Por Teresa Villaverde, Biodiversidad LA, 14 de abril del 2020.

Los territorios son un eje, una vinculación que sirve de resistencia y lucha frente al capitalismo global articulado a través de las empresas transnacionales. Lolita Chávez lucha contra el extractivismo, y a consecuencia de esa lucha ha tenido que dejar su país, Guatemala, o más bien su comunidad K’iche’, situada en Abya Yala. Chávez asegura que aquí a veces no la entendemos: “Cuando hablo de la espiritualidad y el fueguito, les encanta. Pero luego cuando nombro a los multinacionales y digo que estamos en contra, ahí ya no”. Hace un tiempo, su comunidad le dio la vara, “un simbolismo de poder que muchas veces en los pueblos sobra, pero que puede servir para llevar agendas feministas a las asambleas, a las comunidades”. Zaloa Pérez, por su parte, trabaja desde hace ocho años en la economía social y solidaria. Desde REAS Euskadi (Red de Economía Alternativa y Solidaria) articula proyectos de economía que resisten a la lógica de la acumulación y también entiende que en este proceso es clave la perspectiva feminista.

“La comunidad K’iche’ lucha contra el capital desde un modelo propio”

Lolita Chávez siente que la vara que le otorgó su comunidad le sirve de escudo. Esto es vital para alguien a quien, como a ella, han intentado asesinar seis veces. Cuando se plantea dónde quiere estar dentro de 20 años, se emociona pensando que podría volver a su territorio, donde romper tabúes, sembrar e impulsar procesos feministas, con cuerpos disidentes que convivan en comunidad, en su territorio plurinacional.

¿Cómo se articula la lucha desde una comunidad pequeña como la K’iche’ frente a lo global, al avance de las multinacionales?

Somos una comunidad referente de activismo y resistencia contra el extractivismo. Es porque tenemos otro modelo. Cada pueblito tenemos nuestra propia rama maya, yo soy del K’iche’. Somos más de 22 y nos situamos en Mesoamérica, no solo en Guatemala, por eso decimos que no hay fronteras, aunque nos impongan una frontera administrativo militar. Nuestro modelo es pequeño, pero a la vez es muy grande. Al recorrer otros lugares no veo otro modelo, no se dan la oportunidad de tener una lucha que les da ejes de trabajo. Como me diría mi abuela, “Lolita, ubícate”.

¿Cuáles son esos ejes?

Contra el extractivismo y el intervencionismo yanqui. Somos antimperialistas. Contra la narcoactividad, que tampoco es de los pueblos originarios y que se vincula con los funcionarios, militares, empresas, pero también con la juventud, con las pandillas. Se hacen acciones pequeñas como una consulta comunitaria de buena fe o un proceso asambleario o formación en las escuelas, porque se sabe que hay otro modelo sobre el que estamos plantando semillas. También contra las opresiones, de ahí viene el tejido con el feminismo comunitario. Tener militarizado un territorio supone que los protocolos genocidas llegan hasta la cama.

¿En qué sentido?

Te hacen tener miedo y terror en la cama. No puedes tomar la decisión de no tener relaciones sexuales con la persona que está contigo, o porque fue soldado o porque el referente es opresor. Si yo te cuento las expresiones misóginas dentro de la pareja… La tortura sexual también está vinculada. También la trata, la prostitución, las secuelas están adentro y vienen de lo militar, son los protocolos para humillarnos. Vienen de los códigos de guerra, pero quedan en las mentes machistas.

¿Cómo es ese modelo sobre el que vais sembrando?

Tenemos la cosmovisión maya que es a largo alcance. Estoy hablando de 5000 años, esto es años luz, no es que mi generación tenga que ver esa lucha, pero la está tejiendo. Por ejemplo, hacemos un güipil y estamos tejiéndolo un año, pero sabemos que va a estar 20 años pasando de generación en generación. Cuando decimos que el patriarcado va a caer es fácil, son 500 años. Seguimos con nuestra vestimenta y no la de las grandes industrias, así que una persona que está tejiendo se vincula a lo global porque resiste desde lo micro, sabe cuál es su misión. El Estado racista genocida, militarizado, el narcogobierno cuyo presidente Jimmy Morales se vincula con el Rey de España, con EEUU a través de COP25. No el presidente que pasó ni el que venga son nuestro referente. En K’iche’ el referente de resistencia colectiva es el CPK [Consejo de Pueblos K’iche’]. Lo lograremos en red. Aquí si alguien planta, si volvemos a la tierra, a la medicina ancestral, a la organización comunitaria… ¿Por qué creen que el pueblo maya hemos resistido a pesar de todos los genocidios?

Esta percepción del tiempo choca con el ritmo de vida de Occidente. ¿Radican ahí las diferencias, la falta de modelo que decías antes?

Aquí son cortoplacistas. Están en el modelo que les da el sistema opresor. Si ese es tu modelo vas a ser soldado militar de ese modelo de una u otra forma. En lo que comes, en lo que vistes, en lo que piensas, en lo que proyectas. Pero puedes tener otro modelo, tener claro que las semillas transgénicas no, porque son de Monsanto, que COP25 tampoco. El capital es el enemigo principal de nuestra comunidad. Nosotros vamos a la naturaleza, a la vida. Pero Euskal Herria también camina con la naturaleza. Los lugares donde están los okupas, como en Errekaleor. Son pequeñitos, pero dan luz. Si ya te metieron aspirina y la abuela sigue diciendo, toma hierba buena, que te va a limpiar. Quizá eres académica y te vas a reír de ella, pero cuando ves que funciona… Hay que ser estratégica en cuanto usas esta medicina u otra. No todo lo que está en Occidente es malo. Un cáncer avanzado no se cura con plantas, pero mi referente ahorita no sería Euskal Herria, sería Cuba.

Sueles decir que tus abuelas eran feministas, aunque no se llamaran así.

Para mí el referente es de abuelas, porque son las que están en la comunidad, no son solo de sangre y en la línea patriarcal familiar. Nos hablaban de que no existe dios sino la cosmovisión maya, los nahuales. Las contadoras del tiempo. Occidente me dice que el referente patriarcal del sistema de poder es dios, el Estado; y desde ahí digo la abuela es un referente feminista aunque no se llame así. Son estratégicas y guerreras. En las relaciones de poder, mi abuela es una autoridad, porque a ella le consultaban cómo hacer las reuniones comunitarias, la libre determinación. Es y era consejera, y cuando aconseja está en contra de los machismos. Váyanse a sus ancestras.

¿Cómo podríamos tejer redes internacionales a pesar de las diferencias de modelo?

Tenéis que tener agendas propias. ¿Cómo están aquí las defensoras, migradas y racializadas en las casas? A nosotras no nos cuesta eso. Yo, en dos años que llevo en Bilbao, ya hablo de agendas de las racializadas o de su movimiento o de la vinculación con la tierra, porque así me enseñaron en mi pueblo a tejer. No solo con un hilo de un color. Que tengan referentes de vida. Por ejemplo, en medios de comunicación alternativos. Quieren que les traigamos conceptos, planes limpitos con los indicadores, impactos, resultados, tiempo y presupuesto y cómo se va a evaluar. ¿No van a generar, no van a ser creativas? Si aparece otra comunidad, ¿no la van a meter? Yo no hago planes estratégicos sino planteamientos estratégicos.

“La economía social se vincula con un movimiento internacional”

Zaloa Pérez entiende, con Vandana Shiva, que podemos hacer la revolución tres veces al día, en el desayuno, la comida y la cena, y cree que el consumo acompañado de otras estrategias, como la educación, las políticas y los proyectos de empresas de economía social, se podría lograr un gran cambio. “No tengo clara la salida, pero sé que es con otras. No solo importa lo que hacemos, sino cómo. Y yo quiero hacerlo con alegría”.- Foto de

¿Cómo se articula la economía social y solidaria con economía feminista?

La economía feminista pone encima de la mesa que, por muy alternativas que seamos en la economía social, estamos reproduciendo modelos que son inherentes al capitalismo. La división sexual del trabajo, la fragmentación entre producción y reproducción. Hay cosas vinculadas con la interdependencia o la crisis de los cuidados que no estábamos poniendo en el debate público. La gran dificultad está en cómo aterrizamos luego todo eso a las iniciativas productivas. Si intentamos incorporar los cuidados dentro de lo que se considera trabajo, entendiéndolo como cualquier actividad que sirva para sostener la vida, tenemos la experiencia de organizaciones compuestas por mujeres que tienen una bolsa de horas remuneradas para cuidados. La economía es algo más que lo que sucede en el mercado. Estamos haciendo propuestas en las que no interviene el dinero. La economía feminista expone también que en las empresas se sigue valorando más hablar bien que a cuidar. Hay que recuperar en la empresa competencias que se suponen del espacio privado, roles relacionales: capacidad de generar consensos, gestión no violenta de los conflictos, cuidado material del espacio. Todo esto no se tiene en cuenta a nivel operativo, pero tiene potencial transformador. Economía viene del griego, oikos es casa y nomos administrar. Es el arte de administrar todos los procesos sociales detrás de una actividad económica. A veces la lectura de la economía social es muy productivista.

Pero necesitamos producir para pagar nuestro trabajo y dignificarlo, ¿podemos salir de esta tensión?

Partimos de un punto de partida reactivo, porque intentamos construir algo que no gire en torno a los mercados en un mundo en que todo gira en torno a eso. Y más aún si lo hacemos desde una vía en la que necesitamos ganarnos la vida. ¿Cómo fomentamos estilos de vida no consumistas desde un espacio que necesita vender? ¿Cómo estamos entendiendo los salarios? ¿Damos servicios que son necesarios o estamos contribuyendo a mercantilizar otras esferas de la vida? Ahí se generan un montón de tensiones. No tengo la respuesta a cómo salir, pero sí sé que la salida es colectiva y que eso pasa por generar alianzas. En REAS Euskadi estamos trabajando todo lo que tiene que ver con la intercooperación mediante proyectos más o menos frágiles, muchos de ellos basados en grandes dosis de militancia. Conseguir que tengan condiciones más dignas pasa por la colaboración.

Para Lolita Chávez somos cortoplacistas, pensando en proyectos, excels y productos. ¿Estamos muy desapegados de la tierra?

Sí. El patriarcado tiene que ver con eso. La diferencia entre naturaleza y cultura, razón y emoción, lo urbano frente a lo rural. A mí me pasa lo contrario. Puedo vivenciar y entender lo que ella dice, pero tengo que quitarme tantas cosas de encima que me atasco ahí. Pero, por ejemplo, hay experiencias como la de Coop57, una cooperativa que da préstamos a proyectos de economía social. Tuvo gran desarrollo en Cataluña y podría haber seguido creciendo y dar servicios a todo el Estado, pero deciden que no, que están anclados al territorio. Si alguien está interesado en montar en una cooperativa de este tipo, le acompañan en el proceso, pero la cooperativa tiene que estar anclada en el territorio. Tiene que ver con la escalabilidad y los modelos de gran crecimiento que pierden en seguida el contacto con la tierra.

Si nos vinculamos al territorio, ¿podríamos hablar entonces de globalización desde la economía solidaria?

Me gusta mucho lo que dice Yayo Herrero, que a ella no le gusta hablar de soberanía. Dice que no existe porque es partir de un punto de autosuficiencia, y los pueblos, las personas, somos interdependientes. A ella le gusta hablar de autodeterminacion e interdependencia. Igual me pongo un poco moñas, pero sí, habría una globalización de los pueblos.

La economía social resiste mejor en los periodos de crisis. Ahora que viene una nueva crisis, ¿cómo comenzamos a resistir mañana?

Sencillo, entrar en REAS Euskadi para ver alternativas en tu entorno, hay aplicaciones móviles como mercado social que pueden descargarse. Y todas sabemos que si consumimos en Amazon estamos hablando de un tipo de relaciones económicas. También hay proyectos en sectores estratégicos que son de la economía social, como la cooperativa de energía Goiener o Fiare en la banca ética.

¿El cambio vendrá a través del consumo?

La pregunta es si construimos de arriba abajo o de abajo arriba. Las administraciones públicas en Europa consumen un 17% del PIB, imagina la capacidad de incidencia si en lugar de a las transnacionales, este consumo fuera a otras empresas. Si estamos hablando de la gran transformación feminista, el consumo es muy pequeño. Ninguna estrategia sola va a cambiar el mundo, pero sí muchas de manera complementaria. Si cada vez hay más proyectos autogestionados en la economía social y solidaria, si cada vez consumimos más entre nosotras, si somos capaces de generar alianzas con otros movimientos como el feminista y el ecologista, y si, además, desde las instituciones públicas se impulsan políticas que potencien estas economías, todo eso combinado, sí puede lograr un gran cambio.

Pero, ¿cualquiera puede plantearse emprender un proyecto de economía social?

Eso depende. Si hablamos desde nuestra realidad, igual no, igual hablamos de un tipo de persona determinado. Pero en el sur del planeta hay muchas experiencias de organización de personas para satisfacer necesidades, porque habían sido expulsadas del sistema. Y ejemplos legislativos sobre economía social como los de Ecuador o Colombia. No olvidemos que esto se conecta con un movimiento internacional.

¿Cómo puede funcionar la economía solidaria en sectores estratégicos, banca, electricidad?

Si, hoy es muy difícil vivir sin servicios financieros. Dentro de las finanzas éticas tenemos experiencias de servicios financieros a nivel educativa hay proyectos. Ahora, en el currículum de bachiller se han metido entidades financieras a dar asignaturas vinculadas con los créditos, les dicen que tienen que abrir planes de pensiones. Son contenidos que introducen en materiales didácticos a través de sus fundaciones BBVA o La Caixa. Responde a intereses no educativos. Y nosotras estamos introduciendo otras cosas y perspectivas en la educación.

¿Y se aterriza en forma de resistencia o de lucha?

A mí me gustaría pensar que no solo hacemos resistencia, que también se están trasformando pequeñas cosas, o por lo menos todo lo que tiene que ver con el ámbito simbólico, los valores y las creencias. Creo que la economía solidaria es un laboratorio de prácticas económicas alternativas, donde la teoría feminista puede ponerse en juego. Pero si nosotras no somos capaces de transformar nuestras propias estructuras, que, aunque son más flexibles y más horizontales, siguen siendo jerárquicas y heteropatriarcales, la economía social y solidaria puede convertirse en una trampa para las mujeres. Porque es un espacio que nos va a permitir combinar todas nuestras dobles, triples, cuádruples tareas, pero estaríamos perdiendo la lucha transformadora, porque sería una especie de oasis para que todo siguiera siendo como es. Además, en la economía solidaria la brecha salarial es menor, del 7%, pero existe. También participamos menos en los presupuestos y planes de gestión, que son dos herramientas básicas de gestión empresarial. En términos generales, los hombres tienen el doble de posibilidades de acceder a un puesto de responsabilidad dentro de la economía social que las mujeres. Sostenemos, pero no decidimos.

Fuente: Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL)

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