Por Oria de la Cruz*, Alainet, 4 de junio de 2019

Esta ley desterró el latifundio, aunque la primera ley, suscrita el 17 de mayo de 1959, fijaba en 30 caballerías (unas 402 hectáreas) “el máximo de extensión de tierra que podrá tener una persona natural o jurídica”.

Mediante esta legislación se entregó la propiedad de la tierra a quien la trabajaba (hasta un máximo de cinco caballerías, es decir, unas 67 hectáreas) y se socializó una parte del área cultivable del país, mediante las cooperativas y granjas del pueblo.

Fue la más trascendental de las medidas adoptadas por la Revolución en su primera etapa, pues benefició a más de 100 000 familias campesinas y asestó un duro golpe al latifundismo y el dominio imperialista sobre Cuba.  Anuló el derecho de las empresas e individuos extranjeros a poseer tierras en Cuba, salvo aquellos que fueran pequeños agricultores.

Para los académicos, esta primera ley, al abrir el camino hacia transformaciones socioeconómicas más profundas, distinguió a la Revolución Cubana en la primera etapa (1959-1960) y le dio su carácter democrático-popular agrario y antiimperialista, al incluir incluso intereses extranjeros, sobre todo estadounidenses.

En la segunda Ley, promulgada en 1963, se rebajó el máximo a cinco caballerías en medio de una agudización de la lucha de clases, que en la cordillera montañosa del Escambray –en la región central de Cuba– fue muy violenta debido al terror implantado contra la población civil por las bandas contrarrevolucionarias que allí operaron, patrocinadas por el gobierno de Estados Unidos.

De esta forma desaparecieron los restos de la burguesía rural, también se redujo el desempleo y mejoró ostensiblemente el nivel de vida del campesinado.  Cerca del 30 % del área cultivable quedó en manos de los pequeños agricultores.

La obra de la Revolución se hizo sentir en el campo cubano.  La electrificación llegó hasta los lugares más apartados.  Se construyeron escuelas y consultorios médicos hasta en las zonas más intrincadas de la geografía cubana.

Causas para la Reforma

Dentro de las causas enunciadas por el Gobierno Revolucionario cubano para la promulgación de la Primera Ley de Reforma Agraria se encontraban:

* La concentración de la propiedad de la tierra en unas pocas manos, existiendo una situación a tal respecto que 2 336 fincas representaba el dominio sobre un área de 317 mil caballerías de tierra.  Esto se traducía en que el 1,5% de los propietarios poseían más del 46% del área nacional en fincas.

*El desaprovechamiento de las tierras en las grandes fincas, donde se mantenían las áreas cultivadas en una producción de bajos rendimientos, utilizándose áreas excesivas en una explotación extensiva de la ganadería, y aún manteniéndose totalmente ociosas, y a veces cubiertas de marabú otras áreas que era necesario rescatar para las actividades productivas.

*La necesidad del crecimiento y diversificación de la industria cubana, para facilitar el aprovechamiento más eficaz de sus recursos naturales y humanos y la eliminación de la dependencia del monocultivo agrícola.

*Facilitar el surgimiento y extensión de nuevos cultivos que proveyeran a la industria nacional de materias primas y que satisficieran las necesidades del consumo alimenticio, consolidando y ampliando los renglones de producción agrícola con destino a la exportación, fuente de divisas para las necesarias importaciones.

*Elevar la capacidad de consumo de la población mediante el aumento progresivo del nivel de vida de los habitantes de las zonas rurales, contribuyendo a extender el mercado interior.

*Arrancar de la situación de miseria tradicional a la inmensa mayoría de la población rural de Cuba.

*Eliminar la aparcería.

*Eliminar la producción latifundista, extensiva y antieconómica, y sustituirla preferentemente por una producción cooperativa, técnica e intensiva, que llevara consigo las ventajas de la producción en gran escala.

*Establecer medidas para impedir la enajenación futura de las tierras cubanas en manos de extranjeros.

Grandes transformaciones en el agro

Fidel Castro Ruz expuso en el Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (1975): “En la agricultura ocurrieron grandes transformaciones.  Antes de la Revolución el 8 % de los propietarios poseían más del 70 % de las tierras, incluido los latifundios norteamericanos.  Gran parte las explotaban directamente, el resto era trabajada en forma de arrendamiento, colonato o aparcería”.

“La primera Ley de Reforma Agraria entregó a título gratuito la propiedad de la tierra a más de 100 mil pequeños arrendatarios, colonos, aparceros y precaristas que la trabajaban personalmente, y puso en manos del Estado las grandes extensiones no parceladas que eran atendidas administrativamente por los terratenientes, pasando a ser explotadas por la nación como propiedad de todo el pueblo”. 

“Esta primera Ley de Reforma Agraria afectó fundamentalmente a los monopolios yanquis y la oligarquía terrateniente.  El límite de la propiedad privada quedó reducida a 402 hectáreas… –que afectaba esencialmente a una clase social reducida de grandes propietarios–… La burguesía agraria en términos generales había quedado intacta.  Se hizo imprescindible tres años más tarde, el 3 de octubre de 1963, dictar una nueva Ley de Reforma Agraria que expropió las fincas mayores de 67 hectáreas, estableciendo éste como límite máximo a la propiedad privada de la tierra.  Diez mil fincas aproximadamente fueron afectadas por la medida.  El fondo de tierra propiedad de todo el pueblo se elevó al 70% de la superficie del país y constituyó la base para el desarrollo de las fuerzas productivas en gran parte de nuestra agricultura, sin ninguna traba en las relaciones de producción…”

“Nuestros campos se han transformado no sólo estructuralmente sino también en el orden técnico y social”.

Ya la Reforma Agraria había sido prometida en el alegato de autodefensa de Fidel por el asalto a los cuarteles Moncada (Santiago de Cuba) y Carlos Manuel de Céspedes (Bayamo); propuesta por el Congreso Campesino en Armas, que presidió el Comandante Raúl Castro en el II Frente Oriental Frank País García, el 21 de septiembre de 1958, y puesta en vigor en los territorios liberados por el Ejército Rebelde, el 10 de octubre de ese propio año, cuando Fidel aprobó la Orden No.  3: “Sobre el derecho de los campesinos a la tierra”.

Finalmente, el 17 de mayo de 1959, en La Plata, Sierra Maestra, en el mismo escenario donde se dirigió la lucha por la definitiva independencia, Fidel junto a un grupo de personalidades que integraron el primer Consejo de Ministros, la firmó y la dio a conocer al mundo.

La Revolución, para los cubanos, es un proceso de constante transformación, sin abandono de su esencia y sus principios, y el sector agropecuario no constituye una excepción.  En cada momento hay que hacer lo que en cada momento es necesario, alertaba Martí, y nuevas situaciones exigen nuevas soluciones.

Para hacer una agricultura eficiente y sostenible, la actual dirección del Estado cubano ha manifestado que se harán todos los cambios requeridos, acordes con el momento histórico.  Porque como señaló Fidel en su genial concepto, Revolución es cambiar lo que debe ser cambiado.

*Oria de la Cruz es periodista de la revista de la Asociación Nacional Agricultores Pequeños, Cuba.

Publicado en la Revista América Latina en Movimiento