Por Juan Carlos G. Partida, La Jornada, 30 de enero del 2020.

San Lorenzo de Azqueltán, Jal., Tepehuanos y wixaritari refrendaron la unidad para defender su territorio, recuperar mediante juicios agrarios una parte de las zonas invadidas y conformar un frente amplio contra las agresiones y secuestros que han sufrido desde hace seis años, cuando San Lorenzo Azqueltán fue declarada comunidad autónoma.

En una ceremonia pletórica de sincretismo que incluyó una peregrinación, bailes, oraciones, cánticos, consumo de peyote y el sacrificio de una res –cuya sangre se usó para nutrir la tierra y con cuya carne se preparó birria–, el marakame Margarito Carrillo de la Cruz dijo al pueblo y sus invitados que recibió de las deidades la precisa instrucción de que continúe el reclamo legal de casi 40 mil hectáreas de su territorio ancestral porque tendrán éxito.

La ceremonia se realizó la tarde del sábado y se prolongó hasta la madrugada del domingo. La primera actividad fue una peregrinación en dos largas filas en la que participaron casi todos los habitantes y visitantes.

La caminata comenzó en una loma cercana al cerro de Colotlán, unos cuatro kilómetros al oriente del pueblo, y terminó en la Parroquia del Niñito Lorenzo, Lenchito, como le dicen algunos wixaritari que apenas hablan español.

Fervor, sangre y peyote

Indígenas, mestizos y algunos extranjeros danzaron durante todo el recorrido al ritmo de un tambor y llegaron sudorosos al templo, al cual ingresaron para dejar ofrendas, prender veladoras y orar unos minutos junto a las imágenes de Lenchito y la Virgen de Guadalupe.

A la salida del templo, bajo una llovizna, se fue concentrando la gente en torno a una fogata, alimentada por una pila de maderos que duraría toda la noche.

También se dispusieron varios botes de 20 litros de agua mezclada con peyote molido y bandejas con gajos partidos de la misma cactácea, para consumir durante la velada dirigida por el marakame Carrillo de la Cruz, quien entre cánticos comunicó a todos el favor del aire, los pronósticos alentadores del venado, la buenaventura de la Tierra y del Sol.

El momento central, ya cerca del amanecer, llegó cuando Noé Aguilar Rojas, Ricardo de la Cruz González y Rafael Reyes Márquez, quienes en noviembre estuvieron al borde de la muerte tras ser atacados por golpeadores enviados –según los indígenas– por los caciques Fabio Ernesto Flores Sánchez, Javier Guadalupe Flores Sánchez y Mario Flores, fueron bendecidos junto a la vaca que estaba a punto de ser sacrificada.

En el lomo del animal se colocó un pedazo de piel curtida grabada con el título virreinal de San Lorenzo Azqueltán en favor de los indígenas, prueba principal para el juicio de restitución de tierras que se sigue en el Tribunal Agrario.

Luego vino el degüello de la res. La sangre caliente cayó sobre la tierra mojada por la incesante llovizna; una parte fue recogida en botes para hacer moronga, mientras el marakame cantaba a todo pulmón y sus manos hacían movimientos como si llevaran hacia el cielo, la tierra y el río el líquido oscuro que manaba del animal.

El fervor místico exaltado por el sacrificio electrizó el ambiente e intensificó el mensaje de unidad para la lucha exitosa anunciada por las deidades.

La velada sirvió para reforzar lo que desde horas antes ya era un compromiso público de la comunidad, ante la pregunta que en la casa comunal hizo su abogado, Rubén Ávila: ¿Están dispuestos a seguir en la lucha porque esto, aunque ya van cinco años, apenas va empezando? La afirmativa fue unánime.

La comunidad de San Lorenzo de Azqueltán, municipio de Villa Guerrero, se ubica en el norte de Jalisco y su principal centro poblacional, del mismo nombre y donde habitan unas 500 personas, wixaritari y tepehuanos, se encuentra al fondo de la barranca entre numerosas cañadas de rocas pulidas por la erosión.

El pueblo está rodeado en tres flancos por el río Bolaños, caudaloso pero contaminado con los desechos que vierte sin tratar el drenaje de la cabecera municipal, Villa Guerrero, a 23 kilómetros por una serpenteante carretera y unos 800 metros arriba, donde empieza la meseta.

En febrero de 2015 se interpuso ante el Tribunal Unitario Agrario del distrito 16, con sede en Guadalajara, un juicio para recuperar 38 mil 240 hectáreas de territorio ancestral, y aunque los indígenas moderaron su petición original de 94 mil 400 hectáreas que ampara el título virreinal, tal recurso legal recrudeció la violencia en su contra.

Este fin de semana la celebración coincidió con la toma de protesta de las nuevas autoridades tradicionales de la comunidad, representantes de ambas etnias. El nuevo comisario de bienes comunales, Jaime Reyes, es un tepehuano que viste de mestizo.

La abogada Quetzal Prado, del equipo legal que apoya la causa indígena, resaltó la unidad entre ambos grupos, pero también instó a que se incluya a mujeres en la dirigencia autónoma.

A favor de la salud, la justicia, las sustentabilidad, la paz y la democracia.