Por el Dr. Mercola, 27 de diciembre de 2018

Historia en breve

  • Los bebés menores a 2 años de edad no pueden aprender el lenguaje de forma efectiva por medio de videos; sino que necesitan de la interacción en vivo
  • Además, los bebés no pueden trasladar lo que aprendieron de un iPad al mundo real; por ejemplo, la capacidad de jugar con Legos virtuales no se traduce en la habilidad de manipular bloques de Lego reales
  • Las aplicaciones y redes sociales están diseñadas para ser adictivas y los niños pequeños son mucho más susceptibles que los adultos

Hoy en día, la mayoría de las personas está sumergida en un mar de radiofrecuencias emitidas por tecnologías inalámbricas de todo tipo, desde enrutadores hasta teléfonos inteligentes, tabletas, monitores para bebés, televisiones, electrodomésticos, medidores inteligentes y muchas otras.

Según indican muchos expertos, una exposición fuerte y crónica podría tener repercusiones graves en nuestra salud, en especial en los niños, que ahora se encuentran expuestos aún antes de su nacimiento. Así mismo, las investigaciones sugieren que interactuar en las redes sociales, juegos y aplicaciones en línea puede ocasionar diversos efectos, tanto físicos como psicológicos.

El uso prolongado de dispositivos inalámbricos puede cambiar la estructura cerebral de los niños

El mayor estudio a largo plazo1,2,3 sobre el desarrollo cerebral y la salud de los jóvenes en los Estados Unidos —el Estudio del Desarrollo Cognitivo del Cerebro Adolescente (ABCD, por sus siglas en inglés)4— revela que al parecer los cerebros de los usuarios más asiduos de dispositivos electrónicos son diferentes, en comparación con los que utilizan teléfonos inteligentes, tabletas y videojuegos con menor frecuencia.

En total, más de 11 000 niños fueron monitoreados durante una década para evaluar cómo las distintas experiencias y entornos de la infancia afectaban en su desarrollo cerebral y salud psicológica. Como señalaron los investigadores,5 “los datos proporcionarán un recurso de magnitud y profundidad sin precedentes para estudiar el desarrollo típico y atípico”.

Estos hallazgos preliminares, basados en el escaneo cerebral de 4500 niños de 9 y 10 años de edad, revelaron que los niños que utilizaban dispositivos electrónicos durante siete horas o más al día podrían presentar un adelgazamiento prematuro en su corteza cerebral, la capa cerebral externa que procesa la información cerebral de los cinco sentidos físicos (gusto, tacto, vista, oído y olfato).

Las consecuencias exactas de esta anomalía aún son desconocidas. Según indica la Dra. Gaya Dowling, investigadora de los Institutos Nacionales de Salud, institución que patrocina el estudio de 300 millones de dólares, se cree que el adelgazamiento de la corteza forma parte del proceso de maduración cerebral, por lo tanto, estos análisis demuestran que tal proceso pudo haberse acelerado en niños que pasan mucho tiempo frente a pantallas electrónicas6 (7 horas o más al día).

No pueden comprobar de forma definitiva que los cambios sean causados por el uso de pantallas electrónicas, y no se podrán conocer todos los efectos hasta dentro de algunos años, ya que se hayan evaluado los resultados de la salud mental y emocional de estos niños.

Aun así, los resultados preliminares sugieren que tan solo pasar dos horas diarias frente a una pantalla electrónica podría afectar la cognición, lo que puede resultar en puntuaciones más bajas en las pruebas de capacidad de razonamiento y lenguaje.

Directrices de uso de pantallas electrónicas de la Academia Americana de Pediatría

Según el informe “Growing Up Digital” de la Academia Americana de Pediatría (AAP, por sus siglas en inglés), que fue publicado en octubre de 2015:7

El estudio Zero to Eight realizado en 2013… demostró que el 38 % de los bebés menores de 2 años de edad utilizaba dispositivos móviles, como teléfonos inteligentes. Un estudio de Pew Research realizado en 2015 informó que el 73 % de los jóvenes de 13 a 17 años de edad tenía un teléfono inteligente y el 24 % admitió usarlo casi todo el tiempo“.

El informe cita datos de investigaciones que demuestran que los bebés menores de 1 año de edad no pueden aprender el lenguaje de forma efectiva por medio de videos, mientras que sí aprenden el lenguaje al interactuar en vivo.

Hasta la edad de 2 años de edad, las presentaciones en vivo son muy superiores para el procesamiento y aprendizaje del lenguaje, en comparación con las presentaciones en video.

Según el informe, “está claro que los niños muy pequeños requieren de una ‘interacción contingente —intercambio social bidireccional— que promueva su aprendizaje”. También se señala en el informe del programa investigativo 60 Minutes.8

La investigación demuestra que los bebés no pueden trasladar lo que aprenden del iPad al mundo real, ni de la interacción bidimensional a la realidad tridimensional. Por ejemplo, la capacidad de jugar con Legos virtuales no puede traducirse en la habilidad de manipular bloques reales de Lego.

A pesar de tales preocupaciones, las directrices de 2015 de la AAP sobre el uso de pantallas electrónicas en los niños moderaron sus recomendaciones, al señalar que “los padres deben poner el ejemplo en el uso responsable de las redes” y que el contenido y diversidad de las mismas son consideraciones importantes, pero que los videojuegos pueden ser “herramientas poderosas para el aprendizaje porque ayudan a los jóvenes a trabajar para obtener recompensas”, e “interesarse en experimentar”.

Las directrices anteriores —que se establecieron antes de que se popularizaran las aplicaciones del iPad y teléfonos inteligentes, diseñadas para niños pequeños— desalentaban el uso de pantallas electrónicas en los niños menores de 2 años de edad y recomendaban un límite de dos horas en los niños mayores de 2 años de edad.

Las nuevas directrices eliminaron los límites de tiempo específicos, y en cambio, hicieron hincapié en la necesidad del control parental.

Las recomendaciones incluyen establecer límites en el uso de pantallas electrónicas en todas las edades, evitar la sustitución (es decir, no dejar que se imponga sobre las interacciones en persona y juego creativo), abordar las reglas de etiqueta digital, involucrarse en el uso de medios digitales en conjunto, y establecer áreas, así como horas y zonas establecidas y definitivas que sean libres de redes sociales, como durante los alimentos y antes de dormir.

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Antes de los dos años, cero pantallas. Catherine L´Ecuyer

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Los medios digitales están diseñados para ser adictivos

Si bien, las directrices de la AAP podrían basarse en lo que parece ser la lógica de una buena manera de educar, la realidad es que muchos padres tienen tantos problemas para moderar su uso como sus hijos.

Lo peor es que, los niños pequeños, en especial los menores de 2 años de edad, son mucho más susceptibles al comportamiento adictivo, en comparación con los niños mayores y adultos.

El hecho de que las aplicaciones y redes sociales estén diseñadas para ser adictivas se suma al problema. El año pasado, Tristan Harris, exgerente de productos de Google, reveló cómo las aplicaciones de los teléfonos inteligentes y comentarios en las redes sociales estaban diseñados para generar adicción.9

A menudo, los patrones de comportamiento son grabados en las vías neurales,10 y cuando esos comportamientos también se encuentran vinculados a la secreción hormonal y respuestas fisiológicas, se vuelven aún más poderosos. De hecho, Harris describe el proceso de recompensa de utilizar un teléfono inteligente como “jugar en una máquina tragamonedas”.11

Google descubrió una forma de integrar ese sistema de recompensa en las aplicaciones de su teléfono. Harris describe el proceso en el siguiente video, conocido en los círculos de programación como “hackeo cerebral”, ya que incorporan el conocimiento de neuropsicología en el desarrollo de interfaces digitales que estimulan la interacción.

Por ejemplo, los likes en Facebook e Instagram, streaks en Snapchat o lindos emojis en los textos, están diseñados para promover la participación y generar el interés de utilizarlos nuevamente.

Harris lo describe como una carrera hacia lo profundo del tallo cerebral, donde reside el miedo y la ansiedad, dos de los motivadores más poderosos conocidos por los anunciantes. Tanto los desarrolladores de software de computadora como los anunciantes utilizan estas técnicas para escribir códigos que captan la atención.12

Investigaciones revelan que la adicción a los teléfonos inteligentes y redes sociales es una realidad que desencadena la liberación de dopamina; un neuroquímico involucrado en la sensación de antojos y deseo que promueve el comportamiento impulsivo y compulsivo.

De hecho, muchas personas —tanto niños como adultos— han demostrado signos de adicción a sus dispositivos electrónicos. Incluso, muchos duermen con sus teléfonos inteligentes justo al lado, en la cama, o directamente debajo de la almohada; una tendencia que puede causar graves daños en la salud mental y física de forma inevitable.

VTRChile

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La batalla por la atención digital | Tristan Harris | Charlas del Futuro

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El uso de pantallas electrónicas se asocia con la privación del sueño

La radiación por sí sola es un peligro significativo y se sabe que puede alterar el sueño, pero la luz azul de las pantallas, junto con los tonos y sonidos de aviso cuando llegan los mensajes y otras notificaciones también podrían alterar el sueño; y esto ni siquiera ha considerado la influencia de la radiación de microondas de los teléfonos celulares, que puede influir en la melatonina, la cual regula el ciclo de sueño-vigilia.

Cuando la producción de melatonina es interrumpida, podría tener efectos en la salud a largo plazo, como se demostró en un estudio realizado con animales en 201313 que evaluó los efectos de la radiación celular en el sistema nervioso central.

Las ratas que fueron expuestas a la radiación celular tan solo una hora al día, durante un mes, experimentaron un período de retraso antes de entrar en la fase del movimiento ocular rápido, sueño profundo, una fase necesaria para un sueño reparador.

Otro estudio14 publicado en 2015 encontró que las frecuencias de 1.8 GHz influían en el ritmo circadiano de las ratas y disminuían su producción diaria de melatonina, también se observaron menores niveles de la superóxido dismutasa y glutatión peroxidasa (que ayudan a prevenir el daño celular).

Los bajos niveles de melatonina son utilizados como marcadores en los trastornos del sueño.15 No es extraño que las cifras de privación del sueño entre los adolescentes aumentaran en un 57 % entre 1991 y 2015. Muchos ni siquiera duermen 7 horas de forma regular, mientras que la ciencia revela que necesitan un mínimo de 8 y hasta 10 horas para mantenerse saludables.

La investigación demuestra claramente que los usuarios asiduos a computadoras y teléfonos celulares son más propensos al insomnio.16 Por ejemplo, un estudio realizado en 200817 reveló que las personas expuestas a la radiación de sus teléfonos celulares durante tres horas antes de acostarse tenían más problemas para conciliar el sueño y poder dormir profundamente.

El uso global de teléfonos inteligentes ha alterado drásticamente las interacciones sociales

Los teléfonos inteligentes y tabletas también han generado un enorme impacto en las interacciones sociales de los jóvenes, lo que ha tenido importantes repercusiones en la salud psicológica.

Por ejemplo, hoy en día los adolescentes son mucho menos propensos a querer obtener una licencia de conducir que las generaciones anteriores, y gran parte de su vida social se desarrolla en la soledad de su dormitorio, por medio de sus teléfonos inteligentes.

Desde 2015, los alumnos de 12º grado pasaron menos tiempo “saliendo” y socializando con amigos, en comparación con los de 8° grado en 2009. Aunque los mantiene físicamente más seguros que cualquier generación anterior, este tipo de aislamiento no es beneficioso para la salud mental ni para el desarrollo de habilidades sociales necesarias para el trabajo y relaciones personales.

De hecho, ahora los adolescentes también son mucho menos propensos a tener citas que las generaciones anteriores. En 2015, el 56 % de los estudiantes del último año de preparatoria habían tenido casi 30 % menos citas que la generación de baby boomers y generación X.

Por lo tanto, no es sorprendente que la actividad sexual también sea menor y que haya que ha disminuido en un 40 % desde 1991; lo que representa una disminución del 67 % en las tasas de embarazo entre los adolescentes.

Las cifras de depresión y riesgo de suicidio han aumentado junto con el uso de pantallas electrónicas

Sin embargo, evitar el drama de esas primeras experiencias de amor no ha tenido un efecto positivo en la salud emocional.

Los datos de la encuesta anual Monitoring the Future revelan que cuanto más tiempo pasan los adolescentes en línea, más infelices se sienten, y que quienes pasan más tiempo que el promedio interactuando con personas y haciendo actividades que no involucran algún teléfono inteligente son más propensos a informar que son “felices”.18

Realmente, estos resultados no deberían ser una sorpresa, ya que pasar tiempo al aire libre ha demostrado científicamente mejorar de forma dramática el estado de ánimo de las personas y reducir de manera significativa los síntomas de depresión.19

Lo curioso es que no es relevante el tipo actividad en pantallas electrónicas que esté implicado, ya que todos tienden a causar la misma angustia psicológica.

Entre 2012 y 2015, los síntomas de depresión en los niños varones incrementaron en un 21 %. Durante ese mismo período, las niñas exhibieron un asombroso incremento del 50 %,20 un incremento verdaderamente notable en tan solo tres años.

Las tasas de depresión, autolesiones y suicidio entre los adolescentes, también aumentaron dramáticamente. Las visitas a las salas de urgencias por autolesiones, como cortadas, se han triplicado entre las niñas de 10 a 14 años de edad, y los datos sugieren que usar dispositivos electrónicos durante tres horas o más al día podría elevar en un 35 % el riesgo de suicidio en los adolescentes.21

Entre 2007 y 2015, la tasa de suicidios de niñas entre las edades de 12 a 14 años aumentó tres veces; una tendencia de género que podría atribuirse en parte al aumento del ciberacoso, que es más común entre las niñas. La tasa de suicidio entre los niños varones se duplicó en el mismo período de tiempo.22

Sin embargo, el problema puede variar, ya que las encuestas recientes23 de Pew Research Center revelan que el 81 % de los adolescentes indicó que las redes sociales les ayudaban a sentirse más conectados con sus amigos, y el 69 % señaló que les ayudaban a interactuar con un grupo de personas más diverso. El 68 % también expresó que contaba con personas en línea a las que podría acudir en busca de apoyo en momentos difíciles.

Por otro lado, el 45 % admitió que se sentía abrumado por el drama en las redes sociales, y el 43 % se sentía presionado por publicar solo contenido que los presentara de forma positiva.

Sin embargo, las investigaciones recientes demuestran que limitar el uso de las redes sociales podría tener un impacto definitivo y beneficioso en la salud mental.

En el estudio24 en cuestión, participaron 143 estudiantes de la Universidad de Pennsylvania que fueron asignados aleatoriamente para utilizar las redes sociales (Facebook, Instagram o Snapchat) como de costumbre durante tres semanas, o limitar su uso a 30 minutos al día.

Según los investigadores, “el grupo con uso limitado demostró disminuciones significativas en la sensación de soledad y depresión durante tres semanas, en comparación con el grupo de control.

En comparación al punto de referencia, ambos grupos demostraron una disminución significativa en los niveles de ansiedad y miedo a encajar, lo que indica que puede generarse el beneficio de mayor autocontrol”.

¿Cómo podrían los dispositivos electrónicos desencadenar ansiedad, depresión y problemas de memoria?

Aparte de los factores puramente psicológicos, una de las razones por las que el uso de las redes sociales tiende a elevar el riesgo de ansiedad y depresión en un niño25 es porque los teléfonos inteligentes emiten campos electromagnéticos (EMF, por sus siglas en inglés).26

La investigación27,28 realizada por el profesor Martin Pall, Ph. D., revela que los EMF pueden activar los canales de calcio voltaje dependientes (VGCC, por sus siglas en inglés) integrados en las membranas celulares.

Esto podría liberar una gran cantidad de iones de calcio que, en una reacción en cadena, podría causar la creación de radicales hidroxilos, que son algunos de los radicales libres más destructivos conocidos por el hombre. A su vez, podría diezmar el ADN nuclear y mitocondrial, así como las membranas y proteínas, lo que finalmente puede originar disfunción mitocondrial.

El cerebro tiene la mayor densidad de VGCCs del cuerpo, por lo que exponerse de forma excesiva a los EMF está vinculado a la depresión y disfunción neurológica, incluyendo a la demencia.

Según Nicholas Carr, autor del libro The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains, ahora los mileniales experimentan mayores problemas de memoria que los adultos mayores.29 Este es el “lado oscuro” de la plasticidad neurológica, la cual le permite al cerebro adaptarse a los cambios en su entorno.

Este tipo de plasticidad es una de las formas en que el cerebro puede recuperarse después de que un derrame cerebral ha dañado un área de forma permanente.

Aparte de la disminución en el grosor cortical (descubierto en otros estudios30,31 además del estudio ABCD), el uso del Internet a largo plazo también se ha vinculado con la pérdida de materia blanca32,33 y deterioro del funcionamiento cognitivo.34

Es imposible ignorar que estos dispositivos han cambiado la estructura cerebral de los niños, y esta experiencia también ha aumentado la exposición a la radiación de microondas y grandes cantidades de luz azul durante la noche, lo que puede influir en la capacidad corporal para producir melatonina.

Así que, si el niño o adolescente manifiesta signos de ansiedad, depresión o problemas cognitivos, por favor haga todo lo necesario para limitar su exposición a tecnologías inalámbricas, e instruya un uso más responsable. Como mínimo, insista en que los teléfonos y tabletas se apaguen por la noche y en no colocar los celulares debajo de la almohada al dormir ni directamente cerca de la cabeza.

Realmente, debe tratar de minimizar la presencia de dispositivos electrónicos en el dormitorio, y proteger a todos los habitantes del hogar e inculcar el concepto de “tiempo de inactividad” al apagar el wifi durante la noche.

Lo que enfrentamos es un experimento que se ha descontrolado por completo en nuestros hijos, y aunque todavía es demasiado pronto para determinar todas las repercusiones, los hallazgos preliminares han sugerido que es necesario tomar precauciones para proteger la salud física y mental, así como el bienestar de nuestros niños.