros (Maíz Bt).
Aunque existe un puñado limitado de cultivos que han logrado ser registrados como transgénicos (como las modificaciones en el maíz, soya, algodón, alfalfa), el uso de los herbicidas asociados a ellos se masificaron hacia cultivos que no los son.
La tecnificación del trabajo agrícola es el elemento que completa la tríada que sostiene al agronegocio: semillas genéticamente modificadas, agro-químicos y siembra directa. Gracias a la promoción de la siembra directa como forma de producir, se puede concentrar en un solo trabajador la cobertura de grandes extensiones de tierra, que antes requerían muchas personas, ahora sustituídas por maquinaria y químicos. Así, se operó un cambio en la estructura laboral del trabajo agrícola, aparejado a la difusión del modelo industrial de transgénicos y agroquímicos.
Aunque se asume que el maíz transgénico al entrar en México se utiliza como alimento de engorde para granjas animales, no está descartado que llegue por vías alternas al consumo humano.
Según confirmó a Sputnik el subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Suárez, se desconoce el rumbo que esos maíces toman en la industria agroalimentaria mexicana.

“Los transgénicos entran al consumo humano a través del consumo de alimentos de origen animal y por otras vías, puesto que no hay una correcta trazabilidad de estos maíces importados, y no estamos seguros que no se estén también desviando al consumo humano”, señaló.

En 2017, un estudio realizado por la científica Elena Álvarez-Buylla, del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), probó que en el 90,4% de las tortillas que consumen los mexicanos contienen “secuencias” de maíz transgénico; así como el 82% de las tostadas, harinas, cereales y botanas que son otras de las variadas formas de consumir cotidianamente el maíz en México.
Álvarez-Buylla es la actual titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), una de las tres instancias principales que tendrán a su cargo el proceso de “sustitución del glifosato”, que se estableció por decreto presidencial el 31 de diciembre de 2020 y pone como plazo al 31 de enero de 2024 para cumplir este propósito.

Autosuficiencia y soberanía

El subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria explicó en diálogo con Sputnik que actualmente México tiene una producción suficiente de maíz blanco para consumo local, pero al mismo tiempo sufre un déficit de maíz amarillo que por eso se importa desde Estados Unidos —el transgénico— . Este es permitido únicamente para ser usado como alimento de ganado o insumo industrial ultra procesado.
“Sin embargo, en México tenemos un gran potencial productivo. Por un lado, tenemos 8 millones de hectáreas que producen anualmente 28 millones de toneladas de maíz, mientras se importan 16 millones de toneladas desde Estados Unidos. Estamos haciendo un esfuerzo de acompañamiento técnico y financiamiento a la producción para subir nuestros rendimientos de maíz de 3,5 toneladas por hectárea a 5,4 toneladas”, detalló el subsecretario mexicano.
Según el cálculo de Suárez Cabrera, ese aumento del rendimiento nacional por hectárea proyectado hacia el año 2024, “permitirá pasar de 28 millones de toneladas que producimos hoy, a 40 o 42 millones de toneladas con las que sustituir las importaciones de maíz amarillo”.
El otro punto importante de esa proyección hacia la autosuficiencia del maíz mexicano tiene que ver con la semilla, dado que existe una puja entre el avance de las genéticamente modificadas —que cobran regalías y patentes por el “conocimiento” que llevan en su interior— y la amplia diversidad de semillas de maíz que tiene México, por ser centro de origen de este cultivo que sus ancestros domesticaron para la humanidad y por eso, contiene todo el abanico genético de esta planta en sus variedades autóctonas.
“Además de la riqueza genética del maíz también tenemos un cuerpo de genetistas y fito-mejoradores mexicanos de primera línea, que complementan la estrategia de incrementar de producción de maíces forrajeros para el sector pecuario e industrial que eventualmente, nos permita ir sustituyendo esas 15 o 16 toneladas de maíz amarillo importado, que en su totalidad es transgénico”, apuntó Suárez a este medio.
Pero sobre todo, mencionó como impulso el decreto presidencial que instruye una transición hacia el 2024, “para que en las mesas de los mexicanos no haya alimentos producidos con maíz transgénico”, señaló.

El Gisamac

El Grupo intersecretarial de salud, medio ambiente y competitividad (Gisamac) es el “mecanismo de coordinación que está impulsando un cambio estructural en el sistema agroalimentario y nutricional de México”, expicó Suárez Cabrera.
El subdirector de la Secretaría de Agricultura tiene un activo papel público en la promoción del “fin de la Revolución verde“, y apuntó que esta tarea no puede ser asumida únicamente por una única dependencia del Estado, sino que por su magnitud, los problemas de agricultura y alimentación “son transversales, transdisciplinarios y para enfocarlos en su complejidad, requieren esta coordinación”.
El Gisamac fue iniciado por Suárez desde la Secretaría de Agricultura, el salido Víctor Toledo lo hacía por la Secretaría de Medio Ambiente —que ahora está en manos de María Luisa Albores— y Hugo López Gatell, por la Secretaría de Salud.
Suárez Carrera expresó que desde el Gisamac se “busca construir un nuevo sistema agroalimentario y nutricional con cuatro características ineludibles: que sea justo, saludable, sustentable y competitivo”.
Apuntó que a partir de la elaboración conjunta de un diagnóstico del problema agroalimentario de México, el grupo intersecretarial trazó una estrategia de transformación a mediano plazo. En esa línea se conjuntan el nuevo etiquetado frontal de alimentos ultraprocesados y bebidas altas en azúcares añadidos y luego, el decreto del glifosato y el maíz transgénico.
En el horizonte inmediato señaló la adopción de medidas de regulación de la sobre-explotación de los mantos acuíferos en México, “ordenar el desorden que prevalece en la administración del agua y su abastecimiento en todas las regiones marginadas del país”; también el fomento de mercados locales de producción y consumo de alimentos frente a las largas cadenas de traslado y distribución; así como la inclusión de educación en salud alimentaria en niveles básicos y primaria de escuela y la regulación de la publicidad de los alimentos dirigidos a los niños.
A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.