Por Carlos Beas Torres*, La Jornada, 22 de noviembre de 2018

Esta franja de tierra fue ambicionada por Francia y Estados Unidos; y siendo presidente Porfirio Díaz, los ingleses construyeron aquí la primera refinería del país y un ferrocarril interoceánico que al entrar en operación el canal de Panamá perdió importancia.

Durante muchos años esta zona permaneció en el olvido; sin embargo, desde los años 60 del siglo pasado, la región istmeña ha sido escenario de una gran cantidad de proyectos de inversión. Arrancando con la construcción de la presa Benito Juárez y los fracasados proyectos de producción de arroz y caña, pasando pocos años después con la edificación de la refinería Antonio Dovalí Jaime, hasta llegar a nuestros días con la operación de 27 parques eólicos propiedad de empresas extranjeras y con la creación de la Zona Económica Especial de Salina Cruz.

Los programas gubernamentales Alfa Omega, Desarrollo Integral del Istmo, el Plan Puebla Panamá y el Programa Eoloeléctrico fueron diseñados para aprovechar sus abundantes recursos y la ventaja comparativa que le da su ubicación geográfica estratégica. La región en los últimos 10 años ha recibido una inversión extranjera directa de más de tres mil millones de dólares, y pese a que los gobiernos neoliberales convirtieron al Istmo en gran productor mundial de energía, y negocio de empresas españolas, francesas e italianas, las ciudades y cientos de pequeñas comunidades no cuentan con agua potable; no existe drenaje ni rellenos sanitarios; la salud pública es una verdadera calamidad, por falta de apoyos emigran cada año miles de campesinos indígenas; los daños por los sismos no se han atendido a cabalidad y, así, una gran cantidad de necesidades apremiantes sin atender.

¿Entonces por qué viven en la pobreza 70 por ciento de los istmeños? La explicación reside en que los proyectos de inversión han sido diseñados desde fuera para servir a intereses ajenos a los de los habitantes de la región. En el Istmo mexicano se ha impuesto desde hace siglos un modelo de desarrollo extractivista, basado en el saqueo de los recursos y en la explotación desmedida del trabajo de la población regional.

Desde hace muchos años los despojos y la imposición de programas de inversión han dado lugar a una férrea resistencia, principalmente de las comunidades indígenas en defensa de su territorio. La resistencia es una tradición viva y por ello los pueblos ikjots, binniza, ayuuk y barreños luchan en la actualidad en contra de la imposición de megaproyectos como son los parques eólicos, minas, un gasoducto interoceánico y los tendidos eléctricos de alta tensión. En la región en estos años se han realizado ejercicios de consulta por parte de los gobiernos neoliberales, ejercicios que han sido sólo simulaciones para legitimar los despojos y el saqueo.

Hace un poco más de 12 años, cuando López Obrador recorría el país, en su primera campaña por la Presidencia de la República, tuvimos la oportunidad de abordarlo al final de un mitin en la ciudad oaxaqueña de Matías Romero Avendaño. Le expresamos nuestra preocupación sobre el punto de su Proyecto Alternativo de Nación relacionado con un plan de inversión a ejecutarse en el Istmo de Tehuantepec. Le dijimos que nos parecía una continuación de los proyectos de los presidentes López Portillo y de Ernesto Zedillo, y que estaba en la línea del Plan Puebla Panamá foxista. De manera escueta nos contestó que habría que discutirlo más adelante y se despidió. En conclusión, nos dio la sensación de que era una persona que no estaba en la disposición de escuchar posiciones críticas.

Hoy, 12 años después de aquel primer encuentro, el nuevo gobierno encabezado por López Obrador, cuya divisa es primero los pobres, realiza una consulta con el fin de legitimar un megaproyecto de inversión, que en términos reales significa primero los ricos, ya que en una carta por él enviada el 12 de julio pasado al presidente Donald Trump le informó acerca del proyecto de construcción de un tren de carga y la ampliación de puertos en el Istmo mexicano.

Ahora que Andrés Manuel López Obrador ha ganado las elecciones presidenciales, se coloca en un lugar prioritario de la agenda nacional el llamado Megaproyecto del Istmo. Una vez más se hace con un enfoque neoliberal y sin tomar en cuenta los intereses y los derechos de la población local formada en gran parte por gente indígena y campesina perteneciente a uno de los 10 pueblos que la habitan. Esperamos que el nuevo gobierno rectifique su trato hacia los pueblos indios del Istmo, de la península de Yucatán y de México y no sea este el inicio de la cuarta involución del país. Esperamos estar equivocados, pero en el horizonte se divisan barruntos de tormenta y se miran señales de tiempos locos, como dirían los antiguos sabios mayas.

Defensor de Derechos Humanos