Defender el maíz de nuestras tortillas

Es esta cápsula que retomamos de “comer con los ojos”, Adelita San Vicente de Semillas de Vida, relata la historia de la lucha por el maíz y la agricultura campesina en México; propone a las personas consumidoras qué podemos hacer desde nuestra trinchera.

El maíz es el cultivo más importante por la extensión en la que se siembra a nivel mundial. Sin embargo, la gran mayoría de la producción de este cultivo (90%) a nivel global se destina a la fabricación de productos de consumo humano indirecto: alimento animal, fructosa, harinas, aceite y etanol. En cambio, el menos porcentaje (10%) consume el maíz como un cultivo principal en la alimentación, maíz que es producido, principalmente, por pequeños agricultores.

Dos formas distintas de producción del maíz

Referencia: Informe TEEBAgrifood maíz

Los pequeños agricultores mantienen parcelas con amplia biodiversidad genética en variadas condiciones socio-ecológicas y múltiples formas de producción con estructuras complejas de rotación e intercalado de cultivos, uso de cultivos de cobertera y otras prácticas agroecológicas que atienden a preservar la calidad de los suelos e integridad del ecosistema.

En cambio, los sistemas intensivos de producción de maíz se caracterizan por simplificar la estructura del ecosistema al promover los monocultivos, las semillas mejoradas artificialmente, la baja o nula variabilidad genética y el uso intensivo de insumos agroquímicos. Los efectos de este sistema son afectaciones negativas a: la biodiversidad, el control de plagas, la polinización, la provisión y calidad del agua, la regulación del clima y la regulación del ciclo de nutrientes.

En las últimas dos décadas el sistema de producción intensiva del maíz ha implementado la práctica de utilizar semillas GM o genéticamente modificadas. El maíz GM modificado se cultiva en 27 países y representa 35% de la producción global, que se destina en su gran mayoría a las industrias ganaderas y del etanol. Adicional a los impactos negativos que esta forma de producción tiene sobre el ecosistema, los cultivos y específicamente el maíz GM conlleva serias preocupaciones: la coexistencia entre semillas nativas y GM, el monitoreo para mantener la diferenciación a lo largo de la cadena de valor, y el tema de propiedad intelectual sobre la diversidad del maíz, pues los OGM ponen en detrimento los sistemas tradicionales de intercambio de semillas de los pequeños productores, que han sido clave en la evolución y conservación de la agrobiodiversidad.

El caso de México, de OGM en nuestro maíz

El tema de los OGM en México comenzó a discutirse desde 1988 a raíz de la experimentación con jitomate en el norte del país. Un año después, con el tratado de libre comercio de América del Norte (TLCAN) se impuso el modelo para facilitar el comercio de productos que podían ser OGM o derivados:

“En 1992, con el inicio de negocia­ciones conducentes al TLCAN, la mayoría de las regulaciones en la protección vegetal se armonizaron en los tres países y se integró un esquema preliminar para la bioseguridad de los OGM entre los tres socios comerciales.” (Serratos H., J., 2009)

Desde entonces, la comunidad científica, activista y campesina se ha movilizado para documentar los efectos de los transgénicos y salvaguardar la biodiversidad. Sin embargo, a nivel de políticas públicas e instituciones como la Ley de bioseguridad, los actores gubernamentales “no han sido capaces de actuar de manera contundente bajo el principio precautorio para proteger el germoplasma del maíz nativo”.

“En 2004 se discutía la ley de bioseguridad o la ley Monsanto, que impulsaron las empresas para romper la moratoria. Esta ley ya dejaba entrever que se iba a comenzar a sembrar transgénicos en México” (San Vicente, A., 2019).

 “En México el tema del maíz transgénico está presente desde 1996, cuando surgieron las primeras variedades comerciales de la gramínea. En 1998, ante la presión de grupos campesinos y de ambientalistas, el gobierno decretó una moratoria para la siembra de esta variedad, la cual concluyó en septiembre de este año [2009].” (Najar, A., 2009)

“Semanas después los ministerios de Agricultura y Medio Ambiente otorgaron 15 permisos para cultivos experimentales en varios estados del país.” “La empresa estadunidense Monsanto Comercial obtuvo nueve concesiones, y las seis restantes fueron para Dow AgroScience/PHI México.” (Najar, A., 2009)

La campaña nacional Sin Maíz no hay País

“Surgió en 2007 convocada por más de 300 organizaciones y de personas que demandaban al gobierno una política de atención al campo mexicano. La inquietud inicial fue obtener una respuesta frente a la profunda crisis que ya atravesaba México, y que con la crisis de la tortilla de ese año había dejado en claro el riesgo en que se encuentra nuestra alimentación […].”

Con la campaña se empiezan a impulsar distintos instrumentos legales, pues entonces ya el gobierno de Felipe Calderón, con Juan Rafael Elvira Quesada, había otorgado los primeros permisos para la siembra de maíz transgénico en México. Frente a esta situación, los grupos que conformaron la campañana organizaron un taller sobre demandas colectivas: se unieron abogados y científicos, y en 2013 antepusieron la demanda en contra de Sagarpa, Semarnat y empresas trasnacioneles por haber contaminado lugares donde no se había otorgado permiso para sembrar maíz transgénico.

Las pretensiones de la demanda: “Que los tribunales federales declaren que la liberación o siembra de maíces transgénicos dañará el derecho humano a la diversidad biológica de los maíces nativos, de las generaciones actuales y futuras; así como los derechos a la alimentación, a la salud y de los pueblos originarios. Asimismo, se tiene como finalidad que se denieguen todos los permisos de liberación o siembra de OGM de maíz.”

El gran logro de la demanda, como lo explica Adelita, fue la petición de una medida cautela: que mientras se tomase la decisión, cualquier actividad de siembra de maíz transgénico fuera suspendida. La demanda sigue su curso a la fecha, pero la medida cautelar fue otorgada desde septiembre de 2013 y, aunque ha sido impugnada más de 100 veces, se mantiene en vigor. Por su parte, el juicio no ha avanzado realmente. “Se logró pasar todo el sexenio de Enrique Peña Nieto sin siembra de maíz transgénico”. La promesa del actual gobierno fue de avanzar el juicio y proteger los derechos humanos y formas de producción campesina, pero sigue siendo una promesa y no se puede bajar la guardia.

No es la defensa solo del maíz

No sólo es la defensa del cultivo maíz, sino la forma de producción campesina. El producto de nuestros antepasados mesoamericanos. El inmenso trabajo de selección de las mujeres. Se trata del maíz que conlleva mejoramiento y adaptación a las condiciones climáticas cambiantes, que implica toda la versatilidad de usos, el más resistente y resiliente, el que fija nitrógeno, el que significa soberanía alimentaria.

Como consumidores podemos no necesariamente vinculados a la defensa del maíz, pero podemos pensar en la defensa de la tortilla: nuestra tortilla elaborada con maíces nativos. Ese es el maíz que se defiende.

Importamos un montón de maíz transgénico que está entrando en nuestra tortilla, y estamos exportando nuestro maíz azul porque no les pagamos precios competitivos, justos, a nuestros pequeños productores de maíz. ¡¿Por qué?!

¿Cómo puede comprometerse la persona de calle, la sociedad civil?

Adelita comenta que lo principal es comprometerse con los campesinos, con las formas de producción campesinas, con la agricultura campesina. Comer es un acto político, por tanto, lo que consumimos, lo que compramos y dónde lo compramos hace una diferencia. Elija ir al mercado frente a las grandes cadenas comerciales. Involúcrese en las iniciativas en defensa de nuestro sistema alimentario: