Por Antonio Heras, La Jornada, 22 de octubre de 2018

Setenta y uno por ciento de las mujeres que trabajan en el campo mexicano no obtienen remuneración alguna, por ser actividades de sobrevivencia familiar, al igual que 45 por ciento de los varones, según cifras de la Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA) 2017, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

El sondeo arrojó que en territorio nacional existen 11 millones 800 mil puestos de trabajo en actividades agropecuarias, de los cuales 12.8 ciento son ocupados por mujeres. El pago promedio es de 167 pesos diarios en jornadas de más de siete horas durante 25 días al mes.

En contratos de mano de obra femenil en el sector agrícola, Chihuahua ocupa el primer sitio nacional, con 32 por ciento, seguido de Baja California (26.6 por ciento) y el estado de México (25.5 por ciento). Las proporciones más bajas corresponden a Tamaulipas (6.8 por ciento), Quintana Roo (6.7) y Morelos (5.7).

Los estados con mayor proporción de mano de obra no remunerada en el sector primario son Ciudad de México y Tlaxcala, con 44.1 y 40.4 por ciento, respectivamente. En el extremo opuesto están Sonora, Chihuahua y Nayarit, donde 83.1, 81.9 y 81.6 por ciento de los trabajadores, respectivamente, reciben remuneración.

En San Quintín, municipio de Ensenada, Baja California, todas las personas que trabajan en las empacadoras agrícolas son mujeres, mientras en los surcos son menos de 46 por ciento. ‘‘Muy pocas se quedan en casa’’, dice la jornalera Lucila Hernández García.

Explica que la mayoría son contratadas por grandes empresas para empacar moras y otros productos que se exportan a Estados Unidos porque ‘‘es mejor mano de obra que la de los hombres’’.

Madre de tres hijos y originaria de Oaxaca, desde niña aprendió a sembrar en los campos de Sinaloa, Sonora y Baja California, donde se asentaron sus padres, pero siguieron siendo jornaleros migrantes.

Ella se dedica a esta actividad desde hace tres décadas y pone en duda los datos del Inegi y del Instituto Mexicano del Seguro Social sobre el empleo en este sector, porque ‘‘no todos (los involucrados) les dan información’’.

–El Inegi dice que 26 por ciento de los trabajadores agrícolas de Baja California son mujeres. ¿Qué piensa de eso?

–Somos más, casi la mitad de quienes trabajamos en el campo. Después de las movilizaciones y protestas de 2015 (contra la explotación laboral en San Quintín) hubo un pequeño incremento en los jornales, porque antes eran de 120 pesos al día y ahora el que menos paga ofrece 165 y hasta 235 pesos diarios, como Berrymex.

En ciertas temporadas, las jornadas pueden ser de siete días a la semana. En los surcos es ‘‘donde está el trabajo rudo, de jornadas largas y ropa sucia por la tierra y las matas. Por ejemplo, en la temporada de bolitas (coles de Bruselas), es de seis de la mañana a las tres de la tarde, seis días a la semana.

Lucila dice que su sueño es que se garanticen los derechos fundamentales de los jornaleros al trabajo, la seguridad social, guarderías y escuelas para sus hijos. ‘‘Que estén bien cuidados y no tengamos esa preocupación’’. El reto, afirma, es la educación, porque es la ruta para el cambio en el país.

El secretario de Desarrollo Agropecuario de Baja California, Manuel Valladolid, aseguró que en la asignación de los apoyos para el sector agroalimentario se ha dado prioridad a la participación de las mujeres.

Según la Asociación Mexicana de Mujeres en Red, 15 mil personas del sexo femenino en 12 entidades trabajan en la elaboración de productos agroalimentarios.

‘‘La intención de la asociación es encontrarlas, capacitarlas, agruparlas para que se conviertan en mujeres productoras. No sólo es dinero extra; es todo lo demás, es decir, empoderamos a las mujeres, la mayoría de las cuales son de comunidades rurales’’, subraya Catalina García, integrante de esa agrupación, que participa en ferias alimentarias y de promoción al campo.