Por Juan Pablo Mayorga, Mexico.com, 27 de enero de 2019

Después de casi tres décadas de una política agrícola que convirtió a México en el mayor importador de maíz en el mundo, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha prometido recuperar la autosuficiencia del principal grano mexicano.

El plan busca no sólo de fortalecer la seguridad alimentaria y combatir la pobreza mediante la reactivación del campo, sino también de promover la conservación de los suelos y de las semillas nativas, amenazadas por la producción industrial y cruciales para enfrentar el cambio climático.

Para recuperar el maíz, el nuevo gobierno deberá enfrentar una revisión profunda de sus programas de apoyo y los obstáculos a la productividad, entre otros retos.

El maíz, cultivo de México

México es el centro de origen y diversidad del maíz, lo cual quiere decir que aquí fue domesticado y de aquí se distribuyó al resto del mundo. Según la Comisión Nacional para la Biodiversidad (Conabio), el país cuenta con más de 50 razas de este grano, producto de la diversificación realizada por los pueblos indígenas durante casi 10 mil años. Sus variantes se cuentan por cientos y han evolucionado con la cocina mexicana, en la que hoy se cuentan más de 600 platillos elaborados con maíz.

La apertura al libre comercio emprendida desde fines de los años 80 sin un desarrollo suficiente de la productividad local se ha traducido en una creciente importación de maíz, principalmente del tipo amarillo y transgénico producido en Estados Unidos.

La importación de maíz se cuadruplicó en 28 años al pasar de 4 mil millones de toneladas en 1990 —antes de la entrada en vigor del TLCAN— a 16 mil 500 millones de toneladas en 2018, según previsiones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.

El crecimiento fue casi 8 veces mayor que el de la población mexicana. A partir de 2016, México desplazó a Japón y a la Unión Europea como el principal importador de maíz en el mundo.

Paralelamente, el maíz mexicano ha sufrido un proceso acelerado de erosión genética al menos desde la primera mitad de este siglo, debido a que los campesinos mexicanos seleccionan y conservan sus semillas cada vez menos, según una investigación del Colmex, CIDE y de la Universidad de California publicada en 2014. El fenómeno no sólo pone en riesgo las semillas nativas, sino la capacidad de adaptación al cambio climático en zonas rurales y aumenta el riesgo de emigración de los campesinos.

Las consecuencias de la apuesta sostenida en México por el maíz más barato incluyen también la pérdida de la economía agrícola local, el abandono del campo, el aumento de la pobreza rural y la consecuente migración tanto interna como externa, según distintas investigaciones científicas.

Algunos efectos menos evidentes han incluido cambios en la alimentación nacional –ingesta de harinas industriales o productos con más agroquímicos–, la pérdida de fertilidad y de productividad del suelo en los terrenos abandonados.

El presiente Andrés Manuel López Obrador plantea revertir algunas políticas de mercado que han regido no sólo al maíz, sino al campo mexicano por completo.

“El maíz es el centro de la atención, es el cultivo por excelencia de México, entonces le vamos a dedicar toda nuestra experiencia y capacidad”, asegura en entrevista Víctor Villalobos, el hombre designado por López Obrador al frente de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural para materializar el rescate al campo y al maíz.

¿Qué son los precios de garantía?

La estrategia trazada por López Obrador y Villalobos para rescatar el campo se basa en un impulso a la producción nacional para reducir la dependencia de granos básicos (maíz, pero también frijol, arroz y trigo harinero) mediante la implementación de precios de garantía, el suministro de fertilizantes, además de mayores inversiones en infraestructura, la provisión de asistencia técnica y la adopción de prácticas agroecológicas, explica en entrevista Víctor Villalobos, secretario de Agricultura.

Los precios de garantía, la medida que desafía la racionalidad de los mercados, tienen un fin específico además de reducir la dependencia de granos básicos: “sacar de la pobreza a campesinos e indígenas más pobres”, afirma Villalobos, un experto en agricultura con cuatro décadas de experiencia y múltiples reconocimientos internacionales.

“Me parece correcta la intención del nuevo gobierno de darle más atención a las áreas descuidadas. La pregunta es cómo hacerlo”, explica el economista Javier Núñez, quien ha investigado a fondo la economía del maíz.

El especialista en competencia, regulación y mercados sostiene que los precios de garantía son una medida arriesgada, pero posible ante la necesidad de que el Estado mexicano invierta en áreas donde los mercados no han logrado los mejores resultados, como es el caso del maíz.

“El problema que le veo a un esquema de precios diferenciados es que se debe tener tener mucha vigilancia, porque las oportunidades de tranzas son muy grandes”, explica Núñez, especialista en competencia, regulación y mercados.

Las “tranzas” con los precios de garantía se observaron durante las décadas de 1970 y 80, cuando el estado mexicano trató de garantizar a toda costa el maíz blanco para evitar el costo político de su desabasto, según documentó Núñez en un estudio comisionado por la Secretaría de Economía al Colegio de México en 2016 sobre la cadena de valor del maíz.

“En esos años, un negocio que hacían algunos era llegar con el camión y entregar el maíz (a la Conasupo), que se pagaba por ejemplo en 100 pesos. Luego salían con el camión vacío y se formaban en la fila a donde vendían el mismo maíz subsidiado a por ejemplo 50 pesos. Después de varias vueltas, se llevaban una gran ganancia personas que ni siquiera eran productores”, explica Núñez.

Al momento la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), no ha dado a conocer más detalles de la operación de los precios de garantía, a fin de evitar este tipo de riesgos.

El rescate del maíz y otros productos del campo

El fin de fortalecer la producción interna del país es reducir el riesgo de que el suministro de alimentos básicos se vea afectado por factores externos como políticas comerciales o los efectos del cambio climático, como ya sucedió en 2011 cuando el gobierno mexicano tuvo que importar maíz blanco de Sudáfrica después de que una onda gélida destruyó las cosechas de Sinaloa.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) considera que un país es vulnerable si para su alimentación depende de la importación de productos básicos en más del 25%.

“En México estamos llegando (en dependencia) al 50% en términos generales y en maíz estamos cerca del 37%. Que seamos el primer importador de maíz del mundo nos debe mandar un mensaje muy claro de lo que tenemos que revertir”, asegura Villalobos.

El aumento en el consumo de carne

El tema es que la autosuficiencia del maíz puede ser inalcanzable si se considera la demanda creciente de este grano. El libre comercio en México detonó también el consumo y producción de carne en México, y con ello una demanda creciente de maíz para engorda de ganado, principalmente pollo, seguido de cerdo y en menor medida res, según datos del Colmex.

Los mexicanos comemos el triple de pollo, 50% más de cerdo y 20% más de res en comparación a como lo hacíamos hace 25 años, según otra investigación del Colmex. En el mismo periodo, en cambio, el consumo de tortilla de maíz cayó casi 30%, pasando de 250 a 180 gramos per capita. Entre el 70 y el 80% del alimento para la engorda de ganado depende de maíz, principalmente amarillo importado.

“Estamos consumiendo menos maíz directamente y más a través de la carne”, explica el investigador Núñez. “La única manera que veo de avanzar a la autosuficiencia es aumentar la productividad, porque de otra forma se trastocarían varias cadenas productivas”.

La productividad del grano se concentra en un puñado de estados. En Sinaloa, el mayor productor de maíz, hay tierras que pueden superar las 10 toneladas por hectárea y alcanzar rendimientos mayores a los de Estados Unidos, sin usar transgénicos. Sin embargo, en estados como Oaxaca la productividad cae a casi 2 toneladas por hectárea, mientras que la media nacional es de 3.5, según cifras del gobierno federal.

Tanto el secretario Villalobos como el economista Núñez y otras voces coinciden en que la desigualdad de la productividad en el país es un problema derivado de un apoyo desigual del estado mexicano a los productores más grandes.

A pesar de su tamaño, esta brecha podría reducirse con una política económica diferenciada por capacidad de producción, afirma Juan Pablo Rojas, presidente de la Confederación Nacional de Productores Agrícolas de Maíz de México (CNPAMM).

“(La producción de maíz) no es rentable para los pequeños y medianos productores porque nos hace falta infraestructura, principalmente de acopio, almacenamiento y comercialización”, explica el dirigente del organismo que agrupa a más de 200 mil productores de maíz. “Nos hacen falta recursos para renovar o capitalizar. Los hay, pero están muy mal aplicados”, asegura.

Las conclusiones de Rojas coinciden no sólo con los de los estudios del economista Núñez, sino también con otros de instituciones como el Centro Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Rojas considera que los casi 16 mil millones de toneladas de maíz que México importa reflejan el tamaño de la oportunidad que tienen los productores nacionales de participar en el mercado. Para ello, el mayor potencial se encuentra en el sur y sureste del país, ya que estados con grandes producciones como Sinaloa, Jalisco, Tamaulipas y Chihuahua “ya llegaron al tope de su potencial productivo”, con hasta 20 toneladas por hectárea en el caso de Sinaloa, afirma.

“Guerrero, Oaxaca, Veracruz (toda la cuenca del Papaloapan), Chiapas, Tabasco, Campeche y Puebla tienen, mínimo, un 60% de potencial productivo que no estamos aprovechando porque no tenemos la infraestructura”, asegura Rojas.

El precio del maíz mexicano

La asistencia a los pequeños productores debería de pasar también por una diferenciación de los precios en el comercio internacional para maíz blanco y maíz amarillo, ya que el primero es el de mayor consumo en México por su preferencia para elaborar tortillas, mientras que el maíz amarillo es usado principalmente para la engorda de animales y alimentos industrializados, explica Rojas.

Actualmente, el precio del maíz mexicano se fija sobre las previsiones del maíz amarillo hechas en el mercado internacional de Chicago, Illinois.

“Los productores no necesitamos subsidios. No queremos que nos den, queremos que nos pongan las condiciones adecuadas para que la sustitución de importaciones sea una realidad, no sólo promesas”, indica Rojas.

Una medida obligada para el rescate del campo mexicano será la revisión profunda a los dineros del sector, que actualmente favorecen a los productores con mayor cantidad de tierras y con un enfoque desapegado de la productividad, explica el secretario de Agricultura, Víctor Villalobos.

“Reconocemos que ha habido un manejo del presupuesto nada transparente. Una forma de establecer las reglas de operación que hacen inaccesible a los pequeños productores. Hay mucho favoritismo y mucha corrupción”, explica Villalobos.

Se requiere dignificar el campo, sacarlo de la corrupción en que se encuentra y ubicarlo como un factor importante del desarrollo de México, señala, y no como una proveeduría de materias primas.

“O peor, una actividad que hay que estar subsidiando”, advierte.