Ecofeminismo, un movimiento con papel fundamental en el cuidado de la naturaleza

El ecofeminismo es una teoría y un movimiento social que sostiene la existencia de vínculos profundos entre la subordinación de las mujeres y la explotación destructiva de la naturaleza, con el objetivo de alcanzar la justicia para las mujeres y transformar la relación humana con los demás seres vivos y los ecosistemas.

Por Isabel Martínez Pita,  Efe Verde, 14 de febrero de 2018

La doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y Titular de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valladolid, Alicia Puleo, pensadora ecofeminista, explicó que “el objetivo más profundo de la filosofía ecofeminista es una redefinición del ser humano que implica una redefinición de los demás seres vivos para habitar más pacíficamente la Tierra”.

Para Puleo, “el ecofeminismo es el encuentro entre el feminismo y el ecologismo. El feminismo tiene una trayectoria mucho más extensa que la del ecologismo, ya que puede hablarse de teoría feminista -aunque no se denominara así- desde finales del siglo XVII y de movimiento organizado desde la creación del sufragismo en 1848”, argumentó Puleo.

Sin embargo, en el último tercio del siglo XX, “el renacer del feminismo se dio paralelamente al surgir el ecologismo y ambos fueron considerados por algunos estudiosos de las ciencias sociales como nuevos movimientos sociales en tanto que no planteaban reivindicaciones económicas, sino del orden de la calidad de vida como, por ejemplo, un medio ambiente menos contaminado o relaciones personales menos jerárquicos”, subrayó la filósofa.

Las relaciones de la mujer  con la naturaleza y la crisis ecológica

Puleo sostuvo que el ecofeminismo “es una redefinición de la realidad, una redefinición de quiénes somos como humanos, a partir del análisis de cómo nos determinan los roles de género y cuáles deben ser nuestras relaciones con la naturaleza en este siglo del cambio climático y la crisis ecológica”.

“La asignación histórica de tareas del cuidado que hemos tenido las mujeres ha forjado, en términos estadísticos, cierta identidad femenina. En el siglo XX, gracias en especial al feminismo, las mujeres hemos podido salir del ámbito doméstico y participar en el mundo del trabajo asalariado y la cultura del que nos habían excluido”, subrayó la filósofa.

“Ahora -continuó Puleo-, es necesario que los hombres asuman su parte en las tareas del cuidado, lo cual es de justicia para aliviar la carga de la doble jornada de las mujeres. Pero, además, este cambio es beneficioso para transformar las identidades masculinas estereotipadas que exigen de los varones la represión de la empatía, fomentan la distancia emocional y las actitudes de dominación”.

“Cuando se cuida, se comprende en qué medida la vida es frágil, sobre todo, en algunos momentos como la infancia, la enfermedad y la vejez”, argumentó Alicia Puleo.

“Tenemos que modificar los estereotipos del guerrero y el cazador porque ya no son adaptativos en esta época. Es más, son peligrosos. La voluntad de dominio, tan alabada frente al humilde cuidado compasivo, es suicida para la humanidad dada la capacidad tecnológica de destrucción que se ha alcanzado”.

Una de las características que más sorprenden en los estudios sociológicos es que las mujeres son mayoría en los  estudios sociológicos es que las mujeres  son mayoría en los grupos ecologistas a nivel internacional, sin embargo, para Puleo, “ocurre como en otros movimientos y en casi todos los sectores: nosotras raramente llegamos a la parte más elevada de la pirámide, nos encontramos en las bases”.

Para la filósofa ecofeminista, “podemos decir, por un lado, que las mujeres, con su presencia en los movimientos ecologistas manifiestan su preocupación por el futuro, pero no tienen suficiente voz y representación en ellos”.

La preocupación de la mujer por la salud

Entre los temas que llevaron a algunas feministas de los países más industrializados a desarrollar el ecofeminismo, estaba la preocupación por la salud amenazada por la contaminación, en especial la de los más frágiles, es decir, niñas y niños, el trato dado a los animales, la amenaza de guerra nuclear y la insostenibilidad del modelo productivo basado en recursos no renovables y destrucción de los ecosistemas.

“Actualmente, encontramos mujeres movidas por preocupaciones ecologistas también en los países del Sur. Incluso puede decirse que están en la primera línea”, indicó la ecofeminista.

“Hoy en día hay muchas mujeres de los pueblos originarios, por ejemplo, de América Latina, que resisten ante la devastación producida por la megaminería y los cultivos transgénicos. Están dando la cara muchas veces cuando los hombres han muerto o han tenido que huir, y ellas son las que tienen que seguir defendiendo el territorio”.

Puleo resaltó la diferencia que existe entre el ecofeminismo que ella defiende y el ecofeminismo esencialista que ve a las mujeres como una especie de “ecologistas naturales”. Distanciándose de esa posición, afirma: “No creo que las mujeres tengan una misión naturalmente predeterminada, sino que hombres y mujeres somos naturaleza y somos cultura. No hay una ecologista en toda mujer. Nuestra posición en la sociedad y nuestra historia como género socialmente construido explican en gran medida la actitud de cuidado de la vida”, argumentó Puleo.

“Otra cosa es que biológicamente el cuerpo femenino tiene una mayor vulnerabilidad ante la contaminación. Esta cuestión ha sido comprobada por numerosos estudios que indican que los agrotóxicos presentes en los alimentos y en las dioxinas de las incineradoras nos afectan más a las mujeres que a los hombres. Existen claros indicios de que el aumento del cáncer de mama en los últimos cincuenta años se debe principalmente a la contaminación medioambiental con xenoestrógenos, es decir, sustancias químicamente similares al estrógeno.

Se encuentran en los alimentos cuando contienen restos de pesticidas organoclorados o dioxinas provenientes de incineradoras, en pinturas, ciertos productos de limpieza y perfumería, en los plásticos, en las resinas sintéticas, etc. Se han detectado parafinas cloradas y pirorretardantes bromados en la leche humana materna. Pero se habla poco de estas causas medioambientales de enfermedad. Hay un mayor número de mujeres entre los afectados por el síndrome de hipersensibilidad química múltiple (SHQM), porque nuestros cuerpos tienen un mayor porcentaje de células grasas, y esto nos convierte en bioacumuladoras de toxinas y nos hace más vulnerables a enfermedades que atacan tempranamente”.

La primeras ecofeministas

Entre las ecofeministas, es necesario recordar en primer lugar a Françoise d’Eaubonne (París, 1920-2005), escritora y feminista francesa que acuñó el término “écoféminisme” y desarrolló los primeros escritos sobre la cuestión en los años setenta del siglo pasado.

En el mundo anglosajón, entre las teóricas ecofeministas destacan Carol Adams (1951 EE.UU), escritora americana, feminista, y defensora de los derechos de los animales; Karen Warren (1947, EE.UU) filósofa y escritora dedicada a los campos del pensamiento científico, problemas éticos y ecofeminismo, y la australiana Val Plumwood,(1939-2008), filósofa ecofeminista de la Deep Ecology.

En Europa, es ya un referente la alemana Petra Kelly (1947-1992) por sus escritos pacifistas y su activismo que la llevó a ser co-fundadora de los Verdes Alemanes.

Vandana Shiva, (1952 India), graduada en filosofía de la ciencia por la Universidad de Ontario (Canadá). En 1973 participó en el movimiento Chipko para impedir la tala de bosques en el Himalaya mediante la práctica de resistencia no violenta inspirada en Gandhi. Shiva es en la actualidad líder del Foro Internacional sobre la Globalización, así como un miembro destacado del movimiento antiglobalización.

Wangari Maathai (1940-2011-Kenia). Activista política y ecologista keniana y la primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de la Paz en 2004 por “su contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz” al haber fundado el movimiento de mujeres ‘Cinturón Verde de Kenia’ que el que se plantaron millones de árboles para detener la desertización en África.

Son cada vez más numerosos los casos como el de Berta Cáceres, líder indígena lenca, feminista y activista ecologista hondureña que fue asesinada en 2016 por defender su territorio. En esos pueblos que viven aún en tierras vírgenes, que todavía no han entrado en el mercado internacional y que se ven acosados y hasta desalojados por la fuerza para la explotación de los recursos naturales, “es donde las mujeres están jugando un papel muy importante por la defensa de su territorio”.

Pero, “el papel de la mujer varía según en el ámbito en el que se encuentren. No es lo mismo ser una mujer rural que una mujer urbana, por eso hay muchas maneras de posicionarse según los contextos en el que se encuentre cada una o la formación que posea”.