Por Tharanga Yakupitiyage, IPS Noticias, 17 de octubre de 2018, Traducción de Verónica Firme

El último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) analiza la migración rural y urge a los países a maximizar el aporte de esos migrantes al desarrollo económico y social.

“No podemos ignorar los desafíos y costos asociados a la migración”, puntualizó el director general de la FAO, José Graziano da Silva.

“El objetivo es que la migración sea una opción, no una necesidad, y maximizar las consecuencias positivas a la vez que minimizar las negativas”, añadió.

El economista Andrea Cattaneo, autor del informe, coincidió: “La migración, a pesar de todos los desafíos que puede plantear, representa el eje del desarrollo económico, social y humano”.

Las migraciones internacionales suelen ocupar los titulares de prensa, pero el informe señala que los movimientos internos de los países son un fenómeno mucho mayor.

Más de 1.000 millones de personas en los países en desarrollo se desplazan dentro de su territorio, 80 por ciento de las cuales lo hacen desde zonas rurales.

Además, la migración entre los países en desarrollo es mucho mayor que la de estos hacia los países más industrializados. Por ejemplo, alrededor de 85 por ciento de los refugiados del mundo están en los países en desarrollo, y por lo menos una tercera parte en áreas rurales.

Cattaneo también se refirió a la relación entre migrantes internos e internacionales, y observó que en los países de bajos ingresos, los desplazados internos tienen cinco veces más probabilidades de emigrar a otro país que las personas que nunca tuvieron que emigraron dentro de su propio país.

Un número significativo de migrantes internacionales proceden de áreas rurales, concluyó el estudio de la FAO. De hecho, casi 75 por ciento de las personas de hogares rurales de Malawi emigraron a otro país.

¿Por qué todo ese movimiento?

Los desplazamientos humanos ocurren desde tiempos inmemoriales, pero ahora responden a grandes necesidades.

Además de las crisis prolongadas que expulsan a las personas de sus hogares, la falta de ingresos y de empleo está entre las principales causas de la migración rural.

En China, la brecha de ingresos existente entre el campo y la ciudad hizo que los trabajadores rurales abandonaran la agricultura y emigraran a las ciudades.

Entre 1990 y 2015, la proporción de personas viviendo en zonas urbanas de China aumentó de 26 por ciento a 56 por ciento, y se estima que unos 200 millones de migrantes rurales trabajan actualmente en ciudades de Asia Pacífico.

Pero la rápida urbanización, que se ve en todo el mundo, plantea nuevos problemas relacionados con la disponibilidad de recursos.

Las malas condiciones ambientales y la deficiente productividad agrícola también son responsables de la expulsión de los trabajadores rurales.

Otro estudio concluyó que un aumento de un grado centígrado se asocia con un incremento de cinco por ciento en el número de migrantes, pero solo en las sociedades dependientes de la agricultura.

En otros países como Tailandia y Ghana, la migración es el resultado de la falta de infraestructura y del acceso a servicios básicos como educación y salud.

Todo eso subraya la importancia de invertir en áreas rurales para asegurarse de que la migración no resulte problemática y que la población tenga medios para llevar una vida próspera. Pero es importante considerar la inversión y el desarrollo necesarios, observó Cattaneo.

“El desarrollo por sí mismo no va a reducir la migración. Pero si se cuenta con la inversión y el desarrollo adecuados en las áreas rurales, es posible reducir las migraciones”, explicó en diálogo con IPS.

Perspectiva de futuro

La FAO propone un desarrollo territorial para reducir la migración rural, y con ella la migración internacional, lo que incluye invertir en servicios sociales y mejorar la infraestructura regional en, o cerca, de áreas rurales.

Por ejemplo, las inversiones en la infraestructura vinculada al sistema agroalimentario, como almacenes, refrigeración y mercados mayoristas, pueden generar empleo tanto en la agricultura como en otros sectores no agrícolas y ofrecer más incentivos para que las personas se queden, en vez de mudarse a las ciudades ya sobrecargadas.

Las políticas también deben ser progresistas y específicas a cada contexto, observó Cattaneo, al señalar las consecuencias del cambio climático. Eso puede implicar invertir en nuevas actividades que sean viables para una región particular, mientras otra región avanza hacia cultivos más resistentes a la sequía.

Los desplazamientos de personas podrán continuar, pero no como resultado de la falta de oportunidades económicas o de condiciones de vida dignas.

“La migración es una libre elección, pero si se implementan buenas oportunidades, muchas personas podrán decidir no emigrar. Algunas igual querrán hacerlo, y está bien; ese es el tipo de migración que funciona: cuando no es por necesidad sino por elección”, explicó Cattaneo.

De hecho, las migraciones suelen desempeñar un papel en la reducción de las desigualdades, lo que es, incluso, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: el 10 busca reducir la desigualdad dentro y entre los países.

“Nos concentramos en los desafíos sin mirar las oportunidades que ofrecen las migraciones porque en definitiva, las personas son un recurso para la sociedad”, indicó Cattaneo.

“Si podemos encontrar la forma de que sean productivas, es un valor añadido para el país de destino o anfitrión”, añadió.

En los últimos años, Uganda registró un flujo de refugiados de países vecinos en conflicto como Sudán del Sur y República Democrática del Congo.

Con su política de puertas abiertas, ese país de África oriental tiene en la actualidad 1,4 millones de refugiados, lo que genera nuevas tensiones por los recursos.

Pero a pesar de las dificultades, la política para los refugiados permite que los extranjeros busquen trabajo, vayan a la escuela y reciban atención médica. El gobierno también ofrece un terreno a cada familia de refugiados para su uso personal.

Con la existencia de discursos que se refieren a los refugiados de forma negativa, la comunidad internacional todavía tiene mucho que aprender para poder convertir los desafíos en oportunidades.

“Queda mucho por hacer para eliminar la pobreza y el hambre en el mundo. Las migraciones fueron, y lo seguirán siendo, parte integrante del proceso de desarrollo más amplio”, concluyó Graziano da Silva.