Por Greenpeace, 19 de mayo de 2019

En el marco del Día Mundial de las Abejas, la “Alianza Maya por las Abejas de la Península de Yucatán” (Kaab Na´alon), que integra alrededor de 25 mil apicultoras y apicultores de la regióny organizaciones aliadas [1],  hacemos un llamado a las autoridades del país y particularmente de la Península de Yucatán para que tomen acciones expeditas para poder salvar las abejas y los polinizadores ante las crecientes amenazas que enfrentan. 

Tan solo en el 2018, más de 326 colonias de abejas murieron en Yucatán y Quintana Roo por causas ligadas a fumigaciones aéreas. Otra grave amenaza es el incremento exponencial de la deforestación en la Península de Yucatán, pues se calcula que anualmente se pierden 60,000 hectáreas de selva, en parte por las 42,000 hectáreas de soya transgénica que se han sembrado en 2018, lo que reduce el área de pecoreo para la apicultura y los espacios de anidación para las abejas.

Aunque sabemos que el 75% de los cultivos alimentarios del mundo dependen en parte de la polinización (3 de cada 4 cultivos), el 40% aproximadamente de especies polinizadoras de invertebrados, especialmente abejas y mariposas, no se ha tomado conciencia de la gravedad de la disminución de sus poblaciones y en consecuencia tampoco se ven acciones contundentes para atender esta problemática. 

Por el contrario, enfrentan procesos de extinción, amenazados por una variedad de factores,“su declive se debe principalmente a los cambios en el uso de la tierra, las prácticas agrícolas intensivas y el uso de plaguicidas, las especies exóticas invasoras, las parásitos y enfermedades y el cambio climático”[2], recordaron los apicultores.

Sabiendo el papel vital que desempeñan para la seguridad y soberanía alimentaria de los pueblos y comunidades indígenas y campesinos y, en general,  para la población mundial y que sin abejas no hay vida, esperamos que para fines del 2020, la intervención gubernamental en los territorios peninsulares reconozca y fortalezca a la apicultura maya como actividad preponderante en la generación de divisas e ingresos de las familias campesinas y para la protección del patrimonio sociocultural y natural, así como su coexistencia con otras actividades productivas en la región, desarrollándose bajo una acción institucional coordinada y la participación activa de apicultoras y apicultores en la toma de decisiones.  

Lo anterior demanda al menos cuatro acciones coordinadas: articulación territorial de políticas y participación; disminución de amenazas derivadas del crecimiento de la agricultura convencional e industrial (uso de plaguicidas, deforestación y expansión de monocultivos); capacitación, innovación tecnológica e investigación; y apoyos para la comercialización de la miel y productos de la colmena y valor agregado.

A corto plazo, el primer paso es prohibir los plaguicidas tóxicos para las abejas como son los neonicotinoides, el fipronil y otros insecticidas, debiendo hacer  estrictas evaluaciones de riesgos de los agroquímicos en términos de impactos medioambientales y afectaciones a los ecosistemas, incluyendo flora y fauna. 

Por otro lado, deben ponerse en marcha planes integrales de acción para salvar a las abejas y otros polinizadores. La solución definitiva es la adopción de la agricultura ecológica como única vía para una producción de alimentos respetuosa con todos los habitantes del planeta. La agricultura ecológica garantiza una producción sana y sostenible, ya que protege el suelo, el agua y el clima, promueve la biodiversidad, no contamina el medio ambiente con agroquímicos ni transgénicos y respeta la salud de las personas.

El 20 de Mayo de 2017 fue declarado por la Asamblea General de las  Naciones Unidas como el Día Mundial de las Abejas para recordar su importancia y los beneficios que  las abejas han aportado a las personas, las plantas y el planeta. En palabras de José Graziano Da Silva, Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés)[3], este día constituye “una ocasión para reconocer el papel de la apicultura, las abejas, y los polinizadores en la mejora de la seguridad alimentaria y la nutrición y en la lucha contra el hambre, a la vez que proporcionan servicios ecosistémicos clave para la agricultura”. 

Se calcula que a nivel mundial existen 20,000 especies de abejas silvestres, de las cuales el 10% existen en nuestro país[4].  Además la apicultura constituye una importante fuente de ingresos para la economía campesina y es un elemento importante en el modo de vida campesino. Por otro lado, las abejas nativas son una parte fundamental de la cosmovisión de muchas comunidades indígenas, como lo es para los pueblos mayas, los cuales llaman Xunán Kab (“la señora abeja”) a la abeja sin aguijón Melipona beecheii.

La realidad de las abejas y la apicultura entre las comunidades mayas

En el país existen 1.9 millones de colmenas de abejas Apis mellifera a cargo de 42 mil apicultores que en promedio producen 55 mil 900 toneladas de miel con un valor estimado en 1,900 millones de pesos anuales[5]. Las principales entidades productoras son: Yucatán con 10,000 toneladas, Campeche con 7,500 y Jalisco con 6,140 (datos para 2010).

Tan solo en la Península de Yucatán se produjeron 22,845 toneladas de miel en 2017, contribuyendo con el 36% de la producción nacional; de la cuales 750 toneladas se producen bajo esquemas de producción orgánica. La producción de miel genera 800 millones de pesos (MDP) anuales a las comunidades de la Península de Yucatán, en apoyo a la economía familiar de 20,000 apicultores y apicultoras de la región peninsular. 

México es el tercer exportador de miel a nivel mundial La miel producida en la región es exportada en su mayoría a la Unión Europea (c.91%), principalmente Alemania (70%) y Reino Unido. En cuanto a consumo, mientras que en Alemania el consumo por habitante/año supera en promedio el kilo, en México tan solo asciende a 200 gramos aproximadamente.[6]