Por Ollantay Itzamna, Ollantay Itzamna, 25 de mayo del 2020.

En el país donde radico, con una histórica ausencia de sistema de salud, el contagio creciente de COVID19 se intenta frenar a base del sacrificio de la población más sacrificada. Familias, comunidades, municipios completos se “auto aislaron”, incluso antes de la declaratoria del “toque de queda” del gobierno central porque el miedo se propagó incluso más rápido que el virus.

¿Qué hace el gobierno por los pueblos y comunidades indígenas y campesinas? Prohibir el traslado de la comida que producen los campesinos hacia las ciudades bajo el argumento de “toque de queda”, ante el envidiable libre albedrío empresarial. Eso sí, ya endeudó al país a niveles históricos “para hacer frente a la pandemia”. Aquí, cada ciudadano ya nace con una deuda pública del equivalente a $1,400, buena parte de este dinero ya fue o es destinado para salvar a las empresas en tiempos de COVID19.

Los perniciosos medios corporativos hacen creer a la población que el principal responsable de la propagación del coronavirus es la población que “no se queda en su casa”, los cuentapropistas, los ambulantes. Esta falacia inocula el gobierno central en el imaginario colectivo de los pueblos, y los hace sentir culpables. Pero, lo cierto es que las grandes empresas maquileras, comerciales, agroindustriales, hidromineras… no han parado sus actividades en estos tiempos de pandemia.

En días recientes, el gobierno intentó culpar a un trabajador de una maquila del contagio del COVID19 a 201 trabajadores en dicha empresa. Y lo más preocupante, no cerró  actividades dicha empresa, ni se aisló dicha jurisdicción territorial. En días anteriores, en un Municipio indígena apareció un indígena infectado, y el gobierno “encerró” a todo el Municipio por varios días. ¿No es esto una exacerbación del racismo institucionalizado en tiempos de pandemia en un país multicultural?

Las y los excluidos, los condenados a sobrevivir sin sistemas de sanidad, sin seguro médico… hacen e hicieron un “sacrificio casi estoico” de encerrarse en sus casas y covachas por más de dos meses. Comunidades completas que subsiste de la producción agrícola “aguantan” la pandemia perdiendo lo poco o mucho que invirtieron en sus cultivos. Soportan una pandemia que ellos no ocasionaron, ni propagaron. Pero, ¿los empresarios?, ¿los ricos? Estos, bien resguardados, siguen cosechando inmoralmente suculentas ganancias económicas en plena pandemia.

Al igual que en Italia, España, EEUU, los empresarios son los principales responsables de la propagación del COVID19 al oponerse a los intentos gubernamentales del “toque de queda total”. Son responsables, porque siguen obligando a sus trabajadores a no abandonar físicamente sus fuentes laborales bajo amenaza de despedido. Son responsables, porque pagan a sus medios corporativos para inocular en las clases populares el sentimiento de culpa de la propagación del virus que ellos promueven.

Intimidan a los pueblos y a sus gobiernos cómplices con el embrollo de: “si paramos las empresas, la economía del país se cae”. Con este engaño obligan a los países a endeudarse para “salvar a la economía nacional”. En los hechos, en países de América Latina, apenas un promedio del 20% de las y los trabajadores son empleados por las grandes empresas, incluso incluyendo maquilas. Cerca del 80% de trabajadores se auto emplean en lo que el empresario-gobierno llama “sector informal”.

No es verdad que las grandes empresas sean el soporte de la economía de los países. En los países centroamericanos son los migrantes (con sus remesas semanales) y la industria del narcontráfico que mantenían y/o mantiene a flote la economía familiar del país. Los empresarios, regularmente sacan el dinero que ganan (incluso con la ayuda pública) hacia los bancos extranjeros. No son los empresarios que producen la comida que alimenta a los pueblos, son campesinos y pueblos indígenas quienes cultivan la comida que alimenta a los países, incluso en condiciones de abandono estatal.

Vivo en un país cuyo Producto Interno Bruto (PIB) es el más alto de la región (68 mil millones de dólares). Pero, de la gran verdad es que ese dinero no es del país (es de los empresarios), ni puede alimentar y/o salvar vidas de los pueblos.

A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.