Por Agustín Ávila Romero, Alainet, 15 de noviembre de 2018

Si algo me permitió constatar mi presencia en Brasil fue el hecho de que los neoliberales mexicanos no sólo fueron capaces de realizar reformas retrógradas y concentradoras de la riqueza. Sino que idearon un conjunto de instrumentos financieros y legales que de manera “oculta” disimulan el despojo y la expoliación de tierras campesinas e indígenas a través de lo que podemos llamar la financiarización de la economía.

Ejemplo de ello fue la creación de la figura de servidumbre agraria con la reforma energética, mediante la cual las petroleras o mineras ya no adquieren la obligación de comprar o indemnizar a los propietarios originales de la tierra sino basta con que se firme un contrato o convenio de compartición de utilidad o pago de renta. Después del plazo del convenio la tierra regresa a sus propietarios originales aunque el campesino ya no pueda sembrar nada en los cráteres que dejen los pozos petroleros o la minería a cielo abierto.

Pues bien para el caso del Tren Maya la imaginación perversa neoliberal ha puesto en marcha un nuevo mecanismo. Lo anecdótico es que sea el hijo de dos intelectuales nacionalistas (Meyer y Falcon) el que esta semana presentará a inversionistas en Tulum como funcionarán los Fideicomisos en Bienes Raíces (FIBRAS) que financiarán las obras del tren.

Y mientras los empresarios tienen acceso privilegiado a todas las informaciones, el resto de ciudadanos que debemos emitir nuestro voto debemos conformarnos con videos y la ausencia de estudios serios de impacto ambiental, social y económico.

Es relevante además porque sólo así se entiende a Ricardo Monreal: Primero presenta la iniciativa de ley de desarrollo agrario que dé certidumbre jurídica a las FIBRAS en las asociaciones con ejidos y comunidades indígenas y que formaliza el despojo agrario. Y posteriormente golpea a la banca, ocasiona la caída de la bolsa, y ahora se negocia con los grupos financieros nacionales e internacionales los capitales y los bonos que se necesitan para poner en marcha este macroproyecto ¡Una inversión de 150 mil millones de dólares!… Maquiavelo anda suelto, diría el padre del liberalismo social Salinas de Gortari.

Y es que esta semana ante inversionistas el próximo titular de la SEDATU, Roman Meyer, explica claramente que no se trata sólo de un tren sino de un megaproyecto inmobiliario y de reordenamiento territorial. Sí Slim tenía una idea similar alrededor del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) pues el Tren Maya será un detonador de la expansión capitalista en la región maya.

Así claramente habla de creación de nuevas ciudades, nuevos centros comerciales (shoppings), resorts, clubes de golf, de nuevos planes de desarrollo, de remunicipalización, etc. En una región mayoritariamente indígena donde cualquier proyecto debería ser consultado con información plena de acuerdo a tratados internacionales que ha firmado México (Convenio OIT).

Para la emisión de las FIBRAS en enero del próximo año que ya preparan más cien expertos financieros del próximo director de FONATUR, llama la atención la inclusión de tierras ejidales como socios de los fideicomisos a través de la estimación del valor de las propiedades ejidales y comunales y la emisión de certificados de participación con un valor de 2 mil pesos. En los hechos los campesinos e indígenas ponen sus tierras al servicio de los intereses inmobiliarios – ¡no sólo el tren!-, esperando que esos instrumentos financieros les generen ganancias, pero enajenando el uso de sus tierras a otros intereses más allá de la vida campesina relacionada con la producción de alimentos y la riqueza de la cosmovisión maya.

El Estado tendrá el 60% del capital de las FIBRAS y el otro 40% será de los participantes que dependerán fundamentalmente del proceso de especulación inmobiliaria que generará la construcción del Tren Maya alrededor de las playas del Caribe mexicano, las reservas de la biosfera de lo que podemos llamar la Amazonia Mesoamericana y las tierras rebeldes de Chiapas que durante años han mantenido la propiedad social de la tierra y la construcción alternativa.

Como se ven las cosas no solo la naturaleza está en riesgo en esta zona, a la región cultural maya se la puede llevar el tren.