Los argumentos

Frente al comunicado de ACO sobre la presencia de glifosato en la harina para tortillas y el reporte de la nota en diferentes medios, Maseca respondió a través de Forbes con los siguientes argumentos:

  • La EPA informó en 2017 que es probable que el glifosato no sea cancerígeno para los humanos.
  • “La harina de maíz de marca Maseca cumple con todas las regulaciones aplicables y nuestros sistemas de calidad y procesos son certificados y auditados por entes independientes muy reconocidos […]”

Aunque ambos argumentos son correctos, son igualmente discutibles:

  • Es probable que el glifosato no sea cancerígeno en humanos, según EPA; por lo que también es probable que sí lo sea.
  • Y el cumplir con todas las obligaciones establecidas por el gobierno mexicano además de contar con certificaciones de calidad también debe ser cierto. Sin embargo, eso no quiere decir que sea suficiente. El glifosato está en la lista de los agrotóxicos sobre la que el reciente informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos pide actuar para evitar que sigan causando daños a las comunidades humanas y a los ecosistemas.

“[…] la situación actual en México, en el marco legal y reglamentario, permite a las empresas la comercialización y uso de sustancias de alta peligrosidad”, con potencial de dañar la salud de la población y de perjudicar al medio ambiente.”

Por lo anterior, la respuesta de los dirigentes de Gruma-Maseca está completamente fuera de lugar. Para nada hace justicia a las afirmaciones sobre responsabilidad social y sustentabilidad que hacen en su página web. Pero analicémoslo desde la ética aplicada.

¿Es la responsabilidad moral de GRUMA-Maseca colaborar en la construcción de un sistema alimentario sano y regenerativo?

Milton Friedman, un reconocido economista defensor del mercado libre, afirmó alguna vez lo siguiente:

“La única responsabilidad social de las empresas es la de incrementar sus ganancias.”

En su ensayo argumenta que las personas responsables por las decisiones y acciones en el marco de un negocio no deben desempeñar una responsabilidad social en su capacidad como ejecutivos. En cambio, deben concentrarse en incrementar las ganancias de la compañía que representan.

Pensemos en la marca Maseca, propiedad de la empresa trasnacional GRUMA. ¿Estarían sus ejecutivos de acuerdo con el señor Friedman?

Muy probablemente sí. Tal vez dirían lo siguiente:

  • La responsabilidad de asegurar los derechos humanos de los consumidores es tarea de los gobiernos, por lo que es injusto que se exija a GRUMA hacer algo que la legislación no le impone.
  • El hacer cambios en la manera de operar y comercializar sus productos, explícitamente la harina para tortillas, le implicaría costos adicionales. Dichos costos serían impuestos sobre sus accionistas y empleados; algo indeseable para cualquier compañía.

En suma, Maseca podría decir que no le corresponde hacer ningún cambio en su forma de conducirse porque eso le “causaría impuestos sin un requerimiento de declaración de por medio o sin tener representatividad”.

Sin embargo, los costos en una compañía están alineados a su plan estratégico particular. En teoría, atienden a la misión de la empresa, que en el caso de Gruma es la siguiente:

“Contribuir a mejorar la calidad de vida de su capital humano, de sus clientes y consumidores.”

“[…] apoya el desarrollo integral de las comunidades donde tiene presencia, ofreciendo productos de alta calidad accesibles a todas las familias, creando empleos, reinvirtiendo utilidades, implementando procesos amigables con el medio ambiente, favoreciendo la capacitación y el progreso, sin descuidar su crecimiento continuo.”

¿Qué es alta calidad para Maseca?

Habría que preguntar a los ejecutivos de GRUMA si consideran que, el consumir herbicida en las tortillas hechas con maíces genéticamente modificados para los que se usan grandes cantidades de agroquímicos, que favorecen enfermedad en los agricultores y los agro-ecosistemas, es sinónimo de consumir un producto de alta calidad.

El exponer por qué las empresas sí deben tener responsabilidad social da para un análisis extenso. En este caso simplemente cabe subrayar que aun cuando GRUMA-Maseca puede estar cumpliendo con toda la legislación aplicable en el momento, no hace justicia a lo que ha establecido como su misión.

Si Gruma-Maseca no se ve participando en la construcción de un sistema alimentario sano y regenerativo, por lo menos debería responder ¿a qué le llama productos de alta calidad? Y por supuesto, explicitar si, para su definición, el glifosato y los OGM en las tortillas que los mexicanos consumen cada día es aceptable. Debería explicitar si su definición de alta calidad va en contra de los derechos humanos y de los objetivos de desarrollo sustentable de índole global.

¿Qué es lo que GRUMA-Maseca decide favorecer? Parte de la misión de esta empresa habla de no descuidar el crecimiento económico. Y por eso vale la pena conocer la historia en relación a cómo llego a industrializarse la tortilla.

Sobre cómo se remplazó al molino Azteca y a la tortilla tradicional

El gobierno mexicano intentó, por décadas, eliminar al maíz y a la tortilla de las costumbres indigenistas. El maíz, en contraste con el trigo, representaba atraso, desnutrición, fatiga y conformismo en los mexicanos; la razón por la que el país no avanzaba hacia el desarrollo económico. Luego, la Fundación Rockefeller realizó los primeros estudios serios sobre nutrición, poniendo al maíz, en términos nutritivos, a la par del trigo; incluso, cuando se descubrieron las bondades de la nixtamalización, la tecnología se llevó a otras regiones para contrarrestar enfermedades derivadas de la falta de niacina. Ese fue un gran paso, el de reconocer al maíz y al nixtamal.

Enseguida surgió el interés económico. Considerando el consumo per cápita de tortilla, el estado no tardó en vislumbrar cómo utilizarlo. Según los cálculos de la época:

312,500 mujeres fuertes y robustas estaban destinadas a hacer tortillas cada día. Eran las mujeres que no participaban de la fuerza laboral industrial y que además representaban un mercado potencial de tortilla producida en masa; un mercado que sobrepasaba los 100 millones en ventas anuales.

Los emprendedores soñaban con hacer fortunas de la mecanización de la producción de tortillas. Y lo lograron, aunque fue un proceso largo.

Primero llegaron los molinos

La primera patente de un molino de nixtamal surgió en 1859, pero fue hasta 1890 que los molinos comenzaron a producirse a escala comercial. Y, como la molienda ahora implicó una máquina (molino en lugar de metate), fue culturalmente aceptable que se volviera un negocio de hombres. Así nacieron los molinos y los molineros.

Luego las máquinas tortilladoras

A los tortilleros les tomó más tiempo. En 1884 hubo una patente de máquina tortilladora mecanizada, pero no tuvo mucho éxito. En 1905 se patentó la máquina manual de prensa. Y hasta 1919, combinando dos diferentes desarrollos, la máquina tortilladora automática llegó al mercado. En 1945 había apenas 2,215 de estas máquinas instaladas. Pero luego, en 1954 un estudiante del IPN logró mejoras tecnológicas que impactaron la textura y la forma de los bordes de la tortilla. Eso hizo toda la diferencia. Entre 1960 y 1980 las ventas incrementaron significativamente.

Y enseguida, la harina o masa harina

Hasta este punto estaban ya bien instalados en el medio tanto los molinos de nixtamal como las máquinas tortilladoras automáticas. Enseguida vino la masa harina o la harina de nixtamal.

La primera patente de harina para tortilla surgió en 1912. En 1949 se abrió la primera planta industrial de harina de nixtamal en Cerralvo, Nuevo León: Molinos Azteca S.A. (Maseca). Posteriormente, apenas al siguiente año, el Estado apoyó a la empresa Maíz Industrializado S.A. (Minsa) a contruir una planta en Tlanepantla, estado de México. La siguiente década, entre 1950 y 1960, se dedicó a optimizar el proceso de producción. Ninguna empresa logró construir nuevas plantas sino hasta la segunda mitad de los 60’s.

Y nació la poderosa Maseca

Con el objetivo de asegurar sus ventas, Maseca invirtió enfáticamente en una máquina tortilladora llamada T-600, que utilizaba como insumos masa harina y agua, sin necesidad de involucrar la molienda del nixtamal. “En 1975 la producción de harina para tortilla sobrepasó las 500,000 toneladas, 5% de todo el maíz consumido en México, y para 1990 la industria había triplicado su producción, llegando a 1.5 millones de toneladas, poniendo al presidente de Maseca en la lista de billonarios de la revista Forbes.”

“Cada paso en el proceso, de molinos del nixtamal, a la máquina tortilladora, hasta la masa harina, representó cambios en la calidad del producto final.” Pero además representó el sacar a las mujeres del sistema de producción de tortilla. También a los pequeños productores agrícolas del cultivo de maíz. La tortilla consumida por la más amplia población se produjo por hombres y con maíces “mejorados”. En términos de economistas, el sistema maíz-tortilla se mercantilizó.

El negociazo de las grandes industrias alimenticias

A partir del gobierno de Cárdenas se promovió a los grandes agronegocios. Esto dio como resultado un sistema de producción agrícola dual que prevalece hasta ahora: el de los pocos agricultores comerciales de alta productividad, y el de la mayoría de los pequeños agricultores en desventaja.

La intervención federal en los mercados agrícolas comenzó en 1930. Sin embargo, fueron las mejoras en la productividad agrícola las que cambiaron el paisaje rural de México con la revolución verde.

Lo que no se logró durante los años de la colonia y el primer siglo de independencia, sí lo logró la revolución verde hacia 1960. No se pudo sustituir al maíz por el trigo, pero sí se cambió al maíz nativo por el de laboratorio.

Los beneficios del boom de la agricultura intensa en agroquímicos y semillas mejoradas solo fueron temporales. Hacia 1970 muchas de las grandes empresas agrícolas quebraron, generando una crisis en la agricultura mexicana.

La crisis agrícola y el cambio en la dieta tradicional

Fue a raíz de esta crisis agrícola que se iniciaron los subsidios a los alimentos en las zonas rurales a través de tiendas de comestibles (liconsa). Los objetivos alrededor de estas tiendas fueron claramente políticos, pero lo más trascendente, y que hay que hacer notar, es que, el gobierno, “a través de la secretaría de agricultura, con un importante sesgo hacia lo urbano, influyó en hacer que la cocina nacional llegara a basarse en la comida industrializada”: la sopita de pasta y las tortillas Maseca, por ejemplo. Qué decir de los refrescos, la cerveza y las golosinas. Los mexicanos cambiamos los carbohidratos complejos en el maíz y los frijores, por calorías huecas en grasas y azúcares, sin ninguna ganancia nutricional. Solo se ganó en diabetes, hipertensión, arterioesclerosis, problemas cardiacos y desnutrición. Los adultos mexicanos ya pudieron sufrir de anemia y obesidad al mismo tiempo.

El gobierno en apoyo de los grandes agronegocios

Pero volviendo al caso específico de GRUMA-Maseca. En el afán de beneficiar a las grandes compañías privadas, la Secretaría de Agricultura a través de su asociación con Minsa, trabajó con Maseca para desarrollar la mejor versión de la masa harina. Y posteriormente, la Secretaría de Comercio y Desarrollo Industrial ayudó a esta industria a incrementar su margen de participación en el mercado al obligar a que muchos molinos vendieran masa harina; esto a pesar de la negativa de los molineros por la calidad inferior de las tortillas de harina.

“La industrialización de la elaboración de tortilla dependió no solamente de las habilidades técnicas de los inventores, pues se tuvo que persuadir a los consumidores de comprar tortillas hechas con máquinas automáticas” o tortillas de menor calidad. Comemos tortillas de masa harina Maseca porque a lo largo del tiempo, la industria de la mano con el gobierno así acostumbró a nuestro paladar.

 

Por un lado, los políticos Mexicanos no han tenido la voluntad de usar su poder para mejorar la salud nutricional de la población. Por el otro lado, esto para las grandes industrias de los alimentos ha sido un verdadero negociazo. Entonces, ¿es o no, la responsabilidad moral de GRUMA-Maseca dar una respuesta seria a la petición de ACO?

¿Cuál es el alcance de GRUMA-Maseca?

GRUMA se describe como “la compañía que nutre el corazón de México y el mundo”. Afirma que “siempre se ha destacado por tener una gran visión de negocios para llegar a todos los rincones del mundo”. Tiene “presencia en 112 países, con 79 plantas en América, Europa, Asia y Oceanía y con más de 18,000 empleados.”

“A 65 años de su fundación […], GRUMA ve el futuro con optimismo, y está comprometida a construir una nueva etapa con los principios y valores que la han forjado y que le permitirán superar retos futuros.”

Esta compañía ha sido reconocida como uno de las mejores empresas para trabajar en México. Realiza donativos a causas nobles y ha estado presente apoyando la recuperación frente a eventos extremos como el huracán Odile. No hay duda que tiene excelentes acciones. Sin embargo, eso no la exime de tener una visión sistémica y reconocer que su proceso productivo puede involucrar enormes mejoras.

Valdría la pena considerar la historia en el contexto nacional

GRUMA-Maseca es lo que hoy es por esa ventana de oportunidad que le abrió el gobierno extractivo del PRI, que creó los grandes problemas del sistema alimentario que vivimos hoy. Maseca es sinónimo de monopolio que controla el principal alimento de México: la tortilla. La base de esta es también el principal cultivo, ahora en riesgo de perder lo que queda de su diversidad.

GRUMA-Maseca o favorece o acepta la presencia de agrotóxicos en nuestra comida. Sus buenas acciones al interior de sus plantas no compensan las externalidades a las que da lugar. Promueve el consumo de maíces mejorados y genéticamente modificados, alimentando a la población con tortillas de la menor calidad:

“Las tortillerías representan el mercado más grande de harina de maíz en el país y durante los últimos años, nos hemos enfocado en atraer a las tortillerías independientes, así como a las tortillerías dentro de los supermercados. Estas últimas son una atractiva base de clientes ya que actualmente surtimos a la mayoría de los supermercados en el país. Juntos, ambos tipos de clientes representan al segmento de más rápido crecimiento en el mercado.”

Su relación con el gobierno continúa hasta hoy. En mayo de 2018, empezó una colaboración con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). Esto para potenciar la productividad de pequeños agricultores de maíz blanco. Este acuerdo fue avalado por, la entonces, SAGARPA. Y se dice que tiene también la finalidad de estimular e impulsar actividades agrícolas en favor de la seguridad alimentaria.

No sé si recomendar reír o llorar, así que mejor hay que exigir

GRUMA es portadora del “Distintivo de Empresa Socialmente Responsable otorgado por el Centro Mexicano para la Filantropia […]”. Este disintivo, expresa la compañía, representa:

  • la gestión responsable,
  • ética,
  • ser amigable con el medio ambiente, y
  • estar comprometida con la comunidad.

Siendo así, ¿GRUMA-Maseca tendría que responder seriamente ante la petición de ACO, no? O acaso no somos actores relevantes quienes estamos preocupados por el glifosato y los OGM en la harina para tortillas.

Por favor, tú también, firma AQUI la petición para los dirigentes de Maseca.

Referencias:

Pilcher, J. M. (1998). ¡Que vivan los tamales! Food and the making of Mexican identity. University of New Mexico Press. 234p.

Friedman, M. (1970). The social responsibility of business is to increase its profits. The New York Times Magazine.

Mulligan, T. (1986). A critique of Milton Friedman’s Essay “The social responsibility of business is to increase its profits”. Journal of Business Ethics. 5:4, 265-269.

Página Web de GRUMA. https://www.gruma.com/