Por Dr. Joseph Mercola, Mercola, 22 de noviembre del 2020.

HISTORIA EN BREVE

  • El 18.1 % de las personas diagnosticadas con COVID-19 también recibieron su primer diagnóstico psiquiátrico entre los 14 a 90 días posteriores a la enfermedad. Los trastornos más comunes fueron ansiedad, insomnio y demencia
  • Se estima que el 10 % de las personas tratadas por COVID-19 reportan fatiga, dificultad para respirar, confusión mental o dolor crónico durante tres semanas o más. Esto sucede incluso entre las personas con casos leves de COVID-19
  • Los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) demuestran que la tasa de personas con COVID-19 que desarrollan secuelas después de recuperarse de un caso grave puede llegar hasta el 45 %
  • Muchas personas recuperadas de casos graves de COVID-19 cumplen los criterios de diagnóstico de encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC), que se ha relacionado con infecciones virales
  • De acuerdo con una guía de tratamiento, muchas de los enfermos “de largo plazo” se recuperan de manera espontánea, con la ayuda de tratamientos holísticos, descanso, tratamiento sintomático y aumento gradual de actividades

Es posible que haya observado informes sobre personas con COVID-19 que no son capaces de recuperarse por completo. Algunos se quejan de fatiga crónica, mientras que otros tienen problemas de salud mental.

De hecho, un estudio de la Universidad de Oxford publicado el 9 de noviembre de 2020 en The Lancet Psychiatry, encontró que el 18.1 % de las personas diagnosticadas con COVID-19 también recibieron su primer diagnóstico psiquiátrico entre los 14 y 90 días posteriores a la enfermedad. Los trastornos más comunes fueron ansiedad, insomnio y demencia. También se observó una tendencia similar después de la reinfección.

Resulta curioso que, también se encontró que las personas con enfermedades mentales preexistentes tenían una probabilidad 65 % mayor de ser diagnosticadas con COVID-19 que las personas que no tenían un problema preexistente.

Ahora bien, aunque esto puede sonar aterrador, quisiera señalar que, no es sorprendente que recibir el diagnóstico de esta enfermedad genere ansiedad e insomnio en muchas personas gracias al miedo relacionado con el COVID-19. No significa que las personas terminen con un trastorno psiquiátrico crónico. Solo nos dice que recibir un diagnóstico de esta enfermedad genera mucho estrés, incluso si no desarrolla síntomas.

Sin embargo, la relación con la demencia es interesante y es probable que deba investigarse más a fondo. Esto también aplica si tiene un problema de salud mental preexistente. Es posible que las personas que padecen depresión, ansiedad y trastornos similares tengan mayores probabilidades de realizarse la prueba de COVID-19 y reciban diagnósticos falsos positivos.

Como se comentó en “Asymptomatic ‘Casedemic’ Is a Perpetuation of Needless Fear”, las pruebas masivas de personas asintomáticas no son de utilidad ya que la prueba no puede diferenciar entre una infección activa y la presencia de virus inofensivos. Solo hace que la pandemia parezca más grave de lo que es.

Dicho esto, los casos graves de COVID-19 van a tener consecuencias mentales. De acuerdo con lo informado por un hombre de 40 años que al parecer experimentó secuelas por el COVID-19, después de tres semanas de fatiga, comenzó a sentirse “muy abrumado” y durante las siguientes 72 horas, “se sintió muy mal, al borde de no ser capaz de afrontarlo”.

Dice que “se sentía agotado física y mentalmente”, Lo cual podría ser causado por una enfermedad grave. Dice que le tomó casi ocho semanas sentirse “cerca de lo normal”, pero incluso entonces, todavía sentía “fatiga hasta el punto de tener que dormir durante el día y no poder hacer ejercicio”.

Enfermos “de largo plazo” de COVID-19

El caso anterior no es el único que informa estos síntomas. Se estima que el 10 % de las personas tratadas por COVID-19 informan fatiga, dificultad para respirar, confusión mental o dolor crónico durante tres semanas o más. Este fenómeno ocurre incluso entre personas con casos leves de COVID-19.

Los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) demuestran que la tasa de personas con COVID-19 que desarrollan secuelas después de recuperarse de un caso grave puede llegar al 45 % Solo el 65 % de las personas reportan haber superado la enfermedad en su totalidad entre 14 a 21 días después de recibir un resultado positivo.

El siguiente diagrama, publicado en el European Respiratory Journal, es una herramienta que mide su estado funcional a lo largo del tiempo después de recuperarse del COVID-19.

estado funcional a lo largo del tiempo después de recuperarse del COVID-19

Guía de tratamiento después del COVID-19

La buena noticia es que, de acuerdo con un artículo publicado el 11 de agosto de 2020 en The BMJ, que ofrece orientación después del COVID-19, muchas de estas personas se recuperan de manera espontánea, “con la ayuda de un tratamiento holístico, reposo, tratamiento sintomático y aumento gradual de la actividad”. Para apoyar la recuperación, el artículo sugiere lo siguiente:

“Deben tratar a los pacientes de forma pragmática y sintomática y enfatizar el tratamiento holístico mientras se evita la investigación excesiva. Es posible tratar la fiebre con paracetamol o medicamentos antiinflamatorios no esteroideos.

El seguimiento del estado funcional de personas recuperadas con COVID-19 aún no es una ciencia cierta. Se desarrolló una escala del estado posterior al COVID-19, pero no se validó de manera formal.

Al parecer, no es necesaria la rehabilitación especializada para la mayoría de las personas, quienes pueden esperar una mejora gradual en los niveles de energía y disnea, con la ayuda de una mejor priorización y establecimiento de objetivos.

En nuestra experiencia, la mayoría de las personas que no ingresaron al hospital, se recuperan bien con cuatro a seis semanas de ejercicio aeróbico ligero (como caminar o Pilates), al aumentar la intensidad según la tolerancia. Las personas que tienen regresar a trabajar podrían necesitar apoyo para regresar de manera paulatina”.

El siguiente gráfico de dicho artículo de BMJ (solo disponible en inglés) ofrece un resumen visual de la evaluación y el tratamiento recomendados para personas con síntomas persistentes después de recuperarse de un caso grave de COVID-19.

Guía de tratamiento después del COVID-19

Fatiga crónica en primer plano

De acuerdo con lo informado por la revista Time, últimamente se ha enfocado en las personas con COVID-19 que reportan tener fatiga persistente, encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC, por sus siglas en inglés). Parece que muchas de estas personas cumplen con los criterios de diagnóstico de EM/SFC, que se ha relacionado con infecciones virales.

Durante años, se ignoraba a las personas con EM/SFC por fingirlo. A muchos se les dijo que “todo estaba en su cabeza”. El hecho de que las personas con COVID-19 ahora reporten el mismo problema refuerza la teoría de que el EM/SFC está relacionado con algún tipo de infección crónica.

“Existen cada vez más personas que se enferman y lo externan, lo suficiente como para llamar la atención de los científicos, los medios de comunicación y el público en general”, escribe la revista Time.

“Muchas de estas personas obtuvieron un resultado positivo por COVID-19 para consolidar un caso de que el coronavirus se está convirtiendo en EM/SFC. La afluencia de nuevos pacientes podría ayudar a descubrir por qué una enfermedad viral puede perdurar tanto.

Aunque existen muchas teorías en el mundo de la investigación sobre el EM/SFC, el [Dr. Anthony] Komaroff [quien trata esta enfermedad en el Hospital Brigham and Women’s de Boston] considera que la causa se remonta a una parte del cerebro que se activa al estar enfermo, que es la parte que agota la energía y el apetito para que el cuerpo pueda concentrar toda la energía eliminando la enfermedad.

“Esta parte se activa, pero por alguna razón nunca se desactiva”, dice Komaroff. Los nuevos esfuerzos de investigación desarrollados por la pandemia podrían ayudar a determinar si eso es lo que está sucediendo”.

En mayo de 2020, el representante de Maryland, Jamie Raskin presentó un proyecto de ley para proporcionar fondos para estudiar la relación entre el SARS-CoV-2 y el EM/SFC. La Cámara de Representantes de los Estados Unidos aún no aprueba el proyecto de ley HR 7057 (Ley UCS EM/SFC). No cuenta con un proyecto de ley correspondiente en el Senado. Sin embargo, ya están en marcha los estudios, mientras que las “personas con secuelas de COVID-19” pueden ofrecerse como voluntarios en You + ME.

Sin embargo, continúa existiendo un obstáculo importante: Pocos médicos están tan familiarizados con el EM/SFC como para tratar a las personas. Si la pandemia resulta en una afluencia masiva de personas con EM/SFC, el sistema médico estará mal equipado para manejar la situación y muchas personas sufrirán. De acuerdo con la revista Time:

“El [Dr. Ron] Tompkins, [un cirujano del Hospital General de Massachusetts que investiga el EM/SFC], añade que cualquier progreso dependerá de que los médicos determinen que el coronavirus puede convertirse en EM/SFC, en lugar de separar el síndrome post-coronavirus.

“Sería perjudicial hacer que las secuelas del COVID sean algo especial”, porque las personas con EM/SFC no compartirían los beneficios. ‘No creo que haya ni una mínima diferencia entre ambas’, añade”.

La relación con el intestino

Aunque la medicina convencional no tiene una cura para las personas con EM/SFC, existe evidencia convincente que sugiere que la salud intestinal es importante para esta enfermedad. La investigación publicada en 2017 relacionó tanto la fatiga crónica como el Parkinson con las bacterias intestinales.

Las personas con EM/SFC tienen un microbioma intestinal muy diferente a los de las personas sanas, según lo determinado por la secuenciación en serie del ARN bacteriano, mientras que la investigación encontró que entre el 35 % y el 90 % de las personas con EM/SFC “reportan malestar abdominal consistente con el síndrome del intestino irritable”.

En noticias relacionadas, los investigadores también descubrieron una relación entre el COVID-19 y los problemas intestinales. Una razón de esto es que el SARS-CoV-2 utiliza el receptor ACE2 para ingresar a la célula, mientras que la mayor cantidad de receptores ACE2 se encuentra en las células que recubren el intestino.

De acuerdo con una revisión, el 18.6 % de las personas con COVID-19 tenían síntomas gastrointestinales como diarrea, náuseas y vómitos. En otro estudio, hasta el 50.5 % de las personas con COVID-19 ingresados en el hospital tenían uno o más síntomas digestivos.

El dolor abdominal es poco común con solo 1.9 %, mientras que las teorías de por qué el COVID-19 causa dolor de estómago incluyen inflamación de los nervios en el intestino o pérdida repentina de suministro de sangre a los órganos abdominales que resulta en la muerte del tejido.

Por cierto, también se sabe que el microbioma intestinal influye en la salud mental y se ha relacionado con la depresión y la ansiedad, mientras que una gran parte del sistema inmunológico reside en el intestino.

Todas estas relaciones entre la infección viral, los problemas intestinales, los problemas de salud mental, la función inmunológica y la EM/SFC sugieren que restaurar la salud intestinal puede ser una estrategia importante si contrae el COVID-19.

Cómo mejorar su salud intestinal

Para mejorar el microbioma intestinal, es importante considerar las siguientes recomendaciones. He hablado con el científico Rodney Dietert sobre las relaciones entre el COVID-19 y la salud intestinal y la importancia del intestino para un mejor funcionamiento del sistema inmunológico.

  • Evite los aceites vegetales procesados (grasas poliinsaturadas o PUFA), ya que promueven la inflamación, dañan el endotelio (las células que recubren los vasos sanguíneos) y las mitocondrias y reducen las defensas antioxidantes al eliminar el glutatión del hígado. Para obtener mayor información, consulte mi artículo “Consecuencias del consumo de aceites vegetales para la salud“.
  • Evite los alimentos procesados y las carnes de animales criados de manera convencional, ya que consumen alimentos con pequeñas dosis de antibióticos, genéticamente modificados y cultivados con glifosato, que se sabe que elimina muchas bacterias beneficiosas.
  • Aumente su consumo de fibra soluble e insoluble. Los ácidos grasos de cadena corta producidos por bacterias que se alimentan de fibra vegetal son los comunicadores epigenéticos más importantes. Es decir, se comunican con el ADN y protegen al cuerpo de una serie de enfermedades diferentes. Si consume un suplemento de fibra, es importante que no esté procesado, como el psyllium orgánico de cáscara entera. La fibra procesada no ofrece lo que las bacterias necesitan.
  • Evite el agua clorada o fluorada y el jabón antibacterial, ya que eliminan las bacterias saludables.
  • Consuma muchos alimentos fermentados de manera tradicional, como lassi, natto, vegetales fermentados y productos lácteos orgánicos de vacas alimentadas con pastura, como kéfir y yogur, e incluya un suplemento probiótico. Esto es muy importante después de consumir antibióticos.

Consejos adicionales

Además de tratar la salud intestinal, existen muchas otras estrategias que pueden ser beneficiosas para el EM/SFC, y otras que parecen muy beneficiosas para prevenir y tratar el COVID-19. Las estrategias de tratamiento para el EM/SFC incluyen, pero no se limitan a:

  • Hacer ejercicio, al enfocarse en aumentarlo de manera progresiva. El ejercicio ligero, como el yoga, también puede ser un excelente complemento para su programa, además puede beneficiar el cuerpo y mente.
  • Consumir suplementos con nutrientes importantes para la síntesis celular, como ubiquinol, que es la forma reducida de CoQ10 y D-ribosa, un componente básico del ATP.
  • Consumir alimentos ricos en precursores de glutatión, azufre y selenio para estimular la producción de glutatión. El glutatión es uno de los antioxidantes más importantes del cuerpo y un agente importante para realizar la desintoxicación natural. La deficiencia de glutatión también parece ser diferente en el COVID-19 y se ha relacionado con una mayor gravedad.
  • Restringir el periodo de consumo de alimentos a un período de seis a ocho horas. Es importante que su última comida sea al menos tres horas antes de acostarse. La razón por la que debe evitar comer a altas horas de la noche está relacionada con la producción de energía del cuerpo.
  • Abordar su salud mental. Se recomienda probar las técnicas de libertad emocional (EFT, por sus siglas en inglés) para ayudar a normalizar los circuitos bioenergéticos. Los eventos traumáticos pueden dejar “bloqueos de energía” durante muchos años, que luego interfieren con la salud en general, incluyendo la función inmunológica. Ahora, existen muchas técnicas diferentes que pueden aplicarse, pero EFT es mi favorita, además, es fácil de aprender y aplicar.

Por último, las recomendaciones que pueden ayudar a prevenir y tratar el COVID-19, tanto a corto como a largo plazo, incluyen las siguientes. Algunos de estos también se relacionan con el EM/SFC, mientras que otros no:

Mejore la sensibilidad a la insulina por medio de una alimentación rica en grasas saludables y baja en carbohidratos procesados, al implementar un horario de alimentación restringida y evitar comer durante al menos tres horas antes de dormir.

La investigación demuestra que la resistencia a la insulina es un factor de riesgo primario e independiente para los casos graves de COVID-19, lo que es lógico si se considera que aumenta la inflamación y disminuye la función inmunológica. Para mayor información lea el artículo: “La pandemia de la resistencia a la insulina“.

Las cetonas, que se producen con una dieta cetogénica cíclica o ayuno intermitente, también parecen ser muy beneficiosas para combatir el COVID-19, lo que brinda más apoyo a estas estrategias de estilo de vida.

Consuma los siguientes suplementos:

Lumbroquinasa. Una enzima que ayuda a combatir los coágulos sanguíneos (otro síntoma relacionado con el COVID-19) y descompone las biopelículas relacionadas con la enfermedad de Lyme, una infección también relacionada con el EM/SFC.

Quercetina y zinc. Al igual que la hidroxicloroquina, la quercetina ayuda a transportar el zinc a la célula, lo que detiene la replicación viral. Las personas con COVID-19 y menores niveles de zinc tienen un mayor riesgo de obtener un mal pronóstico y morir.

La quercetina también estimula el interferón tipo 1, que envía señales a las células infectadas para que produzcan proteínas que impiden la replicación del virus. Además, la quercetina funciona de forma sinérgica con la vitamina C, que es otro tratamiento preventivo para el COVID-19.

Vitamina D. Más del 80 % de las personas con COVID-19 presentan una deficiencia de vitamina D, mientras que la evidencia respalda de manera abrumadora la idea de que aumentar su nivel de vitamina D por encima de 40 ng/mL puede ayudar a prevenir la infección por SARS-CoV-2, reducir la gravedad, disminuir el riesgo de muerte y mejorar los resultados en general.

Utilice peróxido de hidrógeno nebulizado. El peróxido de hidrógeno nebulizado en los senos nasales, la garganta y los pulmones es una manera simple y directa de aumentar la expresión natural de peróxido de hidrógeno del cuerpo para combatir infecciones y se puede usar tanto para prevenir como para tratar casos leves, moderados e incluso graves.

Adquiera un nebulizador, peróxido de hidrógeno de grado alimenticio y un poco de solución salina. De esa manera, puede comenzar el tratamiento en casa frente a las primeras señales de una infección respiratoria. Recuerde que es importante diluir el peróxido de hidrógeno hasta alcanzar una dilución del 0.1 %.

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