Por XI Congreso Mexicano de Etnobiología, 12 de junio de 2018

Con más de 500 conflictos socioambientales, México ocupa el 4to y el 3er lugar en las listas de los países más peligrosos del mundo para defensores ambientales y de derechos humanos respectivamente.

Todos estamos sometidos a una violencia estructural reflejada en explotación, discriminación, pauperización, precarización, migración, adoctrinamiento, alienación, desintegración, desempleo, invisibilización, malnutrición, hambre, desinformación, etcétera. Sin embargo, son los defensores ambientales y de los derechos humanos, además de los periodistas, quienes están sufriendo en primera instancia la violencia directa, junto con sus familiares, amigos y comunidades; ellos están siendo descalificados, hostigados, amedrentados, vulnerados, acosados, mutilados, denigrados, reprimidos, expulsados, golpeados, violentados, criminalizados, acusados, procesados, juzgados, encarcelados, violados, desaparecidos y/o asesinados.

Ante la gravedad de la situación, es urgente que la sociedad en general, y en particular, los científicos, intelectuales y académicos, adquieran un compromiso de solidaridad para defender la casa común y proteger a los defensores ambientales y de derechos humanos.

Los participantes del conversatorio, quienes nos compartieron sus experiencias de lucha por la vida y de defensa de su territorio, cultura y bienes comunes, coincidieron en que es apremiante sumar las fuerzas, los esfuerzos y los conocimientos de las comunidades y la academia, sin que exista un afán de corromper las formas de vivir de la propia comunidad.

Derivado de lo expuesto por los ponentes y del diálogo abierto que se generó, visualizamos que lo que nos atañe como estudiantes e investigadores dedicados al ejercicio de la etnobiología, para generar proyectos en conjunto es interpelar directamente con los órganos colegiados de las universidades en las que los investigadores y estudiantes estamos adscritos. Además es necesario acercarnos a las comunidades en lucha, tanto rurales como urbanas, lejanas y cercanas; y junto con ellas aprender, compartir e intercambiar saberes. Partiendo de que las estrategias deben surgir de las propias necesidades y de que ningún conflicto y ninguna comunidad es igual a otra.

Como integrantes de distintos cuerpos académicos, hemos sido convocados explícitamente a hacer acciones de solidaridad, a diseñar e implementar protocolos de acompañamiento y mecanismos de protección, así como, estrategias integrales de resolución de conflictos, que incluyan, entre otras cosas:

– la revisión profunda del marco jurídico nacional e internacional para la defensa de los derechos humanos y el medio ambiente;

– la creación de más espacios para la discusión, la reflexión y la acción, así como más foros para la difusión de la información, la visibilización de las comunidades, los conflictos, las luchas y los casos de éxito;

– el acompañamiento que vaya más allá de “dar palmadas en la espalda”. Es necesario generar información científica que abarque desde conocer la naturaleza, la cultura y su importancia, hasta la ejecución de peritajes confiables que ayuden en la defensa del territorio, y que todo ello se difunda al interior de las comunidades;

– la recuperación de la memoria histórica y la identidad cultural de las comunidades, pueblos y grupos, colectivos y organizaciones en lucha, que abarque la sistematización y el análisis de las experiencias.

Invitamos a todos aquellos que sean alcanzados por estas palabras a ocupar espacios, forjar uniones y restaurar el tejido social; a cuestionar la persistencia del modelo civilizatorio dominante y a visibilizar la urgente necesidad de un cambio. Consideramos que es indispensable dejar de ser operadores del sistema, para convertirnos en sujetos activos de transformación y de lucha social; que es fundamental superar las formas y los fines individualistas, sustituyéndolos por acciones colectivas encaminadas al bienestar común.

Estamos convencidos de que cada sitio de trabajo, estudio e investigación, cada hogar, es una trinchera de lucha y un espacio en el que el pensamiento crítico se puede cristalizar en la praxis. No dejemos que el desinterés, la desinformación y la apatía nos sigan costando la vida propia y la de las futuras generaciones. Luchemos por construir nuevos modelos en los cuales confluyan de manera equilibrada la supervivencia, el bienestar y la dignidad de la vida en todas sus manifestaciones.

Para finalizar, les compartimos tres frases que surgieron durante el conversatorio:

-“Lo que está en juego es nuestra supervivencia. Hay que organizarnos y dar la pelea”

-“No debemos tener miedo a la muerte, hay que apreciar la vida, hay que sacar el valor”

-“Es importante la identidad para no destruirnos”