Por Alejandro Calvillo, Sin Embargo, 28 de enero del 2021.

¿Por qué los gobiernos no hablan del daño de los productos ultraprocesados y las bebidas azucaradas al sistema inmunológico durante la pandemia del coronavirus SARS COV 2? ¿Por qué no lo hacen si la OMS y un gran número de publicaciones científicas recomiendan, frente a la pandemia, una alimentación libre de una serie de ingredientes presentes en los ultraprocesados y estas bebidas que provocan procesos inflamatorios y debilitan el sistema inmunológico?  Sin duda, existen verdades que no se dicen por la reacción que pueden generar entre los intereses creados. No se trata de afirmar que una alimentación saludable garantiza la protección frente a la COVID-19, pero sí existe evidencia que demuestra que puede ayudar a que su impacto no sea tan severo y sus secuelas puedan ser también menores.

Una alimentación saludable, basada en alimentos frescos, con suficientes vegetales, frutas, granos enteros y algunos productos de origen animal, reduce el riesgo de obesidad, diabetes, hipertensión, diversos tipos de cáncer y fortalece el sistema inmunológico frente a enfermedades. Todas las condiciones anteriores reducen el riesgo de sufrir COVID-19 en grados graves o morir.

La Organización Mundial de la Salud ha establecido una serie de recomendaciones para la alimentación durante la pandemia estableciendo que “una buena nutrición es crucial para la salud, particularmente en tiempos cuando el sistema inmune necesita actuar” ( https://cutt.ly/xj7BJVw ).  Nos sorprendemos al enterarnos que personas mayores que se han mantenido recluidas y con fuertes medidas de distanciamiento, siguiendo todas las recomendaciones, han sido contagiadas y han perdido la vida; mientras jóvenes sin cuidados no han sido contagiados o han sido contagiados sin sufrir importantes malestares. La fortaleza del sistema inmune determina, en gran medida, el grado de vulnerabilidad a esta enfermedad.

Al parecer, basta la exposición a una carga viral baja para que una persona con un sistema inmune debilitado por la edad, por una enfermedad crónica, por una pésima alimentación, sufra consecuencias graves. Esto explicaría por qué constatamos, en muy diversos casos, que personas mayores o con enfermedades crónicas han sido infectadas y se han puesto graves o mueren, sin que podamos identificar cuál fue la causa del contagio. En ese escenario la infección pudiera venir, por ejemplo, transmitida a través de la superficie de objetos. Todo indica que una persona con un sistema inmune fuerte podría, incluso, no sufrir una infección por una carga viral baja y requerir una carga viral mayor para enfermar. Sin duda, con el tiempo veremos evidencia de la relación entre el estado del sistema inmune y la dimensión de la carga viral. Tampoco planteamos que una persona con un sistema inmune fuerte no puede ser infectado, para nada, lo que se indica es que puede tener resistencia a cargas leves y que al ser infectado por una carga mayor tiene menor riesgo de desarrollar estados graves y secuelas por la COVID-19.

Los datos sobre el mayor riesgo de muerte por la COVID-19 para las personas con obesidad, diabetes, cáncer, hipertensión, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, entre otras enfermedades crónicas, reiteran cómo las personas con sistemas inmunes comprometidos, debilitados, tienen menos posibilidades de sobrellevar la enfermedad.

Si uno revisa las causas de la obesidad encuentra, sin duda alguna y como central, el cambio en la dieta hacia alimentos y bebidas ultraprocesados. Si uno revisa la causa central de la diabetes encuentra a la obesidad y, en muchos casos, sin pasar por la obesidad, el alto consumo de ultraprocesados y bebidas azucaradas. Y lo más común es encontrar que personas con diabetes, a los que popularmente se dice que “les dio el azúcar”, han sido altos consumidores de bebidas azucaradas. Y si uno pregunta que bebida consumían o consumen, no se trata de agua casera de limón o de frutas, la mayoría declara que Coca Cola y habla de una relación claramente adictiva con esa bebida. Pero de eso no se puede hablar abiertamente, está el poder de la refresquera y su embotelladora principal, poder económico convertido en político a través de muchos medios y personajes.

Se estima que el consumo de bebidas azucaradas en México se asocia con 40 mil muertes anuales, más muertes que las presentadas en los primeros seis meses de la COVID-19 (Mortality attributable to sugar sweetened beverages consumption in Mexico: an update. International Journal of Obesity. 2019). Y aún no tenemos idea de cuál es el efecto del alto consumo de bebidas azucaradas entre los mexicanos sobre su sistema inmunológico y sus consecuencias frente a la COVID-19. Lo que sí sabemos es que la azúcar añadida provoca inflamación crónica y reducir su consumo es una de las primeras recomendaciones para la alimentación en tiempos de la pandemia por parte de la OMS. También sabemos que más del 70 por ciento de los azúcares añadidos en la dieta de los mexicanos viene por el consumo de bebidas azucaradas. ¿No debería haber una recomendación pública de no consumir estas bebidas en los tiempos de la pandemia?.

Esa recomendación se trató de presentar oficialmente hace 12 años. En 2008, la Secretaría de Salud presentó las Recomendaciones de Bebidas para la Población Mexicana que tenía como forma de difusión la llamada “Jarra del Buen Beber”. La “Jarra” establecía que no se recomendaba el consumo de bebidas azucaradas. Es decir, hace ya varios años que se intentó dar esa recomendación de manera oficial. Las decenas de miles de materiales gráficos con la “Jarra del buen beber”, impresos para ser repartidos por todo el país y desplegarse en espacios públicos y hacer llegar estas recomendaciones a la población en general, se quedaron almacenados. La muy fuerte reacción de las corporaciones refresqueras y embotelladoras, que se respaldaron en posiciones “académicas” de académicos de FUNSALUD, una asociación patrocinada por Nestlé, y el cabildeo directo en la Presidencia, obligaron a Salud a dejar la “Jarra del Buen Beber” bien resguardada. Pocos años después seríamos reconocidos como los mayores consumidores de bebidas azucaradas y de productos de Coca Cola en el mundo.

Entre las medidas de prevención frente a la pandemia, además del quedarse en casa, mantener la sana distancia, el aseo de manos, debería destacarse, como fundamental, el fortalecimiento del sistema inmune. Como lo indica la OMS, para el fortalecimiento del sistema inmune se requiere una alimentación saludable, basada en alimentos frescos y naturales, muchos de ellos con cualidades antiinflamatorias y con fitoquímicos, vitaminas y minerales que fortalecen el sistema inmune. Lo contrario son los ultraprocesados y las bebidas azucaradas que no sólo, con sus altos contenidos de azúcares, sodio y grasas saturadas, aumentan los procesos inflamatorios que desgastan al sistema inmune, también desplazan el consumo de los alimentos de verdad y sus beneficios.

Sin embargo, estos tiempos de confinamiento dificultan el acceso a alimentos frescos y naturales, volviendo más accesible la comida chatarra y los productos listos para comer. Pero también, en algunos otros casos, el confinamiento lleva a las personas a estar más tiempo en el hogar con la posibilidad de volver a cocinar. Cocinar es lo más recomendable, preparar platillos en casa a partir de alimentos naturales y no de productos ultraprocesados. Si uno no puede hacerlo, puede organizarse con otras personas para que lo que se coma venga de la cocina y no de la fábrica.

Cuando advertimos que los gobiernos no hablan de la necesidad de fortalecer el sistema inmunológico con una alimentación saludable basada en alimentos frescos y naturales, señalamos como causa central la reacción que puede generar esta información de parte de las grandes corporaciones de alimentos y bebidas. Antes de la pandemia, el gobierno actual y, en específico, la Secretaría de Salud, comenzó a exponer el daño de los ultraprocesados y las bebidas azucaradas entre la población mexicana, refiriéndose a su responsabilidad en las epidemias de obesidad y diabetes que ya habían rebasado al sector salud. El sistema ya había abandonado a las personas que requerían diálisis, no tenía los recursos para asistirlas. Debe reconocerse que la pandemia llegó a un país con un sistema de salud colapsado y con una población sufriendo una de las mayores epidemias de obesidad y diabetes en el mundo.

Al entrar este gobierno y proponer enfrentar con políticas públicas las epidemias de obesidad y diabetes, siguiendo las recomendaciones de la OMS, dirigidas a bajar el consumo de comida chatarra y bebidas azucaradas con etiquetados de advertencia, salida de las escuelas de estos productos y prohibir su publicidad a niños, se desato una campaña por todos los medios bajo la influencia de las grandes corporaciones contra su principal promovente en la Secretaría de Salud, el Dr. López Gatell. Las grandes asociaciones empresariales lanzaron una campaña contra esas políticas y quienes la promovían.

Con la llegada de la pandemia, exsubsecretarios y exsecretarios de salud que no habían atendido las recomendaciones de la OMS frente a las epidemias de obesidad y diabetes en México, y que de hecho habían actuado en contra de estas recomendaciones, se sumaron a las críticas al Dr. López Gatell por el manejo de la propia pandemia.

El “Quédate en Casa” como recomendación general para la población, la específica de recluirse en caso de presentar síntomas o en caso de dar positivo a la prueba de COVID-19, generan estrés y el estrés lleva, generalmente, a buscar satisfactores. Los ultraprocesados que están diseñados para ser hiperpalatables, con mucha azúcar, sal, grasas, cumplen esa función. Con menos acceso a alimentos frescos y naturales y con un ambiente estresante, el consumo de chatarra y bebidas azucaradas tiende a aumentar y con ello se debilita el sistema inmune, con ellos aumenta el peso y se agudizan las enfermedades crónicas no transmisibles.

Para dar un ejemplo de los impactos en el organismo del consumo de estos productos en el corto plazo, mencionamos el estudio de la Dra. Kimber Standhope de la Universidad de California, que demostró que a sólo tres semanas de iniciar el consumo diario de una lata de refresco se registraron aumentos en indicadores de riesgo para enfermedades cardiovasculares en triglicéridos, colesterol LDL, apolipoproteína B y CIII y ácido úrico ( https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4441807/ ). No se trata de sobrepeso u obesidad o de diabetes, alcanzadas a lo largo de varios años, se trata de un efecto inmediato que tiene sobre el organismo el consumo de estas bebidas.

La inflamación es una reacción de nuestro sistema inmune a un agente que es identificado por nuestro organismo como una agresión. El azúcar, el exceso de sal, de grasas saturadas, de harinas refinadas, de una larga lista de ingredientes presentes en los productos ultraprocesados, daña el sistema inmune a través de la inflamación o de otros mecanismos, como afectar la microbiota intestinal. La microbiota intestinal es el corazón de nuestro sistema inmunológico y existe, cada vez más, evidencia de que además del azúcar añadida, el exceso de sal y de grasas saturadas, muy diversos ingredientes sintéticos presentes en los alimentos ultraprocesados, como edulcorantes no calóricos y conservadores, la dañan.

La dinámica del contagio del virus SARS-CoV-2 y su severidad o no, no es del todo conocida, nos falta mucho por aprender. Responde a muy diversas variables, pero sabemos que una muy importante es el estado de nuestro sistema inmune y tenemos el conocimiento para fortalecerlo. Lo anterior con consciencia plena de que hay muchas otras variables.

A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.