Por Tamara Pearson*, AlterNet, 3 de abril de 2018, Traducción de Mariana Escalante para ACO

Una nueva tienda administrada por Coca-Cola abre cada ocho horas aproximadamente en México. Pero a pesar de esta toma de poder a gran escala corporativa de las ciudades, pueblos y dieta de México, la mayoría de las personas creen que los problemas severos de obesidad y diabetes aquí son debido a la cultura local y elecciones individuales. Están equivocadas.

A cuadra y media de donde vivo hay un Oxxo, una tienda de esquina propiedad de Coca-Cola que vende papas, galletas, sodas, nachos, cigarrillos, cerveza, agua embotellada y dulces. Hay dos Oxxos más a dos y cuatro cuadras hacia el oeste, y otra unas cuantas cuadras hacia el sur. Con productos predecibles, facilidades para pagar recibos y abierto las 24 horas, hasta las personas más conscientes en temas de salud y anticonsumismo van a un Oxxo unos cuantos días a la semana.

La colonización de Coca-Cola

Los Oxxos han crecido de 300 tiendas en México en 1990 a casi 16,000, y FEMSA (Coca-Cola) asegura que sirve a 10 millones de personas al día. Irónicamente, además de su cadena de estaciones de servicio minoristas, y su división de bienes raíces que ayuda a la colonización cuadra por cuadra, FEMSA también tiene una división de salud la cual incluye cuatro cadenas farmacéuticas, adquiridas en 2013 y 2015. Los Oxxos se abastecen con sus propias marcas, incluyendo cerveza Heineken (dueño minoritario) y leche Santa Clara. Junto con las otras 400,000 tiendas de esquina alrededor del país – que también abastecen Coca-Cola y se concentran exclusivamente en comida chatarra – los Oxxos son una estrategia de saturación que hace que alimentos no nutritivos y falsos sean el producto o servicio más fácil de obtener.

Reforzar que el crecimiento de restaurantes de cadena está al doble que el de independientes, y la fuerza de trabajo masiva informal que compran comida chatarra a precios al por mayor y la venden en estaciones foráneas, en paradas de autobuses y en autobuses, en las calles, en escuelas, en plazas y parques y fuera de hospitales. Muchos de los vendedores callejeros obtienen reservas como queso, mayonesa y carne molida del Sam’s Club de Walmart.

Esta colonización con comida falsa es reforzada con estrategias de marketing agresivas donde los productos son empaquetados con fotos de alimentos naturales coloridos, aunque les queda muy poca comida real, y absurdamente, las marcas estadounidenses están asociadas con una calidad alta. Una hamburguesa de McDonald’s cuesta alrededor del doble que la hamburguesa de un vendedor callejero, y marcas como Snickers cuestan el doble que el equivalente local.

Aunque en el 2014 el gobierno mexicano prohibió la publicidad de comida chatarra durante programas televisivos de niños en ciertos horarios, aún hay una campaña intensa que apunta a hacer de los niños adictos a temprana edad – en el internet, radios, periódicos, anuncios, con mascotas, una técnica común para desarrollar una conexión emocional con un alimento, y la mitad de eso publicitando que ofrecen un regalo o con un enlace a un sitio web donde los niños y niñas pueden jugar juegos con personalidades y productos.

A finales del año pasado, las multinacionales participaron en un foro llamado Mercakids en México, donde analizaron cómo llegar mejor a infantes. Los participantes incluyeron a Kidzania, una compañía que usa juegos para que queden registradas cietas marcas en las mentes de los infantes, y Bonafon, que tiene una línea de bebidas para niños y niñas que están llenas de azúcar y colorantes artificiales.

Los E.U.A. y las multinacionales están tirando su comida chatarra en México

Esta distribución masiva de Coca-Cola y comida chatarra fue facilitada por el TLCAN, un acuerdo que tuvo efecto en 1994. Le permite a E.U.A. enviar su comida chatarra aquí, mientras que E.U.A. importa jitomates, chiles, pepinos, limas, aguacates, mangos y más de México. En los años de 1990, TLCAN significó que las granjas familiares mexicanas no podían competir con los gigantes agrícolas estadounidenses, y cinco millones de agricultores mexicanos fueron desplazados a las ciudades. Fue una conversión de todo tipo forzada, donde a los restaurantes y corporaciones de comida rápida estadounidenses que se especializan en vender veneno barato en paquetes bonitos se les dio más espacio para tomar recursos mexicanos y gestionar la casa. La inversión estadounidense en las compañías alimenticias mexicanas también aumentaron de $2.3 mil millones de dólares estadounidenses antes del TLCAN a $10.2 mil millones en el 2012.

México también se convirtió en el Mundo de Walmart: de farmacias y distribuidores de alimentos propiedad de y gestionados por Walmart, a sus supermercados Aurrera más pequeños y sus tiendas departamentales monótonas esparcidas por todos lados, Walmart es el mayor minorista de alimentos en México. Su compra de miles de millones de Cifra en 1997, bajo los lineamientos de inversión foránea del TLCAN, fue una parte importante de convertir las calles distintivas mexicanas en tierra de plazas comerciales y su dieta en dieta de centro comercial.

Las transnacionales no entienden que México es maíz

Antes de la era del hot-dog envuelto en tocino y Coca-Cola para el desayuno, había maíz.

“Maíz es Nanj jm’e, lo que significa madre proveedora,” me dice Andrés Martínez García. Él es un artista mazateco y restaurador de arte que creció en la comunidad de San Andrés Hidalgo, en Huautla de Jimenez, Oaxaca, donde un 82.5 por ciento de la población hablan un lenguaje indígena, y sólo un 3 por cierto de los edificios tienen internet.

“Nuestros ancestros aprendieron a domesticar el maíz alrededor de hace 8,000-12,000 años. Experimentando, descubrieron que podrían usar sus hojas y mazorcas para hacer toda clase de cosas y alimentos. El proceso de cultivar y usar el maíz nos enseñó a organizarnos, y el maíz también fue el inicio de la ciencia, para nosotros(as) – observación y teorías. Sin maíz no nos podríamos haber desarrollado como lo hicimos, no seríamos quienes somos. Así que para nosotros, significa historia, identidad, vida, ciencia, cultura y organización. Es una forma de vida y una manera de coordinar con la tierra y los dioses,” dijo Martínez.

Para muchos indígenas de México especialmente, el maíz es como una bandera. Es una “identidad viva. … Somos nada sin él,” explicó Martínez.

Desafortunadamente, esto no fue tomado en cuenta cuando el TLCAN fue firmado, ni las transnacionales están preocupadas sobre lo que los indígenas de México necesitan, o sobre su tierra que están tomando para sí.

“Ahora, nuestro maíz viene de ultramar. La mayoría es transgénico. Ese es el impacto de estas transnacionales: les compras, y te dan su peor comida. No respetan los derechos de la vida y no les importa que hay un ritual detrás del maíz. Sólo quieren un producto que les haga más poderosas, que les de dinero,” dijo Martínez.

De una dieta de maíz, frijoles y calabacitas a una dependencia forzada en basura

Hoy, los mexicanos están en cuarto lugar en el mundo por la cantidad de alimentos altamente procesados que comen por persona, a 212 kilos al año. De acuerdo al Panel Mundial de Kantar, las familias mexicanas u hogares gastaron un 30 por ciento de sus gastos en comida chatarra en el 2014, con las clases bajas y medias gastando la proporción más alta. Este tipo de dieta es un cambio reciente, y no parte de la cultura mexicana, como muchas personas asumen.

“Antes de la invasión española, la comida que producíamos era sana, orgánica y natural, y plantada de acuerdo al clima, el tiempo del año. El sistema alimentario fue parte de un ritual largo. La comida no eran cosas que venían en paquetes. Eso – y la plantada y cosecha – fue una estructura alrededor de la cual se organizaba la vida. La comida no era algo sólo para satisfacerte, era un estado mental,” dijo Martinez.

La pirámide de comida mexicana indígena – conocida como la “trinidad sagrada” – giraba alrededor de tres alimentos clave: maíz, frijol y chile. Ahora, la comunidad indígena de Martínez consume sodas, dulces y otra comida chatarra, dice, y eso es lo que se vende ahí fuera. “Solíamos comer comida sana como frijoles, hierbas, maíz y carne… pero ahora la gente pide pizza y hamburguesas. Si les sirves un plato de frijoles, te lo avientan.”

Aún en áreas urbanas, la comida que los mexicanos consumen no es tanto resultado de su elección o cultura, sino que es el resultado de la falta de variedad provista por las transnacionales y de las condiciones laborales explotadoras. Los mexicanos trabajan días muy largos, de seis a siete días a la semana. Mis vecinos, por ejemplo, venden ropa en la calle de 9am a 8pm, siete días a la semana. Este tipo de condiciones hacen que sea difícil encontrar tiempo para cocinar, y los bajos recursos significan que la gente busca alimentos altos en carbohidratos y azucarados qeu los hace sentirse llenos y que son rápidos de consumir y fáciles de comprar.

La gente se ha convertido a una dieta corporativa estadounidense prematuramente. Los niños están yendo a la escuela con sólo una soda para el desayuno, creyendo que les dará energía para el día. En un estudio, 59 por ciento de infantes de escuelas primarias en comunidades rurales e indígenas seleccionadas estaban consumiendo sodas por lo menos tres veces al día, con el café como su siguiente bebida más común, y el mucho más tradicional y nutritivo atole llegando en cuarto.  El café usualmente es Nescafé instantáneo, en lugar de granos de café cultivados localmente. La mayoría de escuelas venden comida frita y dulces, pero no proveen o muy pocas opciones sanas, y las sodas se han convertido en parte de la familia en estas comunidades. Coca-Cola es la bebida favorita, al punto donde ofrecerle Pepsi a un invitado es casi un insulto.

Los investigadores descubrieron que las tiendas de esquina en las comunidades eran las que hacían la diferencia, ya que habían cambiado de vender fruta y vegetales a comida chatarra durante la última década, con la mayoría de estas tiendas también cubiertas en publicidad y mercancías de Coca-Cola. En escuelas, tales anuncios están prohibidos, pero Coca-Cola encuentra maneras de “patrocinar” pistas deportivas, decorarlas con los colores de sus marcas, y en una escuela de ejemplo, el nada sutil texto “hidrátate después de ejercitar.”

Las grandes ganancias de vender comida chatarra a los pobres

México está enfrentando una seria crisis de salud, con la diabetes llevándose 80,000 vidas al año. Ese es un resultado en gran parte de una industria codiciosa que hace dinero vendiendo comida chatarra a los pobres. Hay cuatro transnacionales en México que acaparan 95.9 por ciento del mercado de sodas y un 89.4 por ciento del mercado de botanas dulces y saladas. FEMSA (Coca-Cola) y Alsea dominan la industria de servicios alimenticios, con Alsea gestionando y operando restaurantes como Domino’s, Starbucks, Burger King, Chili’s, y la Cheesecake Factory. En 2017, los ingresos de Alsea fueron de 43 mil millones de pesos mexicanos ($2.3 mil millones de dólares).

Estas industrias no sólo determinan a qué alimentos tenemos acceso; también son instrumentales en determinar las políticas de salud de México. Por lo menos la mitad de miembros del Oment – el Observatorio Mexicano de Enfermedades No-transmisibles, que tiene que ser la organización que supervise y promueva políticas para combatir los problemas de obesidad y diabetes en México – tienen una conexión con , o son financiados por las industrias de alimentos y bebidas.

“El capitalismo ha decidido por nosotros. Nos dicen qué es lo que vamos a comer. No les importa si nuestros alimentos son sanos, nos están invadiendo con su comida… lo que hacen interfiere con nuestro territorio, nuestra forma de vida, nuestra forma de pensar. No respetan lo que hemos tenido y hecho por miles de años,” dijo Martínez.

La invasión de comida chatarra ha contaminado la cultura e identidad de México

Las consecuencias de una dieta de comida chatarra impuesta van más allá de la diabetes.

“Estos alimentos son… extremadamente sabrosos, casi adictivos. Imitan a la comida (real), y son erróneamente vistos como sanos… son publicitados y vendidos agresivamente, y son destructivos cultural, social y económicamente destructivos,” dice la Organización Mundial de Salud.

En México, las compañías estadounidenses y otros gigantes industriales están desplazando a la cultura indígena y mexicana mientras pretenden consumirla dentro de los Estados Unidos, y promoviendo el racismo hacia mexicanos e inmigrantes mexicanos. Hasta los niños en el estudio de comunidades rurales e indígena fueron claros. Le dijeron a los investigadores que la invasión de comida chatarra causa contaminación por medio de los medios, “contamina nuestra tierra, agua, nuestra cultura, nuestra comida tradicional deliciosa.”

Trae abuso transnacional y dominación de mercado que beneficia sólo a los ricos y afecta a las personas más pobres.

“Los capitalistas ven al TLCAN como un espacio para satisfacer sus deseos, no sus necesidades, y por extender su poder. No les importa lo que las personas indígenas piensen, o sobre nuestra autonomía. No respetan nuestra forma de vida, no les importa de dónde obtenemos nuestra agua o para qué usamos la tierra. Estas compañías están dedicadas a desplazarnos,” concluyó Martínez.

*Tamara Pearson (@pajaritaroja) es una periodista con base en América Latina por un largo tiempo y la autora de The Butterfly Prison. Ella bloguea en Resistance Words.