Por Redacción, La Jornada, 06 de junio del 2020.

Remarcó que el criterio de precaución se debe aplicar cuando haya peligro de daño grave o irreversible, reducción o pérdida sustancial de la diversidad biológica y degradación ambiental, teniendo también en cuenta los riesgos para la salud humana; sin que la falta de certeza científica absoluta se utilice como razón para postergar la adopción de medidas eficaces encaminadas a evitar o reducir al mínimo esa amenaza en función de los costos.

El glifosato es el herbicida más utilizado en el mundo en actividades agrícolas como desecante post-cosecha y en jardinería, para eliminación de hierbas en infraestructura como banquetas y pavimento, aun cuando en 2015 fue reclasificado como probable carcinógeno para humanos por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“Hay evidencia científica rigurosa acerca de la toxicidad de este herbicida, que demuestra los impactos a la salud humana y al ambiente. Las afectaciones ambientales alcanzan a la biota y la microbiota en el suelo, agua y polinizadores, que son los organismos vivos más importantes para la producción de alimentos en todo el mundo”.

Cientos de estudios sobre ello han sido publicados en revistas indexadas después de un estricto escrutinio científico. Por ejemplo el repositorio publicado en la página de la Cibiogem, que reúne una selección de 151 estudios publicados en revistas científicas, y también está el caso de la quinta edición de la Antología toxicológica del glifosato, que incluye mil 108 investigaciones científicas sobre sus efectos en el ambiente y la salud humana.

El Gisamac destacó que la Semarnat y la Ssa, encabezadas por Víctor Manuel Toledo Manzur y Jorge Alcocer Varela, respectivamente, “han dado pasos decididos que conllevan retos para el país y que representan un gran avance para que el sistema agroalimentario sea más seguro, sano y respetuoso en términos ambientales”.

Consideró que, prueba de ello es el impulso que desde la Semarnat se ha dado al abordaje de la ciencia agroecológica, que ha demostrado ser altamente productiva; así como la revaloración de las prácticas de cultivo tradicionales que por cientos de años han dado sustento a nuestros pueblos con alimentos diversos, nutritivos y culturalmente adecuados.

A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.