Por UCCSNAL, 26 de septiembre de 2018

La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCCSNAL) hace un llamado a los gobiernos y parlamentos de América Latina y a la sociedad civil, para que se prohíba el uso del glifosato, en razón del aumento de las evidencias de los graves efectos dañinos que este herbicida ocasiona en la salud humana y en especies claves para el equilibrio ecológico[1].

Dos importantes hechos ocurridos en las últimas semanas han expuesto una vez más los daños ocasionados por el glifosato -que es el plaguicida más usado en el mundo desde la implementación de la agricultura con cultivos transgénicos-. El más reciente es la muerte de Fabián Tomasi, que desarrolló una Neuropatía Tóxica por el contacto constante con el glifosato durante años, surtiendo herbicidas y otros agrotóxicos a los aviones de fumigación en Argentina, en el contexto de la siembra masiva de soya transgénica tolerante al glifosato. En los últimos años de su vida, Fabián se convirtió en un símbolo latinoamericano de la lucha contra Monsanto y el glifosato, y se dedicó a generar conciencia sobre el peligro de la utilización de herbicidas en la agricultura[2].

El segundo hecho reciente es el del jardinero estadounidense Dewayne Johnson, quien fue diagnosticado con linfoma no-Hodgkin después de años de aplicar los herbicidas RoundUp® y Ranger Pro® en una escuela, por lo que demandó a Monsanto. El veredicto de la corte fue a favor de Johnson, lo cual ha generado una esperanza de justicia a miles de personas enfermas y sus familias en Estados Unidos, que han demandado a Monsanto por no advertir que el glifosato podía ser cancerígeno[3].

Aunque estos casos son paradigmáticos, no son los únicos. En países como Argentina, Brasil y Paraguay, tenemos registros de tasas elevadísimas de cáncer, linfomas, leucemias, enfermedades autoinmunes, malformaciones genéticas y otras enfermedades en habitantes de comunidades rodeadas por campos de soja transgénica, donde se realizan aplicaciones aéreas intensivas de glifosato, y la mayor parte de las veces, sin aviso previo.

En 2015, la Agencia de Investigaciones del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (IARC) determinó que el glifosato es una sustancia “probablemente carcinogénica” para los humanos. El informe añade que hay fuertes evidencias de que la exposición a las formulaciones basadas en glifosato son genotóxicas; puede haber daños cromosómicos en las células sanguíneas; y que el glifosato y el ácido aminometilfosfónico (AMPA, producto de degradación del glifosato) inducen procesos de estrés oxidativo que pueden provocar muerte celular y disfunción tisular[4].

En este sentido nuestros pueblos fumigados de América Latina están sufriendo en sus cuerpos y en el de sus familias los efectos del glifosato a costa del agronegocio, y de las agendas económicas de los países que implementaron el modelo agrícola transgénico aún antes del informe de la IARC.

Los estudios científicos muestran además que el glifosato afecta a la flora silvestre, incluyendo las especies que son esenciales para la polinización, así como a microorganismos del suelo que participan en el ciclo de algunos nutrientes[5]. Además interfieren con los sistemas de navegación de las abejas[6] y afectan a las bacterias benéficas del tracto digestivo de estos polinizadores[7].