Por Periodismo Ambiental, 8 de febrero de 2019

El médico nos recibe en su consultorio de la Maternidad Nacional que se muestra repleta de madres, padres y abuelos con niños en brazos. Algunos están despeinados y descalzos.

Las caras que reinan en el lugar son de aflicción por parte de las madres y de tedio en los pequeños que buscan con mil argucias huir del lugar.

En un largo pasillo, contenido dentro de la imponente estructura del viejo hospital nos recibe el médico, que luce su tradicional guardapolvo mientras termina de completar las planillas de algunos pacientes.

“Como médico, he tenido que hacer investigaciones epidemiológicas porque no hay otro que haya querido hacerlas, ya que estos problemas son nuevos y no están descriptos; recién ahora estamos viendo qué ocurre y cuáles son las soluciones”, comienza diciendo Ávila Vázquez, abriendo un diálogo que será tan intenso como directo.

“Empezamos a ver impactos que desconocíamos en la salud”

Medardo Ávila Vázquez fue Subsecretario de Salud de la capital cordobesa en el periodo 2007- 2009, cuando tomó contacto con lo que sucedía en Ituzaingó Anexo, un barrio cordobés que desnudó en la opinión pública el drama de las pulverizaciones con agrotóxicos en los campos de soja, conocidas hoy como fumigaciones: “Los problemas ambientales vinculados a agrotóxicos no están en los libros de medicina.

Con las semillas transgénicas se disparó -en los últimos 15 años- el uso masivo de plaguicidas haciendo que las personas entren en contacto y queden expuestas a los agrotóxicos. Desde entonces, empezamos a ver un impacto en la salud que desconocíamos” explica el médico, quien afirma que los efectos de los agrotóxicos son un tema nuevo: “En Argentina, hay 12 millones de personas expuestas ambientalmente a los agroquímicos, que son fumigadas con dosis cada vez más altas. Un fenómeno nuevo que estamos estudiando y por eso reclamamos urgentes restricciones para su aplicación”, explica Ávila Vázquez -quien es uno de los coordinadores de la Red Universitaria Ambiente y Salud (REDUAS)-.

“En un contexto de crisis económica y social, donde la problemática del empleo y la supervivencia diaria es lo más grave, los problemas ambientales pasan casi a un segundo plano, pero no dejan de existir”, alerta el facultativo “ y por eso decimos que no hay que fumigar, realmente no hace falta porque podríamos cultivar sin agrotóxicos. No es una necesidad y técnicamente está demostrado que no es necesario”, advierte Ávila Vázquez.

Veneno sobre el mantel

¿Qué son los agrotóxicos?

“Son venenos que se usan en agricultura para controlar plantas o insectos; tóxicos que actúan sobre el resto de los seres vivos. Si nos comparamos con las plantas tenemos que una célula humana, comparada con la del maíz, tiene similitudes en un 40% de los genes. Entre un 65% y 70% de los genes de una cucaracha son iguales a los de un humano y con las ratas compartimos el 95% de la genética. Los plaguicidas son venenos que matan seres vivos que forman parte de la misma plantilla de desarrollo que la de los seres humanos”, sentencia el especialista.

“En la década del ’60 comenzaron a utilizarlos y en Argentina se aplicaban 3 millones de litros anuales sobre los cultivos; actualmente se emplean 400 millones de kilos de agrotóxicos por año”, detalla el Dr. Ávila Vázquez y agrega: “Una cosa es usar poca cantidad porque tenés que controlar una plaga de langostas, y otra es decir: aplico por las dudas llegue a venir algún bichito. Existe una pauta de uso masivo de agrotóxicos que la industria ha impuesto a lo largo de los años sobre la base de que los plaguicidas no son tóxicos, que no hacen nada porque son seguros”.

“Decían del glifosato -el agrotóxico más usado en el mundo- que si no tocaba el suelo se desactivaba. Todavía algunos ingenieros agrónomos dicen que es biodegradable pero no lo es, permanece activo durante 2 meses en la tierra y cuando llueve se concentra en los arroyos y ríos”, dice el medico cordobés y agrega que “hay quienes llegan a asegurar que se puede tomar un vaso de Roundup sin consecuencias para la salud; he oído a agrónomos decir esa barbaridad cuando asistimos a conferencias en los pueblos”.

¿ El tema ocupa un lugar importante en la agenda sanitaria ?

“En Argentina, las zonas rurales tienen 3 veces más cáncer que las urbanas, esto es un dato que nadie puede negar y en la ciudad de Córdoba, 2 de cada 1000 personas van a tener cáncer este año. En cambio, en el sector rural van a ser 6 de cada 1000 pobladores. En el caso de niños malformados, 2 de cada 100 nacen con malformaciones en zonas urbanas y en los pueblos fumigados 5 o 6 de cada 100 nacimientos”.

¿Por qué entonces, esta problemática es ignorada por gran parte de la población?

Esta temática está ubicada geográficamente en el interior del interior del país; no se manifiesta en las grandes capitales como Buenos Aires, Córdoba o Rosario, sino que avanza en pequeños pueblos donde no hay difusión de los casos: el agronegocio -que los enferma- es la actividad que da movimiento económico a esos lugares, entonces el reclamo de los afectados choca con el poder económico y político en el lugar”, asegura el Dr. Ávila Vázquez.

Los cuatrocientos

Frente a ese panorama, el médico destaca que desde el año 2010, centenas de pueblos han promulgado ordenanzas poniendo límite a las fumigaciones; limitando la circulación de las máquinas mosquitos pulverizadores y prohibiendo la instalación de depósitos de agroquímicos dentro de las localidades: “Cuatrocientos pueblos es mucho y eso se logró a partir de una disputa local que no trasciende demasiado, mientras la política de los gobiernos trata de voltear ordenanzas que le ponen una restricción que sólo disminuye la ganancia del agronegocio en un 1%, dejando a los pueblos tranquilos y sintiéndose seguros. Estos empresarios están urdiendo todo el tiempo la manera de voltear estas ordenanzas o de tumbar leyes promoviendo sus buenas prácticas agrícolas, que son un engaño para poder fumigar al lado de tu casa”.

“Las ordenanzas que tienen menos limitaciones son de 500 metros pero ellos promueven fumigar a 100 metros”, afirma Ávila Vázquez.

¿Y qué sucede si fumigan a 100, en vez de 500 metros?

“Ocurre que la exposición a los venenos es más alta. En el caso de Ituzaingó Anexo -que ni siquiera era un barrio sojero- no había depósitos de agroquímicos, no circulaban los aplicadores por sus calles, ni tenían silos enclavados en la zona pero fumigaban a 100 metros de las viviendas y en esa población de 5000 personas encontramos 200 enfermos de cáncer. Es decir, la fumigación a 100 metros te expone y te pone en contacto con los agrotóxicos de una manera sistemática y repetida todos los años, donde cada vez las dosis son más altas”.

Bayer y Monsanto: Carrasco lo sabía

“Cuando Bayer compró a Monsanto quedó demostrado lo que el doctor Andrés Carrasco planteaba desde el año 2010, cuando veía en su laboratorio la dependencia que generaban las semillas transgénicas con los agrotóxicos, que cada vez se aplicaban más”, afirma Ávila Vázquez.

El Dr. Carrasco, aseveraba que los agrotóxicos impactaban en la salud de la población contaminando el agua, el suelo y el aire. “Todo este negocio viene de la mano de las semillas transgénicas”, retoma el médico agregando que “la idea es adaptarlas para resistir el glifosato. Monsanto aseguraba que se iban a necesitar cada vez menos agrotóxicos y que los rendimientos iban a ser mayores, sin embargo la realidad es que, cada vez, hacen falta mayores dosis de agrotóxicos y los rendimientos son menores. Les fallaron los pronósticos porque la naturaleza no respondió como los experimentos en laboratorio”, indica el médico quien explica que “los cultivos se fueron adaptando y requiriendo más agrotóxicos. Si vemos la evolución de las ventas del mercado mundial de semillas nos damos cuenta que el comercio se mantiene constante o disminuyendo, en cambio, la venta de plaguicidas no deja de aumentar todos los años. Entonces, la ganancia en el negocio de la agricultura está en los plaguicidas y no en la semilla. Por eso Bayer, que es una industria química a la que no le interesaba la fabricación de semillas -pero controlaba el mercado de los agrotóxicos- termina engullendo a Monsanto que quedó como un área secundaria: Bayer va a producir semillas para vender plaguicidas, aunque parezca increíble” sentencia el médico de la REDUAS.

“Nos hicieron creer que podíamos producir alimentos con veneno”

“La propaganda y el marketing nos hicieron creer que podíamos producir alimentos con veneno. Es una locura ¿cómo puede ser eso?”, se pregunta el Dr. Ávila Vázquez y continúa diciendo: “en la yerba, en el azúcar y en el vino… ¿Cómo fue que se naturalizó eso? Porque nos hicieron creer que podíamos usar veneno para cultivar. Si vos tenés tu huerta y cultivás tu lechuguita no le vas a poner veneno a una ensalada antes de prepararla con aceite y vinagre”, dispara el médico cordobés.

… Pero si está todo envenenado y estamos ingiriendo alimentos envenenados ¿Cómo es que aún estamos vivos?

“Tenemos muchos problemas si comparamos nuestras poblaciones en términos de salud; complicaciones de desarrollo de los niños. Por ejemplo: autismo, TGD (Trastorno generalizado del desarrollo) o hiperactividad están muy vinculados a los residuos de plaguicidas en bajas cantidades, aunque en dosis repetidas. Dicen que el glifosato se elimina en un día y medio, pero cuando hacés las pruebas médicas la gente tiene el agrotóxico en su organismo, es decir que lo estás ingiriendo directamente; no se trata de que alguien pasaba por un campo que estaban fumigando hace 15 días y le quedó el plaguicida en sangre, a eso ya lo eliminó pero lo está comiendo en el pan, en la leche o en el mate, todos los días”, asevera el facultativo de la UNC.

¿Crecen las tasas de mortalidad por cáncer?

“Tenemos tasas de cáncer que van en aumento. También, de Alzheimer, hipotiroidismo, tumores… todos problema de salud con sospechas que cada vez están más demostradas. Sucede que en el tema de los agrotóxicos no podés hacer una prueba de causa-efecto contundente porque las personas están expuestas a muchas cosas, y a los efectos tóxicos los ves sólo con estudios epidemiológicos: hay que tirar pruebas sobre pruebas y sobre más pruebas en esta temática, todo el tiempo”.

La insoportable levedad del glifosato

“Hay aplicadores de glifosato que no tienen mayores problemas de salud pese a su actividad y hay vecinos que están afectados con pronóstico reservado”, subraya Ávila Vázquez y completa diciendo que “esto se debe a que también depende de la capacidad individual de resistir a esa agresión, como una gripe que le agarra muy fuerte a uno y a otro no le hace nada. Cuando algunos dicen: ¡ah, pero no está demostrado!…sí, está demostrado: la evidencia epidemiológica mundial en el tema del glifosato demuestra que produce cáncer, hipotiroidismo y que los insecticidas que usan para la verdura producen trastornos de tipo autista”. Respecto de historias trágicas relacionadas con las fumigaciones, Ávila Vázquez señala que “la situación tiene un alto impacto, pero que es silencioso cuando afecta a una familia que puede ser la de cualquiera de nosotros y esto es una responsabilidad unívoca del Estado, que tiene que prohibir esto porque no es lógico producir alimentos con veneno”.

¿Ha conversado con algún productor que haya cambiado su modo de producir, sin agrotóxicos?

“Sí, con muchos”, responde Ávila Vázquez y completa diciendo: “en la localidad cordobesa de Monte Maíz nos decían que ellos querían buscar otras posibilidades para producir pero no sabían cómo, porque fumigar con agrotóxicos era la única posibilidad que le indicaban los agrónomos”.

“En cambio, otros no, a pesar que tuviesen su mujer con cáncer y un hijo con TGD. Imaginen la siguiente situación, que es real: 100 hectáreas de soja requieren 12 jornadas de trabajo por año. El trabajo de un sólo peón rural emplea 1 día de siembra y otro de cosecha, pero demanda 10 días de fumigaciones. Es decir, casi todo el tiempo de la actividad se emplea para aplicar agrotóxicos: el productor argentino -con este modelo de producción- está permanentemente aplicando venenos y comprando químicos”.

¿Se siente cuestionado por ciertos sectores académicos que ponen en duda estas denuncias?

“A todos los que criticamos la producción de alimentos, con base en las fumigaciones con agrotóxicos, nos ningunean porque el stablishment académico está vinculado al poder. Nuestra Universidad, como todas, está vinculada a los intereses económicos y el agronegocio no es solamente Monsanto, sino también todos los grupos que hoy toman las decisiones económicas en Argentina.

En el Ministerio de Agroindustria, por ejemplo, las asociaciones de sojeros  tienen un peso económico y político muy grande, al igual que en las universidades”, señala el médico y agrega que “en Córdoba, la Facultad de Agronomía está en manos del agronegocio que inculca, a todos los futuros ingenieros agrónomos, cómo usar venenos. Esos mismos profesores de agronomía ahora están en el Rectorado, esto es así.

En Medicina pasa lo mismo: el jefe de Oncología de la provincia que me cuestiona, experimenta con medicamentos para un laboratorio vinculado a Bayer. ¿Cómo puede cuestionarme si él es un empleado de Bayer?. El ex decano de mi Facultad, recluta pacientes por dinero para probar medicamentos en ensayo de Big Pharma”, dispara Medardo Ávila Vázquez y agrega: “No me lo tomo como algo personal aunque en algo molesta, porque no me están agrediendo a mí sino lo que intentan hacer es que lo que decimos no sea valorado y nosotros manifestamos que la gente se enferma porque está expuesta a los agrotóxicos, que tenemos el triple de cáncer, que la mitad de la gente que se muere en los pueblos sufre de esa enfermedad y a eso ya no lo pueden ocultar. En toda la ciudad de Córdoba, sólo el 20% se muere de cáncer. En barrio Ituzaingó Anexo se moría el 33%”.

“Nos dicen que nuestros estudios están mal hechos, que no son válidos, que no son científicos pero después de 3 o 4 años son publicados en revistas científicas. El que hicimos en la localidad de Monte Maíz lo descalificaron, pero el año pasado se publicó uno y el anterior otro y este año vamos a publicar otro más; hablamos de papers científicos con tribunal que lo evalúa”, explica el facultativo cordobés: “nuestros estudios no están mal: no les gustan a ellos y ese es el problema”.

El ensayo cometa y el ADN de los agrotóxicos

“Es más grave vivir al lado de un depósito de agrotóxicos que de un campo fumigado, según hemos visto en varios pueblos” asegura Ávila Vázquez y agrega: “cuando hicimos las mediciones, en las veredas de los depósitos había 3000 micras de glifosato y en los campos medimos 40, esto indica que hay más agrotóxicos adentro de las localidades”.

Parte de los estudios citados por Ávila Vázquez están basados en una técnica llamada “Ensayo Cometa”: el linfocito es un tipo de célula inmunitaria elaborada en la médula ósea que se encuentra en la sangre y en el tejido linfático. Medardo Ávila Vázquez explica: “en el microscopio, el núcleo del linfocito se ve entero como si fuera una luna llena. Cuando el ADN está lastimado se ve similar a la figura de un cometa y en la ciudad de Marcos Juárez, por ejemplo, el 95% de la gente tiene el ensayo cometa alterado. En Río Cuarto, sólo el 1% porque no están expuestos a agroquímicos”.

Respecto del “Ensayo Cometa”, el médico explica que “el glifosato rompe el ADN y la molécula se ve disgregada: cuando está rota, saltan pedacitos que van formando como una cola de un cometa. Esa célula impactada por el glifosato tiene 3 posibilidades: la primera posibilidad es que se cure, es decir que el mismo organismo reemplace remediando las cadenas que están rotas y, por lo tanto, la célula sigue viva. Eso está demostrado porque después que pasan las fumigaciones más intensas a lo largo del año -de septiembre a marzo- la población tiene el ensayo cometa alto y en invierno va bajando hasta hacerse normal. Cuando llega la época de fumigaciones intensas, el ensayo cometa vuelve a dar positivo en gente que está sana. La mayor parte está reparando el daño y lo repara todo cuando dejan de fumigar”, expone el médico cordobés y completa diciendo: “la segunda opción es que no se pueda reparar el ADN porque faltan pedazos muy grandes, que no se pueda re-sintetizar y unir nuevamente la cadena. Entonces, como el ADN es el que da toda la instrucción de cómo funciona la célula, cuando está muy roto ésta se destruye naturalmente.

Pero también, puede pasar que -como la destrucción o el suicidio natural de la célula también es un mecanismo genético- esté dañado el sistema de información que le indica a la célula que se tiene que suicidar y la célula no puede eliminarse; es como si tuviese el revólver y no le gatilla porque tiene roto el percutor: sobrevive la célula sin repararse y sin destruirse, se une todo mal y se transforma en célula mutante que, en vez de ser redondas, tienen deformaciones; empiezan a reproducirse y escapan a todo control invadiendo el organismo: eso es el cáncer. Se trata de una célula que mutó y se volvió independiente, adquirió autonomía, empezó a crecer, busca nutrirse y te mata.

Si se trata de un espermatozoide o de un óvulo, tiene todo el ADN cambiado y cuando hay una fecundación nace un chico con Síndrome de Down o con malformaciones cardíacas, por ejemplo. Todo esto explica lo que vemos en los estudios epidemiológicos y en los laboratorios: la gente que vive en Monte Maíz y pasa por la calle tiene 3000 micras de glifosato, es decir tiene ensayo cometa positivo: están vivos pero con daño genético y sus organismos se lo están tratando de arreglar”.

El ensayo cometa en Dique Chico

Dique Chico es una pequeña comuna que se encuentra a 14 kilómetros de la ciudad de Alta Gracia y a 50 de la capital cordobesa. Los vecinos del lugar, especialmente preocupados por la situación de fumigaciones muy cercanas a una escuela, recibieron la asistencia de Ávila Vázquez: “Un grupo del CONICET hizo el estudio de ensayo cometa en los pequeños de esta escuela asediada por las fumigaciones y al 100% de los chicos les dio que tienen daño genético: esos niños están en riesgo de padecer una leucemia, por ejemplo. El hijo de la maestra de la escuela falleció por esa enfermedad y ella tiene cáncer de mama”.

¿Así de preciso: el 100% de los chicos?

“Tienen esa alarma encendida porque el ensayo cometa de daño genético determina riesgo de cáncer. Es un pre-cáncer”.

¿Qué es lo peor que ha visto en este tema?

“Atiendo pacientes recién nacidos muy afectados por agrotóxicos. Hace 3 años atendimos un caso que tenía una gastrosquisis”. El Dr. Ávila Vázquez, por primera vez en la entrevista establece una pausa para mirar a su alrededor como buscando aire y murmura para sus adentros: “me pone mal esto”, tras lo cual recuerda: “El bebé tenía abierta la pared abdominal: afuera el intestino y el hígado, todo expuesto; una malformación que está vinculada a los agrotóxicos desde la década del ’60. Operamos al bebé practicándole 4 cirugías, todas muy dolorosas. Estuvimos 4 meses atendiéndolo hasta que se curó”, cuenta Ávila Vázquez y prosigue: “creció, lo salvamos de todas las infecciones que tuvo, pudo volver a alimentarse, empezó a engordar y le dimos de alta. Una experiencia hermosa con final feliz, por lo que le pedimos a la madre que no volvieran a vivir al campo donde trabajaban; váyanse a vivir a otro lugar, le dije a la mamá.

Al bebé, lo siguieron trayendo a control y estaba perfecto, pero pasados 2 meses la mamá me llamó por teléfono para decirme que el niño había muerto en la cuna, muerte súbita. Yo dije: ¡La puta madre, con todo lo que pasamos! y antes de finalizar la llamada, le pregunté:

-¿Estás viviendo en Río Tercero?

No doctor, me tuve que volver al campo por el trabajo.

-¿Y qué pasó, estuvieron fumigando?

– Sí doctor, el día anterior que muriera estuvieron fumigando.

Ese bebé, desde antes de nacer, no se bancaba los agrotóxicos, no podía resistirlos. Fumigaron el rancho de esta pobre gente y se murió”.

¿Qué satisfacciones le ha dado este camino recorrido?

Siento satisfacción cuando podemos acompañar a los médicos de los pueblos que están muy solos, porque cuando empiezan a hablar de este tema los aprietan y les significa tener que irse o ganarse muchos problemas si se quedan. En Monte Maíz, estuvieron 2 meses discutiendo una ordenanza después que nosotros publicamos nuestro trabajo y, finalmente, la aprobaron.

Esa es nuestra satisfacción, poder acompañarlos”, concluye el Dr. Ávila Vázquez.