Por Néstor Jiménez, La Jornada, 2 de enero de 2018

Se estima que en 2018 la producción de maíz en el mundo será de mil 50.8 millones de toneladas, pero que sólo 137.9 millones se destinará a consumo humano, es decir, 13 por ciento, mientras que a la elaboración de biocombustibles se destinarán 181 millones de toneladas.

La mayor parte de la producción, 609 millones, se destinan a forraje y el resto para distintos usos, esto de acuerdo con las Perspectivas Agrícolas 2017-2026 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

El documento explica en su apartado destinado a las proyecciones mundiales para los cereales que el territorio destinado a la siembra de maíz en el mundo alcanzará 178 millones de hectáreas en durante el presente año.

Sin embargo, la demanda derivada de materias primas para biocombustible, en especial el maíz y caña de azúcar para etanol, así como aceite vegetal para la elaboración de biodiésel, crecerá con lentitud excepto en países en desarrollo, en los que el incremento de la demanda se debe a políticas internas más activas.

Para 2025, la demanda de maíz destinada a biocombustible bajará ligeramente y representará 180.8 millones de toneladas, en comparación con las 156.3 millones que se destinarán para consumo y las 695.4 para forraje.

El aumento o la reducción en la demanda de maíz para biocombustible están ligados directamente con el precio del petróleo, ya que cuando éste se incrementa, sube la demanda de alternativas que lo sustituyan, sin embargo en caso inverso desacelera los mercados agrícolas destinados a este tipo de producción.

En el documento se señala que el crecimiento inicial de los biocombustibles fue impulsado por las políticas públicas que buscan reducir la emisión de gases de efecto invernadero y seguridad energética. Sin embargo, en los últimos años la Unión Europea puso en tela de juicio los efectos del uso de biocumbustibles y señaló que ante los resultados esperados en la reducción de contaminantes, no se justifica el uso de este tipo de alternativas.

La OCDE y la FAO recalcaron que dichas cifras no representan un pronóstico, sino un escenario factible resultado de un análisis de las condiciones macroeconómicas en el mundo, las políticas agrícolas y comerciales de cada país y las diversas condiciones climáticas que se prevén para los próximos siete años, sin embargo, recalcó que la demanda de biocumbustibles iría de la mano de posibles cambios que tenga el precio de hidrocarburos y las materias primas necesarias para su producción.