Por Rodrigo Lampasona Soruco*, Sos Maíz Bolivia, 9 de mayo de 2019

En octubre del 2018 viajamos en busca de semillas de maíz nativo boliviano a lo largo del río Parapetí (departamento de Santa Cruz), específicamente por las comunidades guaraníes de Pirití, Akae, Catuari, Tacurú y Taputamí. Nuestro recorrido continuó por Tarenda, en Charagua sur, y luego por las localidades de Timboycito, Macharetí, Isipotindi y Salinas al sur de Camiri.

Esta es la tercera expedición SOS MAÍZ BOLIVIA (1) que organizamos junto a la Ong CIPCA-Cordillera a fin de estudiar el estado del maíz nativo en la zona del Chaco boliviano.

De especial interés para nuestro grupo de trabajo es verificar la erosión genética (2) de las variedades nativas de maíz que cultivan las familias guaraníes así como el probable grado de contaminación de las mismas, como consecuencia de la penetración ilegal en el país de maíz transgénico. (3)

Semillas Nativas de Maíz en el Chaco boliviano
Las variedades de maíz se pueden clasificar según la dureza, y color del grano y las comunidades guaraníes aún suelen referirse a ellas en su idioma originario. Por ejemplo, los maíces duros son el avatiu o maíz negro, el avatikuimbae o maíz amarillo, el avatitivae o maíz perla. Entre las variedades de maíz blando se encuentra el amarillo o avatiyu tatavae entre otras. Como cada una de estas variedades tiene un uso específico en la dieta alimentaria de las familias guaraníes, ellas son vitales para la seguridad y soberanía alimentaria de las comunidades. (4)

En entrevista realizada previamente al investigador del maíz y de la cultura guaraní José Ledezma (5) habíamos aprendido sobre unas 18 variedades conocidas y utilizadas por las comunidades de la región, las cuales hoy están amenazadas y en peligro de desaparecer. Algunas como el avatirapua (6) ya no se encuentran más y la única posibilidad de rescatarla sería buscar en bancos de germoplasma nacionales como INIAF o extranjeros como el CYMMT de México. (7)

Cultivos diversificados
Don Abdón Villarroel es un pequeño productor de maíz en la comunidad Pirití, al norte de Charagua. “Este año estoy sembrando blando amarillo” nos cuenta. “Mi esposa tiene una tienda donde vende repostería de masitas. El maíz que producimos nosotros yo sé que lo podemos cocinar, comer y vender con confianza ya que no tiene venenos. Son productos nativos y sanos. El zapallito se siembra junto al frejol y al maíz, para comer nosotros y los animales también”.

Agricultor Abdón Villarroel de la comunidad Pirití.

Las prácticas tradicionales agrícolas del pueblo guaraní incluyen principios agroecológicos como la rotación de cultivos y una estrategia de cultivos asociados, como el maíz, el joco (zapallo), y la cumanda (frejol). Este método de siembra es de mutuo beneficio para las plantas ya que al cultivarlas en forma cercana se mantiene mejor la cobertura vegetal del suelo, conservando la humedad y dificultando el crecimiento de la maleza. Además, el sistema genera un buen rendimiento para uso familiar y favorece la conservación de la agrobiodiversidad, lo que a su vez facilita el control de las plagas. (8)

“Antes cultivábamos el Cubano blanco, el Perla y el Blando. Después apareció el Suwan que ya no se encuentra. Van saliendo otras variedades más rentables, variedades híbridas, y se abandonan las nativas”, dice David Carrasco quien desde que recuerda ha vivido de la siembra del maíz. “Nosotros usamos mucho el Perla. El Blando necesita bastante agua así es que no lo cultivamos ahora. Usamos químicos sólo cuando entra el gusano. También usamos cal y ceniza”.

Troje en la comunidad Akae.

En la comunidad Akae don Florencio Altamirano tiene diferentes trojes (9) donde almacena en sacos las semillas seleccionadas de sus mejores mazorcas para la venta y cultivo propio. Recoge un puñado de cada saco y las exhibe con orgullo contándonos la historia de cada una. “El Perla nos lo donó el Centro de Investigación Agrícola Tropical (CIAT), los menonitas lo buscan y así lo puedo vender como semilla. Es resistente a la lluvia. Se ocupa bastante para hacer somó y locro, es muy requerido en la casa, para la familia”. “El Blando lo ocupo para hacer harina. Es muy cotizado para hacer bizcochos para comer y para vender. Es un cultivo delicado que sufre con la falta de lluvias”. Un año sembré híbrido y no me gustó su desempeño. No apliqué los químicos que me aconsejaban los técnicos para no dañar la tierra”.

En la comunidad Akae también se cultiva maní, sésamo, chía, frejol, zapallo, camote, yuca, caña y hay árboles frutales.

Don Florencio Altamirano agricultor de la comunidad de Akae.

La diversificación de los cultivos es la clave de la subsistencia familiar campesina. Así, en momentos en que hay aumento en los precios de los alimentos, las familias consiguen contener el gasto. Igualmente, en caso de sequía o exceso de lluvia siempre va a haber algún cultivo que resista estas condiciones adversas y donde la familia consiga el sustento necesario para su sobrevivencia.

En medio de un campo recién cosechado encontramos a Marcela Gallardo de la comunidad Tacurú, desgranando las mazorcas del maíz para guardar el grano. La diversidad de preparaciones a partir del maíz se hace evidente cuando las mujeres nos relatan los usos del grano. “Con en el maíz Perla se hace la chicha, el frangollo, harina y como alimento para las gallinas. El frangollo se consume con frejol o charque. En el tacú (10) se muele para pelarlo. Luego hay que cernir, secar al sol, lavar y otra vez en el tacú. Es un proceso largo y que requiere paciencia, tiempo y experiencia”.

Marcela Gallardo, comunidad Tacurú.

Más al sur, cercano al río Parapetí, se encuentra la comunidad Tarenda donde siembran una variedad de maíz llamada Gateado. “El Gateado es el mejor maíz que tenemos, no tiene problemas con la sequía. Tiene muchos usos y los animales se mantienen sanos. Cuando usamos el híbrido se nos enfermaron los pollitos” cuenta Marco Sambaquiri, productor local que tiene entre sus objetivos seleccionar semilla para compartir con otros compañeros de las comunidades aledañas. En su parcela además tiene diferentes árboles frutales que cuentan con irrigación. “Esta agüita que llega por las acequias proviene del río Parapetí, a dos kilómetros y nos permite también regar unos árboles para tener fruta. Antes uno tenía que salir a buscar trabajo afuera. Ahora podemos vivir del maíz”.

Marco Sambaquiri, agricultor de la localidad de Tarenda.

Soberanía alimentaria
En los últimos años la agricultura familiar campesina ha enfrentado nuevos retos y desafíos. La semilla híbrida ha vendido a reemplazar las variedades nativas ofreciendo mayores rendimientos pero demandando mayores sacrificios al productor a causa de los costos de la semilla, fertilizantes y químicos para contener las plagas. Igualmente, la introducción de semilla transgénica no hace sino empeorar este escenario de costos económicos e impactos ambientales en dramático aumento.

La tierra, la semilla y el agua son los pilares de la soberanía alimentaria, así como el conocimiento traspasado de generación en generación entre las familias indígenas de Bolivia, de nuestro continente y de todo el mundo.

“La semillas nativa que tenemos ya es muy poca” cuenta Crispín Rojas de la comunidad Timboycito, Capitanía Macharetí, al sur de Camiri. “El Avatirai era una variedad ‘breve’ que daba a los 60 días. Del maíz blando tenemos dos variedades, una que le decimos maíz blando grande y el pequeño que le decimos “gualleto”. El overo todavía hay. Tenemos un maíz que le decimos “dominguillo” de grano chico. La variedades que nosotros como pueblo guaraní manejamos son varias pero tenemos que sembrar alejados de los que siembran semilla híbrida para mantenerla pura”.

Del mismo parecer es Santos Gómez de la comunidad Isipotindi. “Estoy sembrando maíz perla del grano pequeño y el perla del grano grande, también el amarillo. Hemos visto que cuando teníamos híbridos nuestra semilla nativa se fue cruzando y fue degenerando. Ya casi no se encuentra semilla nativa. Nuestro maíz lo manteníamos casi sin pesticidas. La tierra es buena acá. Todo se da. Sólo necesitamos la semilla”.

Para Sandra Sánchez la relación entre alimentación sana y la salud es clara: “Quizás aquí en la comunidad no tenemos tanta enfermedad en los niños ya que consumimos maíz sin químicos, pero como falta el agua no podemos sembrar, verduras y hortalizas”.

Cambio climático
En los últimos años un nuevo factor ha venido a generar incertidumbre en la producción local de alimentos: el cambio climático. Wilder Moza, técnico de Cipca y conocedor de las comunidades locales, nos dice que en la zona del Chaco ya se han visto cambios importantes en los últimos diez años. En primer lugar a causa de la ampliación de la frontera agrícola. “El desmonte es causa segura de la sequía extrema en algunas zonas, lluvias esporádicas que hacen que la producción se pierda y a causa de este riesgo las comunidades tienen que salir a buscar trabajo afuera. Por otro lado el exceso de lluvia también ocasiona pérdidas sobre todo en época de cosecha. Sólo queda adaptarse a estos cambios y encontrar medidas de mitigación”.

En marzo de 2019 el río Parapetí alcanzó una cota máxima histórica de 5.09 metros en las cercanías de Camiri. Se registraron numerosos damnificados y pérdidas en los cultivos de la zona. Aún resta evaluar la magnitud del impacto en las comunidades más alejadas.

Guardadores de semillas
Cantalicio Ortíz es guardador de semillas en la comunidad de Salinas a unos 20 kilómetros al sur de Camiri. “Ocho rayas le decían al blanco, avatisanka le llaman al perla, avatiun es el culli (negro), avatikai es el blando, avatipara es el overo, esas eran algunas de las semillas nativas, y todo eso se está perdiendo”.

Variedades de maíz nativo guaraní.

Junto a su esposa, Lucía Torres, ha participado en programas de recuperación de semilla que organiza la FAO y han logrado recuperar unas 7 variedades de semilla nativa de maíz. “Estas semillas las hemos conseguido el 2011. Nos interesaba recuperar la semilla nativa antigua. Ya no queríamos trabajar con el híbrido. Tenemos algunas variedades como el Gateado, el Blando amarillo, el Culli, el rojo Sangre de toro, el Perla grande y chico, el Choclero, el Overo y el Cubano amarillo del criollo (sic). “

Lucía Torres, guardadora de semillas, Salinas.

“Nosotros seleccionamos el maíz en el chaco. Vemos cuáles son las mejores mazorcas y el resto lo dejamos para consumo nuestro y de los animales que tenemos. A mucha gente le interesa este maíz ya que no se encuentra. Parece que sólo nosotros lo estamos manteniendo. Ya nos queda poco maíz para vender. Los últimos kilos se los estamos entregando a comunidades de hermanos para que ellos también multipliquen la semilla”.

Junto con el conocimiento de la semilla y de las labores de labranza Lucía conoce todas las preparaciones que pueden hacerse con los productos cosechados a lo largo del año. “El blando overo lo utilizamos para hacer roscas. El sangre de toro es para hacer la chicha. El negro (culli) es para hacer api morado. El blando amarillo, igual que el overo, lo ocupamos para hacer las roscas, chirriada, piri. El gateado lo ocupamos para hacer chicha, mote pelachi, también chirriadas. El maíz perla lo utilizamos para hacer el somó. El choclero lo tenemos para hacer humintas o para la venta cuando está tierno. El cubano criollo amarillo también nos sirve para hacer el tujuré y la chicha. Es harinoso, sabroso y más blando que los híbridos”. (11)

Según algunos estudios Bolivia cuenta con 7 complejos raciales, 45 razas y centenares de variedades de maíz nativo mientras otros calculan en 77 las razas de maíz en los diferentes pisos ecológicos del país (12).

Bajo amenaza permanente
En tanto que don Abdón Villarroel, David Carrasco, Marcela Gallardo y muchos otros campesinos cultivan con cariño y dedicación las variedades ancestrales de maíz y practican una agricultura a escala humana, el gobierno y el agronegocio en Bolivia parecen ir en un rumbo totalmente opuesto: hacia la destrucción de la soberanía y la seguridad alimentaria.

En 2018 Bolivia comenzó a comercializar biocombustibles a base de etanol, a partir de la caña de azúcar. Adicionalmente, para la producción del llamado biodiesel, se requerirá un gran aumento de las plantaciones comerciales de soya y sorgo. Sólo de soya, según el ministerio de Hidrocarburos boliviano, se espera que la superficie cultivada aumente entre 200 y 250 mil hectáreas en el futuro cercano, las que se sumarían al millón de hectáreas de soya transgénica ya existente en el país.

En abril de 2019 el gobierno boliviano autorizó al Comité Nacional de Bioseguridad establecer procedimientos abreviados para la evaluación de la soya transgénica evento HB4 y soya transgénica evento Intacta, destinados a la producción de aditivos de origen vegetal (13), lo que abre la puerta para que en el plazo más breve se evalúe también la producción de algodón y maíz transgénicos.

El Gobierno sostiene que la producción de biocombustibles, junto a la explotación de los yacimientos de litio y gas, hará crecer el Producto Interno Bruto (PBI) en cinco o seis por ciento. Para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sin embargo, la industria de los biocombustibles tiene efectos negativos para la seguridad alimentaria, el medioambiente, y el cambio climático.

En la opinión de Theodor Friedrich, representante de la FAO en Bolivia, destinar tierras para los biocombustibles “es una decisión fatal” que provocará más degradación del medioambiente, mayor afectación de las áreas de bosques y más cambio climático. “También habrá una baja en la producción de alimentos porque también la productividad puede bajar”.

Con ese panorama, aumenta la urgencia por proteger los cultivos autóctonos, cuyas semillas y variedades son patrimonio de todos los ciudadanos y no de empresas privadas y grupos económicos multinacionales.

*Rodrigo Lampasona Soruco. Director SOS MAÍZ BOLIVIA

Agradecimientos:

Horacio Brum, Néstor Cuéllar, Wilder Moza, Sisi Jaldin y Martha Borda.

Notas

(1) Para mayor información sobre expediciones SOS MAIZ BOLIVIA visitar: https://sosmaizbolivia.com/ .

(2) La erosión genética se puede definir como la pérdida de las variedades de una especie lo que afecta, en última instancia, a la diversidad biológica de las especies de la naturaleza en su conjunto sean estas animales, vegetales o microorganismos.

(3) Ver: https://sosmaizbolivia.com/2017/05/09/hallazgo-de-maiz-transgenico-pone-en-peligro-de-desaparicion-77-variedades-de-maiz-nativo/ .

(4) La Vía Campesina define soberanía alimentaria como un derecho de los pueblos a definir su política agraria y alimentaria, priorizando la producción local y garantizando a los campesinos el acceso a la tierra, el agua, las semillas y el crédito, ampliando la definición de la FAO de seguridad alimentaria que se focaliza en el acceso a los alimentos.

(5) Ver: https://sosmaizbolivia.com/2018/10/13/entrevista-con-jose-ledezma-sobre-el-maiz-nativo-guarani-en-bolivia-1era-parte/ .

(6) Avatirapua sería un maíz negro redondo conocido por los guaraníes que se habría perdido en los últimos años.

(7) A fines de 2018 la prensa boliviana reportó ampliamente que el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF) habría logrado la repatriación de 666 accesiones o tipos de maíz de valor incalculable desde el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) de México.

(8) La agrobiodiversidad o diversidad agrícola engloba por un lado a las especies de plantas y animales cultivadas y domesticadas para la alimentación y otros usos así como a sus parientes silvestres. Por otro lado, incluye a los componentes que sostienen a los sistemas de producción agrícola o agroecosistemas como microorganismos del suelo, depredadores, polinizadores, etc.

(9) Depósito destinado a guardar las cosechas, especialmente maíz, que en el Chaco es de madera y puede ser edificado en altura para proteger el producto de las plagas.

(10) Mortero grande de madera.

(11) Las diferentes variedades de maíz se ocupan para preparar gran variedad de bebidas como el api, la chicha, el somó, el tujuré y platos como el mote pelachi, las humintas y las chirriadas que son similares a los panqueques o tortillas.

(12) Ver estudios de Ávila y Brandolini y José Antonio Serratos.

(13) Decreto Supremo: D.S. 3847 (17 de abril de 2019).